candilejas

dos. Pero no soy nada que permanezca, nada que se pueda tocar. No
vuelo, ni nado, ni floto, ni me puedes tocar. No me sumerjo en nada, ni
me mezclo, ni entro, ni salgo, ni siquiera tengo un yo. Por eso cuando me
he perdido, ni siquiera yo lo siento, ni lo intuyo, simplemente no estoy,
no voy, no me encuentro y no me importa. Y cuando ya no sabía dónde
más buscar, he recibido la llamada de un taxista, diciendo que me he
olvidado en su asiento de atrás. Le iba a decir que me trajera, que yo le
pagaba la carrera, pero le he arrebatado el celular al taxista y me he dicho
que no, que ya no vuelvo, que no quiero saber nunca nada más de mí. Ay,
Eugenio, ¿Tendrás mi pañuelo bordado para secarme el llanto?
Antonin: ¿Quieren que llame a la policía?
Eugenio: Y decirles qué, ¿Qué perdimos el calor de los cuerpos?
Antonin: ¿Cuánto tiempo llevan robándose la escena?
Louvre: (separándose) No mucho
Eugenio: Dos años
Louvre: Dos meses
Eugenio: Dos semanas
Louvre: Dos días
Eugenio: (dándose por vencido) Dos minutos.
Antonin: Vaya, es bastante tiempo
Eugenio: (abraza a Louvre) ¿Que puedo decirle, señor?, estamos
enamorados
Louvre: (se reincorpora) No es amor, es una cita a ciegas.
Eugenio: Tú dijiste que era amor
Louvre: En realidad nunca usé esa palabra específicamente. Yo te dicho
que me gustas. O que me caes bien. O que te extraño por ratos. O que no
te soporto más...pero amor, te amo...no.
Eugenio: (suplicante) ¡Louvre, Louvre, estamos enamorados! ¡Arde el
olfato de tan largos suspiros!
Louvre: Tú describes a dos perros en celo
Eugenio: Esa fue la nota más alta de tu interpretación.
Antonin: ¿Cuál es el problema, amigo?
Eugenio: Hace tiempo que nadie balancea las bancas para que les dé el
sol a todas por igual.
Antonin: Los globos, aunque digan que no, son reversibles. Algunas
veces encierran un arte efímero y llevan al niño por fuera y al revés.
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