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THE DAWN

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TESTIMONIO: MI VIAJE A GRECIA<br />

Mi nombre es SAQIB ALI. Soy de un pueblo<br />

pequeño llamado Gill, en Gujrat, Pakistán.<br />

Partí desde mi país hacia Grecia, en junio de 2009 para<br />

buscar un futuro económico mejor. En aquel momento,<br />

no imaginaba todo lo que acarrearía esa decisión y lo<br />

difícil que iba a ser ese viaje. Empleamos un día<br />

completo para llegar a Taftan, ciudad de Irán, de<br />

Lahore. En esta aventura, había treinta o treinta y cinco<br />

personas más. Cuando entramos en Irán, había estado<br />

caminando a pie, más o menos 24 horas con nuestros dos guías. Durante el camino, pasamos<br />

hambre y sed. Entonces, nos metieron en un vehículo, en el que solo podrían haber viajado<br />

cómodamente, siete u ocho personas. No teníamos nada para comer ni para beber y, en esa<br />

situación, llevábamos ya dos días.<br />

El vehículo nos dejó en un lugar desierto donde no había nada, excepto un grifo de agua. Como<br />

pudimos, tratamos de refrescarnos, y coger fuerzas, pero en vano, porque sin comida, ¿cómo<br />

podríamos recuperar nuestras fuerzas. Pasamos en ese lugar tres días. Durante ese período solo<br />

pudimos contar con un pan para todos. Después, nos esperaba un viaje de 24 horas en autobús<br />

hasta Teherán, capital de Irán, desde donde nos dirigimos a la frontera turca con nuestros<br />

agentes. Cuando llegamos a la frontera, habían transcurrido cincuenta interminables<br />

horas.Íbamos a encontrar nuevas dificultades que añadir al cansancio y al hambre que nos<br />

acompañaban: la nieve y el frío. Empezamos a caminar a pie por las montañas cubiertas de nieve.<br />

Nadie puede imaginar el estado en el que nos encontrábamos. Un grupo de seres humanos<br />

extenuados, en medio de una naturaleza hostil.<br />

Lo único que te mantiene vivo es pensar en el futuro. No esperábamos una caminata tan larga, a<br />

través de las montañas. Había una atmósfera de incertidumbre, que se añadía al cansancio y,<br />

además, no habíamos podido tener ningún contacto con nuestras familias, desde nuestra partida.<br />

Solo caminar y caminar durante largas horas llenas de penurias. Después de cruzar la frontera<br />

con Turquía, llegamos a un pequeño pueblo. Para entonces, la policía se había enterado de nuestra<br />

presencia. El miedo a ser descubiertos por los agentes nos obligó a entrar en un estanque muy<br />

frío, donde estuvimos más de dos horas. Muchos de los chicos de la caravana enfermaron y no<br />

había nada para tratarlos. Llorábamos por nuestro destino.<br />

En estas condiciones y sacando fuerzas no sé de dónde, caminamos dos días más, sin comer y sin<br />

agua para beber. De repente, un coche en el que poder viajar, pero un coche de cinco plazas para<br />

quince personas. Durante el trayecto, ni una sola parte de nuestro cuerpo podía moverse. Cuando<br />

bajamos del coche, estábamos rígidos, nuestras piernas y nuestros brazos no respondían y<br />

parecía que nuestro cuerpo se iba a paralizar, de un momento a otro.<br />

A pesar de la adversidad, llegamos a Estambul. Más o menos al cabo de tres semanas, nos<br />

pusimos en contacto con nuestras familias, que ignoraban nuestra suerte y en qué condiciones<br />

nos encontrábamos. Fue una conversación corta, un minuto, sesenta segundos llenos de emoción<br />

en los que comunicabas que aún continuabas con vida. Nuestro siguiente destino era Grecia. Un<br />

nuevo reto y otra dificultad más. Ahora, era como tener delante de ti el Monte Everest,<br />

retándote, desafiándote. Sin embargo, en esos momentos tan terribles, de tanta desesperación,<br />

te refugias en tus propias creencias. Así, comenzamos este nuevo desafío confiando en la ayuda

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