HECHOS - iglesia bautista getsemani de montreal
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Hablaron, no <strong>de</strong> pensamientos o meditaciones previos, sino como el Espíritu les daba que<br />
hablasen.<br />
Vv. 5—13. La diferencia <strong>de</strong> lenguas que surgió en Babel ha estorbado mucho la difusión <strong>de</strong>l<br />
conocimiento y <strong>de</strong> la religión. Los instrumentos que el Señor empleó primero para difundir la<br />
religión cristiana, no podrían haber progresado sin este don, lo cual probó que su autoridad era <strong>de</strong><br />
Dios.<br />
Vv. 14—21. El sermón <strong>de</strong> Pedro muestra que estaba completamente recuperado <strong>de</strong> su caída y<br />
cabalmente restaurado al favor divino; porque el que había negado a Cristo, ahora lo confesaba<br />
osadamente. Su relato <strong>de</strong>l <strong>de</strong>rramamiento milagroso <strong>de</strong>l Espíritu Santo estaba concebido para<br />
estimular a sus oyentes a que abrazaran la fe <strong>de</strong> Cristo y se unieran a su Iglesia. Fue<br />
cumplimiento <strong>de</strong> la Escritura y fruto <strong>de</strong> la resurrección y ascensión <strong>de</strong> Cristo, y prueba <strong>de</strong> ambos.<br />
Aunque Pedro estaba lleno <strong>de</strong>l Espíritu Santo y hablaba en lenguas conforme el Espíritu le daba<br />
que hablase, no pensó en <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> lado las Escrituras. Los sabios <strong>de</strong> Cristo nunca apren<strong>de</strong>n más<br />
que su Biblia; y el Espíritu es dado, no para suprimir las Escrituras, sino para capacitarnos para<br />
enten<strong>de</strong>rlas, aprobarlas y obe<strong>de</strong>cerlas. Con toda seguridad nadie escapará a la con<strong>de</strong>nación <strong>de</strong>l<br />
gran día salvo los que invocan el nombre <strong>de</strong>l Señor, en y por medio <strong>de</strong> su Hijo Jesucristo, como<br />
el Salvador <strong>de</strong> pecadores, y el Juez <strong>de</strong> toda la humanidad.<br />
Vv. 22—36. A partir <strong>de</strong> este don <strong>de</strong>l Espíritu Santo, Pedro les predica a Jesús: y he aquí la<br />
historia <strong>de</strong> Cristo. Hay aquí un relato <strong>de</strong> su muerte y sus sufrimientos, que ellos presenciaron<br />
unas pocas semanas antes. Su muerte es consi<strong>de</strong>rada como acto <strong>de</strong> Dios y <strong>de</strong> maravillosa gracia<br />
y sabiduría. De manera que la justicia divina <strong>de</strong>be ser satisfecha, Dios y el hombre reunidos <strong>de</strong><br />
nuevo, y Cristo mismo glorificado, conforme al consejo eterno que no pue<strong>de</strong> ser modificado. En<br />
cuanto al acto <strong>de</strong> la gente; fue un acto <strong>de</strong> pecado y necedad horrendos en ellos. La resurrección<br />
<strong>de</strong> Cristo suprime el reproche <strong>de</strong> su muerte; Pedro habla mucho <strong>de</strong> esto. Cristo era el Santo <strong>de</strong><br />
Dios, santificado y puesto aparte para su servicio en la obra <strong>de</strong> re<strong>de</strong>nción. Su muerte y<br />
sufrimiento <strong>de</strong>ben ser la entrada a una vida ben<strong>de</strong>cida para siempre jamás, no sólo para Él sino<br />
para todos los suyos. Este hecho tuvo lugar según estaba profetizado y los apóstoles fueron<br />
testigos. —La resurrección no se apoyó sobre esto solo; Cristo había <strong>de</strong>rramado dones<br />
milagrosos e influencias divinas sobre sus discípulos, y ellos fueron testimonio <strong>de</strong> sus efectos.<br />
Mediante el Salvador se dan a conocer los caminos <strong>de</strong> la vida y se nos exhorta a esperar la<br />
presencia <strong>de</strong> Dios y su favor para siempre. Todo esto surge <strong>de</strong> la creencia segura que Jesús es el<br />
Señor y el Salvador ungido.<br />
Vv. 37—41. Des<strong>de</strong> la primera entrega <strong>de</strong>l mensaje divino se vio que en él había po<strong>de</strong>r<br />
divino; miles fueron llevados a la obediencia <strong>de</strong> la fe. Pero ni las palabras <strong>de</strong> Pedro ni el milagro<br />
presenciado pudieron producir tales efectos si no se hubiera dado el Espíritu Santo. Cuando los<br />
ojos <strong>de</strong> los pecadores son abiertos, no pue<strong>de</strong>n sino sentir remordimiento <strong>de</strong> corazón por el<br />
pecado, no pue<strong>de</strong>n menos que sentir una inquietud interior. El apóstol les exhorta a arrepentirse<br />
<strong>de</strong> sus pecados y confesar abiertamente su fe en Jesús como el Mesías, y ser bautizados en su<br />
nombre. Así, pues, profesando su fe en Él, iban a recibir la remisión <strong>de</strong> sus pecados, y a<br />
participar <strong>de</strong> los dones y gracias <strong>de</strong>l Espíritu Santo. —Separarse <strong>de</strong> la gente impía es la única<br />
manera <strong>de</strong> salvarnos <strong>de</strong> ellos. Los que se arrepienten <strong>de</strong> sus pecados y se entregan a Jesucristo,<br />
<strong>de</strong>ben probar su sinceridad <strong>de</strong>sembarazándose <strong>de</strong> los impíos. Debemos salvarnos <strong>de</strong> ellos, lo cual<br />
supone evitarlos con horror y santo temor. Por gracia <strong>de</strong> Dios tres mil personas aceptaron la<br />
invitación <strong>de</strong>l evangelio. No pue<strong>de</strong> haber duda que el don <strong>de</strong>l Espíritu Santo, que todos<br />
recibieron, y <strong>de</strong>l cual ningún creyente verda<strong>de</strong>ro ha sido jamás exceptuado, era ese Espíritu <strong>de</strong><br />
adopción, esa gracia que convierte, guía y santifica, la cual se da a todos los miembros <strong>de</strong> la