18.05.2013 Views

Retiro de Cuaresma 2011 - Schoenstatt.org

Retiro de Cuaresma 2011 - Schoenstatt.org

Retiro de Cuaresma 2011 - Schoenstatt.org

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

somos <strong>de</strong> verdad extraordinarios. Esta verdad la olvidamos. Sentimos que no valemos<br />

mucho. Dudamos <strong>de</strong>masiado y nuestra autoestima se resiente con mucha facilidad. Ante<br />

cualquier crítica o rechazo nos venimos abajo. El alma se llena <strong>de</strong> nubes y tristeza. Ante<br />

nuestras <strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s y caídas tenemos ciertas actitu<strong>de</strong>s que nos acaban quitando la paz y<br />

no nos ayudan. Pero no sólo ante nuestra <strong>de</strong>bilidad, sino también ante la <strong>de</strong>bilidad <strong>de</strong> los<br />

que nos ro<strong>de</strong>an. Lo cual nos convierte en jueces <strong>de</strong> las actitu<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más y nos lleva a<br />

<strong>de</strong>spreciar al que cae, al que no es perfecto.<br />

El P. Kentenich nos invita a vivir con actitud positiva las <strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l día a día. De esta<br />

forma llegaremos a ser más misericordiosos con nosotros mismos y con los <strong>de</strong>más. El P.<br />

Kentenich señalaba algunos <strong>de</strong> los peligros a la hora <strong>de</strong> enfrentarnos con nuestra miseria:<br />

El asombro: nos asombramos cuando experimentamos nuestras caídas y <strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s como<br />

una realidad terrible <strong>de</strong> nuestra vida. Asombrarse no es algo malo. Sin embargo, cuando<br />

nos asombramos por nuestras caídas, el asombro expresa sorpresa e incomprensión. Nos<br />

quita la luz y la esperanza. No enten<strong>de</strong>mos cómo hemos podido caer, cómo hemos tocado<br />

fondo. No aceptamos la <strong>de</strong>bilidad propia. Los cimientos caídos <strong>de</strong> nuestra vida nos<br />

provocan <strong>de</strong>sazón. Este asombro no es tan sano porque nos hun<strong>de</strong>. Nos quita la paz y nos<br />

impi<strong>de</strong> avanzar. En lugar <strong>de</strong> asombrarnos tenemos que aceptar como algo natural nuestras<br />

caídas, porque somos débiles y sin la fuerza <strong>de</strong> Dios todo resulta imposible. De esta forma<br />

volveremos a Dios con más naturalidad para empezar <strong>de</strong> nuevo, sin miedo.<br />

La costumbre: es otro riesgo y tiene lugar cuando nos acostumbramos a la <strong>de</strong>bilidad y al<br />

pecado. Nos <strong>de</strong>jamos llevar por la vida y su inercia y <strong>de</strong>sconfiamos <strong>de</strong> los cambios. No es<br />

que nos guste el pecado, simplemente no creemos que la mejora sea posible. Pensamos que<br />

el pecado es inevitable, lo cual es cierto, y <strong>de</strong>ducimos que sólo po<strong>de</strong>mos seguir tal y como<br />

estamos, sin necesidad <strong>de</strong> luchar por cambiar. De esta forma no nos esforzamos, porque no<br />

queremos caer en el voluntarismo. Pensamos que el <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n <strong>de</strong>be ser el estado natural <strong>de</strong>l<br />

ser humano y evitamos la disciplina, al verla como algo <strong>de</strong>l pasado. La costumbre es un<br />

engaño. Acostumbrarnos a no avanzar nos acaba empobreciendo. El camino supone no<br />

permanecer quietos sino empezar a luchar siempre <strong>de</strong> nuevo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cada caída.<br />

La confusión: otro peligro es confundirnos. El pecado y la <strong>de</strong>bilidad pue<strong>de</strong>n generar<br />

confusión en el alma. Nos quedamos aturdidos sin saber reaccionar. La confusión nos<br />

mantiene anclados en el pecado al no saber qué camino seguir. Al confundirnos <strong>de</strong>jamos <strong>de</strong><br />

ver con claridad hacia dón<strong>de</strong> vamos. Dejamos <strong>de</strong> encen<strong>de</strong>rnos con nuestros i<strong>de</strong>ales: i<strong>de</strong>al<br />

matrimonial, i<strong>de</strong>al personal, i<strong>de</strong>al <strong>de</strong> grupo. Dejamos <strong>de</strong> soñar y aspirar a lo más alto<br />

porque no nos vemos capaces. Dejamos <strong>de</strong> luchar y nos damos por vencidos, nos<br />

conformamos. La confusión nos hace pensar que no hay salida. El camino es hacer que<br />

brillen ante nosotros los i<strong>de</strong>ales <strong>de</strong> nuevo. Se nos exige entonces renovar nuestro i<strong>de</strong>al<br />

personal y matrimonial, nuestro examen particular, nuestros propósitos y anhelos.<br />

El <strong>de</strong>sánimo: nos <strong>de</strong>sanimamos cuando no creemos que haya progresos ni una solución<br />

posible para nuestro caso. El <strong>de</strong>sánimo se alimenta cuando se pier<strong>de</strong> la fe. Dejamos <strong>de</strong> creer<br />

en el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Dios y nos hundimos. Es la falta <strong>de</strong> esperanza la que se apo<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> nosotros.<br />

En esos momentos per<strong>de</strong>mos la alegría y el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> seguir luchando. El <strong>de</strong>safío es gran<strong>de</strong>,<br />

supera nuestras fuerzas y amenaza con <strong>de</strong>rribarnos. Pero siempre pesa más la misión que<br />

las fuerzas <strong>de</strong>l misionero. Se trata <strong>de</strong> hacer siempre la voluntad <strong>de</strong> Dios, sin caer en el<br />

<strong>de</strong>sánimo. Decía el P. Kentenich: “No pretendamos acomodar la voluntad <strong>de</strong>l Padre a nuestro<br />

gusto. Al contrario, para el hijo la voluntad <strong>de</strong>l Padre es la medida <strong>de</strong> todas las cosas” 9.Cuando<br />

miramos así nuestra vida apren<strong>de</strong>mos a confiar. Porque en muchos momentos po<strong>de</strong>mos<br />

creer que es imposible luchar más. El <strong>de</strong>sánimo nos conduce a la tristeza y la tristeza no<br />

9 J. Kentenich, “Niños ante Dios”, 206<br />

12

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!