COMO SUPLE DIOS NUESTRAS NECESIDADES - Editorial Clie
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EDITORIAL CLIE<br />
<strong>COMO</strong> <strong>SUPLE</strong> <strong>DIOS</strong><br />
<strong>NUESTRAS</strong><br />
<strong>NECESIDADES</strong><br />
Albert Benjamin Simpson<br />
FUNDADOR DE LA “ALIANZA CRISTIANA Y MISIONERA”<br />
1
Índice<br />
PREFACIO 3<br />
1. EL <strong>DIOS</strong> DE ELÍAS 4<br />
2. EL <strong>DIOS</strong> DE PABLO 10<br />
3. EL <strong>DIOS</strong> DE JACOB 15<br />
4. EL <strong>DIOS</strong> DE ESTER 21<br />
5. LA VISIÓN DE <strong>DIOS</strong> 26<br />
6. EL SECRETO DE LA VISIÓN 31<br />
POESÍAS DE A. B. SIMPSON 35<br />
2
Prefacio<br />
El tema de este librito es el tema más importante del mundo. «Lo he perdido todo - me<br />
dijo una vez una mujer afligida -, todo, excepto Dios.» Esta frase abarcaba todo un cielo<br />
y eclipsaba todo lo que había perdido, porque si la mujer tenía a Dios, era como si no<br />
hubiera perdido nada; y lo había ganado todo.<br />
La mayor necesidad de nuestros tiempos y de todos los tiempos, la necesidad más<br />
grande de todo corazón humano, es conocer los recursos y posibilidades de Dios.<br />
El apóstol nos pinta un arco iris en el cielo nublado y tempestuoso. Después de describir<br />
la condición perdida e impotente de los pecadores, muertos en sus transgresiones y<br />
pecados, hijos de la ira, de repente se para y pronuncia dos palabras: «Pero Dios...»,<br />
«que es rico en misericordia, por el mucho amor con que nos amó cuando aún<br />
estábamos muertos en pecado».<br />
El mismo apóstol de nuevo nos da la clave de la verdadera vida de santidad en su<br />
antítesis breve y sorprendente: «No ya yo, pero Cristo vive en mí.»<br />
Las palabras destacan como la clave de la providencia divina cuando leemos la historia<br />
de la encarcelación de Pedro y su próxima sentencia, cuando Herodes estaba esperando<br />
que llegara la mañana para ejecutarle. Entonces sigue esta simple frase: «Pero se hacía<br />
oración sin cesar a Dios por él.» Y este pequeño «pero» fue más poderoso que la cólera<br />
de Herodes o la iracundia de los fariseos o las verjas y cerrojos de su prisión.<br />
Estas palabras se destacan tremendas y solemnes otra vez en la palabra del necio, que lo<br />
había invertido todo en la vida, en los bienes de este mundo, consultando a otros para<br />
aumentar sus planes y placeres, y removiéndolo todo, cuando una ráfaga helada de<br />
muerte y juicio le llegó con la terrible sentencia: «Pero Dios le dijo: ¡necio!» Las<br />
páginas que siguen son un esfuerzo para desplegar ante el lector la suficiencia y<br />
variedad infinita de los recursos de Dios.<br />
3
1<br />
EL <strong>DIOS</strong> DE ELÍAS<br />
«Dónde está Jehová, el Dios de Elías?»<br />
(2.ª Reyes 2:14.)<br />
Siempre me ha gustado que cuando Ellas fue arrebatado al cielo Eliseo no preguntara<br />
«Dónde está Elías?» al ver que su mentor y gula no se hallaba a su lado. Habla perdido<br />
a su amigo y padre espiritual y si en cualquier situación hubiera sido justificada la<br />
exclamación, vistas sus circunstancias, hubiera sido en este caso. Pero la idea que<br />
primero se le ocurrió a Eliseo fue la del Maestro, no la del discípulo. Detrás de la<br />
maravillosa vida y obra de Elías vela sólo los infinitos recursos de aquel Dios que podía<br />
ser tanto para él como había sido para su maestro. El clamor profundo de su alma no fue<br />
de mera simpatía humana, sino en búsqueda de la manifestación del poder sobrenatural<br />
y la presencia de Dios. La necesidad profunda de la vida de Eliseo fue la misma<br />
necesidad profunda de cada alma sincera hoy día: la revelación de Dios, la comprensión<br />
de lo sobrenatural.<br />
Elíseo estaba pensando en todo lo que Dios había sido para Elías, y anhelaba que fuera<br />
lo mismo para él. ¡Oh, que nuestro corazón pueda sentir el mismo anhelo de conocer al<br />
Dios de Elías, al Dios de Eliseo!<br />
El Dios de Elías<br />
¡Cuánto había representado y sido Jehová para el siervo a quien había transportado a su<br />
gloriosa presencia! Llamado de las soledades y yermos de Galaad, este hombre extraño<br />
y adusto cuya vida y carácter parecen haber sido moldeados entre la majestad de la<br />
naturaleza, a solas con su Dios, irrumpió de súbito en medio de una sociedad de maldad<br />
sin segundo y en un escenario de lujo y refinamiento impío. La hermosa capital del<br />
reino de Israel se hallaba bajo el dominio del malvado y vulgar Acab, cuya conducta y<br />
cetro estaban por completo bajo el dominio de una mujer infame, cuyo nombre ha sido<br />
desde entonces epítome de toda maldad: Jezabel, la idólatra de Sidón.<br />
El profeta de Galaad, sin ayuda, plantó cara a las fuerzas combinadas de una corte<br />
viciosa, un sacerdocio idólatra y mercenario y un pueblo entero que había sido desviado<br />
del camino de la piedad y se había hundido en el pecado o la apatía. La situación habría<br />
sido desesperada de no haber sido por los recursos de Dios. Con una fe que no le falló<br />
una sola vez, el profeta arrostró la situación y puso en acción la plenitud de su equipo<br />
divino. A su palabra los cielos quedaron sellados y la cosecha se marchitó, y a su<br />
palabra se abrieron las compuertas de la lluvia y el suelo volvió a dar su fruto. Los<br />
cuervos de las cañadas acudieron a ministrarle ayuda, y la escasa provisión de harina y<br />
aceite de la viuda fue multiplicada hasta que pasaron los meses del hambre.<br />
Por fin todo Israel se reunió a sus órdenes en una magna asamblea en el Carmelo, y allí<br />
estaba él para reivindicar el nombre de Jehová contra la perversa Jezabel y el iracundo<br />
4
Acab, los ochocientos profetas de Baal y los millares del pueblo de Israel. El altar<br />
estaba preparado; las zanjas abiertas y llenas de agua; los vanos intentos de los profetas<br />
paganos se repitieron una y otra vez para estrellarse en un fracaso rotundo. Entonces, al<br />
final, vino la prueba solemne y Elías invocó el poder del Omnipotente para que enviara<br />
fuego del cielo. Como un rayo cayó el fuego y devoró los sacrificios, lamiendo las<br />
aguas de las zanjas y deslumbrando los ojos asombrados de los millares reunidos hasta<br />
que la intensa emoción no pudo ser contenida y como un trueno resonó la exclamación:<br />
«¡Jehová es el Dios, Jehová es el Dios!»<br />
Rápidamente se llevó la victoria a su inevitable y triste término. Los profetas de Baa!<br />
fueron degollados antes de que pudiera tener lugar una contrarreacción. Luego, postrado<br />
en una oración de agonía ante Dios, el profeta rogó en una escena culminante que los<br />
cielos fueran abiertos y descendiera la lluvia. Y la lluvia descendió a torrentes. Ceñidos<br />
sus lomos corrió delante del carro de Acab hasta las puertas del palacio. La nación<br />
entera se regocijó de que al fin hubiera llegado juicio y sentencia y el pueblo había<br />
vuelto su corazón a Dios.<br />
Pero mayor aún que esto fue la revelación del poder de Jehová en la vida de Elías. A él<br />
le fue permitido, antes que a ningún otro mensajero de Jehová, el franquear las mismas<br />
puertas de la muerte volviendo a llamar a los espíritus que habían partido a un mundo<br />
invisible. Terminada su labor, todavía le esperaba un triunfo mayor, porque él fue el<br />
primero que fue levantado sin que la muerte pusiera sobre él su dedo, y fue arrebatado a<br />
lo alto en un carro de fuego con caballos de fuego.<br />
El Señor Dios de Elías es el Dios de la vida y de la muerte, el Dios de cielos y tierra, el<br />
Dios de las naciones y príncipes y reyes, el Dios de la naturaleza y de la gracia, el Dios<br />
de juicios y galardones, el Dios que es un fuego consumidor, más poderoso que las<br />
fuerzas de la naturaleza, del hombre y del infierno. Este Dios poderoso cuyas obras<br />
Eliseo había presenciado al lado de su maestro, y cuya presencia él mismo invocó, le<br />
mostró sus recursos infinitos al discípulo durante su vida, en formas aún más<br />
maravillosas que todo lo que él habla presenciado en la vida de Elías.<br />
El Dios de Eliseo<br />
La proyección de la vida de Eliseo fue más amplia que la de Elías. Aunque el profeta<br />
del fuego fue una figura más sorprendente y quizás, en ocasiones, alcanzó vuelos más<br />
altos que los de su sucesor, con todo, la esfera de acción de Elías tomó un mayor<br />
alcance más cercano a la humanidad, en conjunto, y más beneficioso a las personas<br />
comunes y corrientes.<br />
Seria de desear que el lector le dedicara una semana y leyera un capítulo cada día de la<br />
historia de Eliseo. Podría empezar con el segundo capítulo de Segunda Reyes hasta el<br />
capitulo séptimo, concluyendo luego, el séptimo día, con el capítulo trece, que nos da<br />
las últimas escenas de su vida. Este repaso nos traería a Dios más cerca de nuestro modo<br />
de pensar, despertarla en nosotros un deseo intenso por una vida vivida andando junto a<br />
Él, como la de Eliseo, y nos impulsaría con frecuencia a exclamar preguntando: «Dónde<br />
está Jehová, el Dios de Elías»? Demos una mirada a algunas de estas escenas.<br />
5
Volviendo hacia atrás, en los últimos días de la vida de Elías, y a la transición del<br />
ministerio del mismo a su sucesor, nos impresiona ver que la primera de las<br />
ilustraciones de los recursos de Dios es la manera maravillosa en que Jehová muestra su<br />
habilidad para escoger sus agentes y proveer el obrero que más se necesita en todo<br />
momento de crisis y apuro en la historia de su reino. Elías había fracasado y había huido<br />
de Jezabel en el mismo momento de su triunfo. Demasiado entusiasmado quizás, había<br />
venido la reacción antes de que estuviera preparado para contrarrestarla, así como<br />
vemos en el capítulo humillante de su historia en que «viendo el peligro, se levantó y se<br />
fue para salvar su vida».<br />
Pero ¡con qué delicadeza y ternura le trató Dios! Le dejó marchar por el desierto hasta<br />
que estuvo agotado y se puso a descansar debajo de un enebro, y allí le dejó dormir, y le<br />
ofreció después una y otra vez refrigerio hasta que recobró el ánimo. Luego Dios le<br />
envió a Horeb para darle allí las últimas instrucciones. Una de ellas fue relevarle del<br />
trabajo del que por un momento se había sentido abrumado, y le indicó quién tenía que<br />
sucederle. «Ve, vuélvete por tu camino, por el desierto de Damasco», fue el mensaje de<br />
Dios, «y llegarás y ungirás a Hazael por rey de Siria. A Jehú, hijo de Nimsi, ungirás por<br />
rey de Israel, y a Eliseo, hijo de Safat de Abelemehola, ungirás para que sea profeta en<br />
tu lugar». ¡Cuán rápidamente había encontrado Dios su sucesor! ¡Cuán fácil es para<br />
Dios recorrer la corte de un reino lleno de Eecado, o ir a un campo de labrantío donde<br />
un humilde Eliseo está arando con yuntas de bueyes, y llamarlo para ser el instrumento<br />
que necesita en el momento requerido. ¡Cuán claramente humilla esto nuestra<br />
arrogancia y sentimiento de rango y categoría! Dios no necesita nuestros talentos, y<br />
somos nosotros los que recibimos un gran honor y privilegio si nos permite que le<br />
sirvamos. Tengamos mucho cuidado en no cansarnos pronto, no sea que seamos<br />
relevados. Dios puede tomar en serio nuestra exhibición de desánimo y flaqueza y poner<br />
a otro en nuestro lugar.<br />
En segundo lugar, tenemos otra ilustración en Primera Reyes 22:34 en que vemos cuán<br />
fácil es para Dios el escoger un instrumento, incluso un instrumento inconsciente para<br />
llevar a cabo su obra y sus planes. Mucho antes Dios había decretado y anunciado el<br />
castigo de Acab por sus crímenes, y su longanimidad había esperado y había perdonado<br />
la vida al malvado rey varias veces. Por fin había llegado el día del juicio, y la forma<br />
escogida para realizarlo es solemne en su simplicidad. Acab estaba saliendo del campo<br />
de batalla en que había escapado de los asaltos de sus enemigos e iba montado en su<br />
carro, lejos del peligro, cuando «un hombre disparo su arco a la ventura e hirió al rey de<br />
Israel por entre las junturas de la armadura». El hombre no tenía la menor idea de que su<br />
flecha hubiera dado en ningún blanco importante. Pero el rey se dio cuenta de que<br />
estaba herido y le dijo a su cochero: «Da la vuelta y sácame del campo, pues estoy<br />
herido.» Al hundirse el sol en el occidente desapareció su último aliento de vida,<br />
«porque la sangre corría por el fondo del carro». ¡Cuán fácil había sido para Dios<br />
derrocar a su enemigo! ¡Cuán poco deberíamos preocuparnos nosotros de nuestros<br />
enemigos! «Amados, no os venguéis.., porque escrito está: Mía es la venganza; yo<br />
pagaré, dice el Señor.»<br />
Se dice que un hombre impío que una vez estaba regresando de una fiesta que había<br />
celebrado con unos amigos en la plaza mercado de una aldea de Inglaterra, donde había<br />
desafiado a Dios diciendo que si existía, lo demostrara haciéndole caer muerto. Como<br />
no le había ocurrido nada, él y sus compañeros regresaban gloriándose de su acto<br />
blasfemo e insensato. Mientras cabalgaban por un camino rural, de repente, su capitoste<br />
6
se cayó del caballo presa de convulsiones, y al acudir todos para ayudarle vieron que<br />
estaba dando las últimas bocanadas y se caía muerto delante de ellos. No pudieron ver<br />
nada que pudiera haber causado su muerte. Hubo, pues, que hacerle una autopsia en la<br />
que se encontró en su tráquea una especie de mosca minúscula, una de las más pequeñas<br />
criaturas que Dios ha puesto en el mundo, que había sido mandada por Él como verdugo<br />
para ejecutar la sentencia. Un reflejo nervioso en la laringe del blasfemo causado por la<br />
presencia de la mosca le había asfixiado. No habían transcurrido muchas horas cuando<br />
la blasfemia fue vengada por una criatura al parecer inofensiva. Esta es una muestra de<br />
los juicios de Dios. Este es el Dios de Eliseo, éste es nuestro Dios. Confiemos en Él.<br />
Temámosle. Pongamos en sus manos fieles el cuidado de nuestras almas.<br />
Tercero. El Dios de Eliseo es el Dios que puede apartar los obstáculos más formidables<br />
de nuestro camino. En el momento en que Eliseo recibió el poder del Espíritu de Dios<br />
prometido, recibió no la bienvenida de huestes angélicas, sino la hosca negativa de la<br />
túmida corriente del Jordán que rehusaba dejarle pasar al otro lado, donde había el<br />
campo de su futuro ministerio. Había allí los hijos de los profetas, o sea estudiantes, que<br />
le miraban con actitud crítica para ver lo que haría. Exclamando «Dónde está Jehová, el<br />
Dios de Elías?», golpeó las aguas del Jordán e invocó los recursos poderosos del<br />
Omnipotente. Las aguas se separaron a uno y a otro lado, y él cruzó el río en seco; los<br />
estudiantes que le miraban exclamaron asombrados: «El espíritu de Elías reposó sobre<br />
Eliseo. »<br />
Amados en el Señor: lo primero con que nos vamos a encontrar cuando uno de nosotros<br />
eche mano de alguna nueva forma de bendición o poder de Dios será algún Jordán de<br />
crecida u otro obstáculo insuperable. ¿Qué vas a hacer entonces? No puedes hacer otra<br />
cosa que recordar que Dios puede hacerlo todo y acudirá a su fuerza poniendo de lado<br />
nuestra debilidad, las dudas y las dificultades. Entonces podremos gritar: «Quién eres tú<br />
(o gran monte) delante de Zorobabel (o el Dios de Eliseo)? Vendrás a ser una llanura.»<br />
(Zacarías 4:7.)<br />
Cuarto. El Dios de Eliseo puede enseñorearse sobre las fuerzas de la naturaleza. En<br />
Segunda Reyes 2:20 y en 4:42, hay dos hermosos ejemplos del poder de Dios por medio<br />
de Eliseo en el mundo natural. En el primero vemos que las aguas malas y la tierra<br />
estéril son saneadas por medio de un poco de sal. En el segundo vemos la<br />
multiplicación de veinte pequeños panes de cebada que fueron suficientes para cien<br />
hombres, lo mismo que más adelante, junto a la orilla del mar de Galilea el Maestro<br />
alimentó a cinco mil.<br />
Todavía tenemos a un Dios que puede ayudarnos en el campo, en la cocina, que puede<br />
hacer un suelo fértil, proteger nuestras cosechas y enviar fruto, darnos el pan de cada día<br />
y multiplicar lo poco que una ama e casa tiene a disposición para que sea bastante para<br />
toda la familia. De modo que Dios está andando hoy con más de un santo humilde en su<br />
lugar de trabajo y de tribulaciones.<br />
Quinto. El Dios de Eliseo es un Dios de casos apurados. En el tercer capítulo de<br />
Segunda Reyes se nos cuenta la historia de una escasez de agua en el valle de Edom, y<br />
de la liberación maravillosa que tuvo lugar mediante Eliseo. «Así ha dicho Jehová» fue<br />
la respuesta del profeta a la incredulidad de Jehoram y los temores de Josafat; «No<br />
veréis viento ni veréis lluvia; pero este valle será llenado de agua y beberéis vosotros, y<br />
vuestras bestias y vuestros ganados. Y aun esto es poca cosa a los ojos de Jehová; pues<br />
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entregará también a los moabitas en vuestras manos.» El Dios de Eliseo puede enviar<br />
agua cuando no hay viento ni lluvia ni señal alguna de ella. Él puede socorrer cuando<br />
todos los recursos humanos fallan. Puede incluso ayudarnos cuando nos hallamos en un<br />
sitio en que no deberíamos estar, como estaba Josafat; y no es muy difícil para Dios<br />
hacer las mayores señales en favor de aquellos que confían en Él. Sus recursos son tan<br />
abundantes que nunca podemos agotarlos, y cuando hace algo por nosotros no es sino<br />
un modo de estimularnos a que le pidamos que haga más.<br />
Sexto. El Dios de Eliseo es un Dios de gracia así como de bienes temporales. El<br />
capítulo cuatro de Segunda Reyes nos da el incidente del aceite de la viuda y la<br />
maravilla que ocurrió cuando ella fue echando de la vasija de aceite para llenar otras<br />
vasijas vacías, cómo la vasija siguió manando hasta que no hubo más vasijas vacías, y<br />
cómo pudo con el aceite pagar a sus acreedores y vivir ella y sus hijos con lo que quedó.<br />
El aceite, como sabemos, era el símbolo del Espíritu Santo, y la lección que aprendemos<br />
es que si tenemos el Santo Espíritu en nuestro corazón y en nuestra casa él. nos proveerá<br />
de todo lo que necesitemos y nos garantizará toda posible bendición.<br />
Todo lo que tenemos que hacer es usar lo que tenemos y presentarle a Ellas<br />
tribulaciones y necesidades como vasijas vacías, para que Él las llene con su plenitud, y<br />
transforme toda dificultad en una ocasión de bendición y alabanza.<br />
Séptimo. El Dios de Eliseo es el Dios de la salud y las curaciones. No hay mejor<br />
ejemplo de la provisión de Dios para la curación de nuestras enermedades físicas que la<br />
historia de Naaman y su curación en las aguas del Jordán. No fue Eliseo que le curo.<br />
Fue simplemente el poder de Dios que tocó al enfermo en el momento en que confió y<br />
obedeció, y su lavamiento en el Jordán no fue nada más que un acto de fe consumado,<br />
que cumplió exactamente la palabra de Dios y mostró que perseveraba en una actitud de<br />
fe hasta que llegó a bendición. El mismo Dios espera todavía para curar a todos los que<br />
acuden a Él con fe persistente, paciente y triunfante.<br />
Octavo. El Dios de Eliseo es el Dios de lo sobrenatural. El incidente del capítulo seis de<br />
Segunda Reyes es un hermoso ejemplo del principio de lo sobrenatural. Bajando al<br />
Jordán con los estudiantes o «hijos de los profetas» para construir una cabaña junto a la<br />
orilla, uno de ellos dejó caer el hacha de hierro en el agua. El profeta resolvió el<br />
problema haciendo flotar el hierro, mostrando con ello que el poder de Dios es superior<br />
a las leyes de la naturaleza. Esto es lo que la resurrección y ascensión de Jesucristo<br />
demuestran y hacen practicable para nosotros también. Todavía tenemos un Dios que<br />
puede obrar por encima de las mismas leyes que El ha promulgado cuando el interés de<br />
sus hijos lo requiere. Un Dios que es: «Cabeza de todas las cosas para la iglesia, que es<br />
su cuerpo, cuya plenitud llena a todos en todo.»<br />
¿Dónde está el Dios de Elías y de Eliseo? Está allí donde su pueblo necesita<br />
manifestaciones de su presencia y de su poder. En los momentos más difíciles y en una<br />
época saturada de pecado, El es todavía lo que era en los tiempos de Jezabel y Acab. Es<br />
el Dios no sólo de unos pocos y de circunstancias trascendentales, sino que es un Dios<br />
en el cual, como en el caso de Elías, podemos confiar para que nos dé nuevas<br />
experiencias, como las del monte Carmelo, o en la batalla, o en la cabaña de la viuda,<br />
dondequiera que se necesite, siempre que haya fe y confianza.<br />
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Eliseo fue un hombre del pueblo y su vida nos enseña que nuestro Cristo es el Cristo de<br />
la gente sencilla todavía, y su promesa y su gracia son para todas las ocasiones y para<br />
todos sus hijos que sufren. Él se halla donde la fe confía en Él, la oración espera en Él, y<br />
la paciencia se mantiene firme en tanto que Él llega. Este Dios es nuestro Dios, el Dios<br />
y Padre de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo, «el mismo, ayer, hoy y por los siglos».<br />
¡Señor, ayúdame a entenderte mejor y a confiar más en Ti!<br />
9
2<br />
EL <strong>DIOS</strong> DE PABLO<br />
«Pero mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades conforme a sus riquezas en gloria<br />
en Cristo Jesús.»<br />
(Filipenses 4:19.)<br />
Este es el legado de Pablo a sus discípulos y amigos. Él nos deja a su Dios y todo lo que<br />
su propia vida y su experiencia han revelado de su infinita suficiencia. Esta maravillosa<br />
frase empieza con «Dios» y termina con «Cristo Jesús», y entre estos dos extremos se<br />
halla, primero: «todas vuestras necesidades», y segundo: «sus riquezas en gloria». No se<br />
trata de un billete de banco, sino de todo un banco con todos los recursos del propietario<br />
a disposición.<br />
La mayor necesidad de la vida del cristiano es conocer a Dios y sus recursos. La Biblia<br />
es precisamente una revelación de la total suficiencia de Dios por medio de los cauces e<br />
instrumentos que Él ha usado para revelarse a si mismo. Las vidas y personajes<br />
presentados en las Sagradas Escrituras no son ya notables por sí mismos como lo son<br />
por la divina presencia que está detrás de cada uno de ellos. La diferencia entre los<br />
héroes humanos y los personajes sagrados consiste en esto: el es sólo un hombre, pero<br />
detrás del varón de Dios está Dios mismo, mayor que el personaje, y haciéndole sombra<br />
con su presencia gloriosa e infinita.<br />
Cuando regresa a la patria uno de los grandes héroes nacionales se le rinden grandes<br />
honores. Detrás de él, naturalmente, se hallan sus hazañas y la gloriosa enseña del país<br />
que representa. Pero esto es todo. Durante unos días es una personalidad suprema sobre<br />
la que se concentran todos los ojos y corazones. Pero detrás de Enoc está el Dios de<br />
Enoc. Detrás de Elías, el Dios de Elías. Detrás de Moisés, el Dios de Moisés, mucho<br />
más poderoso que el caudillo libertador. Detrás de Pablo está la maravillosa presencia<br />
que es revelada en su vida y cuya última voluntad y testamento Pablo pone a<br />
disposición de todo corazón cristiano. De pie ante el umbral de su nueva vida y apenas<br />
acabado de rehacerse del sorprendente final de su glorificado mentor, Eliseo se dirigió<br />
hacia el hosco Jordán y luego a las tareas más importantes de su ministerio divino. Pero<br />
estamos contentos que no preguntara por Elías. Preguntó por el Dios de Elías.<br />
Y de la misma manera, Pablo, separado de sus queridos amigos de Filipos, no trata de<br />
consolarlos con meras promesas de su presencia terrenal, porque sabe que incluso ésta<br />
sería temporal, sino que les entrega su Dios. Condensado en una frase hay todo el<br />
significado de su experiencia y de las infinitas riquezas de Dios: «Mi Dios proveerá a<br />
todas vuestras necesidades conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.»<br />
Cada una de estas vidas representativas nos revela a Dios bajo una luz distinta, y así el<br />
Dios de Pablo se halla delante de nosotros con una luz tan distintiva y gloriosa como la<br />
de Eliseo o de Elías. ¿Cuales son las lecciones que nos enseña la vida de Pablo sobre la<br />
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total suficiencia de Dios? Con frecuencia hemos mirado a Pablo, ahora miremos a su<br />
Dios maravilloso.<br />
Primero vemos que el Dios de Pablo es un Dios que puede salvar al mayor pecador y<br />
alcanzar al caso más endurecido en la incredulidad. Pablo se presenta a sí mismo como<br />
un pecador típico. Con profunda humildad y con naturalidad, sin embargo, nos dice no<br />
sólo sus méritos como pecador, sino también como candidato al perdón. Se considera<br />
como un pecador típico para demostrar que Dios puede salvar a cualquiera, puesto que<br />
le ha salvado a él. «Por esta causa -dice- recibí misericordia, para que en mí, primero,<br />
Jesucristo pueda mostrar su longanimidad como ejemplo de aquellos que más adelante<br />
creerán en El para vida eterna.» Después de Pablo, cualquiera.<br />
La peculiaridad del caso de Pablo, lo que lo hacía especialmente difícil, era que Pablo<br />
no era ya un pecador malo, sino bueno. Era un hombre moral, justo, sin tacha,<br />
concienzudo, religioso, un obrero diligente por la causa religiosa en que creía. No había<br />
coyunturas dislocadas en su armadura por donde pudiera penetrar la flecha y dejarle<br />
convicto de descarrío. Había vivido «en buena conciencia delante de Dios» como<br />
religioso judío hasta el día de su conversión. Un hombre así no era fácil de alcanzar.<br />
Ante él cualquier llamada a arrepentimiento se deslizaría como sobre hielo. Los avisos<br />
severos de Dios no harían mella, no penetrarían en su alma acorazada.<br />
Y con todo, un destello de la luz reveladora de Cristo, una mirada a su rostro de<br />
paciente y compasivo amor, hizo pedazos de su alma dura y obstinada y le cambió para<br />
una vida de amor agradecido y poder constreñidor. Amados, ¿estáis en este momento<br />
orando por algún caso difícil, algún alma endurecida, dura como el pedernal? Recordad<br />
que Dios salvó a Pablo, orad y no desmayéis.<br />
Segundo. El Dios de Pablo es capaz de elevarnos a la mayor santidad, porque Pablo es<br />
no sólo un pecador modelo, sino un ejemplo de santos. Se atreve a decir: «Todas las<br />
cosas que habéis aprendido, recibido, oído y visto en mí, éstas haced.» Pero la<br />
característica primaria de su santidad es que es como Cristo. Nunca se pone delante,<br />
sino que se coloca detrás de la forma y hermosura de Jesucristo. Nunca nos habla de sus<br />
perfecciones, sino sólo de la gracia del Salvador. El mismo santo y seña de su vid á es:<br />
«Con Cristo estoy juntamente crucificado; y vivo, no ya yo, mas vive Cristo en mí.»<br />
Esta es la forma más elevada y al mismo tiempo la más humilde de un carácter santo. Si<br />
pudiéramos impresionar a la gente con el hecho de que somos santos en grado<br />
preeminente, los desanimaríamos, porque ellos compararían su vida con la nuestra y<br />
verían el contraste; pero si les decimos que nos damos cuenta en nuestra vida de<br />
nuestras debilidades, pero que somos capaces de recibir fuerza que no teníamos, de otro,<br />
justicia que nosotros no podíamos obrar, hermosura extraña a nuestra naturaleza, que<br />
este Otro puede ser por su gracia lo mismo para ellos que ha sido para nosotros, los<br />
demás se sentirán animados y elevados.<br />
La historia de la experiencia espiritual de Pablo es una revelación constante de Jesús y<br />
de su proximidad a Él, de su suficiencia para un corazón débil, el santo más humilde, la<br />
vida más atribulada y acorralada. Hay tres cosas que marcan especialmente la santidad<br />
de Pablo. La primera es lo que podríamos llamar su justicia o rectitud, la calidad de<br />
íntegro, el fundamento esencial de toda experiencia más profunda y más elevada, una<br />
vida recta para con Dios y para con los hombres.<br />
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Pero esto no es todo. Hay otra segunda cualidad más elevada de dulzura y hermosura<br />
cristianas. En uno de los pasajes más sorprendentes contrasta la vida del justo con la del<br />
hombre bueno. El justo es como una roca de granito, duro, pero verdadero. Pero el<br />
bueno es como el musgo que cubre la ladera del monte, esmaltado de flores y<br />
manantiales que saltan por las breñas, verdadero, pero también hermoso. «Apenas daría<br />
uno su vida por un justo, pero para una persona buena, quizás alguno se atrevería a<br />
morir. Pablo nos exhorta a combinar estos dos elementos. «Todo lo que es justo», nos<br />
dice en una frase. «Todo lo que es amable», nos dice en otra, y nos manda que lo<br />
combinemos. En su propia vida estaban combinadas a la perfección. Su santidad no es<br />
áspera, inaccesible, hosca, sino mansa, amable, simpática, considerada, simple como la<br />
de un niño, amante como la de una mujer, tierna como la de una madre, afectuosa como<br />
la de un padre, con lágrimas siempre dispuestas para ser vertidas, y un corazón presto<br />
para palpitar con humanidad y santidad. Esta es la vida que gana a otros, y ésta procede<br />
de una fuente superior, del corazón de Jesús. Fue el que escribió sobre el amor y<br />
también lo vivió, para que podamos poner la palabra «Cristo» donde él puso la palabra<br />
«amor» en el capítulo 13 de 1.ª Corintios.<br />
Pero hubo un tercer elemento en el carácter de Pablo para el cual Cristo le bastaba<br />
también, y es el carácter práctico, de sensatez, de buen juicio, de equilibrio de carácter.<br />
«Dios nos ha dado dice- el espíritu.., de poder, de amor, de sano juicio.» Fue esta<br />
integridad, este ser cabal que da fuerza a cada parte de su vida extraordinaria. Cuando<br />
Dios le ha hecho lo que es, está esperando que pueda ser para nosotros ejemplo si<br />
nosotros estamos dispuestos a pasar las mismas pruebas y seguir lo que nos dice.<br />
Y además, el Dios de Pablo es capaz de dar fuerza en los días de sufrimiento. Pablo fue<br />
no sólo un pecador modelo y un santo modelo, sino modelo de sufrimiento. En uno de<br />
los pasajes más notables de sus cartas habla de sí mismo como de un «espectáculo»<br />
expuesto a los ojos del mundo para demostrar lo que Dios puede hacer en una vida<br />
humana. Había sufrido las pruebas más severas a que se puede someter una vida<br />
humana. Miremos la lista de Segunda Corintios, capítulo 11: «De los judíos cinco veces<br />
he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez<br />
apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como<br />
náufrago en altamar; en viajes, muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones,<br />
peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros de la ciudad, peligros en<br />
despoblado, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en<br />
muchas noches pasadas en vela, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en<br />
desnudez; y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día; la preocupación<br />
por todas las iglesias. ¿Quién enferma, y yo no enfermo? ¿A quién se le hace tropezar, y<br />
yo no me indigno? Si es necesario gloriarse, me gloriare en lo que es de mi debilidad.»<br />
Tenemos otra descripción casi tan extraordinaria como ésta en Primera Corintios 4:9-<br />
13: «Porque según pienso, Dios nos ha asignado a nosotros, los apóstoles, los últimos<br />
lugares como sentenciados a muerte; pues hemos llegado a ser espectáculo al mundo,<br />
los ángeles y a los hombres. Nosotros somos insensatos por amor de Cristo, mas<br />
vosotros prudentes en Cristo; nosotros débiles, mas vosotros fuertes; vosotros<br />
honorables, mas nosotros despreciados. Hasta el momento presente padecemos hambre,<br />
tenemos sed, andamos mal vestidos, somos abofeteados, y no tenemos morada fija. Nos<br />
fatigamos trabajando con nuestras propias manos; nos maldicen y bendecimos;<br />
padecemos persecución y la soportamos. Nos difaman y exhortamos; hemos venido, a<br />
ser hasta ahora como la escoria del mundo, el desecho de todos.»<br />
12
Aquí nos dice que, como en los juegos romanos, el brutal maestro de ceremonias<br />
reservaba para el final la tragedia sangrienta, y después de haber jugado con las vidas<br />
por un rato, finalmente la sed de sangre era satisfecha, y algún gladiador perdía su vida<br />
en la arena; por ello dice: «Dios nos ha asignado a los apóstoles los últimos lugares,<br />
como a sentenciados a muerte.» Luego habla de diversas formas de privaciones,<br />
sufrimientos y aflicciones, todo lo que resulta del abuso físico, la pérdida de amigos y<br />
de vidas, la cruel deserción de amigos queridos, la furia de los elementos, los peligros<br />
del mar, la furia de Satán, y las cargas que se le caen encima debido a su naturaleza<br />
afectuosa. Pablo llevó sobre sí, como si dijéramos, toda la carga del cuerpo de Cristo<br />
sufriente, y parecía como si hubiera sido nombrado para resistir lo que faltaba de las<br />
aflicciones de Cristo en su cuerpo, la iglesia.<br />
Con todo, ¡cómo reacciona ante esta prueba horrorosa! No sólo la aguanta, sino que es<br />
más que vencedor; no sólo la sufre con paciencia, sino que se gloria en ella con gozo<br />
triunfante. Escuchadle mientras proclama: «Estamos atribulados en todo, mas no<br />
estrechados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados;<br />
derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte<br />
de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos» (2.ª<br />
Corintios 4:8-10). Escuchémosle otra vez: «Como desconocidos, pero bien conocidos;<br />
como moribundos, mas he aquí que vivimos; como castigados, mas no entregados a la<br />
muerte; como entristecidos, mas siempre gozosos; como menesterosos, mas<br />
enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo.» (2.ª Corintios<br />
6:9-10.)<br />
Oigámosle otra vez cuando les dice a los ancianos de Efeso no sólo lo que ha sufrido,<br />
sino de lo que le anuncia el Espíritu Santo: «Sé que el Espíritu Santo por todas las<br />
ciudades me da testimonio solemne, diciendo que me esperan cadenas y tribulaciones.»<br />
(Hechos 20:23.) Y con todo, añade: «De ninguna de estas cosas hago caso.» «No hago<br />
caso, no me desanimaron, no me quitaron la fuerza ante las necesidades de los otros y<br />
las demandas del trabajo.» «Ni cuento mi propia vida importante para mi, con tal que<br />
pueda terminar mi carrera con gozo y el ministerio que he recibido del Señor Jesucristo<br />
para testificar del evangelio de la gracia de Dios.»<br />
¿Cuál era el secreto de esta paciencia maravillosa, de este sufrimiento victorioso? Nos<br />
dice en otro lugar qué es lo que Dios le habla contestado cuando le habla pedido que la<br />
gran carga de su sufrimiento le fuera quitada. La respuesta había sido: «Bástate mi<br />
gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.» «Por tanto, de muy buena gana<br />
me gloriare más bien en mis debilidades, para que habite en mí el poder de Cristo. Por<br />
lo cual, por amor a Cristo me complazco en las debilidades, en afrentas, en necesidades,<br />
en persecuciones, en estrecheces, porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.» Estas<br />
cosas pasaron a ser para él vasijas en que retener más gracia del Señor, de modo que no<br />
sólo lo sufría, sino que los recibía con alegría, y los transformaba en victoria y alabanza<br />
por medio de la suficiente gracia de Jesucristo.<br />
Y además, en cuarto lugar, el Dios de Pablo es un Dios que puede dar fuerza y sostener<br />
el cuerpo que sufre. La experiencia de Pablo lo revela en dos fases. La primera es la<br />
curación directa de su enfermedad real por medio de la manifestación inmediata del<br />
poder de Dios en su cuerpo. Leemos de una de, estas curaciones en Segunda Corintios<br />
1:8-10: Aquí se nos dice de un caso en que «estábamos abrumados sobremanera por<br />
13
encima de nuestras fuerzas» de manera que desesperaba incluso de la vida. Pero Dios le<br />
libró en una repuesta directa a su oración.<br />
Se nos relata un incidente similar en los Hechos de los Apóstoles, en que había sido<br />
apedreado, al parecer a muerte, en Listra, y mientras sus discípulos le estaban rodeando,<br />
se levantó y se fue quietamente a trabajar como si nada hubiera ocurrido.<br />
Pero tenemos una segunda fase de la vida divina de Pablo, revelada en el capítulo cuatro<br />
de Segunda Corintios. Esta fue no ya una curación inmediata, sino un hábito<br />
permanente de sacar de la vida fuerza de Cristo directamente y hallar en ella una<br />
experiencia constante en la vida mortal que le permitía levantarse por encima del poder<br />
de sus debilidades naturales, y actuar en la vida con un cuerpo débil, pero con una<br />
fuerza sobrenatural. El mismo Dios puede aun ser lo mismo en nosotros en nuestra<br />
carne mortal como en la vida espiritual.<br />
Finalmente, el Dios de Pablo es suficiente para hacer posible todo el servicio que<br />
reclama de nosotros. La vida de Pablo fue una vida de servicio de modo preeminente.<br />
«He trabajado más abundantemente que todos ellos», pudo decir, y luego añade: «Pero<br />
no ya yo, sino la gracia de Dios que está en mí.» Él sacaba la fuerza de Jesús y del<br />
Espíritu Santo para cada tarea, y contaba que con ello podía emprender cualquier tarea.<br />
En realidad, cada situación en que se encontraba era para él una oportunidad para el<br />
servicio. Si estaba en la prisión, inmediatamente empezaba a trabajar para la salvación<br />
de los otros presos. Si le enviaban guardias a su residencia para vigilarle, antes de la<br />
mañana ya estaban convertidos, y escribiendo a los Filipenses desde Roma les dice que<br />
todos los que estaban en el cuartel han aceptado a Jesucristo. Mirémosle en su viaje a<br />
Roma. Vemos a un misionero que se dirige al mayor campo misionero del mundo,<br />
después de haberse hecho cargo del mando del barco, por haber salvado las vidas y<br />
luego las almas de los que estaban a bordo. Mirémosle también en Roma, ante el<br />
emperador, arrastrado probablemente al Coliseo para ser despedazado por los leones.<br />
¿Cómo consideraba estas cosas? Simplemente como una oportunidad de predicar á los<br />
tiranos que disponían de su vida el mensaje de salvación, olvidando los rugidos de los<br />
leones que habrían intimidado a otro más débil.<br />
Y luego añade: «Fui librado de la boca del león.» (2.ª Timoteo 4:16.) Su deber era<br />
predicar a Nerón; la parte de .Dios consistía en vigilar la boca del león.<br />
A pesar de las desventajas con que trabajaba Pablo, sin que hubiera iglesias o juntas<br />
denominacionales que se hicieran cargo de él, en el curso de una sola vida este hombre<br />
maravilloso llevó el evangelio a todas las ciudades importantes del mundo de entonces,<br />
y fundó iglesias de las que procede toda la cristiandad. ¿Cuál fue el secreto de todo ello?<br />
«Mi Dios» y «sus riquezas en gloria por Cristo Jesús». ¿Amados, ¿no queréis tener el<br />
mismo Dios de Pablo, y no queréis usar los infinitos recursos para una vida de santidad,<br />
de sufrimiento victorioso y de servicio santo como la suya?<br />
14
3<br />
EL <strong>DIOS</strong> DE JACOB<br />
«No temas, gusano de Jacob. »<br />
(Isaías 41:14.)<br />
«Yo, Jehová, soy tu Salvador y tu Redentor, el Fuerte de Jacob. »<br />
(Isaías 49:26.)<br />
¡Qué combinación! ¡Gusano de Jacob y el Fuerte de Jacob! ¡Un gusano asociado a la<br />
omnipotencia! ¿Qué hay más débil y pobre que un gusano? ¿Qué hay tan poderoso<br />
como el Fuerte de Jacob? Aquí se nos cuenta la historia no de Jacob, sino del Dios de<br />
Jacob; no del hombre, sino de un Dios suficiente en todo, que desplaza al hombre y lo<br />
sustituye con su infinita plenitud.<br />
Hemos visto algo de los recursos de Dios en la historia de Elías, la de Eliseo y en la<br />
vida de Pablo. Pero alguien podría objetar que todo esto podía ocurrir en vidas de<br />
héroes y gigantes; pero, ¿cómo puedo yo, un hombre débil y pobre, alcanzar cimas tan<br />
elevadas de victoria y de gloria?<br />
Por ello volvemos la mirada ahora a la vida de uno débil e impotente, para poder<br />
mostrar que Dios usa a éstos también para hacer de ellos ejemplos peculiares de su<br />
gracia y su suficiencia. La lección de la vida de Jacob es la de la gracia soberana de<br />
Dios. Hemos visto ya que ésta era una lección de la vida de Pablo y que el pensamiento<br />
más elevado y profundo de su testimonio era: «No ya yo, sino Cristo vive en mí.»<br />
Si ha existido alguien alguna vez que merezca ser llamado gusano era el suplantador, el<br />
hijo pequeño de Isaac. Y con todo, éste fue el hombre que Dios seleccionó de entre<br />
todos los patriarcas para hacerle cabeza de las tribus de Israel y el fundador real del<br />
pueblo del Pacto a quien fueron entregados los oráculos divinos. Por tanto, Jacob está<br />
especialmente equipado para mostrar la gracia de Dios mejor que ningún otro de los<br />
personajes de la Biblia. Demos una mirada a las lecciones que su vida ilustra con<br />
respecto a los recursos de nuestro Dios.<br />
Vemos en la vida de Jacob que Dios puede escoger y usar vidas y personajes deficientes<br />
y poco atrayentes. Si hubiera escogido basándose en principios naturales, entre los dos<br />
hijos de Isaac puede que hubiera preferido al espontáneo e impulsivo Esaú. Su padre le<br />
prefería y procuró darle su bendición paterna y el derecho de primogenitura divino.<br />
Había muy poco en Jacob que le hiciera simpático o noble. Era un hombre codicioso,<br />
avariento, una máquina que calculaba sus conveniencias. Jacob era egoísta y engañoso<br />
en extremo, dispuesto a sacar ventaja de las debilidades o las desgracias de los demás.<br />
Apenas hay un tipo humano que por consentimiento común se considere como más<br />
detestable que un avaro, frío, sin entrañas, calculador. Muchos le consideran inferior al<br />
hombre sensual que busca los placeres del cuerpo sin moderación y sin escrúpulos. Y<br />
con todo, Dios escogió a este hombre a fin de demostrar que no hay clase humana tan<br />
15
desgraciada que no esté dentro del alcance de la gracia soberana; en realidad, Dios ama<br />
a estas personas también, porque «donde el pecado abundó, sobreabundó la gracia».<br />
Si hay algún alma que está leyendo estas líneas y que considera que no hay esperanza<br />
para él, recuerde a Jacob y, luego, recuerde al Dios de Jacob, el que escogió a un gusano<br />
para hacer de él un príncipe ante Dios y los hombres; al que está todavía diciendo:<br />
«Dios escogió lo necio del mundo para avergonzar a lo sabio; y Dios escogió lo débil<br />
del mundo para avergonzar a lo poderoso.»<br />
Y luego, el Dios de Jacob es un Dios que puede discernir elementos buenos y<br />
posibilidades de grandes cosas en las vidas que parecen más descorazonadoras. En la<br />
ruindad de Jacob había algo que tenía en sí inherentes los elementos de poder y<br />
bendición, y en la apariencia noble de Esaú había algo terrestre incapaz de elevarse. No<br />
sin razón dijo Dios de estos dos hombres: «A Jacob amé, pero a Esaú aborrecí.» ¿Qué.<br />
había en Jacob que Dios había amado y que pasó a ser el punto de contacto con su<br />
gracia? Había el elemento que podemos llamar espiritual. Era una peculiar comprensión<br />
de las cosas elevadas, que discierne y escoge lo mejor. Es una especie de intuición, un<br />
instinto espiritual, el germen, de hecho, de la naturaleza más elevada. Le permitió a<br />
Jacob descubrir, apreciar y desear intensamente todo lo que significaba la divina<br />
primogenitura, mientras que a Esaú le faltaba este sentido, y esto hizo que despreciara la<br />
primogenitura. Esaú sólo se preocupaba de la satisfacción de sus apetitos naturales. Era<br />
un animal espléndido; eso era todo. Cuando estaba hambriento quería comida, y no le<br />
importaba nada el modo como la conseguía. No tenía el poder de comprender o apreciar<br />
las bendiciones elevadas que eran suyas por derecho natural. En la hora de su desvarío<br />
Esaú se dijo: «He aquí, yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá mi<br />
primogenitura?» Aquél era el momento en que más debía de haberle importado, porque<br />
le garantizaba el favor del Dios del Pacto, una parte entre el pueblo del pacto y el gran<br />
honor de encabezar el linaje que iba a conducir a la simiente prometida, el venidero<br />
Mesías. Aunque tenía dignidades y privilegios elevados relacionados con ella, era de<br />
modo preeminente espiritual en su significado y valor. Y con todo, Esaú no comprendió<br />
ninguna de estas cosas, e inconsciente y ciego lo tiró todo por un «guiso rojo» que le<br />
satisfizo el hambre. El autor sagrado cristaliza el drama en una simple frase: «Así<br />
menospreció Esaú la primogenitura.»<br />
Ahora bien, aquello por lo que Dios se complació en Jacob era la calidad de apreciar,<br />
desear y escoger lo mejor. Dios le amó por ello y Dios le concedió lo que deseaba.<br />
«Tienen su premio» es la tremenda sentencia que dijo Cristo sobre la humanidad. Los<br />
hombres y las mujeres tienen generalmente lo que desean. Si «buscan.., primeramente el<br />
reino de Dios y su justicia», «si tienen hambre y sed de justicia... serán saciados».<br />
Es verdad, con frecuencia, que lo peor y lo mejor muchas veces están muy cerca en la<br />
naturaleza humana. El pecador más desesperante lo es muchas veces porque el diablo ha<br />
visto su locura, y ha pervertido el capullo haciendo de él una espina. Dios lo ve todo a<br />
través de la costra del mal, y se nos acerca y satisface el deseo velado aún de algo<br />
profundo anhelante de lo mejor. Es consolador el saber que tenemos un Dios que no<br />
busca el mal que hay en nosotros, sino el bien que procura establecer contacto con cosas<br />
mejores, buscando en cada alma humana un lugar en que amarrar la cuerda de<br />
misericordia con la que elevarnos al cielo. Amigo, si estás lejos de Dios y eres<br />
consciente de tu nulo valor, quisiera hacerte una pregunta: ¿Quieres tener el amor de<br />
Dios en tu corazón? ¿Quieres escoger el hacer su voluntad si se te ofrece la<br />
16
oportunidad? ¿Estás dispuesto a separarte de todo con tal de alcanzar lo mejor y más<br />
elevado? Entonces, tienes aquello que Dios amó en Jacob y aquello que irá buscando a<br />
Dios hasta que le encuentre.<br />
En tercer lugar, vemos en el Dios de Jacob que puede revelarse, a un alma que está en<br />
completa ignorancia de El. Cuando Jacob salió de la casa de su padre y de los brazos de<br />
su madre, había puesto su corazón sobre las mejores cosas que él conocía y consiguió el<br />
pacto por medio de una transacción indigna, pero hasta aquel momento no había tenido<br />
la menor experiencia de Dios. Vemos esto en la confesión en la cueva de Betel, cuando<br />
dijo: «Ciertamente, Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía.»<br />
Vemos también la falta de todo amor filial y de confianza. «¡Cuán terrible es este<br />
lugar!» Era un corazón rudo, entenebrecido, natural, que se retraía de la presencia de<br />
Dios, sin saber nada de confianza y de amor. Pero a este corazón pobre, oscuro y<br />
solitario se acercó Dios y se dio a conocer en aquella visión de luz y revelación divinas,<br />
que pasó a ser no sólo para él, sino para todas las generaciones venideras, una escalera<br />
que alcanzaba el cielo desde el lugar más bajo y humilde.<br />
Recuerdo bien el día en que yo visitaba las ruinas de Betel, cabalgando a lo largo de un<br />
estrecho sendero, parándome de vez en cuando ante las numerosas cuevas a lo largo del<br />
camino, y preguntándome en cuál de ellas había puesto Jacob su cabeza sobre una<br />
piedra, como sobre una almohada, la primera noche después de abandonar su casa. Mi<br />
guía me indicó un punto a través del valle y me dijo: «Esta es la cueva en que durmió<br />
Jacob, porque desde allí se pueden ver, en la ladera rocosa, los grandes peldaños de<br />
piedra que se levantan uno tras otro como escalones gigantescos, y en la semioscuridad<br />
le pareció a Jacob que eran una escalera por la que se llegaba al cielo.» Mi guía había<br />
resultado un maestro en alta crítica. Creía que podía explicar la Biblia sin necesidad del<br />
elemento sobrenatural. Le dije que yo sabía más cosas. Que la escalera que vio Jacob no<br />
eran los cantos escalonados en la ladera, sino que era una escalera invisible que mi fe y<br />
la tuya han visto muchas veces desde entonces, que desde nuestra impotencia nos abre<br />
camino hasta el cielo y por la que descienden los ángeles de Dios con sus mensajes de<br />
ayuda y bendición. Esta fue la primera vez que Jacob se encontró con Dios.<br />
Llega un momento así en la vida de todo creyente. Le conocías, le habías escogido, le<br />
habías entregado el corazón, pero nunca habías llegado a tener una verdadera<br />
experiencia personal. Pero una noche solitaria, un momento de profunda tribulación,<br />
alguna crisis te forzó a orar y encontraste a un Dios que se te reveló como el gran hecho<br />
de tu vida, Aquel con el cual permanecerás en contacto íntimo, que será tu Dios del<br />
Pacto, tu Amigo, que te dirá, como a Jacob: «He aquí, yo ya estoy contigo; y te guardare<br />
por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta<br />
que haya hecho lo que te he dicho.» Puedes escogerle si quieres. Depende de Él el<br />
hacerse conocer, y su promesa eterna es: «Probadme ahora en esto» (Malaquías 3:10).<br />
Entonces sabremos si le seguimos para conocer al Señor o solamente por lo que dos da.<br />
En cuarto lugar, el Dios de Jacob sigue a sus hijos incluso durante años de<br />
imperfecciones y descarríos mientras estamos alejados de Él. Porque Jacob a partir de la<br />
visión fue un hombre nuevo y un varón de Dios, pero todavía estaba lleno de sus viejas<br />
artimañas, era egoísta y amaba los fraudes. Y así le vemos, dedicándose a sus<br />
trapacerías, haciendo de las suyas, intrigando contra Labán y tratando de habérselas con<br />
él, pagando su astucia con la misma moneda. Le vemos tratando de conseguir esposa,<br />
17
haciendo trampas, y al final abandonando el país de su adopción temporal, dueño de<br />
inmensas riquezas, y con todo, era el mismo viejo Jacob en muchos aspectos. No se<br />
había olvidado de Dios. Había orado con frecuencia. Le había pedido que prosperara sus<br />
argucias y sus planes. Pero todavía era Jacob, el gusano de Jacob, el suplantador. Pero<br />
Dios no le había abandonado en todos estos años. Le había seguido, le había amado,<br />
bendecido, prosperado, ya su debido tiempo iba a llamarle a cosas mejores.<br />
Y así, querido amigo, Dios te ha seguido a ti en medio de tus descarríos. Él no te quería<br />
allí donde estabas; pero no te dejó solo. Como siguió a Israel por el desierto, de la<br />
misma manera va contigo en u presente itinerario. En todas tus aflicciones Él ha sido<br />
afligido, y el ángel de su presencia te ha guardado y te ha conducido todos los días. Es<br />
así que Dios ama todavía a sus hijos imperfectos. Él no olvida al hijo cuando se<br />
equivoca y comete locuras, sino que es todavía un Dios de infinita longanimidad y<br />
paciencia, ternura y amor paterno. Esto no debería ser un estímulo para menospreciar<br />
nuestros elevados privilegios, sino a ser agradecidos en amor, para seguirle de cerca y<br />
decidir hacer su voluntad.<br />
Luego vemos en el Dios de Jacob que al fin supo poner sobre éste la presión que había<br />
de traer la gran crisis de su vida. Había llegado el tiempo para una experiencia nueva y<br />
más profunda, de modo que Dios le hizo regresar a su antiguo hogar. Es el viejo Jacob<br />
que regresa. Tiene numerosos rebaños, siervos y familia. Vemos también su previsión y<br />
consejo tratando de proteger sus propiedades y sus deudos, y cuando sabe que su<br />
hermano, a quien considera indignado, se le acerca con un bando armado, agota todos<br />
los recursos de su ingenio para evitar una confrontación violenta. Divide a su familia en<br />
dos campamentos, le envía presentes. Finalmente se da cuenta de que todo es inútil y<br />
que se halla por completo indefenso, sólo protegido por la misericordia y el poder de<br />
Dios.<br />
El camino se ha ido estrechando y es ahora un sendero por el que sólo pueden andar de<br />
lado Dios y Jacob. Pasó el vado de Jacob y bajo el cielo estrellado de Oriente, Jacob<br />
hizo frente a la gran crisis de su vida. De ella iba a hundirse o a alcanzar su mayor<br />
elevación. Iba a ser, o bien Dios, o su ruina. Y su instinto religioso le hace elevar la<br />
mirada al cielo. Jacob ora como nunca había orado antes.<br />
Pero hay otro conflicto. Dios está luchando con Jacob más que Jacob está luchando con<br />
Dios. Se nos dice con mucho significado que «luchó con él un varón hasta que rayaba el<br />
alba. Era el Hijo del hombre. Era el Angel del Pacto. Era Dios acorralando al viejo<br />
Jacob, su vida de antes, y antes de que rayara el alba, Dios había prevalecido y Jacob<br />
tenía el muslo descoyuntado. Pero al caer, cayó en los brazos de Dios y siguió luchando<br />
hasta que llegó la bendición, y la nueva vida nació en él y se levantó de lo terreno a lo<br />
celestial, de lo humano a lo divino, de lo natural a lo sobrenatural. Aquella mañana era<br />
un hombre débil y quebrantado, pero Dios había proclamado: «No se dirá más de tu<br />
nombre, Jacob, sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres y has<br />
prevalecido. »<br />
Amigo, ésta debe ser una escena que ha de tener lugar en toda vida transformada. Llega<br />
un momento de crisis a cada uno de aquellos a los que Dios ha llamado a lo más<br />
elevado, a lo mejor. Cuando todos nuestros recursos fallan en el momento en que<br />
hacemos frente a la ruina o a algo tan superior que nunca habíamos ni soñado; cuando<br />
necesitamos ayuda infinita de Dios, pero antes de poder conseguirla tenemos que soltar<br />
18
algo que se interpone, hemos de rendirnos por completo, hemos de dejar de hacer uso de<br />
nuestra sabiduría, fuerza y justicia, y hemos de ser crucificados con Cristo y vivir en Él.<br />
Dios sabe cómo guiamos en la crisis una vez nos ha llevado a ella. Amado, ¿te conduce<br />
Dios así? ¿Es éste el significado de tu profunda tribulación, de tu ambiente difícil, de<br />
esta situación imposible, o este lugar de prueba del que no puedes salir sin Él, y con<br />
todo, no estás tan cerca de Él como para que te dé la victoria?<br />
¡Oh, vuélvete al Dios de Jacob! Échate a sus pies. Muere para tu fuerza, tu sabiduría y<br />
lánzate en sus amantes brazos, como Jacob, para recibir de El la fuerza y suficiencia. No<br />
hay otra manera de salir de este paso estrecho, sino hacia la cumbre. Debes obtener tu<br />
liberación elevándote y alcanzando una nueva experiencia con Dios, que te lleve a todo<br />
lo que significa la revelación del Fuerte de Jacob.<br />
En sexto lugar, vemos en el Dios de Jacob a un Dios que sabe terminar su trabajo por<br />
medio de la disciplina lenta del sufrimiento. Esta experiencia en Jacob fue la crisis<br />
verdadera; pero el cumplimiento de la labor requirió los años que siguieron. Hay<br />
muchas cosas que Dios puede hacer sólo con el tiempo. Hay procesos de gracia que<br />
requieren ser seguidos durante largos años de disciplina. Hay un fuego lento que<br />
disuelve y consume como ningún horno ardiente puede conseguirlo en un corto tiempo.<br />
Hay Aquel que es el Refinador y Purificador de la plata, a lo largo de los años,<br />
terminando su labor sólo cuando puede ver su imagen en el metal que ha sido fundido.<br />
Este es el Dios de Jacob. Y así, en los cuarenta años que siguieron, condujo a Jacob por<br />
largas, lentas y difíciles pruebas. Y ¡qué vivo fue el dolor!, ¡qué sensible el espíritu que<br />
Dios trabajó!<br />
Del mismo modo se acerca a ti, en el lugar que más te duele. A veces en las afecciones<br />
más profundas de tu corazón. Raquel murió, el orgullo familiar fue herido por la<br />
deshonra de la hija; José, el hijo de Raquel, fue arrancado de su presencia en medio de<br />
escenas de horror brutal. Los años se arrastraron con su sombra lenta de aprensión y<br />
agonía, hasta que al fin exclamó: «Todas estas cosas son contra mí.» Pero a lo largo de<br />
todo ello, el viejo Jacob declinaba y Dios crecía. Y cuando al fin le encontramos en el<br />
plácido ocaso de su vida, el que en otro tiempo había sido astuto y sagaz, confiado en sí<br />
mismo, dijo algo distinto: «En tu salvación he esperado, ¡oh!, Jehová.» Y vemos que el<br />
dolor se había convertido en gozo. Vemos que las sombras se desvanecen y el arco iris<br />
se remonta sobre las nubes. Oímos el canto al término de su vida victoriosa: «El Dios en<br />
cuya presencia anduvieron mis padres, Abraham e Isaac, el Dios que me mantiene desde<br />
que yo soy hasta este día, el ángel que me liberta de todo mal...» Vemos que incluso<br />
José le es restablecido y toda su aflicción es transformada en gozo mientras que la<br />
lección espiritual permanece para siempre en la vida transformada del venerable<br />
patriarca y establecido santo. De esta manera, el Dios de Jacob sabe cómo probarnos y<br />
librarnos de la prueba. «Amados, no os sorprendáis de la hoguera que ha prendido en<br />
medio de vosotros para probaros, como si os aconteciese alguna cosa extraña», pero<br />
«para que la prueba de vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual perece,<br />
aunque se prueba con fuego, se halle que resulta en alabanza, gloria y honra en la<br />
revelación de Jesucristo."<br />
El séptimo punto que consideraremos es que el Dios de Jacob es un Dios que quiere<br />
usar el instrumento o persona que ha preparado. No fue Abraham, el gran creyente, ni<br />
fue Isaac, el hijo manso, sino Jacob, el suplantador transformado, quien Dios escogió<br />
para ser la cabeza de las tribus de Israel y el fundador del pueblo escogido, quien, en su<br />
19
lecho de muerte, pronunció la bendición profética sobre su simiente que a través de los<br />
siglos se ha ido cumpliendo. Hasta este día, la nación lleva el nombre de Israel y la<br />
simiente de Jacob.<br />
Y así Dios tomará nuestras vidas cuando las haya preparado en proporción a lo que le<br />
han costado. El grado de poder que sale de un elemento es medido por el grado de poder<br />
que entra en él. El poder que mueve los vapores y los trenes procede de la hulla, pero<br />
antes, en los tiempos primitivos, procedió del sol, que hizo crecer bosques vírgenes<br />
inmensos.<br />
Del mismo modo, Dios ha imprimido en una vida por medio de largos y difíciles<br />
procesos de pruebas y disciplina, la influencia de su gracia y el poder de su Espíritu<br />
transformador. Luego, quiere sacar de esta vida el mismo poder y usarlo sobre otros. La<br />
fuerza nunca se pierde, y así, la que recibimos de la plenitud de Dios no podemos por<br />
menos que pasarla a otros, como el sol al brillar. Por ello, el Dios de Jacob nos tomará,<br />
sostendrá, llenará y luego nos usará, sin lugar a dudas, y sea como sal, haciendo una<br />
labor silenciosa, o como luz, que se irradia sobre la tierra y el cielo, seremos fuerzas<br />
para el bien e instrumentos para la gloria de Dios y bendición de nuestros prójimos, y<br />
toda carne conocerá que «Jehová es nuestro Salvador y Redentor, el Fuerte de Jacob.»<br />
20
4<br />
EL <strong>DIOS</strong> DE ESTER<br />
«Ciertamente, el furor del hombre te reporta alabanza; te ceñirás de él como un<br />
ornamento.»<br />
(Salmo 76:10.)<br />
«Porque si callas absolutamente en este tiempo, vendrá de alguna otra parte respiro y<br />
liberación para los judíos; mas tú y la casa de tu padre pereceréis. ¿ Y quién sabe si<br />
para una ocasión como ésta has llegado a ser reina?»<br />
(Ester 4:14.)<br />
Hemos venido considerando el carácter divino y sus recursos según lo ilustran las vidas<br />
de hombres notables que ocupan un lugar elevado en la escena histórica y del reino de<br />
Dios. Daremos una mirada ahora a la revelación de Dios según aparece en una situación<br />
única y muy diferente, en la vida de una joven sola y un hombre despreciado, apartados<br />
de la simpatía e influencia, y llamados a enfrentarse con grandes dificultades y terribles<br />
peligros. La historia de Ester nos cuenta cómo Dios puede tocar una vida así y hacer que<br />
la ira de los hombres acabe proclamando su alabanza: La historia se cuenta rápidamente.<br />
Es una de las historias de amor de la Biblia. Es un capítulo del reinado de Jerjes, el rico<br />
y magnífico rey de Persia, cuyo ejército de millones fue derrotado por los valientes<br />
griegos. El drama se abre con una espléndida fiesta que costaría millones.<br />
En el ápice de la alegría el rey mandó llamar a su esposa favorita para que apareciera<br />
ante los comensales, medio borrachos, ante el banquete, mostrando su hermosa faz para<br />
satisfacer la curiosidad de ellos; un acto que para la mujer oriental era un sacrificio de<br />
su pudor. Vasti rehusó y fue depuesta de su alto lugar en la corte y se le buscó sucesora.<br />
En la familia de un judío recto llamado Mardoqueo había una hermosa doncella, su<br />
sobrina, a quien cupo por providencia divina el honor de heredar la corona de Vasti y<br />
pasar a ser reina de Persia.<br />
El favorito de Jerjes era un hombre orgulloso llamado Amán. Amán se sentía humillado<br />
y herido por la negativa de Mardoqueo de inclinarse ante él, obediencia que exigía del<br />
pueblo. Mardoqueo desdeñó degradarse a los pies de otro hombre, por lo que Amán<br />
trató de destruirlo. El plan se movió con fuerza dramática. Amán era demasiado<br />
orgulloso para descargar su venganza sólo sobre Mardoqueo, y decidió ejecutar una<br />
venganza estupenda: la destrucción de toda la. nación judía, esparcida por todo el<br />
imperio de Persia y cuyo número alcanzaba posiblemente millones. En una hora amarga<br />
para ellos, consiguió el consentimiento de Jerjes y se promulgó el decreto, sellado por el<br />
rey (que no podía ser retractado), para que cierto día toda la nación judía fuera<br />
exterminada conjuntamente, con sanción oficial. Además de esto, el plan de destrucción<br />
de Mardoqueo, de modo especial, llevó a la erección de una horca, en la que iba a ser<br />
ejecutado.<br />
21
Pero la providencia divina se puso en marcha. Primero hizo que Mardoqueo fuera el<br />
instrumento para salvar la vida del rey, y al revelar un complot secreto contra su vida, y<br />
después de haber sido olvidado este hecho durante mucho tiempo, de repente, Dios puso<br />
en el corazón del rey el recuerdo de aquel acto. El resultado fue que emitió un decreto<br />
real que Amán mismo se vio obligado a ejecutar rindiendo tributo público de honor a<br />
Mardoqueo, a la vista de toda la población. Mardoqueo no se quedó inactivo, sino que<br />
inmediatamente llamó a Ester a que se pusiera a la altura de las circunstancias y<br />
cumpliera el gran propósito para el que había sido exaltada a tan alta posición junto al<br />
rey. Esto significaba nada menos que Ester debía presentarse ante el rey en súplica por<br />
las vidas de su pueblo. Esto era difícil por el hecho de que no había sido solicitada su<br />
presencia ante el rey desde hacía varios días, y el hacerlo sin ser requerida le podía<br />
costar la vida. Fue entonces que Mardoqueo le dirigió el solemne mensaje del texto. «Si<br />
callas absolutamente en este tiempo, vendrá de alguna otra parte respiro y liberación<br />
para los judíos; mas tú y la casa de tu padre pereceréis. Y quién sabe si para una ocasión<br />
como ésta has llegado a ser reina?"<br />
Esto fue decisivo. Pidió a su tío que la ayudara con sus oraciones y se atrevió a<br />
presentarse delante del rey. Dios estaba con ella. El cetro de oro fue extendido y su real<br />
señor le dijo que podía pedir incluso la mitad de su reino. Ester, diplomáticamente, no<br />
presentó la petición inmediatamente, sino que solicitó del rey que asistiera a un<br />
banquete aquel día e invitó a Amán a que le acompañara. Acudieron los dos al<br />
banquete, pero Ester espero aún hasta el día siguiente. Todo empezó a ponerse en<br />
marcha. Aquel día Mordequeo recibió el honor público a que nos hemos referido. Amán<br />
acababa de rendírselo cuando fue llevado a la presencia del rey y la reina, y entonces<br />
fue cuando Ester, volviéndose indignada contra él, pidió al rey protección para ella y<br />
para su pueblo contra Amán. El rey se levantó y salió de la habitación airado. Amán sin<br />
querer, al suplicar misericordia a Ester, cometió una acción, que al volver a entrar, el<br />
rey consideró un insulto contra la reina, y la ejecución de Amán fue ordenada<br />
inmediatamente por el rey. Luego, la reina, aunque no pudo obtener la anulación del<br />
decreto de la matanza, cosa imposible bajo las leyes de Persia, consiguió otro decreto<br />
sellado por el rey permitiendo a los judíos que se defendieran con la aprobación real.<br />
Esto cambió las tornas, y fueron los judíos los que destruyeron a sus enemigos. Fue un<br />
día de liberación, honor y triunfo para los judíos. La fiesta de Purim se celebra en<br />
recuerdo de esta gran liberación, hasta el día de hoy, una de las fiestas más gozosas en<br />
el calendario hebreo.<br />
Esta romántica historia está llena de lecciones espirituales y revelaciones de Dios.<br />
Uno. Nos enseña que Dios gobierna los asuntos de las naciones y controla los sucesos<br />
políticos para que redunden en su gloria y el establecimiento de su reino. Por encima del<br />
trono del rey de Persia hay la autoridad del Rey de reyes y el Señor de señores. Cristo es<br />
«la cabeza sobre todas las cosas en la iglesia», y el gobierno de las naciones y los<br />
sucesos providenciales no son más que un obrar la voluntad de Dios, el armazón sobre<br />
el cual Él está edificando su reino espiritual y su propósito eterno para su pueblo. El<br />
mismo rey de Persia se levantó en cumplimiento de la profecía de Daniel. El mismo<br />
trono de Jerjes fue un fundamento sobre el cual Dios había construido la historia de<br />
Ester y de su pueblo. Dios usó el Reino de Persia para que fuera a la vez un refugio para<br />
su pueblo, una disciplina para ellos debido a sus pecados, y una ocasión para uno de sus<br />
actos providenciales libertadores.<br />
22
Dos. Vemos los planes y placeres de los impíos usados por Dios para sus propósitos<br />
más altos. El costoso y lujoso banquete, la deposición de la reina, e incluso el deseo del<br />
rey de poseer la doncella más hermosa de su imperio; todo esto fueron eslabones en la<br />
providencia de Dios para traer a Ester a primera fila y usarla para la gran misión que<br />
luego iba a ejecutar para liberar a su pueblo.<br />
Y así, los negocios, la pompa y el placer del mundo son simplemente oportunidades<br />
para que Dios introduzca la historia de su propio pueblo en el esquema de algún plan de<br />
mayor envergadura. De la misma manera que la corte de Persia era el hogar de<br />
Nehemías, y la casa de Faraón el hogar de Moisés para que fuera entrenado, el trono de<br />
Jerjes fue la puerta providencial por la que Ester pasaría al escenario de la providencia y<br />
realizaría su hermosa y gloriosa carrera de fe y victoria.<br />
Tres. Nuestros dones, cualidades, talentos y estado en la vida, son todos parte de un plan<br />
divino y elementos que Dios nos concede para que los usemos en favor suyo. La belleza<br />
de Ester no era suya, pues se la había dado Dios. La posición elevada de Ester no fue la<br />
ocasión para que gozara una vida egoísta y espléndida, sino una puerta de servicio para<br />
Dios y su pueblo. Su influencia sobre el rey no fue usada para engrandecerse, sino<br />
una puerta de servicio para Dios y su pueblo o sea: Su influencia sobre el rey no fue<br />
usada para engrandecerse, sino para ayudar a la causa de Jehová. Y así nuestras<br />
cualidades personales, nuestra riqueza, posición social, planes, posición pública de<br />
poder o influencia, todo esto son medios sagrados que Dios ha puesto en nuestras manos<br />
para que los usemos en favor suyo, pues como se dijo a Ester: «Quién sabe si has sido<br />
hecha reina para una ocasión como ésta?»<br />
¿Para qué usamos nosotros nuestros dones? ¿Los contamos como algo suyo o como<br />
algo nuestro? ¿Estamos procurando hallar toda clase de oportunidades para usarlos para<br />
el propósito por el cual nos han sido dados?<br />
Cuatro. Aprendamos de la historia de Ester que Dios permite a veces que ocurran cosas<br />
y luego parece que las olvida, pero tiene el propósito de usarlas más adelante como<br />
eslabones en un plan providencial. El pequeño incidente de Mardoqueo en que salvó la<br />
vida del rey, hizo posible su reconocimiento y honra, el punto en que cambió el destino<br />
de Maidoqueo. Con ello se le preparó para el puesto de honor y confianza que recibió.<br />
Si Dios permite que haya sucesos en nuestra vida que parecen desconocidos, actos de<br />
obediencia, fe, sacrificio, y aun nosotros los olvidamos, a su debido tiempo la rueda de<br />
la providencia irá rodando y volverán a presentarse delante de Dios, quien las usará para<br />
alguna nueva ocasión y oportunidad.<br />
No consideremos nada como insignificante. Dios está obrando en todo y mucho más<br />
allá de todo lo que podemos ver. Vigilemos el cumplimiento de su plan, y siempre<br />
veremos actos providenciales.<br />
Cinco. Dios, con frecuencia, pone una carga en el corazón de personas que no le<br />
conocen, y los usa para que ejecuten sus planes. «Yo te he puesto nombre, aunque tú no<br />
me has conocido», fue su palabra a Ciro, el gran rey que fue instrumento en las manos<br />
de Dios para llevar a cabo directamente uno de sus mayores planes, aunque él mismo<br />
era un pagano ignorante y supersticioso. Y así habló a Jerjes y le hizo comprender su<br />
voluntad. En una noche en que el rey no podía conciliar el sueño, mandó a sus<br />
23
consejeros que consultaran los anales y buscaran qué galardón se le había dado al fiel<br />
Mardoqueo por su servicio.<br />
¡Qué comprensión nos da esto sobre los misterios del gobierno divino! ¡Qué significado<br />
añade al poderoso anuncio de nuestro rey!: «Todo poder me es dado en el cielo y en la<br />
tierra.» Puede mover los corazones de los hombres en defensa nuestra, según sea su<br />
voluntad, mientras nosotros esperamos en calma, mirando cómo El obra. He visto a<br />
personas no creyentes que se han visto impulsadas a entregar una gran cantidad a alguno<br />
de los hijos de Dios, que sufren, y que no pudieron descansar hasta que hubieron<br />
cumplido este acto, aunque ellos no podían comprender por qué razones obraban de esta<br />
manera. Una de las mayores donaciones en este país para las misiones procedió de un<br />
hombre que nunca había tenido mucho interés en las mismas hasta que en sus últimos<br />
días Dios le impulsó a hacerla, como resultado de las peticiones de algunos amigos de<br />
que Dios enviara ayuda para su causa. Tenemos un Dios que puede alcanzar todos los<br />
corazones y hay personas a quienes nosotros no podemos alcanzar directamente, pero a<br />
quienes podemos alcanzar por la vía del trono.<br />
Seis. A veces Dios permite que los malos triunfen durante un tiempo y que la causa de<br />
su pueblo llegue a una fase de crisis. ¡Cuán inminente el peligro de Ester y de su<br />
pueblo! ¡Cuán rápida y certera la interposición de Dios y la liberación a la nación<br />
condenada! Parecía que las cosas ya habían ido demasiado lejos. Sólo la mano divina<br />
podía evitar la catástrofe. Pero, ¡qué sorpresa! La verdad es, sin duda, más sorprendente<br />
que la imaginación. Las historias de la fe son las más extraordinarias y sublimes de<br />
todas. Amigo, ¿te está probando Dios? ¿Van tus dificultades y tus enemigos en<br />
aumento? Hay alguien que debería haber entrado ya en acción, que se demora tanto que<br />
parece que llegará tarde. Confía en Él. Su camino es el torbellino y ,la tormenta. Las<br />
nubes son el polvo de sus pies. Él no permitirá que la promesa quede incumplida.<br />
«Aunque tarde, esperaré en Él; vendrá y no tardará.»<br />
Siete. Dios tiene sus planes preparados de antemano a las maniobras del diablo, y sus<br />
instrumentos escogidos preparados para contrarrestar los designios del maligno.<br />
Zacarías nos dice en una de sus visiones que había cuatro cuernos que el enemigo había<br />
enviado para dispersar el pueblo de Dios, pero que cuatro obreros los seguían para<br />
desbaratarlos. De la misma manera, aquí, en que el diablo tenía al débil y poco<br />
escrupuloso Jerjes preparado por su decreto precipitado de destruir una nación, Dios<br />
tenía al recto y sensato Mardoqueo, en el lugar de la fe y la influencia, preparado para<br />
contrarrestar la locura. El diabio tiene a su siervo Amán, pero el Señor tiene a su Ester<br />
un poco más cerca del centro de poder para que se interponga en el momento oportuno.<br />
No hay sorpresas en el gobierno de Dios. Él está siempre preparado para el enemigo y si<br />
permanecemos en Él y le seguimos de cerca, no habrá poder en la tierra o en el infierno<br />
que pueda dañarnos.<br />
Ocho. Aunque .Dios está siempre vigilando y obrando para defender a su pueblo y su<br />
causa, sin embargo espera de ellos cooperación pronta, obediente y decidida en el<br />
momento de crisis. Hay ocasiones en que no podemos hacer otra cosa que esperar, pero<br />
hay otras en que se necesita acción prudente y rápida, y entonces no hay lugar regó<br />
vacilaciones o desmayo. Un momento así le llegó a Ester cuando su tío le dijo que se<br />
presentara ante el rey. Era natural que vacilara, pero hubiera sido locura el desobedecer.<br />
Como le dijo Mardoqueo, Dios podía valerse de otros medios si ella hubiera fallado,<br />
pero ella hubiera quedado hundida en la ignominia. Hay momentos, amigo, en que debo<br />
24
hablar alto por la justicia, incurrir en prejuicios y malas interpretaciones, pero lo mejor<br />
es ser valeroso y sincero. No vacilemos nunca en arriesgarnos, sea los intereses, la<br />
amistad e incluso la vida, por causa de la verdad y la obra de Dios. Es necesaria<br />
prudencia, es necesaria sabiduría para distinguir entre «Estáte quieto y espera la<br />
salvación de Jehová» y «Habla a tu pueblo», pero cuando vemos claro lo que hemos de<br />
hacer no hemos de vacilar un solo instante.<br />
Nueve. Dios nos salva no sólo de los malvados, sino que a ellos les deja caer en sus<br />
propias trampas. La horca que Amán había erigido para Mardoqueo acabó sirviendo<br />
para su propia ejecución. El decreto que promulgaba la matanza de los hebreos acabó<br />
resultando en la destrucción de sus enemigos. El hombre que los conspiradores querían<br />
hundir, fue levantado para ocupar el lugar de honor. El camino de los impíos fue<br />
atajado. Es algo terrible el oponerse a Dios y a su pueblo. Cristo considera la<br />
persecución de sus hijos como propia. El odio a la causa de Cristo y a sus siervos es<br />
considerado como lucha contra Dios, y es una cosa horrible caer en las manos del Dios<br />
vivo. Hemos de ser cuidadosos con los ungidos de Dios. Las armas empuñadas contra<br />
ellos se volverán contra sus perseguidores. Nunca se puede ser demasiado cuidadoso en<br />
hablar contra los hijos de Dios. Muchas veces, cuando no tenemos nada que elogiar de<br />
ellos, lo mejor es guardar silencio.<br />
Finalmente hay tiempos de crisis en la historia de los individuos y de los movimientos<br />
religiosos y éstos son momentos de especial responsabilidad. Una ocasión de esta clase<br />
apareció en la vida de Ester y en este momento convergió todo el significado de su vida<br />
y toda la preparación de la providencia divina en años anteriores. Sin duda, si ha habido<br />
alguna vez momentos de crisis en la historia del mundo, éste es uno de ellos. Amados,<br />
recordemos que nosotros hemos entrado en el reino para ocasiones así. Todas las cosas<br />
se proyectan en la luz de las crisis presentes, que como fogonazos, irrumpen en la<br />
humanidad una tras otra. Dios nos ha dado en el reino la oportunidad, la capacidad<br />
natural, el ambiente providencial y los dones espirituales para que los usemos en estas<br />
ocasiones solemnes para cumplir nuestra responsabilidad. ¡Que Él nos ayude a «redimir<br />
el tiempo» verdaderamente!<br />
25
5<br />
LA VISIÓN DE <strong>DIOS</strong><br />
«De oídas le conocía; mas ahora mis ojos te ven. Por tanto, retracto mis palabras y me<br />
arrepiento en polvo y ceniza.»<br />
(Job 42:5, 6.)<br />
El libro de Job es el poema más antiguo que se conserva, y nos presenta algunas de las<br />
enseñanzas más profundas de la revelación divina. Es un drama inspirado, y su objetivo<br />
es doble: primero, mostrar los principios del gobierno moral de Dios en sus tratos con el<br />
hombre; segundo, mostrar lo inadecuado de la naturaleza humana para resistir las<br />
pruebas de la vida sin una comprensión espiritual profunda.<br />
La figura principal del drama es un hombre que descuella en su generación con las<br />
cualidades más hermosas del carácter humano. Por testimonio divino era un buen<br />
hombre, el mejor de la tierra, que «temía a Dios y evitaba el mal». Sin duda, era un<br />
siervo de Dios y podríamos llamarle hoy convertido. Pero no había pasado todavía por<br />
la experiencia profunda de la crucifixión propia que lleva al alma a la naturaleza divina<br />
y a la experiencia de la verdadera santificación.<br />
Dios permitió que este hombre sufriera pruebas severísimas. La primera parte del drama<br />
aparece en las preguntas y requisitorias de sus amigos y consejeros para dilucidar las<br />
causas y explicaciones de su prueba peculiar. Tres amigos le visitaron, tres eminentes<br />
filósofos y moralistas, que representaban la flor y nata de la sabiduría del mundo. Sus<br />
nombres eran un compendio del honor, la fuerza, la riqueza, la belleza y la sabiduría del<br />
mundo. Día tras día, a lo largo de los prolongados y penosos sufrimientos de Job,<br />
estuvieron sentados a su lado tratando en vano de instruirle en los principios del<br />
gobierno divino y de mostrarle que tenía que ser culpable de alguna gran iniquidad; de<br />
otro modo, Dios no le habría afligido de aquella manera. Cada uno de ellos tuvo tres<br />
ocasiones para hablar, y Job a su vez contestó a cada uno en cada ocasión. Pero cuando<br />
llegó al final, la luz sobre el caso no había aumentado un ápice. Job estaba por completo<br />
insatisfecho con su consuelo y sus exhortaciones, y los despidió con sus sarcásticas<br />
palabras: «Consoladores importunos sois todos vosotros.»<br />
Estos amigos representaban la mejor filosofía y sabiduría del mundo de entonces, pero<br />
demostraron la total incapacidad de la mente humana a pesar de sus esfuerzos para<br />
«hallar a Dios».<br />
Pero la prueba demuestra también otro hecho, y este hecho es el fracaso de Job. El buen<br />
hombre pronto se sintió quebrantado bajo la continuada aflicción y empezó a<br />
justificarse a sí mismo y a proyectar sobre Dios la severidad y aún injusticia de la pena.<br />
Luego, aparece un cuarto personaje en escena, Elihú, cuyo nombre significa su relación<br />
directa con Dios como su siervo y mensajero. Este vino con un mensaje enteramente<br />
nuevo, a saber, la inspirada Palabra de Dios mismo. Habló dos veces y Job le respondió<br />
también, pero toda su profunda enseñanza espiritual cayó en vano sobre los oídos del<br />
26
atribulado Job. Era necesaria una influencia mayor, un toque divino, para que su<br />
corazón se rindiera y pudiera aprovechar la lección.<br />
Al final llegó la revelación directa de Dios mismo. Después de haber hablado todos, y<br />
de que Job hubiera repetido sus quejas y sus justificaciones personales, Dios apareció de<br />
repente en escena en una visión sublime de poder y majestad, y le habló en medio del<br />
torbellino. El mensaje se presenta en dos secciones interrumpidas por una breve pausa y<br />
sumisión ante la reprensión de Dios: «¿Contenderá el discutidor con el Omnipotente? El<br />
que disputa con Dios responda a esto.» Y Job contestó: «He aquí que yo soy vil; ¿qué te<br />
responderé? Mi mano pongo sobre mi boca. Una vez hablé, mas no responderé; aun dos<br />
veces, mas no volveré a hablar.» (Job 40:2-5.)<br />
Luego, Dios, en su mensaje, que ocupa los dos capítulos siguientes, le presenta a Job su<br />
majestad y gloria en la creación natural, indicando las fuerzas de la naturaleza, las<br />
estrellas en sus cursos, las leyes celestes, las nubes y los relámpagos, las fuentes del<br />
mar, la providencia que provee para las necesidades de todos los seres vivos, los<br />
instintos de los pájaros, las poderosas criaturas que pueblan el mar y los bosques, y ante<br />
la visión desplegada de la magnificiencia divina, este humillado penitente vio<br />
deshacerse todo su orgullo, y su deseo de reivindicación se desvaneció, y exclamó: «De<br />
oídas te conocía; mas ahora mis ojos te ven. Por tanto, retracto mis palabras, y me<br />
arrepiento en polvo y ceniza.»<br />
Éste fue el final de la crisis de la vida espiritual de Job. Esta fue la muerte de su yo y el<br />
principio de la vida de Dios, y a partir de este momento el curso de la historia cambia en<br />
redondo, y toda la experiencia de Job es transformada. En el momento en que se<br />
condenó a sí mismo, Dios empezó a justificarle. En el momento en que se hundió en el<br />
polvo, Dios empezó a levantarlo. En el momento en que cesaron sus argumentos y su<br />
litigar con los amigos y empezó a orar por ellos, Dios le puso en libertad de su<br />
cautividad y puso a sus amigos en actitud humilde ante Job, pidiéndole perdón. Job oró<br />
por ellos y Jehová aceptó la oración de Job. A partir de aquel momento incluso sus<br />
circunstancias temporales cambiaron, terminó su tribulación y todo lo que se le había<br />
quitado le fue restaurado doble. A partir de aquel momento la vida influyó en un nuevo<br />
plano de resurrección, de poder, de gloria y bendición. Miremos, pues, más de cerca lo<br />
que ocurrió en este punto crucial, esta crisis de una vida, este gran ejemplo que Dios nos<br />
presenta en la historia de su siervo de antaño.<br />
Una de las palabras del texto nos recuerda el valor de la revelación de la verdad divina.<br />
«De oídas te conocía.» Esto describe la revelación, que nos llega por el oído externo, y<br />
la natural inteligencia que representa. En el drama del libro de Job, Elihú representa la<br />
revelación de la Palabra de Dios que nos llega al oído y a la mente. Ahora bien, no hay<br />
que decir que la revelación de la voluntad y el propósito de Dios es absolutamente<br />
necesaria y es el fundamento de todas las revelaciones más profundas para el alma, pero<br />
al mismo tiempo, la revelación de la verdad no basta, a menos que tenga lugar la<br />
revelación más profunda de Dios mismo en el espíritu interior por medio del Espíritu<br />
Santo. Se requiere la mente espiritual para comprender las enseñanzas del Espíritu. El<br />
intelecto natural y frío no puede recibir las cosas de Dios meramente por el oído. Por<br />
tanto, muchas de las mentes más brillantes y profundas han fracasado en su intento de<br />
comprender las profundas enseñanzas de las Escrituras, y a causa de su propia alta<br />
crítica, se han convertido en enemigos de la Biblia y han interpretado mal el libro que<br />
27
ellos profesan y pretenden explicar y dilucidar. La mayor debilidad del Cristianismo<br />
hoy consiste en el hecho de que muchos de sus seguidores sólo saben de Dios de oídas.<br />
Segundo. En el texto se nos enseña la necesidad de una revelación más profunda de<br />
Dios mismo. «Ahora mis ojos te ven», exclama Job. No es la verdad, sino el Dios de<br />
verdad. No es el libro, sino el autor e inspirador del libro, con quien tenemos que<br />
habérnoslas. La misión del Espíritu Santo es revelarnos a Dios por medio de la verdad y<br />
respaldar la verdad al alma sincera que inquiere. Esta es la experiencia que Job tenía que<br />
pasar y que quebrantó su corazón, humilló su orgullo, eliminó su autosuficiencia e hizo<br />
lugar en su corazón y su vida para Dios.<br />
Este ha sido el punto crucial, la encrucijada de cambio en toda vida espiritual profunda.<br />
Se nos dice que en Mesopotamia «Dios en su gloria se apareció a Abraham» y que a<br />
partir de aquel momento empezó toda la historia de su fe. Le fue fácil abandonar su país<br />
y su hogar. Le fue fácil dirigirse a un futuro desconocido. Estaba con él, a partir de<br />
aquel momento, Aquel a quien había conocido personalmente y cuya aparición había<br />
transformado todo lo demás en humo y polvo. Dios se le había aparecido.<br />
Más tarde vemos otra figura que aparece en escena, en una crisis aún mayor, en la<br />
historia de la redención. Es el legislador y caudillo Moisés. Pero el secreto de la vida de<br />
Moisés se nos da en una corta frase: «Se mantuvo firme, como viendo al invisible.» Se<br />
había encontrado con Dios. Le había visto y la invocación más profunda del corazón y<br />
la vida de Moisés salió en su oración: «Te ruego, muéstrame tu camino.» «Si tu<br />
presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí. ¿Y en que se conocerá aquí que<br />
he hallado gracia en tus ojos, yo y tu pueblo, sino en que tú andes con nosotros?»<br />
(Exodo 33:14, 15.)<br />
La próxima vida que se destaca en acusado relieve en la historia de David, y la<br />
característica predominante y decisiva de su vida fue su piedad. «He puesto siempre al<br />
Señor delante de mí», es el santo y seña de toda su experiencia. Isaías pasó por esta<br />
experiencia cuando dijo: «Vi al Señor sentado sobre un trono alto y sublime», y luego<br />
sigue contando algo que es equivalente a lo que dice Job.<br />
El personaje más grande de la Escritura, el gigante Pablo, empieza su nueva carrera en<br />
el momento en que tuvo la visión del Señor Jesús, y a partir de aquel momento hubo un<br />
Rostro, una Forma, una Presencia, un Pensamiento que dominó su vida: la visión, la<br />
presencia, la voluntad de su Maestro.<br />
El momento culminante en toda vida es aquel en que Jesucristo se hace presente e<br />
intensamente real y vívido en la consciencia de la persona. ¿Ha llegado para ti este<br />
momento? ¿Has pasado del mero estadio de conocimiento intelectual con Cristo al de la<br />
intimidad personal? ¿Es el Cristo histórico, o es el Cristo de hoy al que dices como uno<br />
de los escritores alemanes más devotos dijo: «Me parece como si Jesucristo hubiera sido<br />
crucificado ayer»?<br />
El efecto de fa visión de Dios en Job fue marcado e inmediato.<br />
Trajo la muerte para su yo. El resplandor de aquel destello de gloria divina cegó en él<br />
toda otra fuente de luz y por tanto toda otra vista, especialmente la vista de í mismo.<br />
Todas sus justificaciones, complacencias y reivindicaciones desaparecieron. A la luz de<br />
28
la gloria de Dios sólo podía verse como sin valor y vil, y ya deseaba perder de vista su<br />
propio yo y no verse más a sí mismo. No solamente retractó sus palabras, sino también<br />
repudió sus actos y se aborreció y renunció a sí mismo. La negación propia no es<br />
renunciar a unas pocas cosas, es el rehusar a reconocernos más a nosotros mismos, a<br />
vivir por nosotros, a esperar nada bueno de nosotros. Este efecto fue el de la visión de<br />
Dios en Isaías. Cuando vio a Jehová en su gloria exclamó: «Ay de mí! que estoy<br />
muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, han visto mis ojos al Rey, Jehová, de<br />
los ejércitos.» Cuando Daniel vio su visión, nos dice: «Y no quedó fuerza en mí; se<br />
demudó el color de mi rostro hasta quedar desfigurado; y perdí todo mi vigor.» Este es<br />
el único modo en que el yo puede morir: la visión de Cristo, y sobre todo, la recepción<br />
de Cristo para vivir y reinar en la voluntad, el corazón, la vida, echará todo rival,<br />
especialmente al peor de todos, nuestra voluntad propia, la confianza en nosotros<br />
mismos, nuestra justicia y amor propios.<br />
El segundo efecto de la revelación de Dios fue la elevación de su corazón a un plano<br />
más elevado de vida divina. Inmediatamente le hallamos orando por sus adversarios. Si<br />
hay un milagro mayor que otro es el que ocurre cuando el aborrecimiento se transforma<br />
en amor celestial. Nada hay más difícil que el amar realmente a personas que nos han<br />
exasperado, atormentado, hostigado, como habían hecho los amigos de Job con él, en<br />
nombre de la religión. Pero la visión de Dios elevó a Job a este plano. Hubo una<br />
avalancha de vida y amor divinos en su alma que cambió a partir de aquel momento<br />
todas sus percepciones. Cuando el corazón recibe a Cristo lo ve todo y ve a cada uno<br />
bajo la luz de Cristo. El hombre ama no como hombre, sino como Dios ama.<br />
El tercer efecto de la revelación de Dios es que Job fue reivindicado por Dios mismo.<br />
Job no necesitaba reivindicarse de los hombres que le habían dañado, porque Dios los<br />
llamó a cuentas y les hizo arrepentir y aceptar humildemente su error, ofrecer un<br />
sacrificio a Dios y pedir a Job que orara por ellos. La mejor venganza que podemos<br />
tener sobre los que nos han causado males es ser un medio de bendición para ellos.<br />
Cuando morimos al yo y pasamos a ser uno con Dios, éste hace incluso que nuestros<br />
enemigos estén en paz con nosotros, saca bien del mal, y vuelve la maldición en una<br />
bendición. «En el día que te habré limpiado de todas tus iniquidades te haré habitar en<br />
las ciudades y los lugares desiertos serán edificados. Y la tierra desolada será labrada...<br />
Y dirán: Esta tierra que estaba desolada ha pasado a ser como el Jardín de Edén.»<br />
Finalmente Dios mismo restauró a Job el doble de todo lo que había perdido antes. Le<br />
devolvió la salud por medio de un milagro y añadió a sus días el doble de los años<br />
anteriores, pues vivió hasta los ciento cuarenta años, con lo que probablemente alcanzó<br />
los doscientos años, una edad superior a la de Abraham mismo.<br />
Le dio nuevos hijos e hijas y se hace especial mención que no había mujeres más<br />
hermosas en la tierra que las hijas de Job, y sus nombre indican las cualidades de su<br />
persona y de su corazón.<br />
Le devolvió sus propiedades de modo que tuvo el doble en cada especie de animales de<br />
lo que había poseído antes. Dios bendijo las postrimerías de Job más que su primer<br />
estado.<br />
Todo esto es verdadero: «Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia; y todas<br />
las demás cosas os serán añadidas.» No tiene por qué ser en este mundo ya que la<br />
29
prosperidad terrenal no puede ser medida en proporción a los bienes espirituales, pero<br />
antes de que la verdadera vida vea su círculo completo, pasará a ser una realidad,<br />
porque esta vida no es sino un pequeño fragmento del total. Será cuando Él vuelva otra<br />
vez que todas las promesas de su bendición serán recibidas por el alma consagrada;<br />
entonces «todas las cosas serán añadidas»; «todo aquel que haya perdido, su casa o sus<br />
tierras por amor de Cristo» recibirá a proporción del ciento por uno, no ya el doble.<br />
Entonces, las vidas que hayan muerto para el yo y el pecado se sentarán en el Trono con<br />
El, y recibirán el «poder de la vida perdurable» y por cada cruz una corona, y «un en<br />
alto grado eterno peso de gloria» y una «herencia incorruptible, inmarcesible y eterna en<br />
los cielos».<br />
30
6<br />
EL SECRETO DE LA VISIÓN<br />
«¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios!... Pero me dirijo al Oriente, y no lo<br />
hallo; y al Occidente, y no lo percibo; si muestra su poder al Norte, yo no lo veo; al Sur<br />
me vuelvo, y no lo encuentro.»<br />
(Job 23:3, 8, 9.)<br />
Éste es el clamor del alma que anhela a Dios y busca a Dios por si puede encontrarle. Es<br />
el grito profundo del verdadero espíritu, la profunda necesidad de toda vida humana, y<br />
la mayor oración que Dios puede contestar para un alma. Porque «ésta es la vida eterna,<br />
que te conozcan como el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado.»<br />
¿Cómo podemos encontrar a Dios? ¿Cómo puede pasar a ser en nuestra consciencia más<br />
real y satisfactorio que cualquier otra personalidad y cualquier otra necesidad?<br />
Primero, podemos hallar a Dios en la naturaleza. «Los cielos cuentan la gloria de Dios,<br />
y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día comunica el mensaje a otro día, y<br />
una noche a otra noche declara la noticia...»<br />
La naturaleza sola no puede revelarnos el carácter pleno de Dios, su gracia, que Él, lo<br />
que el alma pecadora necesita conocer de Él, pero después de conocerle por medio de su<br />
Palabra, la naturaleza es la más plena de las benditas ilustraciones de su carácter y el<br />
más vívido despliegue de su amor y su poder; y toda la creación pasa a ser para el alma<br />
consagrada un gran templo que tiene los cielos azules por bóveda, las estrellas<br />
resplandecientes por lámparas, los prados en primavera por pavimento de esmeralda, y<br />
el bramar del océano, el trueno y los sonidos de toda la creación como himno de loor y<br />
adoración incesante. En un sentido podríamos decir que todo lo que vemos en este<br />
hermoso mundo no es sino una letra del gran abecedario de la verdad, hablándonos de<br />
Aquel que:<br />
«Brilla en el sol,<br />
refresca en la brisa,<br />
resplandece en las estrellas,<br />
brota en los árboles.<br />
Vive en toda vida,<br />
se extiende por los espacios<br />
e indivisible<br />
actúa sin agotarse.»<br />
Siento lástima por el hombre que no puede ver a Dios en el rostro caleidoscópico de la<br />
naturaleza y no puede oír su voz en cada nota del gran órgano de este mundo.<br />
31
Segundo. Hallamos a Dios en su Palabra. La Naturaleza sólo nos dice la mitad de la<br />
frase y proclama constantemente que «Dios es...», pero nos deja en blanco el resto,<br />
como una interrogación. Sólo la Biblia puede acabar la frase y darnos la completa<br />
revelación de que «Dios es amor». El Salmo diecinueve, que hemos citado antes,<br />
rápidamente pasa de lo natural a lo sobrenatural y al testimonio que da su Palabra<br />
respecto a los atributos y la gloria de Dios. Mientras los cielos declaran la gloria de Dios<br />
y la tierra la obra de sus manos, «la ley de Jehová es perfecta, que reconforta el alma; el<br />
testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo. Los mandamientos de Jehová<br />
son rectos, que alegran el corazón; el precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos.<br />
El terror de Jehová limpio, que permanece para siempre; los preceptos de Jehová son<br />
verdad, todos justos».<br />
Este Libro es el espejo de Dios. En cada una de sus páginas contemplamos su faz. En<br />
Génesis vemos algo que no sabíamos: que es el Ser supremo y único que existía antes<br />
de existir las cosas. Y luego vemos que el universo brota de su mano creadora y es<br />
sostenido por su providencia omnipotente. La caída del hombre malogra el benéfico<br />
plan, pero Dios está dispuesto todavía a enderezarlo todo con los recursos maravillosos<br />
de su Redención. Se nos cuenta la historia en cada una de sus páginas: y en todas ellas<br />
brilla la presencia de Dios. El personaje más famoso y brillante del mundo de antes del<br />
diluvio, el santo Enoc, es distinguido por el hecho de que anduvo con Dios. Pero vemos<br />
muchísimo más. Abraham es como un niño que se dirige hacia lo desconocido de la<br />
mano de Dios. Vemos a José, a Moisés, a Josué, a Samuel, a David, cada uno de ellos<br />
reflejando la presencia y la personalidad de un Dios infinito y siempre presente. Toda la<br />
historia de la Biblia es una constante revelación de Dios en medio de las cambiantes<br />
escenas y su soberanía sobre los elementos y las fuerzas del bien y también del mal. El<br />
Nuevo Testamento nos da la visión del rostro de Jesucristo y nos deja con el Espíritu<br />
Santo como Presencia perpetua de Dios en el corazón y vida de cada creyente.<br />
Pero el Dios de la Biblia es más que esto. Para las almas creyentes no es sólo Dios, sino<br />
nuestro Dios. Este Libro es más que un espejo. Es una carta de amor con tu nombre<br />
escrito en ella; es un libro de cheques que puedes firmar y retirar lo que desees del<br />
depósito de sus grandes promesas. La mejor manera de hacer la Biblia interesante es<br />
leerla con tu nombre escrito en ella y ver en cada una de sus promesas un mensaje<br />
directo para ti. ¿Te gustaría estar un día en la presencia de Dios? Acude a la preciosa<br />
Biblia y cada mañana o cada noche puedes encontrar en ella palabras dirigidas a ti<br />
personalmente. Aprenderás a valorarlas, a marcarlas como un recuerdo de las horas de<br />
crisis de la vida y como una historia de tu propia experiencia.<br />
En tercer lugar, podemos encontrar a Dios y su providencia en las cosas que nos<br />
suceden día tras día. La fe aprende a reconocer a Dios en todo, en un sentido u otro,<br />
incluso en las cosas que proceden de este mundo hostil y enemigo. Cada dificultad que<br />
encontramos es un estímulo para demostrar los recursos de nuestro Padre celestial, un<br />
vaso en el que podemos recoger su bendición, una ocasión para ¡postrar que no hay<br />
nada demasiado difícil para Él, ninguna empresa demasiado grande para que se arredre<br />
de emprenderla, nada demasiado pequeño para que Él no se interese por ello. Así que<br />
podemos encontrar a Dios no sólo en sus bendiciones, como nosotros las llamamos, y<br />
en las muestras evidentes de dones de su bondad, sino también en las cosas que son<br />
bendiciones disfrazadas, las pruebas, las aflicciones, los obstáculos, las circunstancias<br />
adversas, las mismas tentaciones y conflictos con que el enemigo implacable, Satanás,<br />
nos confronta. Es posible que aprendamos a mirar todas estas cosas como pruebas que<br />
32
no se vienen de la mano del Padre oportunidades para mostrarnos su amor y ayudarnos;<br />
y, si las recibimos así, serán experiencias y recuerdos placenteros en nuestras vidas,<br />
porque las pruebas habrán pasado a ser bendiciones y triunfos. Aprenderemos a mirar<br />
por encima de la cabeza del diablo y a ver a Dios detrás y por encima, y poco a poco<br />
acabaremos teniendo la impresión de que, después de todo, es en realidad nuestro<br />
aliado, pues Dios hace prisionero a nuestro enemigo y le hace pelear en nuestras batallas<br />
y acarrear nuestras cargas. Esta es la mayor humillación para el diablo y la mayor gloria<br />
de Dios.<br />
Se cuenta la historia de una ancianita que pedía pan en oración, en un período de gran<br />
escasez. Unos muchachos la oyeron orar y, pensando burlarse de ella, compraron un<br />
pan, y llamando a la puerta, lo dejaron dentro y se marcharon. La anciana recogió el pan<br />
e inmediatamente se puso de rodillas dando gracias a Dios por haber contestado su<br />
oración. Los muchachos se quedaron atónitos así que entraron en la casa de la anciana y<br />
le dijeron que se estaba engañando, que no era Dios quien le había mandado el pan sino<br />
que eran ellos. «Ah! - dijo la ancianita -, muchachos, esto yo lo sé mejor que vosotros.<br />
Fue el Señor que lo envió, aunque fuera el diablo el que lo entregó.» Y así hay muchas<br />
cosas que el diablo nos trae, pero el hijo de Dios puede ver que quien se las manda es<br />
Dios.<br />
Amados, nos perdemos la disciplina de la vida y las victorias de la fe si no buscamos y<br />
encontramos a Dios en todas las situaciones difíciles en que nos encontramos cada día,<br />
y aprendemos a levantarnos por encima de ellas hasta alcanzar nuestras victorias más<br />
sublimes. Hemos de recoger las piedras de tropiezo que el diablo nos echa en el camino<br />
y construir con ellas una torre que nos permita llegar al cielo. Si quieres encontrarte con<br />
Dios esta semana puedes hallar centenares de lugares que te esperan, en que puedes o<br />
bien rendirte a las dificultades o confiar que tu Padre te dé la victoria, y seguir luego<br />
adelante con agradecimiento y alabanza.<br />
Cuarto. Podemos hallar a Dios entre su pueblo. Porque la Iglesia de Cristo es su cuerpo<br />
y representa los mismos rasgos que su gloriosa cabeza. Es «con todos los santos» que<br />
aprendemos a «conocer la altura y la profundidad, la longitud y la anchura del amor de<br />
Cristo». Es el arte divino de aprender a reconocer el rostro del Maestro en las caras de<br />
sus hijos, y la presencia del Maestro en las cosas comunes de cada día.<br />
Se dice de un artista distinguido que una vez fue contratado para pintar el retrato de una<br />
emperatriz. La mujer no era hermosa, pero se esperaba de él que haría un hermoso<br />
retrato. Visitó todo el imperio y retrató a las mujeres más hermosas de diferentes<br />
ciudades y con estos hermosos retratos compuso uno que representaba las facciones más<br />
hermosas de cada uno de ellos. Luego, con un exquisito toque de artista, le dio la<br />
expresión del rostro de la emperatriz; este algo sutil y peculiar que hace que una cara<br />
refleje la personalidad de su posesor. Era la expresión de la emperatriz, pero los rasgos<br />
eran los de diversidad de bellezas que halló en el país.<br />
En un sentido más elevado, cada uno de los hijos de Dios es una imagen del Maestro, y<br />
si tenernos su fe y su amor no nos será difícil hallarle a El en sus discípulos más<br />
humildes. A menudo, cuando estamos cansados del servicio y sin saber qué presentar al<br />
trono de la gracia como expresión de nuestras necesidades, hemos visitado a una<br />
persona enferma y visto junto a la cama al Cristo que estábamos buscando, y encontrado<br />
en alguna expresión simple, un incidente, una palabra en un mensaje, algún maravilloso<br />
ejemplo del sufrimiento del paciente o la fe victoriosa que era lo mismo que<br />
33
necesitábamos. Hemos encontrado a Dios. Hemos recibido al mensajero. Hemos<br />
recibido más de lo que ofrecimos, y nos hemos ido, comprendiendo que hemos estado<br />
con Jesús y que hemos visto al Señor.<br />
Quinto. Podemos encontrar a Dios en las ordenanzas de su Casa, en el culto de<br />
adoración en la iglesia, en el partimiento del pan y la partición del vino, en la hora de<br />
oración unida en el altar de la consagración pública, en la unción de un servicio de<br />
bautismo o bautismos, y en los ministerios y servicios del templo. Hay un sentido<br />
especial en que esta promesa recibe realización: «Allí donde están dos o tres<br />
congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.» No nos equivoquemos<br />
olvidando reunirnos con nuestros hermanos y no estimemos en poco el santuario y sus<br />
servicios, porque aunque El está presente en los corazones y los hogares de los suyos,<br />
ama las puertas de Sión más que todas las moradas de Israel.<br />
Sexto. Podemos reunirnos con Dios en el lugar secreto del corazón, y tener la visión<br />
íntima del espíritu que espera. Este es el templo predilecto de Dios. Aunque el cielo es<br />
su trono y la tierra el estrado de sus pies, su santuario escogido es el corazón humilde y<br />
contrito donde Él acude «para reavivar el espíritu del humilde y para vivificar el<br />
corazón del contrito». Dios está esperando siempre encontrar al espíritu devoto en la<br />
cámara interior del alma cuando nos acercamos a Él en nombre de Jesús.<br />
Pero hay algunas cosas que tenemos que recordar y hacer si queremos realmente<br />
encontrarnos con Dios en el lugar secreto del alma.<br />
Hemos de mantener el rostro y la mirada fijos en la gloria del Señor. Hay muchas cosas<br />
que interfieren en la visión. Una de ellas es el amor al mundo. El corazón centrado en<br />
los placeres de este mundo y los deleites de la tierra es incapaz de ver a Dios.<br />
Los telescopios potentes en los observatorios astronómicos deben ser situados en las<br />
alturas, donde no interfieran en la visión las nieblas y contaminación del aire<br />
circundante. Abajo, en la llanura de Sodoma, Lot no tenía visión de Dios, pero si en las<br />
alturas de Betel, Abraham no tenía mucho que ver con la tierra y sí podía preocuparse<br />
de Dios. Allí fue que recibió la promesa del pacto y la visión celestial.<br />
Los ciudadanos de este mundo y las ansiedades de la vida son poderosos obstáculos que<br />
nos impedirán la visión de Dios. Hay muchos, leyendo estas líneas, que están<br />
preocupados y distraídos por mil dificultades y ansiedades en su corazón, y esto les hace<br />
difícil fijar sus ojos en Jesús y contemplar la visión de su amor. Una mirada a Él,<br />
aunque sea fugaz, quitaría nuestras ansiedades y nos daría la paz de Dios que sobrepasa<br />
todo entendimiento. Miremos más allá de nuestras preocupaciones con la visión libre y<br />
digamos: «He echado toda mi carga sobre Dios y Él me sustenta.»<br />
En otras ocasiones la falta es algún pecado burdo. El corazón se halla saturado de pasión<br />
terrenal, pensamientos impuros, fantasías, deseos, odio, amargura o impureza. Estas<br />
cosas impiden ver a Dios. «Sin la santidad nadie verá a Dios.» «Bienaventurados los de<br />
puro corazón porque ellos verán a Dios».<br />
Tenemos que tener no sólo la mirada libre, sino también el oído desembarazado para<br />
cuando Dios quiera hablarnos, y El nos hablará si estamos dispuestos a escuchar. Y así<br />
hallamos a Habacuc que dice: «Estaré en mi puesto de guardia, y sobre la fortaleza<br />
34
afirmaré el pie, y velaré para ver lo que me dirá, y qué responderá tocante a mi queja.»<br />
Estaba dispuesto a escuchar y por ello Dios le dijo algo. Esperaba que sería reprendido,<br />
pero en vez de ello recibió mensajes de promesa que fueron puntos de apoyo para la fe<br />
de la iglesia de Dios en las edades venideras. Dios nos hablará si queremos escuchar, y<br />
siempre nos hablará palabras de amor.<br />
Necesitamos abrir el corazón, porque Él ha dicho: «He aquí, yo estoy a la puerta y<br />
llamo: si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él<br />
conmigo.» Dios está dispuesto no sólo a sentarse con nosotros y cenar con nosotros,<br />
sino a llevarnos al banquete celestial, pero conviene primero que nosotros cenemos con<br />
El que Él con nosotros. Pero hemos de abrir la puerta. El corazón debe estar<br />
esperándole.<br />
Hemos de tener una voluntad dispuesta a la obediencia. «Por ello - dice el apóstol -, no<br />
fui rebelde a la visión celestial.» Dios viene no sólo para decirnos las cosas que hemos<br />
de hacer, sino para asegurarse de que las hagamos. Su visita y sus mensajes tienen un<br />
propósito práctico, y espera una respuesta práctica. ¿Hemos obedecido siempre lo que<br />
se nos ha dicho? ¿Estamos dispuestos a recibir su mensaje y a responder: «Habla, Señor,<br />
que tu siervo oye!»? Esta fue la respuesta del pequeño Samuel. Samuel estaba dispuesto<br />
a obedecerle. Dios vendrá a ti si sabe que en tu corazón estás dispuesto a obedecerle.<br />
Finalmente, Dios nos muestra la visión de su gracia y de su gloria para que recibamos<br />
todo lo que nos muestra y reclamemos todo lo que nos revela. «Toda esta tierra que ves<br />
- le dijo a Abraham- te daré...» «Hemos recibido... el espíritu que es de Dios - dice el<br />
apóstol, y añade como un eco de la misma verdad- para que podamos conocer las cosas<br />
que Dios nos da gratuitamente». Sabemos lo que son por la revelación del Espíritu,<br />
primero, y luego nos las apropiamos por un acto de fe. De modo que Él está esperando<br />
para mostrarnos la visión de su infinita gracia y poder, y luego para darnos todo lo que<br />
nos muestra. Levanta tus ojos, amado, y mira lejos y con firmeza. Abarca mucho<br />
espacio, porque todo lo que veas es lo que Dios te dará. Mira los puntos difíciles en tu<br />
vida y contempla cómo Él los transforma en victorias. Abarca la circunferencia entera<br />
de sus recursos y promesas y luego di: «Todo esto es mío.» Es un padre que hace<br />
contemplar a su hijo todos sus tesoros, admirables a la vista y deseables en grado sumo,<br />
y luego entregándole la llave le dice: «Todo esto es tuyo.» Y lo mismo Él nos dice:<br />
«Todo.., lo que ves te lo daré.» Miremos bien, aceptémoslo, y luego usemos la plenitud<br />
de su bendición para Él y para aquellos a quienes quiere que demos testimonio de su<br />
gracia y de sus bendiciones.<br />
35
POESÍAS SELECTAS<br />
De<br />
ALBERT BENJAMIN SIMPSON<br />
36
TAN SOLO <strong>DIOS</strong><br />
No tengo riquezas ni nacimiento noble,<br />
no poseo ni haciendas ni terrenos,<br />
ni tampoco soy sabio, grande o fuerte,<br />
tan sólo tengo a Dios.<br />
Antes mi vida estaba sucia por el pecado,<br />
pero ha sido limpiada ahora por su sangre<br />
hasta el punto que hoy ya no soy yo el que vivo,<br />
sino que es Dios en mí.<br />
Tus pies están sangrandode avanzar por caminos<br />
llenos de piedras, baches, de espinas, y de fango;<br />
no tienes compañía, ni esperas refrigerio.<br />
Pero tienes a Dios.<br />
Enfermo y afligido, moribundo,<br />
abrumado por penas y dolido;<br />
tu mal es incurable por médicos humanos,<br />
pero lo es por Dios.<br />
Tentado corazón, los enemigos<br />
que merodean a tu alrededor<br />
muy pronto avasallado te tendrían<br />
si no fuera por Dios.<br />
Has perdido a los tuyos, en la tumba<br />
uno a uno los has depositado.<br />
En el mundo ya no te queda nadie,<br />
excepto Dios.<br />
Tú también pronto cruzarás el valle<br />
de la sombra de muerte, y temeroso,<br />
nadie tendrás, al hacerlo, a tu lado;<br />
tan sólo Dios.<br />
¿Cómo te aferras, alma, a lo terreno aún?<br />
Tu porción es ceniza, humo, polvo.<br />
Tu riqueza es escoria. Nada tienes,<br />
si no tienes a Dios.<br />
37
ESPERA, ESPERA EN ÉL<br />
A veces me llega un suave susurro,<br />
cuando por el dolor ya casi me desmayo,<br />
que dice, como un eco lejano de campanas:<br />
espera, espera en Él.<br />
Cuando no puedo ver dónde el Padre me guía,<br />
y mi destino me parece duro y cruel,<br />
oigo el suave murmullo que me dice:<br />
espera, espera en Él.<br />
Cuando las promesas que espero se demoran,<br />
y me pregunto si ya no llegarán,<br />
oigo del ángel la voz melodiosa:<br />
espera, espera en Él.<br />
Cuando veo al malvado que prospera,<br />
y al justo escarnecido y maltratado,<br />
me acuerdo que todo esto es sólo un sueño,<br />
y espero, espero en Él.<br />
38
EL DON DE <strong>DIOS</strong><br />
¿Imaginar podemos que una madre<br />
entregara a su hijo a la inclemencia<br />
del fiero invierno, o a manos de rufianes<br />
sabiendo que lo van a maltratar;<br />
sabiendo que el destino que le espera<br />
son años y más años de dolor<br />
hasta que al fin con golpes y denuestos<br />
cual criminal lo crucificarán?<br />
Pues una noche del helado invierno,<br />
en un establo pobre, entre animales,<br />
nace un niñito, Hijo del Eterno;<br />
y en un pesebre entre la paja yace,<br />
no en cuna de oro, sino junto a un buey,<br />
para vivir una vida de oprobio,<br />
para morir una muerte cruel.<br />
¿Se ha visto nunca algo semejante?<br />
¿Se ha oído nunca semejante amor?<br />
Si eres padre, tú mismo, o si eres madre,<br />
¿puedes imaginarte sufrir tal dolor?<br />
¿Qué significa para ti este Niño?<br />
Ni que entregaras hijos o tesoros,<br />
tú mismo podrías compensar,<br />
ese infinito don que Dios te da.<br />
39
ACEPTOS POR AMOR A CRISTO<br />
Maravillosa gracia se nos muestra<br />
en este sacrificio expiatorio.<br />
Somos aceptos por amor a Cristo;<br />
amados como hijos, cual lo es Él.<br />
Pecadores, perdidos, desgraciados,<br />
sin esperanza estábamos, y ahora<br />
somos aceptos por amor a Cristo;<br />
amados como hijos, cual lo es Él.<br />
Con su misericordia cubrió nuestros pecados;<br />
los méritos de Cristo bastan para expiarlos;<br />
somos aceptos por amor a Cristo;<br />
amados como hijos, cual lo es Él.<br />
Podemos, pues, apropiarnos sus méritos,<br />
su dádiva de amor, gratuita, abundante.<br />
Somos aceptos por amor a Cristo;<br />
amados como hijos, cual lo es Él.<br />
Pecador que pereces, ven a Cristo;<br />
te está esperando, con los brazos abiertos.<br />
Somos aceptos por amor a Cristo;<br />
amados como hijos, cual lo es Él.<br />
40
HE AQUI EL CORDERO DE <strong>DIOS</strong><br />
Cuando Jesús andaba aquí en la tierra<br />
junto a la orilla del río Jordán<br />
viole el Bautista y exclamó al punto:<br />
¡Aquí tenéis al Cordero de Dios!<br />
El Cordero de Dios. Esto me habla<br />
de su preciosa sangre derramada<br />
en el cruel Calvario. En cruz clavado,<br />
¡aquí tenéis al Cordero de Dios!<br />
¡El Cordero de Dios! Y al oírlo<br />
mi pecado y mi culpa me recuerda,<br />
y que yo y no E! morir debiera;<br />
mas, ¡he aquí el Cordero de Dios!<br />
Hay para nuestras penas y pecados<br />
expiación completa en su sangre.<br />
Levantad, pues, los ojos y mirad<br />
¡el Cordero de Dios! ¡Visión de amor!<br />
Señor, quiero apropiarme del poder<br />
de esta preciosa sangre derramada,<br />
y con ella mi vida transformar<br />
puesta mi fe en el Cordero de Dios.<br />
Este sagrado nombre proclamad<br />
bien alto por el mundo en derredor,<br />
para que no haya un solo pecador<br />
que no haya oído del Cordero de Dios.<br />
41
LO MEJOR<br />
Dios guarda lo mejor para los pocos<br />
que están dispuestos a pasar por la prueba;<br />
aunque no les rechaza, se duele de que algunos<br />
no quieran lo mejor.<br />
No siempre lo evidentemente malo<br />
es lo que nos impide las promesas;<br />
lo bueno es ya en sí un enemigo,<br />
si es causa de que perdamos lo mejor.<br />
No deseo, Señor, de modo vago<br />
recibir de tus manos bendiciones.<br />
No quiero sólo que Tú me bendigas,<br />
sino que quiero tener lo mejor.<br />
Muchos en lo mejor ponen su mira,<br />
mas acosados por tribulaciones<br />
ceden, claudican, evitan la cruz,<br />
y con ello se pierden lo mejor.<br />
En esta corta vida aquí en la tierra<br />
y en cuantas situaciones me coloques<br />
para darte servicio, quiero hacer<br />
de todo lo que pueda, lo mejor.<br />
Quiero encontrarme entre la muchedumbre<br />
innumerable de testigos fieles,<br />
y oír de mi Maestro ante el trono:<br />
«Bien, siervo, lo que hiciste es lo mejor.»<br />
Dame, Señor, lo que Tú selecciones,<br />
aunque otros prefieran otras cosas;<br />
lo bueno que ellos tienen no me atrae;<br />
como siempre, Tú me das lo mejor.<br />
42
GLORIFICAR A <strong>DIOS</strong><br />
Glorificar a Dios; no quiero otro objetivo<br />
para mi vida nueva del Padre recibida;<br />
mi espíritu, mi cuerpo, mi alma, todo es tuyo.<br />
Quiero tener el gozo de ofrecértelos.<br />
Jesús buscó siempre la gloria del Padre;<br />
el hacer su obra fue su voluntad;<br />
los negocios de su, Padre le ocupaban.<br />
De estos negocios yo me quiero ocupar.<br />
¿Podría yo a mi Padre glorificar en algo?<br />
No puedo en nada aumentar su majestad;<br />
pero sí permitir que brille en mí su gloria<br />
y esparcir alrededor la luz divina así.<br />
Nos cuenta la leyenda que alguien quiso<br />
un templo construir de piedra y oro<br />
dedicado en honor del astro Sol;<br />
su fabricación era espléndida, pero era oscuro y frío<br />
Otro arquitecto un templo construyó<br />
de cristal transparente, techo y muros;<br />
dentro del recinto el sol se reflejó<br />
y lo llenó de calor y de luz.<br />
Lo mismo quiero mi alma inundada de luz;<br />
mi corazón siempre abierto a tu vista;<br />
y que sea mi vida transparente<br />
y que te glorifique a ti, Señor.<br />
43
SÍ, SEÑOR<br />
Cuando Jesús llamó a mi puerta<br />
para mostrarme su incansable amor;<br />
y cuando me pidió que le rindiera<br />
mi corazón, le dije: Sí, Señor.<br />
Cuando me vi abrumado de culpa,<br />
a sus pies, presuroso, me postré;<br />
ocupé mi lugar entre los pecadores<br />
y le pedí: perdóname, Señor.<br />
Cuando Jesús con su misericordia<br />
me dio paz y perdón,<br />
acepté esta su dádiva gozoso;<br />
le bendije y le dije: Sí, Señor.<br />
Cuando más tarde me mostró el camino,<br />
lleno de abrojos, estrecho y difícil,<br />
abandoné los ídolos del mundo,<br />
y alegre contesté: Sí, sí, Señor.<br />
Cuando el cielo se nubla, el viento crece,<br />
y el temporal arrecia alrededor<br />
le digo aun con la mirada puesta<br />
en su rostro sonriente: Sí, Señor.<br />
44
<strong>DIOS</strong> ES MI REFUGIO<br />
Señor, Tú has sido siempre en el pasado<br />
mi refugio y mi amparo,<br />
y en ti confío, ya que tu cobijo<br />
no me puede faltar.<br />
Cansado y solo ya volar quisiera<br />
como pájaro al nido,<br />
y recostado en tu dulce regazo<br />
descanso al fin hallar.<br />
Tú eres asilo para el caminante<br />
cuando azota el turbión;<br />
sombra en desierto,<br />
y al sediento perenne manantial.<br />
Tú eres mi castillo y fortaleza<br />
si ataca el enemigo;<br />
un anda inmóvil, y un puerto seguro<br />
inmune al vendaval.<br />
Mis pies cansados del peregrinaje<br />
quiero ya descansar;<br />
las luchas, y pesares terminados.<br />
Contigo siempre estar.<br />
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PUERTAS ABIERTAS<br />
En el mundo hay muchas puertas abiertas<br />
que nos están invitando a entrar;<br />
hay mucha mies y trabajo abundante<br />
do nuestras energías aplicar.<br />
Que no nos venza el miedo o la pereza;<br />
con redoblado ánimo marchemos<br />
y el mensaje de Cristo presentemos<br />
en cada puerta, ¡pues es de Dios la empresa!<br />
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