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Revista La Zarza XVII_MaquetaciÛn 1 - Fariza

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<strong>La</strong> <strong>Zarza</strong><br />

8<br />

Historias al calor de la lumbre<br />

Comienza una nueva sección en la que queremos recordar aquellas historias, casi siempre reales, que los<br />

abuelos contaban a los nietos, cuando no existía ni internet, ni televisión, y muy pocos tenían radio. Esta era<br />

la mejor forma de transmitir la cultura, y de fortalecer las relaciones entre las distintas generaciones.<br />

Mientras la lumbre calentaba las frías casas de piedra y adobe, los mayores hilaban, escogían frejoles, o rea‐<br />

lizaban cualquier otra tarea, los niños escuchaban esletos las historias que les contaban… y así se pasaban<br />

las largas noches de invierno.<br />

Cuando llegaba el mes de diciembre las labores en el campo se estancaban, pero surgían otros quehaceres.<br />

Era la mejor época para moler. Por ello la gente realizaba las jeras del día, almorzaba y se iba al molino. En<br />

esta ocasión nuestro protagonista cogió un costal de centeno para molerle a los cerdos. Su molino no estaba<br />

en su pueblo, sino que estaba en el de al lado, en Cozcurrita. Cargó la burra y se fue para allá.<br />

Tras realizar la molienda, volvió a cargar el costal, ahora de harina, en la burra<br />

y se fue para casa. Pero en diciembre los días son muy cortos, y a las ocho ya<br />

es noche cerrada.<br />

“Llegando al Modorro, la burra se me paró de repente, levantó las orejas y se<br />

puso a mirar pa´ to´ los laos. Yo que había pasado tantas veces por ese camino,<br />

noté como el miedo me subía por el espinazo, y se me ponían los pelos<br />

de punta.<br />

Pasado el primer susto, ya no sabía si seguir o dar la vuelta, la burra tenia<br />

tanto miedo como yo, pero uno con el otro acordamos que lo mejor era<br />

llegar a casa. <strong>La</strong> Cardosa que siempre había sido una burra muy vivara‐<br />

cha, no se quería mover, pero a fuerza de azuzarla fue caminando.<br />

Una vez pasada la raya, llegando a las paredes, y con el cobijo de las encinas, así, tan de repente como llegó,<br />

el miedo se fue.<br />

Siempre he pensado que desde El Modorro el lobo nos vigilaba, y desde el momento en que nos vio, hasta<br />

que traspusimos por el camino, mantuvo sus ojos clavados en nosotros.”<br />

Pero a quien realmente atacaban los lobos era a las ovejas, por ello los pastores tenían una ardua tarea en<br />

defender el rebaño de este depredador.<br />

“Ya oscurecía, hacia frío y mucho aire, estaba cayendo una bellotera de mil demonios, las ovejas parecían in‐<br />

quietas. No querían entrar en la majada. Mi tío por un lado y yo por otro:<br />

¡¡OVEJA OVEJA!¡ CORDERA, CORDERA! …los perros no obedecían, TOBA pa<br />

acá, TOBA pa allá.<br />

<strong>La</strong>s ovejas no paraban apriscadas, la más cariñosa se tiraba por arriba de las<br />

cañizas y se refugiaba entre mis piernas, algo pasaba.<br />

Note que los pelos se me ponían de punta, no había duda, el lobo nos ron‐<br />

daba.<br />

Mi tío tenía más miedo que yo pero entre los dos acordamos que esa noche<br />

no podíamos ir pa casa a dormir. Dábamos vueltas alredor de la majada con<br />

la linterna, y en una de esas vueltas lo vi. A la punta debajo de la tierra, echado<br />

con las patas de adelante juntas y con sus ojos brillantes clavados en mí. Me quede tieso, apenas podía mo‐<br />

verme. Pero el solo esperaba que nos fuéramos para atacar y eso no lo íbamos a consentir.<br />

Al final llego el día, y el lobo había desaparecido.”<br />

En otra ocasión, en pleno verano, segando una cortina, de repente comencé a sentirme mal. Se lo dije a la<br />

mujer, pero ella me dijo: bueno, siempre quejándote, es caso es no segar.<br />

Yo note como se me puso el pelo de punta, la boina casi no me paraba en la cabeza, hacía calor y sentía frio.<br />

Mire por los alrededores y nada. Pasado un rato se me paso.<br />

Por la tarde cuando llegamos a casa no dijeron que al vecino le había matado una cordera negra (porque se va<br />

más a las negras que las blancas), algo más allá de donde nosotros estábamos y a la hora en la que yo lo sentí.<br />

<strong>La</strong> <strong>Zarza</strong><br />

9

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