02c LIBRO DE BUEN AMOR - IES Mossèn Alcover
02c LIBRO DE BUEN AMOR - IES Mossèn Alcover
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1. Prólogo<br />
El Libro de Buen Amor<br />
Comienza el libro con una plegaria a Dios y a la Virgen, en cuaderna vía, intenciones: a la cual sigue el<br />
prólogo en prosa, donde el Arcipreste expone sus ambiguas<br />
Escogiendo y amando con buena voluntad la salvación y la gloria del paraíso para mi alma, hice<br />
esta pequeña escritura con buena intención, y compuse este libro en el que están escritas algunas<br />
maneras, sutilezas y astucias engañosas del loco amor mundano, que usan algunos para pecar. Las<br />
cuales, leyéndolas u oyéndolas hombre o mujer de buen entendimiento que se quiera salvar, las<br />
evitará y no pondrá en práctica. [...] Por otra parte los de poco entendimiento no se perderán, pues<br />
leyendo y cuidando el mal que hacen o tienen voluntad de hacer, recobrarán la memoria y no<br />
menospreciaran su honor, pues es cruel quien menosprecia su honor. [...] Pero, como pecar es<br />
humano, si algunos, a quienes no se lo aconsejo, quisieran usar del loco amor, aquí encontrarán<br />
maneras para ello. Y así este libro a todo hombre o mujer, al cuerdo y al no tan cuerdo, puede a<br />
cada uno bien decir: "Intellectum, tibi dabo" (salmo XXXIII: "te daré inteligencia "). y ruego y<br />
aconsejo a quien lo viese u oyese, que guarde bien las tres cosas del alma: la primera, que quiera<br />
bien entender y bien juzgar mi intención, porque [...] Dios sabe que mi intención no fue hacerla<br />
para dar manera de pecar ni de mal decir, sino que fue por […] dar ejemplo de buenas costumbres<br />
y enseñanzas de salvación.<br />
1. Según el autor, ¿cuál es la intención fundamental por la que escribió el libro?<br />
2. ¿A qué tipo de personas y por qué puede ser de utilidad la lectura del libro?<br />
3. ¿Hay algún tipo de incoherencia o ambigüedad en las palabras del arcipreste respecto a sus<br />
intenciones?<br />
2. Gozos de Santa María<br />
Tras el prólogo, otra plegaria en que el poeta pide gracia a Dios para componer el Libro, y unos gozos de la<br />
Virgen. He aquí algunos fragmentos de unos de estos, donde se aprecia la sencillez y tono popular del poeta<br />
[20 – 24]:<br />
O María,<br />
luz del día<br />
Tú me guía<br />
toda vía<br />
Gáname graçia e bendiçión,<br />
e de Jhesú consolaçión,<br />
que pueda con devoçión<br />
cantar de tu alegría.<br />
El primer gozo que s'lea:<br />
en çibdat de Galilea,<br />
3. Justificación<br />
Nazaret creo que sea,<br />
oviste mensajería<br />
del ángel que a ti vino,<br />
Grabïel santo e digno<br />
tróxote mensax divino,<br />
díxote: «Ave María»<br />
Tú, desque el mandado oíste,<br />
omilmente lo resçebiste,<br />
luego virgen conçebiste<br />
al fijo que Dios en ti envía [... ]<br />
Tras los gozos, el Arcipreste insiste en que su obra tiene varios niveles de significado, y que no se le debe<br />
malinterpretar. Argumenta luego con cierta ironía sobre la importancia del tema amoroso del que va a tratar<br />
[71 - 76]:<br />
Como dice Aristóteles, cosa es verdadera,<br />
el mundo por dos cosas trabaja: la primera,<br />
por haber mantenençia; la otra era<br />
por aver juntamiento con fembra placentera.<br />
Si lo dixiese de mío, sería de culpar;<br />
díselo grand filósofo, non só yo de rebtar;<br />
Como dice Aristóteles, y es cosa verdadera<br />
El mundo por dos cosas trabaja, la primera<br />
Por mantenerse vivo, la otra era<br />
Por tener acoplamiento con hembra placentera.<br />
de lo que dise el sabio non debemos dubdar,<br />
que por obra se prueba el sabio e su fablar.
Si lo dijese yo, sería algo castigable;<br />
Lo dice un gran filósofo, no puedo discutirle.<br />
Que dis' verdat el sabio claramente se prueba<br />
omes, aves, animalias, toda bestia de cueva<br />
quieren, segund natura, compaña siempre nueva;<br />
et quanto más el omen que toda cosa se mueva.<br />
Digo muy más del omen, que de toda criatura:<br />
todos a tiempo çierto se juntan con natura,<br />
el omen de mal seso todo tiempo sin mesura<br />
cada que puede quiere faser esta locura.<br />
Et yo como soy omne como otro pecador,<br />
ove de las mugeres a veses grand amor;<br />
probar omne las cosas non es por ende peor,<br />
e saber bien, e mal, e usar lo mejor.<br />
4. Amores del arcipreste<br />
De lo que dice el sabio no debemos dudar,<br />
Que por sus obras y palabras se muestra el sabio.<br />
Que decía verdad el sabio claramente se ve<br />
En que hombres, aves, animales y bestias<br />
Quieren, por naturaleza, compañía siempre nueva<br />
Y más el hombre que los otros seres andantes<br />
Y en el caso del hombre, más que de otra criatura;<br />
Todos acaban uniéndose por naturaleza;<br />
Pero el hombre necio siempre sin medida<br />
Siempre que puede quiere hacer esta locura.<br />
Y como yo soy hombre, pecador como cualquiera,<br />
Tuve de las mujeres a veces gran amor;<br />
El probarlo todo no es necesariamente malo,<br />
Y al conocer lo bueno y lo malo, puedo elegir lo<br />
[mejor.<br />
Comienza el arcipreste a narrar sus aventuras amorosas, que suelen resultar fallidas por indiscreciones y<br />
torpezas suyas o por ligereza de las damas (cada episodio va ilustrado por fábulas y comentarios morales).<br />
Una vez, por ejemplo, se enamoró de la «non saneta» panadera Cruz, y rogó a su amigo Ferrán García que<br />
le sirviera de intermediario; pero este se la birló; por lo cual exclama Juan Ruiz en una cantiga [115 -120]:<br />
Mis ojos no verán luz<br />
pues he perdido a Cruz.<br />
Cruz Cruzada, panadera,<br />
tomé por entendedera;<br />
tomé senda por carrera,<br />
como face el andaluz.<br />
Coidando que la avría,<br />
díxelo a Ferrand Garyía<br />
que troixiese la pletesía<br />
e fuese pleités e duz<br />
Díxome quel plazía de grado,<br />
e fizose de la Cruz privado;<br />
a mi dio rumiar salvado,<br />
él comió el pan más duz .<br />
¡Dios confonda mensajero<br />
tan presto e tan ligero!<br />
¡Non medre Dios tal conejero,<br />
que la caza ansí aduz!<br />
Mis ojos no verán la luz<br />
Pues he perdido la Cruz<br />
Cruz Cruzada, panadera,<br />
Tomé por enamorada,<br />
Tomé atajo y no el camino,<br />
Como hace el andaluz.<br />
Pensando que la tendría<br />
Le dije a Ferrán García<br />
Que tratase la cuestión<br />
Y fuese educado y amable.<br />
Me dijo que no le importaba<br />
Y se hizo amante de la Cruz;<br />
Me dejó rumiar las sobras<br />
Y él comío el pan más dulce.<br />
¡Dios confunda a un mensajero<br />
tan rápido y voluble!<br />
¡No ayude Dios a tal conejero<br />
que se queda la caza él!
5. Consejos de don Amor<br />
Juan Ruiz acusa al amor de provocar todos los pecados del mundo (codicia, soberbia, avaricia, etc.), y<br />
ejemplifica sus acusaciones con fábulas. Entonces se le aparece don Amor, quien le recuerda que todos los<br />
males que dice provocar son en realidad consecuencia de la torpeza de los amadores. Le aconseja entonces<br />
al arcipreste sobre lo que debe hacer para enamorar: tiene que regalar a las damas, no ha de ser perezoso,<br />
ni cobarde, ni bebedor; será, por el contrario, cortés y nada mezquino.<br />
Pero también necesita para triunfar en el amor la ayuda de una vieja, que pueda entrar en las casas de las<br />
damas sin llamar la atención, intercediendo en su favor. “Toma una de esas viejas”, le dice, [438-442]<br />
que andan las iglesias e saben las callejas;<br />
grandes cuentas al cuello, saben muchas consejas:<br />
con lágrimas de Moisés encantan las orejas.<br />
¡Son muy grandes maestras aquestas paviotas 1 .<br />
Andan por todo el mundo, por plazas e por cotas 2 ,<br />
a Dios alzan las cuentas, querellando sus coitas 3<br />
¡Ay, quánto de mal saben estas viejas arlotas 4<br />
Toma de unas viejas que se fazen erveras 5<br />
andan de casa en casa e llámanse parteras;<br />
con polvos e afeites e con a1coholeras<br />
echan la moça en ojo 6 e ciegan bien de veras.<br />
E busca mensajera de unas negras patas,<br />
que usan mucho fraires, monjas e beatas;<br />
son mucho andariegas, e merescen las çapatas 7 :<br />
estas trotaconventos fazen muchas baratas 8 .<br />
Do están estas mujeres, mucho se han de alegrar;<br />
pocas mugeres pueden dellas se despegar;<br />
porque a ti non mientan, sábelas falagar,<br />
ca tal encanto usan que saben bien cegar.<br />
La figura de la alcahueta, mediadora entre dos enamorados, tiene antiguos orígenes. Aparece en la<br />
literatura latina, y en bastantes obras de la Edad Meda europea. Sus trazos principales están ya en la<br />
comedia latina del siglo XII Pamphilus d’Amorem.<br />
Precisamente, esta comedia es la que sirve de base al autor para la siguiente historia amorosa, en la que<br />
abandona la primera persona y pasa a tercera, convirtiéndose sin aviso en un nuevo personaje, don Melón,<br />
quien persigue amorosamente a doña Endrina con la ayuda de su alcahueta, la Trotaconventos (este<br />
personaje inspirará en el siglo XV a La Celestina de Fernando de Rojas, por la que quedará fijado<br />
definitivamente en la cultura occidental)<br />
1 Intrigantes<br />
2 Lugares privados<br />
3 alardeando de sus dotes.<br />
4 Bribonas<br />
5 Que utilizan hierbas (mágicas)<br />
6 Echan el mal de ojo<br />
7 Se merecen los zapatos que muchos les regalan<br />
8 fechorías
6. La historia de don Melón y doña Endrina<br />
Haciendo caso, pues, a don Amor, Juan Ruiz contrata los servicios de Trotaconventos para que le ayude a<br />
conquistar a la viudita doña Endrina de Calatayud. La ha visto en una plaza y se ha enamorado de ella [653]:<br />
¡Ay Dios! ¡Quán fermosa viene doña Endrina por la plaça!<br />
¡Qué talle, qué donaire, qué alto cuello de garça!<br />
¡Qué cabellos, qué boquilla, qué color, que buenandança!<br />
Con saetas de amor fiere cuando los sus ojos alça.<br />
Don Melón de la Huerta (en quien, como hemos dicho, se ha transformado el Arcipreste) se decide a hablarle,<br />
pero ella se muestra reacia a sus requiebros. En vista de ello, pide ayuda a Trotaconventos. La cual no es -<br />
como será en la Celestina- un personaje diabólico. Juan Ruiz poseía un talante jovial, y pinta una vieja urdid<br />
ora y entrometida, con rasgos repugnantes compensados por el hecho de que los amores de Melón y Endrina<br />
acabarán en boda ..(Todo el episodio tiene la intención moral de prevenir contra esas mujeres perversas que,<br />
con piadosa apariencia, minaban la voluntad de las jóvenes incautas). Pero hela ya aquí comenzando su<br />
trabajo [723-727]:<br />
La buhona con famera va taniendo cascaveles<br />
meneando de sus joyas, sortijas e alfileles.<br />
Decía: -«¡Por fazalejas! ¡Conprad aquestos manteles!»<br />
Vídola doña Endrina; dixo: -«Entrad, non receledes.»<br />
Entró la vieja en casa; díxole: -«Señora fija,<br />
para esa mano bendicha quered esta sortija.<br />
Si vos non me descobrierdes, dezirvos é una pastija<br />
que pensé aquesta noche». Poco a poco la aguija.<br />
-«Fija, siempre estades en casa encerrada.<br />
Sola envejeçedes; quered alguna vegada<br />
salir, andar en la placa con vuestra beldat loada:<br />
entre aquestas paredes non vos prestará nada.<br />
En aquesta villa mora muy fermosa mancebía,<br />
mancebillos apostados e de mucha loçanía;<br />
en todas buenas costunbres creçen de cada día,<br />
nunca veer pudo omne atán buena conpañía.<br />
Muy bien me resciben todos en esta mi pobredat;<br />
el mejor e el más noble de linaje e de beldat<br />
es don Melón de la Uerta, mancebillo de verdat:<br />
a todos los otros sobra en fermosura e bondat.<br />
Doña Endrina no se fía ni de la vieja ni de las intenciones de Don Melón. Pero acaba yendo a casa de<br />
trotaconventos. El mancebo finge pasar por casualidad, y llama con gran violencia. He aquí su maligno<br />
asombro al encontrar allí a su amada [877]:<br />
«¡Señora doña Endrina, vos la mi enamorada!<br />
Vieja; ¿por esto teníades a mí la puerta cerrada?<br />
¡Tan buen día es hoy este que fallé atal celada! so<br />
Dios e mi buena ventura me la tovieron guardada.»<br />
Los designios de don Melón y de la vieja se cumplen, y Endrina increpa así a esta [882]:<br />
Doña Endrina le dijo: «¡Ay viejas tan perdidas!<br />
A las mujeres trahedes engañadas, vendidas;<br />
ayer mill cobros me davas, mill artes, mill salidas;<br />
ay, que só escarnida, todas me son fallidas .»<br />
Pero Trotaconventos pone fin a tanta desesperación, con esta sentencia[890]:<br />
-«Pues que por mí dezides que el daño es venido,<br />
por mí quiero que sea el vuestro bien avido:<br />
vos sed muger suya, e él vuestro marido;<br />
todo vuestro deseo es bien por mí conplido.»
Y, en efecto [891],<br />
Las serranas<br />
Doña Endrina e don Melón en uno casados son;<br />
alégranse las compañas en las bodas con razón.<br />
Si villanía e dicho, aya de vos perdón,<br />
que lo feo de la estoria diz Pánfilo e Nasón.<br />
De nuevo en primera persona, Juan Ruiz sigue hablando de las mujeres que amó, y en esta especie de<br />
repertorio de posibilidades que es el Libro de Buen Amor, llega el turno a las serranas, es decir, a mujeres<br />
que vivían en las proximidades de una sierra, y que ayudaban a los viandantes a cruzarlas mediante pago;<br />
otras veces no les dejaban pasar delante -aunque el paso no ofrecía dificultades- si no les daban regalos o<br />
dinero.<br />
Este tema de las serranas parece tradicional: hubo una poesía en Castilla, muy antigua, que narraba<br />
peripecias entre ellas y los viajeros. A esta tradición, bastante ruda, responde esta parte del libro. En la<br />
poesía provenzal existía otro género, el de las pastorelas, que describía el encuentro entre un caballero y<br />
una pastora. La tradición castellana de las serranas; unida a la tradición mucho más refinada de las<br />
pastorelas, se unirán cien años más tarde en otro gran poeta, el marqués de Santillana, célebre autor de<br />
varias serranillas.<br />
Este es el primer encuentro (modernizado) con una serrana, en el puel10 de Lozoya, camino de Segovia,<br />
mientras descarga una gran tormenta de nieve y granizo [953].<br />
El Arcipreste le suplica [955]:<br />
Encima de este puerto un aprieto me atasca;<br />
hallé una vaquerizo cerca de una mata;<br />
preguntele quién era; respondiome: "La Chata.<br />
Yo soy la Chata recia que a los hombres ata.<br />
Yo guardo el portazgo y el peaje coio,<br />
al que de grado paga, no le causo enoio,<br />
yal que se niega, muy pronto lo despojo:<br />
págame si no ya verás cómo trillan rastrojo".<br />
"Déjame pasar, amiga, te daré joyas de sierra,<br />
si quieres; dime cuáles gustan en esta tierra,<br />
pues, según se dice, quien pregunta no yerro;<br />
y por Dios, dome posada, que el frío me aterra" [ ... j.<br />
Me montó en su pescuezo y se ahorró las respuestos;<br />
a mí no me pesó, porque me llevó a cuestas,<br />
me ahorró de pasar los arroyos y las cuestas;<br />
hice de lo que allí pasó las coplas bajo puestas.<br />
Y, en efecto, sigue a continuación la cántica de serrana, típicamente juglaresca, en verso corto, pero de tono<br />
paródico [963 – 969]:<br />
La chata endiablada,<br />
que Santillán la confunda,<br />
Arrojome la cayada<br />
y me rodeo con la honda<br />
cerca lanzome un dardo,<br />
dis: «Por el padre verdadero<br />
tú me pagarás hoy la ronda.»<br />
Fasía nieve e granizaba,<br />
díxome la chata luego,<br />
fascia que me amenazaba:<br />
«Págame, si no, no verás juego<br />
Díxele yo: «Pardiós, fermosa,<br />
deçirvos he una cosa:<br />
más querría estar al fuego.»<br />
Yo, con miedo et aterido<br />
prometile una garnacha,<br />
et mandele para el vestido<br />
una joya y una alhaja;<br />
ella dijo: «Dame más, amigo,<br />
anda acá, trota conmigo,<br />
non hayas miedo a la escarcha.»<br />
Tomome recio por la mano,
en su pescuezo me puso<br />
como a zurrón liviano,<br />
e llevome a cuesta ayuso,<br />
«¡Hazte duro! No te espantes,<br />
que bien te daré que yantes,<br />
como es de la sierra uso.»<br />
Me dio gazapo de soto,<br />
buenas perdiçes asadas,<br />
hogazas mal amasadas,<br />
La batalla entre don Carnal y doña Cuaresma<br />
et buena carne de choto.<br />
De buen vino un quartero,<br />
manteca de bacas mucha,<br />
mucho queso asadero,<br />
leche, natas e una trucha;<br />
dijo luego: «¡Hazte duro!<br />
comamos d'este pan duro<br />
después faremos la lucha.»<br />
Se acerca la Cuaresma (Pascua), y Juan Ruiz recibe una carta en que ella desafía a don Carnal, su<br />
enemigo; el Arcipreste decide pelear al lado de doña Cuaresma y prepara el singular combate, que es, en<br />
definitiva, una parodia (o visión burlesca) de las batallas épicas. Describe ambos ejércitos (con doña<br />
Cuaresma militan las sardinas, los puerros, los verdeles, las anguilas...; con don Carnal, gallinas, perdices y<br />
conejos, patos, cecinas ...) y su feroz encuentro [1101-1111]:<br />
El primero de todos que ferió a don Carnal<br />
fue el puerro cuello-alvo e feriólo muy mal:<br />
fízale escupir flema, esta fue grand señal;<br />
tovo doña Cuaresma que era suyo el real.<br />
Vino luego en ayuda la salada sardina,<br />
firió muy rezíarmente a la gruesa gallina.<br />
Atravesósele en el pico, afógala aína;<br />
después a don Carnal falsol la capellina [ … ]<br />
De parte de Valencia veníen las anguillas<br />
salpresas e trechadas a grandes manadillas ;<br />
davan a don Carnal por medio de las costillas;<br />
las truchas de Alberche dábanle en las mexillas [... ]<br />
De Santander vinieron las bermejas langostas,<br />
traían muchas saetas en sus aljavas postas;<br />
fazían a don Carnal pagar todas las costas;<br />
las plazas, que eran anchas, fazíansele angostas.<br />
Vencen las tropas de doña Cuaresma, y don Carnal es hecho prisionero; un fraile le obliga a hacer penitencia,<br />
lo cual permite al Arcipreste explicar las virtudes de la confesión. Don Carnal, sin embargo, se escapa, y el<br />
día de Pascua entra triunfante en el mundo, acompañado de don Amor.
Llanto por la Trotaconventos<br />
Pasada la Cuaresma, el Arcipreste urge a Trotaconventos para que le procure nuevos amoríos. Ahora serán<br />
una dama a la que vio rezando, la monjita doña Garoza y una mora. Pero muere la vieja, y el poeta increpa<br />
a la Muerte en versos que responden a otra tradición poética castellana: la de los plantos o llantos funerales<br />
(canciones que exaltan al difunto y vituperan a la muerte) y que preludian, de nuevo, a La Celestina y su<br />
“llanto de Pleberio” [1520-1524]:<br />
¡Ay muerte, muerta seas, muerta y malandante!<br />
Has matado o mi vieja: antes debiste matarme.<br />
Enemiga del mundo, no tienes semejante;<br />
de tu recuerdo amargo no hay quien no se espante.<br />
Muerte, al que tú hieres lo llevas sin compadecer<br />
al bueno y al malo, al rico y al que sufre escasez,<br />
a todos los igualas y los llevas a la vez;<br />
ni por papas ni reyes das lo que vale una nuez.<br />
No acatas señoríos, vínculos ni amistad,<br />
con todo el mundo tienes continua enemistad,<br />
no hay en ti mesura, amor ni piedad,<br />
sino dolor, tristeza, pena Y gran crueldad [ ... ].<br />
Entregas el cuerpo a los gusanos en la huesa,<br />
el alma que lo habita deprisa te la llevas,<br />
nadie está seguro de tu intención aviesa,<br />
con solo nombrarte un gran espanto me entra [ .. .].<br />
La muerte de Urraca provoca en el Arcipreste una breve meditación acerca de cómo debe vencerse el<br />
pecado. Pero su ánimo alegre se acaba por imponer enseguida.<br />
Final<br />
Todavía toma el Arcipreste un criado, Furón, para que le sirva, pero éste lo hace mal. Trotaconventos es<br />
insustituible. Y el Libro acaba como empezó, con unos gozos a Santa María, porque la Virgen «es comienzo e<br />
fin del bien». Pero antes, el autor recomienda a los lectores que presten su obra, que la aumenten o<br />
modifiquen cuanto quieran [1629]:<br />
Qualquier ome que lo oya, si bien trobar sopiere,<br />
puede más añadir e emendar si quisiere:<br />
ande de mano en mano a quienquier que lo pidiere.