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La democracia y su contrario: algunos comentarios a la ... - Trust-CM

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políticos <strong>la</strong> voluntad de los votantes, lo cual constituye sin duda un argumento razonable de que<br />

<strong>la</strong> correspondencia sigue siendo un elemento inherente a <strong>la</strong> representación.<br />

De otro <strong>la</strong>do, si bien <strong>la</strong>s teorías deliberativas de <strong>la</strong> <strong>democracia</strong> aportan una nueva perspectiva<br />

que re<strong>su</strong>elve <strong>algunos</strong> de los problemas que p<strong>la</strong>ntea <strong>la</strong> representación política, <strong>su</strong> adopción no<br />

<strong>su</strong>pone abandonar <strong>la</strong> definición de representación en términos de correspondencia. En este<br />

sentido, Andrea Greppi advierte –en un artículo publicado con anterioridad– que <strong>la</strong> concepción<br />

deliberativa de Habermas propone que el papel de <strong>la</strong>s instituciones en un sistema representativo<br />

no se limite a reflejar los distintos intereses presentes en <strong>la</strong> sociedad, pues, “[s]u función consiste<br />

en establecer un puente, o mejor, una red de puentes, un sistema de vasos comunicantes que<br />

sirvan para poner en contacto los distintos espacios en los que se desarrol<strong>la</strong>n, de manera<br />

espontánea, los procesos de reproducción del consenso y <strong>la</strong> solidaridad. Y han de ser capaces,<br />

además, de introducir esos procesos en el núcleo de legitimidad del sistema político” 9 . Si bien<br />

entonces <strong>la</strong>s decisiones de los representantes no se reducen a una fiel reproducción de <strong>la</strong>s<br />

demandas de los electores, sí deben éstos participar en los procesos de discusión en los que se<br />

forma <strong>la</strong> opinión y <strong>la</strong> voluntad política y, en esa medida, <strong>la</strong>s leyes creadas por los representantes<br />

expresan o representan los intereses de los ciudadanos: “[l]a vieja <strong>democracia</strong> liberal –afirma<br />

Greppi– ha dado paso a una <strong>democracia</strong> deliberativa en <strong>la</strong> que <strong>la</strong> esfera pública funciona como<br />

caja de resonancia de los impulsos vitales que provienen de <strong>la</strong> sociedad civil” 10 .<br />

Por último, si dijéramos que todo el acento debe ponerse en el debate y el vínculo con los<br />

electores desaparece, ¿qué sentido tendría elegir representantes? Así entendido, cualquier<br />

grupo de personas que delibere con <strong>la</strong>s condiciones propuestas por el autor serían<br />

representantes legítimos de los ciudadanos aun cuando no hayan sido elegidos<br />

democráticamente para tomar <strong>la</strong>s decisiones en <strong>su</strong> nombre. No obstante, no parece ser éste el<br />

punto al que pretende llegar Greppi con <strong>su</strong> p<strong>la</strong>nteamiento; incluso se opondría expresamente a<br />

ello con el siguiente argumento: “un sistema político no se vuelve democrático por el mero hecho<br />

de que en el interior de <strong>la</strong>s instituciones se delibere mucho: esto <strong>su</strong>cede también en el gabinete<br />

del peor de los déspotas. Lo que importa no es que se discuta, sino dónde se discute y entre<br />

quién” (p. 184).<br />

9 GREPPI, Andrea. Representación política y deliberación democrática, p. 163.<br />

10 Ibíd. p. 164.<br />

11

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