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Manuel Buendía

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las órbitas, pues hasta<br />

ese momento creía que<br />

eran como padre e hijo.<br />

Insistió don Alejandro.<br />

Insistí yo. Julio no cedía.<br />

Al fin propuso que<br />

la presea se entregara<br />

compartida, a Miguel<br />

Ángel y a Elena Poniatowska.<br />

¿La razón?<br />

Palabras más, palabras<br />

menos, Granados Chapa no estaba preparado<br />

para una distinción así. “No hay que<br />

tenerle miedo a la verdad, don Miguel Ángel”,<br />

me espetó con su gesto de viejo sabio.<br />

Años después no me sorprendió que a su<br />

salida de Proceso promoviera una dirección<br />

colegiada de seis o siete periodistas.<br />

En el opúsculo citado habla de la agresión<br />

orquestada por su primo López Portillo<br />

contra la revista: “Las fuentes del gobierno<br />

le serían cerradas al semanario y la publicidad,<br />

cancelada”. Pero ni por asomo menciona<br />

la ayuda encubierta, clandestina, que<br />

recibió de una legión convencida de que los<br />

espacios para la expresión son más importantes<br />

que las filias o las fobias. Ahí estuvo<br />

<strong>Buendía</strong>, director de prensa de un organismo<br />

descentralizado, que en el más puro espíritu<br />

thoreaureano ejerció la desobediencia<br />

civil para que durante semanas los envíos de<br />

la Agencia Apro (no sé si todos, pero una<br />

buena parte sin duda) se hicieran desde los<br />

télex oficiales y con recursos del organismo.<br />

<strong>Buendía</strong> jamás lo reveló.<br />

Hay otras historias que no veremos publicadas<br />

porque Scherer habita un estalinismo<br />

intelectual que guarda su pureza e incinera<br />

a disidentes y detractores. Aunque, para<br />

deleite freudiano, él mismo se encarga de<br />

abrir atisbaderos a los voyeuristas: “Algu-<br />

Juego de Ojos<br />

nas ocho columnas,<br />

nuestra bandera que<br />

ondeaba a cada amanecer,<br />

tenían precio.<br />

Era dinero secreto,<br />

sin factura, misterioso<br />

su destino. Las<br />

gacetillas, publicidad<br />

embozada como información,<br />

costaban<br />

caro”. ¿Se le puede<br />

llamar corrupto? Decida el lector. Mi propio<br />

sentir es que este ego ambulante vive relegado<br />

en su particular purgatorio, a cuestas<br />

la triste e insoportable carga de saber que<br />

en el periodismo mexicano del siglo XX el<br />

asesinable fue <strong>Manuel</strong> <strong>Buendía</strong> y no Julio<br />

Scherer. Como diría uno de sus epígonos<br />

hoy desaparecido, es, sencillamente, un<br />

mal bicho.<br />

Ríos Montt<br />

Resulta difícil no sentir un enorme desprecio<br />

por quienes no aceptan sus culpas.<br />

En México tenemos ejemplos de pena ajena<br />

que ya ni recordar, pues no sólo no recibieron<br />

un castigo sino que pasaron a la cultura<br />

del chiste y los corridos. Son del dominio<br />

público.<br />

Otro es el caso de los dictadores y hombres<br />

fuertes que en el ocaso de su vida piden<br />

garantías que ni por asomo pensaron dar a<br />

sus víctimas, o se dicen perseguidos, acosados<br />

y maltratados. En este espacio me he<br />

referido en varias oportunidades a uno que<br />

me parece particularmente repugnante, el<br />

de Alfredo Astiz, capitán de fragata torturador<br />

y asesino de niños, mujeres y monjas<br />

en la Escuela de Mecánica de la Armada<br />

durante la dictadura argentina y el primero<br />

en rendirse en las Malvinas cuando estuvo<br />

frente a unos cuantos soldados británicos.<br />

Artículo<br />

Condenado a cadena perpetua, brama que<br />

su juicio fue una farsa ilegal promovido por<br />

grupos de persecución, venganza y rapiña.<br />

Ahora toca al ex dictador guatemalteco<br />

Alfredo Ríos Montt, padre de los temibles<br />

kaibiles, condenado a 80 años de cárcel<br />

por genocidio y crímenes de lesa humanidad<br />

en los que perdieron la vida mil 771 indígenas<br />

mayas ixiles. El lunes 13 el general<br />

de 87 años, se desmayó en la corte y fue<br />

hospitalizado.<br />

El tribunal ordenó al Estado guatemalteco<br />

pedir perdón por la matanza y el 23 de<br />

marzo, fecha del golpe de Ríos Montt, será<br />

declarado “Día Nacional contra el Genocidio”.<br />

Un toque de justicia poética.<br />

Molcajete…<br />

Claudio Lomnitz fue a Tijuana y visitó el<br />

muro que marca la frontera (La Jornada,<br />

17 de abril). Tomo este divertido párrafo<br />

de su texto:“La valla de la playa de Tijuana<br />

está llena de pintas de todo tipo -cristianas,<br />

antimperialistas, filosóficas, amorosas,<br />

etcétera-. Muchas de esas pintas están en<br />

inglés, y fueron escritas por estadunidenses<br />

que viven en México o bien que van a Tijuana<br />

de paseo y se indignan por la política de<br />

su propio país. Una de esas pintas, que fue<br />

la que más me gustó, dice: ‘Please don’t<br />

feed the gringos’. La imagen, buenísima,<br />

invierte el sentido de la barda: los animales<br />

observados y enjaulados, como de zoológico,<br />

serían ahora los estadunidenses, y no los<br />

supuestos bárbaros del sur”.<br />

Profesor – investigador en el Departamento<br />

de Ciencias Sociales de la UPAEP Puebla.<br />

Tuit: @sanchezdearmas<br />

Blog: www.sanchezdearmas.mx<br />

LUNES 3 DE JUNIO 2013 18 BRUMARIO<br />

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