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Higiene Mental y Delincuencia (1933) - Salvador Allende

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El homosexual orgánico es un enfermo y, en consecuencia,<br />

debe merecer la consideración de tal.<br />

Jiménez de Asúa, en su “Estudios de los delitos en particular”,<br />

nos habla al respecto de la manera siguiente: “Nada más absurdo<br />

que castigar los actos de la sexualidad desviada. Hoy nadie afirma<br />

que el homosexual lo sea por voluntad suya o por inclinación al vicio.<br />

Una interpretación endocrinológica es la única que puede explicar el<br />

homosexualismo”, pues “todos los individuos son potencialmente<br />

hermafroditas, y la inversión sexual, en las inclinaciones o en el aspecto,<br />

depende de un desequilibrio de la producción de hormonas<br />

en las glándulas de la pubertad”.<br />

Por otra parte, los trabajos de Steinach, Lipschütz, Pézard 37 y<br />

otros no hacen sino corroborar lo antes expuesto. Aún más, estos<br />

autores han logrado curar a un homosexual, en cuya familia había<br />

otros pederastas, que presentaba un gran número de caracteres<br />

sexuales secundarios femeninos, ingertándole trozos de testículo en<br />

el abdomen. Después de la operación, según los autores mencionados,<br />

se modificaron aquellos caracteres femeninos, que fueron reemplazados<br />

por otros masculinos, y el enfermo abandonó sus hábitos<br />

homosexuales.<br />

En vista de estos datos, Proteus afirma, “que los fenómenos<br />

de inversión sexual están vinculados a la fórmula individual endocrina,<br />

hasta el punto de que es posible modificarlos con medios susceptibles<br />

de provocar un cambio de dicha fórmula”.<br />

Marañón ha condensado exactamente el pensamiento científico<br />

en su interesante libro titulado “Los estados intersexuales en<br />

la especie humana”. Nos dice así: “Aún antes de los datos que hoy<br />

poseemos sobre la bisexualidad como realidad experimental, bastó<br />

que el hombre mirase el problema del amor entre gentes del<br />

mismo sexo a través de un criterio científico, para que distinguiese<br />

con toda claridad que el hombre que busca a otro, o la mujer que<br />

busca a otra mujer, son seres tan fieles a su instinto como aquellos<br />

que buscan a los del sexo contrario. La diferencia estriba en que,<br />

en el primer caso, el instinto está torcido. El invertido es, pues, tan<br />

responsable de su anormalidad como pudiera serlo el diabético de<br />

su glucosuria”.<br />

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