revista 16 - Asociación Cultural Salvadme Reina de Fátima
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HIJA DE REYES Y MADRE<br />
En santa Isabel pareciera<br />
que la santidad venía<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la cuna. Nació<br />
en 1207 en Hungría.<br />
A los 4 años entraba en<br />
la iglesia <strong>de</strong>l castillo, abría el gran libro<br />
<strong>de</strong> los salmos, y sin saber leer todavía,<br />
lo miraba <strong>de</strong>tenidamente mientras pasaba<br />
muchas horas recogida en oración.<br />
Al jugar con otras niñas, buscaba alguna<br />
manera <strong>de</strong> encaminarlas hacia la capilla.<br />
Cuando la encontraba cerrada,<br />
besaba la puerta, la cerradura y las pare<strong>de</strong>s,<br />
puesto que, como <strong>de</strong>cía, “Dios<br />
está reposando a<strong>de</strong>ntro”.<br />
Antes <strong>de</strong> cumplir diez años perdió<br />
a su madre, la reina Gertrudis. En la<br />
misma época falleció también su protector,<br />
el duque Hermann, su futuro<br />
suegro, que la quería como a una hija<br />
precisamente por su piedad llena <strong>de</strong><br />
candor e inocencia.<br />
Con 13 años <strong>de</strong> edad se celebró su<br />
matrimonio con el po<strong>de</strong>roso y no menos<br />
piadoso duque Luis <strong>de</strong> Turingia, al<br />
que había sido prometida <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la más<br />
tierna infancia. En su corta existencia<br />
–murió a los 24 años– conquistó el más<br />
glorioso <strong>de</strong> los títulos: el <strong>de</strong> santa.<br />
20 Heraldos <strong>de</strong>l Evangelio · Noviembre 2004<br />
SANTA ISABEL DE HUNGRÍA<br />
DE LOS POBRES<br />
Viuda con 20 años y madre <strong>de</strong> cuatro pequeños hijos, Isabel<br />
fue expulsada <strong>de</strong> su castillo y sólo encontró albergue en un<br />
<strong>de</strong>pósito, al lado <strong>de</strong> unos cerdos. En tal situación mandó<br />
cantar un Te Deum, para agra<strong>de</strong>cer a Nuestro Señor la gracia<br />
<strong>de</strong> sufrir en unión a Él.<br />
Caridad en grado heroico<br />
Santa Isabel hacía buen uso <strong>de</strong> la<br />
inmensa riqueza <strong>de</strong> su esposo, dando<br />
generosas limosnas a los pobres, y<br />
causando con ello una profunda irritación<br />
a muchos miembros <strong>de</strong> la corte,<br />
en especial sus dos cuñados, Enrique<br />
y Conrado, que no perdían ocasión<br />
para intentar hacerle mal acusándola<br />
<strong>de</strong> “dilapidar el patrimonio<br />
familiar”.<br />
Pero a ella no le bastaba con simplemente<br />
dar monedas o alimentos.<br />
Su amor a Dios la impelía a acciones<br />
mucho más generosas.<br />
Cierta vez un leproso pedía limosna<br />
en la puerta <strong>de</strong>l castillo. Guiada<br />
por una inspiración divina, la joven<br />
y hermosa duquesa bajó en busca <strong>de</strong>l<br />
lazaroso, lo llevó <strong>de</strong> la mano hasta su<br />
cuarto y lo hizo ten<strong>de</strong>rse en el lecho<br />
matrimonial. Luego <strong>de</strong> curar sus llagas<br />
lo <strong>de</strong>jó reposando, cubierto con<br />
una sábana.<br />
“¡Qué escándalo!” – bramaron los<br />
intrigantes, que se apuraron en llamar<br />
al duque.<br />
Cuando éste llegó, encontró a Isabel<br />
radiante <strong>de</strong> felicidad. Confiada en<br />
Antonio Queiroz<br />
que su digno esposo aprobaría tan heroico<br />
acto <strong>de</strong> caridad, le contó el hecho<br />
y añadió:<br />
–Id al cuarto a ver.<br />
Una maravillosa sorpresa aguardaba<br />
al valiente duque: cuando levantó<br />
la sábana no vio a un leproso, ¡sino<br />
a Nuestro Señor Jesucristo! El Re<strong>de</strong>ntor<br />
se <strong>de</strong>jó contemplar sólo por un<br />
instante, lo suficiente para confirmar<br />
en esas dos almas <strong>de</strong> elección la certeza<br />
<strong>de</strong>l buen camino.<br />
Socorro <strong>de</strong> los infelices<br />
El año 1226, mientras su marido estaba<br />
en Italia con el Emperador Fe<strong>de</strong>rico<br />
II, una hambruna terrible asoló a<br />
Alemania, sobre todo a Turingia. Por<br />
campos y bosques, multitu<strong>de</strong>s errantes<br />
<strong>de</strong> <strong>de</strong>sventurados buscaban raíces<br />
y frutas para alimentarse. Los bueyes,<br />
caballos y otros animales que morían<br />
eran <strong>de</strong>vorados enseguida por los<br />
hambrientos. En corto tiempo la muerte<br />
comenzó su tarea, y los cadáveres se<br />
apilaban en campos y caminos.<br />
En ese espantoso trance, la única<br />
preocupación <strong>de</strong> Isabel, día y noche,<br />
era socorrer a los infelices. Transfor-