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REVISTA JMV 87 - Juventudes Marianas Vicencianas

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nuestro tema<br />

Experiencia de Comunión Eclesial<br />

una preciosa palabra: CO-<br />

MUNIÓN.<br />

No fue fácil en los comienzos,<br />

ni luego más tarde, ni<br />

lo es ahora. La Iglesia<br />

quiere ser y hacer esa comunión<br />

entre quienes siguen<br />

a Jesús, pero los<br />

intereses, las infidelidades,<br />

el poder, la cabezonería, el<br />

individualismo, el radicalismo…<br />

ha hecho y hace,<br />

que sea una gran tarea muy<br />

frágil. Pero, a la vez lo más<br />

bello. Quienes siguen a<br />

Jesús, quienes de verdad y<br />

corazón están sumergidos<br />

en Él, se sienten en comunión.<br />

Es una unión que se<br />

percibe por encima de las<br />

distancias y hasta de las<br />

ideologías en la mayoría de<br />

las ocasiones.<br />

¡Qué sabio fue Jesús! Esta<br />

era una de sus grandes preocupaciones<br />

y cuando se<br />

estaba despidiendo de sus<br />

más íntimos, primero nos<br />

regaló el pan partido y el<br />

cáliz compartido, su<br />

Cuerpo y su Sangre para<br />

que todos pudiésemos<br />

unirnos en ellos y tomar<br />

fuerza de ellos para mantener<br />

la comunión. El mismo<br />

pan y la misma bebida en<br />

todas las reuniones de los<br />

suyos.<br />

Después, hizo un gesto<br />

que es la clave de esa comunión:<br />

lavar los pies, es<br />

decir, servirnos unos a<br />

8<br />

Había una vez una preciosa hoguera<br />

que daba calor y luz.<br />

La formaban un buen número<br />

de troncos. Empezaron a discutir<br />

entre ellos si no sería mejor separarse<br />

para así dar luz y calor a más espacio.<br />

La mayoría concluyó que no,<br />

que todos juntos cumplían mejor<br />

su misión. Pero uno de los troncos no<br />

lo aceptó y se apartó.<br />

Pronto se fue apagando y comprobó<br />

que no podía dar ni luz ni calor.<br />

Corrió a ponerse junto a los otros<br />

y su llama prendió de nuevo<br />

y siguió dando luz y calor.<br />

otros, y servir más, quien<br />

más encargo tiene de trabajar<br />

por esa comunión,<br />

los que tienen cualquier<br />

ministerio y tarea en la<br />

Iglesia. Y juntos servir a la<br />

humanidad.<br />

Además, en el testamentooración<br />

posterior a la cena<br />

le pide al Padre: “Que<br />

todos sean uno para que el<br />

mundo crea que tú me has<br />

enviado”. Y lo pide con insistencia<br />

y reiteración (cf<br />

Jn 17, 1ss).<br />

En la historia la comunión<br />

se ha roto de muchas formas<br />

y por muchos motivos.<br />

Unas veces porque<br />

unos han pensado una cosa<br />

de Jesús y otros, otra; en<br />

ocasiones, por pensar distinto<br />

sobre la organización<br />

de la Iglesia; en otras, por<br />

intereses políticos o particulares;<br />

otras, por el egoísmo<br />

de querer mandar o<br />

introducir pensamientos<br />

propios…<br />

Muchas veces se ve que<br />

cuando los seguidores del<br />

Señor piensan en los pobres<br />

y en el amor y misericordia<br />

que Jesucristo nos<br />

anunció, se suelen destruir<br />

todas las divisiones. Cada<br />

vez más la Iglesia soñamos<br />

y queremos esa comunión<br />

que nos pidió.<br />

Pero la comunión no sólo es<br />

un problema de asuntos<br />

graves y grandes, sino de lo más cercano. Es algo que tenemos<br />

que hacer visible entre los pequeños grupos, comunidades,<br />

que formamos la Iglesia.<br />

Es muy importante la palabra VISIBLE.<br />

En más de una ocasión surge la discusión sobre la comunión<br />

en la Iglesia hablando de cómo todos estamos unidos<br />

en el Pan eucarístico, en el Obispo que nos<br />

preside,… Eso es verdad, pero ¿cómo puede el mundo<br />

creer si no ve visiblemente esa unidad, sino sólo se queda<br />

en lo profundo de la conciencia de los cristianos, y en lo<br />

externo aparece la división o diferencias? Esta es una<br />

tarea que nos corresponde llevar a cabo con interés, sin<br />

descanso.<br />

Además lo sentimos y sabemos, cuando un grupo de cristianos<br />

está muy unido, llama la atención. Cuando un grupo<br />

de aquí y otro de allí se encuentran y hacen visible esa unidad,<br />

¡qué sensación de felicidad vivimos!<br />

¿No pasa eso en nuestros encuentros, en el ciber espacio<br />

(aunque sea en “generación inserso”)? Este es uno de los<br />

grandes valores de momentos como ahora nos disponemos<br />

a celebrar: la Jornada Mundial de la Juventud. Creo<br />

que es su mayor riqueza: sentir la comunión, que formamos<br />

parte de la misma Iglesia. Tiene otras muchas, como<br />

tiene otros problemas, pero la experiencia fuerte de entender<br />

y vivir los mismos signos, las mismas esperanzas, la<br />

misma fe todos juntos, venidos de todos los lugares del<br />

mundo es central.<br />

De la Iglesia se dicen muchas imágenes para expresar<br />

qué es y cómo es: nuestra madre, Jerusalén celestial,<br />

esposa de Cristo, cuerpo de Cristo, una barca… Todas<br />

son bonitas y nos aportan muchas cosas. El Concilio Vaticano<br />

II escogió una en el documento Lumen Gentium<br />

(Luz de los pueblos) preciosa: Pueblo de Dios. Dedica<br />

todo el Capítulo II que lo colocó expresamente antes de<br />

hablar de la organización de la Iglesia. Porque todos,<br />

por el Bautismo, somos parte de este pueblo que en la<br />

Tierra es semilla en medio de la humanidad del Reino<br />

de Dios. Esta es nuestra principal identidad y lo que más<br />

claro tenemos que tener. Lo tenemos que tener claro y<br />

vivirlo.<br />

nuestro tema<br />

Cuántas veces hablamos de la Iglesia y sólo nos referimos a<br />

la organización. Es una equivocación que los que nos sentimos<br />

seguidores claros de Jesús no podemos tener. ¡Somos la<br />

Iglesia!<br />

Que hay cosas de la organización que no te gustan del<br />

todo, ¡pues a proponer que sean de otra forma! Pero lo que<br />

nos define es nuestra tarea, nuestra forma de vida tomándose<br />

en serio lo de ser semilla de ese reino en donde vivimos<br />

y en la misión que nos ha pedido Dios y a la que<br />

estamos intentando responder. Todos tenemos algo especial<br />

que hacer por ese Reino.<br />

A veces resulta difícil identificarse claramente con la Iglesia.<br />

Basta mirar encuestas y opiniones. Sirva como ejemplo que<br />

se puede consultar los datos del último estudio de la Fundación<br />

SM “Jóvenes 2010” (15-24 años) mientras un 53,5% se<br />

considera católico, solo un 22% opina que la religión es algo<br />

importante en su vida. Ocupa el último lugar entre las propuestas<br />

presentadas a los jóvenes. La política le pasa porque<br />

lo es para un 27% y la siguiente por abajo es la vida sexual<br />

satisfactoria (¡ojo al dato!) con un 81% de importancia. ¡Qué<br />

distancia!<br />

Un 32% se siente parte de la Iglesia y piensa que seguirá<br />

siéndolo. Un 60% de los que dicen ser creyentes piensan<br />

que las cosas de la fe son privadas y no hay por qué expresarlas<br />

en público. ¡Equivocados! La fe tenemos que vivirla<br />

juntos y hacer visible nuestra comunidad, la Iglesia, la<br />

“tribu” ¿Qué sería de un gótico que nunca saliese a la calle<br />

con ropa negra?<br />

¡Cuántas veces oímos aquello de “creo en Dios, pero no en<br />

la Iglesia!<br />

Por muchos datos y frases que oigamos, no hay duda. Lo<br />

importante es la identidad auténtica y decidida de quienes<br />

sentimos ser seguidores de Jesucristo y formamos y nos<br />

sentimos parte de su Iglesia, de su tribu. Porque vivimos<br />

llenos del amor y del servicio. Y nos reunimos y celebramos<br />

la vida semanalmente, extraordinariamente en los momentos<br />

cruciales de la vida. Somos testigos de nuestro<br />

Señor y esperamos el triunfo del bien sobre el mal en la humanidad.<br />

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