J. M. Ibáñez Langlois. Neruda. Sus mejores poemas. - Anales de ...
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Finalmente, advierto sobre la escritura <strong>de</strong> este estudio. Las referencias <strong>de</strong><br />
Falabella son pertinentes, clarificadoras <strong>de</strong> su nivel <strong>de</strong> conocimiento y portadoras <strong>de</strong><br />
gran prestigio –Benjamin, Foucault, Kristeva, Derrida, Lacan, Ángel Rama, Grínor<br />
Rojo, Ana Pizarro, entre muchos otros connotados– pero, en esa misma abundancia,<br />
<strong>de</strong>jan <strong>de</strong> validar la argumentación y empiezan a obstaculizarla. A<strong>de</strong>más, el uso <strong>de</strong>l<br />
lenguaje presenta neologismos abusivos y marcas –guiones, líneas diagonales– que<br />
incitan a hallar vocablos castellanos que expresen más fluidamente el contenido; palabras<br />
compuestas y traducciones literales suelen ser la causa más próxima <strong>de</strong> este<br />
reiterado <strong>de</strong>fecto –como “soporte” por “support”, en vez <strong>de</strong> “sostén”, “apoyo”, “formato”,<br />
etc., según el contexto. Las notas al pie son excesivas: las 586 referencias<br />
<strong>de</strong>bieron subdividirse por capítulos; esto, sin referirme a su pertinencia. Las citas se<br />
multiplican: reaparecen <strong>de</strong> un capítulo a otro y, muchas veces, inmediatamente <strong>de</strong>spués,<br />
<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la prosa <strong>de</strong> la autora; un mayor recurso a la paráfrasis evitaría la<br />
dilación y concentraría el argumento. Lo mismo que si los párrafos fueran <strong>de</strong> extensión<br />
más regular. Sin perjuicio <strong>de</strong> aquello, pienso que Falabella teje un argumento no<br />
solo plausible sino también convincente, que merece ser estudiado y difundido.<br />
JOSÉ MIGUEL IBÁÑEZ LANGLOIS<br />
NERUDA. SUS MEJORES POEMAS<br />
Santiago: El Mercurio-Aguilar, 2004. 148 pp.<br />
ROBERTO ONELL H.<br />
Pontificia Universidad Católica <strong>de</strong> Chile<br />
Ya como José Miguel <strong>Ibáñez</strong> <strong>Langlois</strong>, ya como Ignacio Valente –su seudónimo<br />
<strong>de</strong> crítico literario <strong>de</strong>l diario El Mercurio–, el autor <strong>de</strong> esta antología se ha referido<br />
largamente a <strong>Neruda</strong>: en estudios acerca <strong>de</strong> su poesía, en otras publicaciones sobre<br />
literatura en general, así como en sus columnas semanales <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mediados <strong>de</strong> la<br />
década <strong>de</strong> 1960, al iniciarse como crítico <strong>de</strong>l matutino. <strong>Ibáñez</strong> no ha cejado en un<br />
afán esencial <strong>de</strong> la crítica literaria, y acaso <strong>de</strong> cualquier esfuerzo lector que busque<br />
compartirse: el cultivo <strong>de</strong> una distancia reflexiva. Cercano a la escuela estructuralista,<br />
que intenta una lectura sujeta a la legalidad interna <strong>de</strong> la obra, y casi siempre bastante<br />
seguro <strong>de</strong> sí mismo, el crítico establece los “mayor que” y los “menor que” <strong>de</strong> una<br />
postura generalmente beneficiosa para los lectores y generalmente incómoda para los<br />
escritores (célebre fue su polémica con el mismo <strong>Neruda</strong>, a raíz <strong>de</strong> sus reparos a La<br />
barcarola, en 1967). Así, ha asentado sus adhesiones y rechazos al trabajo <strong>de</strong> nuestro<br />
consagrado poeta, con una claridad que ayuda a leer esta poesía con más reflexión<br />
que reverencia; gesto que se volvía imperativo en el diluvio <strong>de</strong> homenajes por el
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centenario <strong>de</strong>l vate. (Tal como resulta saludable la compilación <strong>de</strong> Leonardo Sanhueza,<br />
El bacalao: diatribas antinerudianas y otros textos (Santiago: Ediciones B, 2004);<br />
un buen homenaje al revés). A continuación, reviso el prólogo y comento la selección<br />
<strong>de</strong> <strong>poemas</strong>.<br />
En primer lugar, <strong>de</strong>be anotarse que el Prólogo está diagramado con margen<br />
solo al lado izquierdo, como si fuera un apunte. Intencionado o no, estamos ante un<br />
aviso <strong>de</strong> escritura personal; marca visual <strong>de</strong> subjetividad que nos precave: hallaremos<br />
nada más las “simpatías y diferencias” <strong>de</strong>l antólogo; no la selección anotada, académica,<br />
y tampoco el gesto amistoso, con menos rigor que simpatía. <strong>Ibáñez</strong> comienza<br />
por afirmar que <strong>Neruda</strong> es uno <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s poetas <strong>de</strong>l siglo XX, cuya obra presenta<br />
una amplitud temática y formal <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s dimensiones: el amor, la naturaleza y la<br />
política, son núcleos expresados en un lenguaje que es, cronológica y esquemáticamente<br />
<strong>de</strong>scrito, mo<strong>de</strong>rnista, vanguardista, didáctico y neoclásico. Para el crítico, el<br />
distintivo <strong>de</strong> esta poesía es una raigambre genésica, que hace oír la palabra como<br />
emanada <strong>de</strong> la tierra y <strong>de</strong>l ámbito inconsciente. De ahí la especialidad nerudiana:<br />
visiones y sintaxis don<strong>de</strong> prima el testimonio <strong>de</strong> los sentidos; multiplicidad <strong>de</strong> imágenes,<br />
olores, texturas, sabores, sonidos, “como si la materia misma hablara […]: como<br />
si se hubiera otorgado conciencia, música y palabra a las honduras vegetales y minerales<br />
<strong>de</strong>l planeta” (12). <strong>Ibáñez</strong> subraya, también, la ejemplar habilidad musical <strong>de</strong>l<br />
poeta, evi<strong>de</strong>nciada en la diversidad <strong>de</strong> metros y acentos usados; dimensión don<strong>de</strong> es<br />
comparable solo a Rubén Darío. En suma, poesía <strong>de</strong> la sensibilidad inmediata, que<br />
traduce la confusión y la claridad <strong>de</strong>l mundo. El crítico repasa cronológicamente esta<br />
abundante producción poética y, tras un necesario hincapié en su irregularidad cualitativa,<br />
postula y <strong>de</strong>staca tres momentos <strong>de</strong> esplendor nerudiano: las dos primeras<br />
Resi<strong>de</strong>ncias, el poema “Alturas <strong>de</strong> Macchu Picchu” y el ciclo <strong>de</strong> las Odas elementales.<br />
De los primeros libros, <strong>Ibáñez</strong> enfatiza el aire juvenil, la frescura vital, <strong>de</strong><br />
versos que han resistido el paso <strong>de</strong>l tiempo. Así, <strong>de</strong> Crepusculario (publicado en<br />
1923), selecciona el infaltable “Farewell” y “La tar<strong>de</strong> sobre los tejados”, y <strong>de</strong> Veinte<br />
<strong>poemas</strong> <strong>de</strong> amor y una canción <strong>de</strong>sesperada (1924), los celebérrimos <strong>poemas</strong> 1 (“Cuerpo<br />
<strong>de</strong> mujer…”), 15 (“Me gustas cuando callas…”) y 20 (“Puedo escribir los versos…”).<br />
Se echa <strong>de</strong> menos “La canción <strong>de</strong>sesperada”, un logrado texto cuyo temple<br />
anímico prefigura al hablante <strong>de</strong> las Resi<strong>de</strong>ncias. Para <strong>Ibáñez</strong>, Resi<strong>de</strong>ncia en la tierra<br />
es un hito <strong>de</strong> las letras americanas, don<strong>de</strong> el poeta alcanza la madurez expresiva que<br />
lo caracterizará. El crítico refuta la asociación que se ha hecho entre el lenguaje<br />
resi<strong>de</strong>nciario y el surrealismo, “porque aun el <strong>Neruda</strong> más hermético dista mucho <strong>de</strong><br />
la libertad onírica y <strong>de</strong> la gratuidad lúdica <strong>de</strong> las imágenes: en el fondo es siempre un<br />
poeta realista, ligado a la experiencia inmediata <strong>de</strong> la vida, por más que su expresión<br />
busque caminos subliminales y oscuros” (15). De Resi<strong>de</strong>ncia en la tierra I (1933),<br />
aparecen “Galope muerto”, “Arte poética”, “Caballero solo” y “Ritual <strong>de</strong> mis piernas”,<br />
poema, este último, que <strong>de</strong>cae por un exceso explicativo. Merecía incluirse, por<br />
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su mayor uniformidad cualitativa, “El fantasma <strong>de</strong>l buque <strong>de</strong> carga”, cuya ten<strong>de</strong>ncia<br />
<strong>de</strong>scriptiva no ahoga el misterio: “aquello”, “eso” que se escapa a los ingentes esfuerzos<br />
<strong>de</strong>l hablante resi<strong>de</strong>nciario, ya <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el magistral pórtico que es “Galope muerto”.<br />
De Resi<strong>de</strong>ncia en la tierra II (1935), están “Sólo la muerte”, “Walking around” (poema<br />
ya clásico, con el que <strong>Ibáñez</strong> tiene especial afinidad: en Poemas dogmáticos II<br />
(Santiago: Universitaria, 1994), aparece un poema <strong>de</strong> igual título y que comienza:<br />
“Suce<strong>de</strong> que me canso <strong>de</strong> ser hombre / pero Tú no te cansas <strong>de</strong> ser Dios…”), “Entrada<br />
en la ma<strong>de</strong>ra” y “Vuelve el otoño” (que el crítico estudia con <strong>de</strong>tención en Diez<br />
ejercicios <strong>de</strong> comprensión poética. Barcelona: Andrés Bello, 2001). Cuatro <strong>poemas</strong><br />
incuestionables. Pero faltó “No hay olvido (Sonata)”, por su constante pesantez acerca<br />
<strong>de</strong> los estragos <strong>de</strong>l tiempo.<br />
El paso <strong>de</strong> <strong>Neruda</strong> a la vida civil está en Tercera resi<strong>de</strong>ncia (1947). Este libro<br />
incluye España en el corazón (1937), <strong>de</strong> don<strong>de</strong> se selecciona “Explico algunas cosas”;<br />
justa bisagra hacia la épica y el didactismo <strong>de</strong> una calidad, dice con razón <strong>Ibáñez</strong>,<br />
muchas veces inferior al <strong>de</strong>cir oscuro <strong>de</strong> las otras Resi<strong>de</strong>ncias. Al respecto, el crítico<br />
opina que Canto general (1950) constituye un enorme y disparejo esfuerzo para expresar<br />
el espacio y la historia <strong>de</strong> América, que “no pue<strong>de</strong> juzgarse sólo como obra<br />
literaria, pero [que] tampoco pue<strong>de</strong> eximirse <strong>de</strong> ser leído como poesía” (16). <strong>Ibáñez</strong><br />
advierte que cantidad y calidad, en el trabajo nerudiano, cambian negativamente en<br />
este libro, al tiempo que el hablante comienza la mitificación ególatra <strong>de</strong> sí mismo.<br />
(Sobre la irregularidad <strong>de</strong> este volumen se ha <strong>de</strong>batido hasta el hartazgo; bástenos<br />
recordar a Nicanor Parra, para quien Canto general es “disparejo… igual que la Cordillera<br />
<strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s”). Con acierto, <strong>Ibáñez</strong> escoge: “Amor América (1400)”, relato<br />
<strong>de</strong> creación que acontece en suelo americano; “Alturas <strong>de</strong> Macchu Picchu”, que está<br />
en sus partes I (“Del aire al aire…”), II (“Si la flor a la flor…”), VI (“Entonces en la<br />
escala <strong>de</strong> la tierra…”), IX (“Águila si<strong>de</strong>ral…”) y XII (“Sube a nacer conmigo, hermano…”),<br />
espero que por motivos <strong>de</strong> espacio, porque merece estar completo. Cree<br />
<strong>Ibáñez</strong> que <strong>de</strong>bido a “un arraigo telúrico y una magia verbal que se nos imponen con<br />
una inmediatez sobrecogedora, por encima <strong>de</strong> todo arcaísmo ‘culto’ ” (16), y <strong>de</strong>bido<br />
a su extensión y carácter orgánico, este poema admite compararse solo con los Cuartetos<br />
<strong>de</strong> Eliot, los Cantos <strong>de</strong> Pound y Anabasis <strong>de</strong> Saint-John Perse, aunque, por<br />
fortuna, carente <strong>de</strong>l peso libresco <strong>de</strong> ellos. Siguen, en la antología, la cueca “Manuel<br />
Rodríguez” y “Oda <strong>de</strong> invierno al río Mapocho”, buenas muestras <strong>de</strong> la versatilidad<br />
nerudiana. Pienso que podrían estar, también, “Educación <strong>de</strong>l cacique”, un intenso<br />
poema a Lautaro, y trozos <strong>de</strong> “El gran océano”, <strong>de</strong> gran belleza.<br />
Entre 1952 y 1973, <strong>Neruda</strong> entregará más <strong>de</strong> veinte libros; no obstante, <strong>Ibáñez</strong><br />
<strong>de</strong>scarta con justicia la mayoría. El siguiente es Los versos <strong>de</strong>l capitán (1952), <strong>de</strong>l<br />
que nada apunta en el prólogo, pero cuyos <strong>poemas</strong> seleccionados, “La noche en la<br />
isla” y “El tigre”, ostentan, respectivamente, el coloquio pensativo y el <strong>de</strong>seo violento<br />
<strong>de</strong>l amante. De este libro, yo sugiero “La pobreza”, que mezcla preocupación social y
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amor erótico. Continúa <strong>Ibáñez</strong> con la etapa <strong>de</strong> las odas, que abarca cuatro libros:<br />
Odas elementales (1954), Nuevas odas elementales (1956), Tercer libro <strong>de</strong> las odas<br />
(1957) y Navegaciones y regresos (1959), pero soslaya este último. <strong>Neruda</strong> celebra<br />
aquí los seres pequeños y elementales, en un <strong>de</strong>liberado tono menor, lúdico, <strong>de</strong> versos<br />
encabalgados, con “una alegría <strong>de</strong> vivir nunca antes vista en nuestro autor” (17);<br />
como si se encontrara –agrego– por primera vez con objetos y seres, pues se inclina,<br />
antes que a reflexionar, a estampar visiones y a bautizar. Sin hacer los merecidos<br />
reparos –por ejemplo, al abusivo uso <strong>de</strong>l encabalgamiento, al corte no siempre justificado<br />
<strong>de</strong> los versos, como nos lo advirtieron Miguel Arteche y Ricardo Paseyro<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> los años 50–, <strong>Ibáñez</strong> da curso a su celebración <strong>de</strong> esta época nerudiana y escoge<br />
las odas al aire, a la cebolla, al laboratorista, a Valparaíso, a los calcetines, al<br />
diccionario, a la abeja, al gallo y al nacimiento <strong>de</strong> un ciervo.<br />
La antología se completa con el poema XXIX (“Vienes <strong>de</strong> la pobreza…”), <strong>de</strong><br />
Cien sonetos <strong>de</strong> amor (cuya primera edición es <strong>de</strong> 1959; no <strong>de</strong> 1960); “La mamadre”,<br />
<strong>de</strong> Memorial <strong>de</strong> Isla Negra (1964), libro que podría aportar también “La poesía”, por<br />
su seguidilla <strong>de</strong> imágenes sobre la primera revelación poética; “Jilguero”, poema<br />
sobre el cual <strong>Ibáñez</strong> escribió una columna que <strong>de</strong>staca verso a verso las aliteraciones<br />
que reproducen el canto <strong>de</strong>l jilguero, <strong>de</strong> Arte <strong>de</strong> pájaros (1966), un libro <strong>de</strong>l que<br />
pue<strong>de</strong>n sumarse, sin problemas, “Pingüino” y “Cisne” (este último es el siguiente:<br />
“Sobre la nieve natatoria/una larga pregunta negra”; eco, a<strong>de</strong>más, <strong>de</strong>l enigma <strong>de</strong> la<br />
belleza en el mo<strong>de</strong>rnismo dariano); “La dulce patria” y “El regreso”, <strong>de</strong> La barcarola<br />
(1967); “El culpable”, <strong>de</strong> Las manos <strong>de</strong>l día (<strong>de</strong> 1968; no 1970), y “Pájaro”, <strong>de</strong> Jardín<br />
<strong>de</strong> invierno (1974), libro póstumo que ostenta el quizás mejor “Animal <strong>de</strong> luz”,<br />
poema <strong>de</strong> la soledad terminal, temática con la que <strong>Neruda</strong> regresa a la sentencia<br />
amarga y que se disemina en varios libros, como el <strong>de</strong>sazonado Geografía infructuosa<br />
(1972). Y sumo otras dos sugerencias: “Pido silencio”, <strong>de</strong> Estravagario (1958),<br />
por su conciliación <strong>de</strong> profundidad vital y levedad expresiva, y algún pasaje <strong>de</strong>l bello<br />
Libro <strong>de</strong> las preguntas (1974).<br />
En total, leemos treinta y seis <strong>poemas</strong> que evi<strong>de</strong>ncian un criterio cualitativo y<br />
también <strong>de</strong> muestrario: al antólogo interesa exponer la calidad y una cierta variedad<br />
<strong>de</strong> asunto <strong>de</strong> los <strong>poemas</strong> <strong>de</strong> <strong>Neruda</strong>. Como muestra in<strong>de</strong>pendiente, no extrañaría que<br />
esta selección fuera una <strong>de</strong> las menos numerosas <strong>de</strong> esta poesía; y está muy bien,<br />
porque era hora <strong>de</strong> espigar un auténtico florilegio <strong>de</strong> nuestro Nobel. Libro <strong>de</strong> una<br />
brevedad que indica concisión y liviandad –a lo cual ayudan las ilustraciones–, en<br />
busca <strong>de</strong> un amplio público lector. Un conjunto muy poco discutible, que se atiene a<br />
una realidad más bien <strong>de</strong>satendida por tantos “nerudistas” <strong>de</strong> todos los tiempos: los<br />
<strong>mejores</strong> <strong>poemas</strong> <strong>de</strong> un poeta llamado Pablo <strong>Neruda</strong>.<br />
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ROBERTO ONELL H.<br />
Pontificia Universidad Católica <strong>de</strong> Chile