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abba y el mensaje central del nuevo testamento - OpenDrive

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84 Abba La oración en la vida de Jesús y la iglesia primitiva 85<br />

rigurosamente (Hech 3, 1); ¿habría conservado la comunidad este uso<br />

si lo hubiera desechado Jesús? No lo creemos.<br />

Por consiguiente, podemos afirmar con la mayor certeza que Jesús<br />

no pasó ningún día de su vida sin respetar estos tres tiempos de<br />

oración: la oración de la mañana al salir <strong>el</strong> sol, la oración de la tarde<br />

en <strong>el</strong> momento de la ofrenda d<strong>el</strong> sacrificio en <strong>el</strong> templo y la oración de<br />

la noche antes de ir a dormir. Esto nos hace vislumbrar algo de la vida<br />

interior y secreta de Jesús, la fuente de donde sacaba su fuerza día tras<br />

día.<br />

Cuando se ha comprendido hasta qué punto Jesús es <strong>el</strong> heredero<br />

de la tradición litúrgica, hasta qué punto le son familiares los tres<br />

tiempos de oración de cada día, sólo entonces se descubre también<br />

algo que es radicalmente distinto: hasta qué punto la oración de Jesús<br />

hizo que se rompieran las costumbres.<br />

En primer lugar, Jesús no se contenta con la piadosa costumbre de<br />

los tres tiempos de oración litúrgica. Citemos los pasajes más importantes.<br />

Mc 1, 35: «Se levantó muy de madrugada y salió, se marchó a<br />

un descampado y estuvo orando allí»; Simón y sus compañeros, al<br />

notar su ausencia, van a buscarlo, preocupados por su retraso. Mc 6,<br />

46: «Cuando se despidió de <strong>el</strong>los, se retiró al monte a orar»; también<br />

en este caso se trata de una larga oración en la soledad: los discípulos<br />

no vu<strong>el</strong>ven a verlo hasta la cuarta vigilia de la noche (entre las 3 y las 6<br />

de la madrugada) (Mc 6, 48). Lc 6, 12: «Por aqu<strong>el</strong> entonces se fue a la<br />

montaña a orar y se pasó la noche orando a Dios». Ciertamente, es<br />

muy probable que haya que cargar a cuenta de los evang<strong>el</strong>istas parte<br />

de los textos que mencionan la oración de Jesús; por ejemplo, Lucas<br />

introduce en varias ocasiones en <strong>el</strong> texto de Marcos <strong>el</strong> tema d<strong>el</strong> Señor<br />

en oración (Lc 5,16; 6,12; 9,18.28; cf. 3,21). Pero incluso entonces se<br />

plantea una cuestión: si Lucas ha añadido estas notas al texto de<br />

Marcos, ¿qué razón le movió a <strong>el</strong>lo? Y la respuesta más obvia es la<br />

siguiente: que una tradición había conservado <strong>el</strong> recuerdo de esta<br />

oración de Jesús, por la noche, en la soledad. Otro hecho viene a<br />

corroborar esta hipótesis: poseemos una antigua tradición que nos<br />

presenta a Jesús clamando al Padre en plena noche, fuera de los<br />

tiempos de oración: <strong>el</strong> r<strong>el</strong>ato de Getsemaní (Mc 14, 32-42).<br />

Una segunda observación viene a confirmar toda la libertad de<br />

Jesús frente a las costumbres establecidas. El Shemá y la 7hephillah son<br />

oraciones hebreas 33. Si <strong>el</strong> Qaddish, con que termina la liturgia<br />

33 .. Teóricamente es cierto que <strong>el</strong> Shemá (Billerbeck IV, 196) lo mismo que la<br />

Theplnllah (IV, 220) podían recitarse en una u otra lengua, pero no es seguramente una<br />

casualIdad .<strong>el</strong> que los dos textos se nos hayan transmitido sólo en hebreo, no en arameo.<br />

Las bendICiones que enmarcan <strong>el</strong> Shemá están también en hebreo, como las que rezaban<br />

por la mañana y por la noche los esenios.<br />

sinagogal, está en lengua aramea, esta excepción se debe al hecho de<br />

que <strong>el</strong> predicador concluía con esta oración <strong>el</strong> sermón que acababa<br />

de pronunciar en arameo. El padrenuestro es, por su parte, una<br />

oración aramea. Así lo demuestran por un lado las palabras<br />

opheilema /opheilein (deuda/ser deudor) que son arameísmos típicos y<br />

por otro lado las r<strong>el</strong>aciones que existen entre las dos primeras peticiones<br />

d<strong>el</strong> padrenuestro y <strong>el</strong> Qaddish 34. También son arameos la invocación<br />

Abba, que lleva la marca personal de Jesús, y <strong>el</strong> grito de Jesús en<br />

la cruz (Mc 15, 34). Jesús no sólo utiliza en su oración íntima la lengua<br />

materna, sino que además transmite a sus discípulos en <strong>el</strong> padrenuestro<br />

una oración expresada en <strong>el</strong> lenguaje común. De esta forma separa la<br />

oración d<strong>el</strong> marco litúrgico de la lengua sagrada para insertarla en<br />

medio de la vida, en <strong>el</strong> ambiente cotidiano.<br />

La observación de que Jesús rompe con las costumbres piadosas<br />

de su época en cuestión de oración vale no solamente para los tiempos<br />

que le consagra y para la lengua que emplea, sino sobre todo para <strong>el</strong><br />

contenido que le da a esa oración. Vamos a verlo a partir de Lc 11, 1.<br />

Este pasaje nos señala que la tradición d<strong>el</strong> padrenuestro se realiza con<br />

ocasión de la petición de un discípulo: «Señor, enséñanos una oración,<br />

como Juan les enseñó a sus discípulos». «Enséñanos a orar»: <strong>el</strong><br />

discípulo anónimo no querría seguramente decir que los doce no<br />

supieran orar y que había que enseñarles ante todo a aprender cómo<br />

se reza; como ya hemos dicho, cada grupo r<strong>el</strong>igioso poseía entre otras<br />

señales distintivas su propia oración; entonces es lógico suponer que<br />

los discípulos de Jesús le pedían que les enseñara una oración que<br />

fuera <strong>el</strong> signo característico de su grupo, esto es, un formulario que<br />

completase las oraciones tradicionales o las sustituyera pura y llanamente.<br />

De todas formas, como veremos a continuacón, la iglesia<br />

utilizó <strong>el</strong> padrenuestro para sustituir a las tres oraciones diarias; tuvo<br />

igualmente sus propias preces para bendecir la mesa, como sabemos<br />

por la Didajé (9-10), conformándose quizás en esta práctica con <strong>el</strong><br />

ejemplo de Jesús 35. Todo esto nos invita a pensar que en Lc 11, 1 se le<br />

pide a Jesús una fórmula de oración en correspondencia con <strong>el</strong><br />

contenido de su <strong>mensaje</strong>: «Enséñanos a orar de la forma como deben<br />

hacerlo los hombres que desde ahora formen parte d<strong>el</strong> reino que va a<br />

venir». De hecho, <strong>el</strong> padrenuestro concentra en unas cuantas frases lo<br />

que constituye <strong>el</strong> núcleo de la predicación de Jesús: así, la invocación<br />

«Padre», la petición d<strong>el</strong> cumplimiento de la redención (dos<br />

«peticiones en segunda persona singular»), la súplica para que desde<br />

ahora, aquí y ahora mismo, Dios conceda los bienes salvíficos (dos<br />

34. Cf. infj'a, 228 s.<br />

35. Podría indicarlo Lc 24, 35.

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