CLARO 24 pag.indd - El Tiempo
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Ilustración: Shutterstock.com<br />
Lulú Giménez Saldivia / redaccion@claro.com.ve<br />
En los momentos en que<br />
esto escribo, los venezolanos<br />
estamos involucrados en la<br />
conmemoración de nuestro<br />
bicentenario, de los 200<br />
años de vida republicana,<br />
200 años del nacimiento<br />
de nuestra idea de patria.<br />
Parece mucho tiempo en<br />
términos humanos, por lo que quienes protagonizaron<br />
aquellos sucesos esplendorosos del 5 de julio de 1811 forman<br />
parte de la categoría de “personajes históricos”, seres a quienes<br />
el tiempo se encargó de hacerlos lucir muy remotos. Más<br />
remotos aún si se tiene en cuenta que, en aquel entonces<br />
y a lo largo del siglo XIX, la esperanza de vida de<br />
los hombres era de 45 años y la de las mujeres<br />
de 49, por lo que en un siglo cabían muchas<br />
generaciones; la gente se casaba joven y<br />
también comenzaba a temprana edad a<br />
cumplir las funciones reproductivas,<br />
a fin de garantizar el mandato<br />
biológico elemental –la<br />
continuidad de la especie–<br />
en su corto ciclo vital.<br />
Sin embargo,<br />
que nadie se llame a<br />
engaño; a pesar de que,<br />
gracias a los progresos de la<br />
medicina y otras ciencias afines actualmente contamos con una<br />
esperanza de vida de 80 años, nunca hemos estado conformes<br />
con vivir el tiempo que vivimos; siempre anhelamos más vida,<br />
y relacionamos este deseo con otro igualmente ambicioso:<br />
prolongar la juventud saludable; propiciar que nuestro<br />
cuerpo evada, hasta más allá de lo posible, cualquier signo de<br />
envejecimiento. De nada valen los argumentos que fabricamos<br />
para darnos ánimo y encubrir nuestra verdadera angustia: que<br />
si la vejez y la muerte son consecuencia del proceso natural de<br />
la vida; que si plantar un árbol, escribir un libro y tener un hijo;<br />
que si proponernos que la historia nos recuerde a cualquier<br />
precio, así sea debido a nuestras inmensas maldades.<br />
La verdad es que somos capaces de empresas increíbles con tal<br />
de prolongar nuestra ilusión de permanencia, desde emprender<br />
aventuras en busca de la fuente de la eterna juventud, como lo<br />
hiciera Ponce de León en el siglo XVI, hasta poner el conocimiento<br />
al servicio de esta idea, como ocurre actualmente en diversos<br />
centros científicos, liderados por los llamados “transhumanistas”,<br />
22 Julio, 2011 / 4ta claro<br />
semana<br />
>> Hay quienes se empeñan en<br />
plantear que ha llegado la hora de<br />
romper las “cadenas” biológicas y<br />
desembarazarnos del mal hábito<br />
de envejecer y morir