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La-isla-Aldous-Huxley

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–Depende. Cuando mis hijos se cansan de mí, pocas veces se quedan fuera de casa más de uno o<br />

dos días. Eso se debe a que, en lo fundamental, son muy dichosos en el hogar. Yo no lo fui, y por lo<br />

tanto cuando yo me fui, me quedé a veces durante todo un mes fuera de mi casa.<br />

–¿Y sus padres por delegación la defendieron contra sus verdaderos padres?<br />

–No se trata de hacer nada contra nadie. Lo único que se respalda es la inteligencia y los buenos<br />

sentimientos, y a lo único que nos oponemos es a la desdicha y sus causas inevitables. Si un niño se<br />

siente desdichado en su primer hogar, hacemos todo lo posible para solucionarle el problema en<br />

quince o veinte segundos hogares. Entre tanto el padre y la madre son objeto de una discreta<br />

terapéutica por parte de los otros miembros de su Club de Adopción Mutua. Al cabo de unas pocas<br />

semanas los padres están en condiciones de reunirse a sus hijos, y éstos a sus padres. Pero no debe<br />

pensar –agregó– que sólo cuando se encuentran en dificultades recurren los niños a sus padres y<br />

abuelos por delegación. Lo hacen continuamente, cada vez que sienten la necesidad de un cambio o<br />

de algún tipo de nueva experiencia. Y no se trata de un torbellino social. Dondequiera que vayan,<br />

como hijos por delegación, tienen sus responsabilidades así como sus derechos: por ejemplo, lavar<br />

al perro, limpiar las jaulas de los pájaros, cuidar al niño pequeño mientras la madre hace otra cosa.<br />

Deberes lo mismo que privilegios... pero no en una de las cabinas telefónicas de ustedes,<br />

asfixiantes y diminutas. Deberes y privilegios en una familia grande, abierta, no predestinada, incluyente,<br />

donde están representadas las siete edades del hombre y una decena de distintas<br />

habilidades y talentos, y en las cuales los niños gozan de las experiencias de todas las cosas<br />

importantes y significativas que los seres humanos hacen y sufren: trabajan, juegan, aman,<br />

envejecen, enferman, mueren... –Guardó silencio, pensando en Dugald y en la madre de Dugald;<br />

luego, cambiando deliberadamente el tono continuó–: ¿Pero qué hay de usted? He estado tan<br />

atareada hablando acerca de las familias que ni siquiera le pregunté cómo se siente. Por cierto que<br />

tiene un aspecto mucho mejor que cuando lo vi la última vez.<br />

–Gracias al doctor MacPhail. Y también gracias a alguien que, sospecho, practica la medicina sin<br />

licencia. ¿Qué me hizo ayer por la tarde?<br />

Susila sonrió.<br />

–Lo hizo usted mismo –le aseguró–. Yo no hice más que oprimir los botones. –¿Qué botones?<br />

–Los botones de la memoria, los de la imaginación. –¿Y eso fue suficiente para hundirme en un<br />

trance hipnótico?<br />

–Si quiere llamarlo así...<br />

–¿De qué otro modo se lo puede llamar?<br />

–¿Por qué llamarlo de alguna manera? Los nombres son peticiones de principio. ¿Por qué no<br />

conformarse sólo con saber que sucedió?<br />

–¿Pero qué sucedió?<br />

–Bien, por empezar, establecimos cierto tipo de contacto, ¿no es verdad?<br />

–Por cierto que sí –convino él–. Y sin embargo no creo que yo la haya mirado siquiera.<br />

Ahora la miraba... la miraba, y se preguntaba, mientras la contemplaba, quién sería en verdad esa<br />

extraña y pequeña criatura, qué había detrás de la suave máscara grave de ese rostro, qué veían los<br />

obscuros ojos que le devolvían su escudriñamiento, en qué pensaba.<br />

–¿Cómo podía mirarme? –dijo ella–. Había partido en sus vacaciones.<br />

–¿O me empujaron a tomármelas?<br />

–¿Empujado? No. –Meneó la cabeza.– Digamos que lo despedimos, que lo ayudamos a irse. –<br />

Hubo un momento de silencio.– ¿Alguna vez –continuó ella– trató de trabajar con un niño<br />

rondando en su derredor?<br />

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