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EN NOMBRE DE DIOS MUERTE JUAN PABLO I yallop-david - Gran ...

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amigos que tenía en el interior del Vaticano, y en un acto desesperado por<br />

aferrarse a la red de corrupciones con la que gobernaba Chicago, silenciara<br />

drásticamente a un papa que estaba a punto de apartarle de un puesto por<br />

el que había luchado con uñas y dientes?<br />

¿Es posible que el obispo Marcinkus, que se encontraba al frente de un<br />

banco corrupto, actuara de forma decisiva para conservar su puesto?<br />

Es posible que uno de estos tres hombres sea culpable. Ciertamente, las<br />

acciones de Villot después de la muerte del papa son acciones delictivas, ya<br />

que destruyó pruebas probablemente vitales, pergeño una falsa historia e<br />

impuso un obligatorio voto de silencio. Su conducta deja mucho que desear.<br />

¿Por qué el obispo Paul Marcinkus vagaba por el Vaticano a una hora tan<br />

intempestivamente temprana para sus hábitos? Una investigación policíaca<br />

normal hubiera exigido muchas respuestas de estos tres hombres, pero,<br />

transcurridos cinco años, ya no es posible realizar un interrogatorio profundo<br />

y en regla. Villot y Cody han muerto y Marcinkus está sepultado en vida<br />

dentro de las paredes del Vaticano. Si diera un solo paso fuera, 160 policías<br />

italianos se le echarían encima. El simpático prelado de Cicero es hoy por hoy<br />

el hombre, si no más buscado (en realidad no hace falta buscarlo), sí el más<br />

anhelado por las autoridades judiciales italianas.<br />

Sin embargo, la evidencia más pertinente y elocuente en defensa de<br />

estos tres hombres no son sus inevitables protestas de inocencia. Es el hecho<br />

mismo de que vistan sotana, de que sean hombres de la Iglesia católica<br />

romana. Dos mil años de tradición han enseñado a esos hombres a adoptar<br />

opiniones de largo alcance. La historia del Vaticano es la historia de<br />

innumerables pontífices ansiosos por emprender reformas y sin embargo<br />

aprisionados en la telaraña de la Curia y neutralizados por el sistema. Si la<br />

Iglesia en general y la Ciudad del Vaticano en particular lo desean, pueden y<br />

suelen influir espectacularmente en las decisiones papales. Ya se ha señalado<br />

cómo una minoría de hombres decididos y experimentados impusieron su<br />

voluntad sobre Pablo VI en el problema del control de natalidad. También se<br />

ha señalado la forma en que Baggio se negó abiertamente a reemplazar a<br />

Luciani como patriarca de Venecia.<br />

En cuanto a los cambios que Luciani estaba a punto de llevar a cabo,<br />

muchos en el Vaticano los hubieran recibido con alegría, pero incluso aquellos<br />

que se oponían de forma más drástica hubieran tendido naturalmente a<br />

reaccionar de un modo menos dramático y con un método menos vulgar que<br />

el asesinato.<br />

Todo esto no descarta a Villot, a Cody y a Marcinkus. Más bien les coloca<br />

al final de la lista de sospechosos y hace que Calvi, Sindona y Gelli pasen a<br />

ocupar los primeros lugares. ¿Tenía alguno de estos tres hombres la<br />

capacidad suficiente para instrumentar la empresa? La respuesta sucinta es<br />

que sí.<br />

Fuera quien fuese el que asesinó a Luciani está claro que apostaba<br />

(arriesgadamente, quizá) a que en el cónclave siguiente se elegiría un nuevo<br />

papa que dejaría dormir el sueño de los justos a todas las reformas que iba a<br />

emprender Luciani. Sus instrucciones sólo acumularían polvo en algún lugar<br />

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