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20 - Salvador Allende

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289<br />

La doctrina de la seguridad nacional, por su parte,<br />

tiene su centro en el poder militar per0 sus fines son<br />

eminentemente politicos. Bajo la apariencia de una 6p<br />

tima y suprema protecci6n de 10s intereses nacionales<br />

radica en las FF.AA. una autoridad sobrepuesta a la soberania<br />

popuIar, en tkrminos que el poder poll'tico civil<br />

queda subordinado en 10s hechos a1 vkrtice militar,<br />

dada la veqicalidad jerkquica del mando de las instituciones<br />

castrenses. Naturalmente, un ordenamiento<br />

estatal de tales caracteristicas no tiene parentesco alguno<br />

con la democracia ni tampoco con la defensa nacional<br />

racionalmente entendida. La integridad territorial<br />

y la soberania de un pais dependen, como lo sabemos<br />

todos, fundamentalmente del grad0 de unidad y cohesi6n<br />

de sus habitantes para enfrentar un peligro comh,<br />

evidente y potencial, en tanto las teorias de seguridad<br />

nacional comienzan por dividir a su propio pueblo en<br />

adeptos a1 rkgimen que las invoca y enemigos destinados<br />

al exterminio.<br />

Si bien es aconsejable una aproximaci6n prudente<br />

al problema militar -como factor determinante del proyecto<br />

hacia la democracia- nada impediria una sistemitica<br />

campafia de esclarecimiento de tales ideologias<br />

y de sus perversas proyecciones en la convivencia nacional.<br />

Democracia interna y<br />

disciplina<br />

Tambikn en el terreno organizativo se justifican algunas<br />

observaciones. En lineas generales, se tiende a reproducir<br />

la estructura y procedimientos reglamentarios<br />

del partido, anteriores a1 golpe, con algunas variantes<br />

cuyos efectos sobre la orientaci6n politica futura no<br />

son indiferentes.<br />

Ante todo, debemos suponer desechada la clbica versi6n<br />

del partido-vanguardia, intkrprete exclusivo e infalible<br />

de 10s intereses populares, encarnaci6n mesihica<br />

de la voluntad de las masas. El Chile que emerja de la<br />

dictadura -esperamos- seri mh maduro y mis inclinado<br />

a la participilci6n del que conocimos antes y, frente<br />

a tal realidad, 10s partidos de clases solo pueden aspirar<br />

a servir como guias del movimiento, sujetos a una<br />

continua verificaci6n critica de sus orientaciones estratkgicas<br />

y operativas.<br />

Dos consecuencias pueden derivarse de esta nueva<br />

situaci6n. La primera, que el estilo de relaci6n del partido<br />

con las masas, con las organizaciones sociales, debe<br />

cambiar; en lugar de perseguir el simple control<br />

politico de sus instancias directivas se deberia establecer<br />

una comunicacibn de doble sentido: desde la periferia<br />

a1 centro, para procesar de modo constante la<br />

informaci6n adecuada, y del centro a la periferia con<br />

las indicaciones del curso de acci6n recomendado. Como<br />

mktodo, la persuasibn en lugar de 10s golpes de<br />

mayoria.<br />

La segunda consecuencia consiste en introducir en<br />

el partido pricticas que compatibilicen la democracia<br />

interna con la disciplina. Efectivamente, las deformaciones<br />

sufridas en 10s hechos por el sistema del centra- '<br />

lismo democrkico invitan a cautelar cuidadosamente<br />

la voluntad colectiva, comenzando desde la base. Como<br />

la mb alta y calificada instancia reglamentaria, corresponderi<br />

al congreso general hacer el balance del<br />

desempefio de las autoridades nacionales, disefiar la linea<br />

politica y elegir a 10s nuevos dirigentes. Dada la<br />

jerarquia y la importancia del congreso, su sola convocatoria<br />

deberia abrir un periodo de libre debate en torno<br />

a su agenda, per0 una vez adoptadas las resoluciones<br />

pertinentes nadie deberia excusarse de cumplir con sus<br />

acuerdos. Una disciplina firme en la actuaci6n pliblica<br />

de sus militantes es condici6n bisica para darle autoridad<br />

y fuerza al mensaje del partido y para que kste cumpla<br />

su rol de guia.<br />

Pluralismo y<br />

confrontacion libre<br />

Buscando modalidades organizativas para reformar<br />

la democracia interna, el PS Arrate introdujo diversas<br />

innovaciones que, a nuestro juicio, lejos de cumplir ese<br />

objetivo influyen negativamente, sobre todo porque<br />

tienden a personalizar el debate politico y a fomentar<br />

la inclinaci6n de las tendencias a cristalizar en fracciones<br />

permaneIpes.<br />

Con relaci6n a la eleccibn directa del comitk central<br />

por la base, bastaria sefialar la notoria e injusta ventaja<br />

electoral de aquellos candidatos que estin en<br />

condiciones de recorrer el territorio o disponen ya de<br />

una situaci6n de mando en la direcci6n nacional, obstruyendo<br />

asi la natural promoci6n de nuevos valores,<br />

particularmente de aquellos formados en las provincias.<br />

En esta materia mucho mb funcional y fluido es el sistema<br />

tradicional de sucesivos congresos, seccionales, regionales<br />

y general. Si ademb, con el nuevo sistema, se<br />

realiza la elecci6n en visperas del congreso general, no<br />

s610 se despoja a este de una de sus facultades elementales;<br />

tambikn se le priva de sus atribuciones de control<br />

y fiscalizaci6n de lo operado en el periodo<br />

precedente: el anterior comitk central ya ha terminado<br />

su mandato 7 el nuevo recikn ha comenzado a ejercer<br />

el suyo. Sera ademis, inevitable colocar a la cabeza<br />

de las listas de candidatos a la direcci6n nacional a aque-<br />

110s compafieros de mayor popularidad y prestigio, con<br />

lo cual se disefia ya una constelaci6n de nhcleos fraccionales.<br />

El rest0 lo hari la mecinica de la<br />

disputa electoral: cada grupo se esforzari por diferenciarse<br />

de 10s otros asignindose una singular identidad.<br />

Es comprensible que la unificacibn del socialismo<br />

deba pasar por una etapa de fusi6n imperfecta, de corrientes<br />

mis o menos infsrmales, herederas de las an-

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