226 REVISTA NACIONAL invisibles y eternas. Llegó un momento en que la lucha se tornó encarnizada y recia, en que la carne flagelada mezclaba sus gritos con las voces fastuosas <strong>del</strong> mundo, en que el acento lejano per9 henchido de pompa de los hombres prometía bálsamos para las úlceras y una corona de honras para la Íl'ente altiva. Hasta que en el punto másalto de la crisis, el testigo y juez de nuestra vida, aquél que da y quita para que podamos acreditar COn pruebas suficientes, y sin frenos, la grandeza salvadora que nos infundió, dejó caer estas palabras en el corazón tan cansado como encendido <strong>del</strong> guerrero: Breve es la gloria que se da y se recibe de los hombres. La gloria <strong>del</strong> mundo va siempre acompañada de tristeza. La gloria de los buenos está en sus conciendas, y no en la boca de los hombres. La alegría. de los justos es de Dios y en Dios, y su gozo es la verdad. No eres más santo porque te alaben, ni más vil porque te desprecien. Lo que eres, eso eres: y por más que te estimen los hombres no puedes ser, ante Dios, más grande de lo que eres. Si miras lo que eres dentro de ti, no tendrás cuidado de lo que de ti hablen los hombres. El hombre ve lo de fuera, mas Dios el corazón. No confíes ni estribes sobre la caiía vacía, porque toda carne es heno, y toda su gloria: caerá como flor de heno. Durante largos días, la nave siguió avanzando hacia el norte, bajo ciclos límpidos o borrascosos y sobre verdes ontIas mansas o embra:vecidas, y siempre hacia el norte, por las grandes rutas <strong>del</strong> mar. Puerto de recalada era Cádiz, aquél <strong>del</strong> cual partiera dos años antes, con gualdrapazos de todo el velalIlen en árholes y jarcias, la inmensa flota guerrera con eeballos por capitán general. j Cuánta mudanza en tan breve término de tiempo! Cuántos sueños reducido a pavesa! Cuánto triunfo frustrado! Cuánto íntiplo dolor! Pero el primer virrey hahía logrado ahuyentar de su espíritu el falso miraje de los retoruos, el dejo amargo de los sueños irrealizados, el sedimento de los triunfos desvanecidos, y había trocado el dolor en contento espiritual. Todo lo que en su vida fué fruto de trabajos y desvelos, retoños de alegría, engendros de desazón, lucha, quebranto, ventura, destrucción y muerte, era ahora un montón de cosas bien despreciahles, como esas que el viajero, inclinado en la borda, arroja desaprensivamente a las fuerzas renovadas <strong>del</strong> mar. Se sentía dueño de sí mismo, liln'e, sin ataduras con la estimación efímera de los demás mortales. Puesto en las manos de Dios, en pocos días alcanzó a conocer el camino que conduce a la' gran verdad y a la gran felicidad. Ayer, se había inclinado con mirada torva ante el tormento de sus llagas, y hoy se inclinaha con mirada huena ante su espíritu libérrimo. Ayer, era el recipiente en que golpeaban las pasiones. Hoy, era el crisol en que esas mismas pasiones, amalgamadas y fundidas como metales, mostraban los quilates de oro puro de la virtud. Ayer, era el turhión. Hoy, la bonanza. Ayer, era la soberbia. Hoy, la humildad.
REVISTA NACIONAL Ayer, era la tierra con 'el drama de la humanidad densa y sucia. Hoy, era el cielo con el resplandor <strong>del</strong> Señor. y con ese resplandor en el alma, el primer virrey <strong>del</strong> Río de la plata sonrió a las aguas quietas <strong>del</strong> puerto de Cádiz, y se horró, sin ruido, en la hlanca ciudad. Acomodo después el cuerpo enfermo en un rincón de la galera y, por el camino que en la época serpen.teaha a 10 largo de la meseta andaluza, entró a Córdoha cua_ndo los siete faroles de la silenciosa plaza de Cristo, sostenidos en retorcidas lanzas de hierro, iluminahan dulcemente la imagen de piedra <strong>del</strong> Redentor. Llegó transido de dol