ago. 1945 - Publicaciones Periódicas del Uruguay
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REVISTA NACIONAL<br />
167<br />
La impopularidad,-he ahí, señores, la piedra de toque <strong>del</strong> valor<br />
~ívico; por que ya se comprende que. aúil para la_/!.. almas mejor temo<br />
pIadas y los caracteres mas independientes, no es la misma cosa di·<br />
vorciarse de un gobierno o romper con un grupo, pequeño o gran·<br />
de, de hombres, que divorciarse de todo un pueblo; y lo es tanto<br />
menos, cuanto que la excomunión popular suele extenderse hasta la<br />
interdicción <strong>del</strong> agua -y el fuego. .. Es así como se venga la opinión<br />
pública de aquello que no logra avasallar.<br />
Pocos son los que se dobleglln y sucumben a los primeros em·<br />
bates <strong>del</strong> huracán, y contados los que por solo el .amor <strong>del</strong> bien y<br />
de su país, posponen las buenas gracias de la multitud a la aprobación<br />
de la propia conciencia, decidiéndose a beber la cicuta, y en<br />
último caso diciéndose a sí mismos: He cumplido con mi deber y basta.<br />
Pero el que esto hace, el que resiste' a la prueba, ese queda ya<br />
definitivamente encorazado contra todos los peligros, presentes o<br />
futuros, y todo,s a una, así los que le quieran como los que nó, todos<br />
dirían de él: He ahí zt¡.>z. hombre de carácter. Ahora bien, señores, te·<br />
ner así, a falta <strong>del</strong> favor de los muchos, el respeto de todos ¿no os<br />
parece ya Un principio de compensación?<br />
Para ser hombre de carácter, mucho es ya quererlo; pero no 01·<br />
videmos que en esto como en todo, la materia prima la pone _~ na·<br />
turaleza. Antes, pues, de lanzarnos a la carrera, la prudencia exige que<br />
nos interroguemos a nosotros mismos .y calculemos hien nuestras pro·<br />
pias fuerzas, porque es con ellas que hemos de hacer la jornada, y no<br />
con las <strong>del</strong> vecino. Un valor cívico de parada, una energía de carácter<br />
que sucumhiese a la primera prueba, sería, en verdad, la cosa más' ridícula<br />
<strong>del</strong> mundo, y hien se ha hecho en bautizar semejante valor con<br />
el nomIne de quijotismo político. Lo que importa es no parecer enérgico,<br />
sino serlo, y agregaré, que el que no lo sea, por lo menos en un<br />
cierto grado, bien hará en renunciar a la vida pública.<br />
- Epocas hay, sin duda, en que la fatalidad <strong>del</strong> destino, la fuerza<br />
de los acontecimientos, más poderosos siempre que la voluntad <strong>del</strong><br />
hombre, por fuerte que ésta sea, o la comun inercia de los' espíritus,<br />
le imponen al valor cívico unrol púramente pasivo; pero no hay nin·<br />
guna tan desgraciada, ni hay tampoco con.sideración alguna de lugar,<br />
de tiempo o de circunstancias que baste, no digo ya a justificar, pero<br />
ni a excusar siquiera las apostasías o la participación con el mal.<br />
Cómplices de los crímenes que mancharon. la gran revolución fran·<br />
cesa fueron los miserables que se asociaron a sus perpetradores o ins·<br />
tigadores, y cómplices de los Napoleon IIl, los que ayudaron al infame<br />
parricida a asesinar a la república, a hacer de su cadáver un escabel<br />
para eleva.rse al trono, a sustentar su ominoso Impel'io y a humillar a<br />
la Francia.<br />
Aquéllos que, olvidando la saludable máxima de Ludlon, concurrena<br />
lo malo en la esperanza, dicen ellos, de que su concurso pueda<br />
producir algunos bienes o evitar muchos males (pequeños monstruos<br />
de vanidad u orgullo, y de ignorancia también, si creen lo que dicen,