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abr.-jun. 1968 - Publicaciones Periódicas del Uruguay

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y ¿debido a qué fuimos capaces de echar<br />

a un lado todo lo que hasta entonces había<br />

sido el don más preciado de nuestra colectividad?<br />

Y ¿a dónde vamos ahora huérfanos<br />

de esas virtudes que siempre nos distinguieron?<br />

Alguna remota esperanza debe<br />

quedar en nosotros cuando estamos aquí<br />

presentes. Algo debe haber sobrevivido a<br />

la calástroÍe cuando aún confiamos no en<br />

el regreso a un tiempo feliz como el de antes<br />

sino al menos a un presente de dignidad<br />

donde la pal<strong>abr</strong>a Justicia exista enüe nosotros<br />

con el término verdadero con que debe<br />

existir. Porque después de todo, Doctor,<br />

quienes nacimos en aquel tiempo que '::Ihora<br />

llamamos feliz, también sabemos cuán precario<br />

y falso era aquel tiempo de la calma,<br />

cuánta falsa Justicia se escondía en su aparente<br />

tranquilidad.<br />

Se dará cuenta, entonces, de lo que su<br />

presencia aquí significa para todos quienes<br />

ansiamos un cambio de perspectiva en<br />

nuestras vidas; ya que estábamos en un<br />

punto en que la esperanza comenzaba a<br />

ser desesperanza, en un punto en que parecía<br />

que otra vez comenzaba el círculo<br />

vicioso de etapas anteriores, en un punto<br />

en que las pal<strong>abr</strong>as que creíamos nuevas<br />

comienzan a parecernos antiguas, de tanto<br />

agotarlas en una espera que parece no va<br />

a tener eco alguno. De algún modo, pues,<br />

comenzamos, estimado Doctor, a sentir de<br />

nuevo ese fa'lalismo que de modo irremediable<br />

parece atar nuestras vidas a los linderos<br />

de esíe pueblo y a mirar con un puco<br />

de tristeza la lejanía geográfica como la<br />

fror.tera de esa Justicia y esa Libertad en<br />

la cual tanto soñamos. Porque va naciendo<br />

en noso'lros, como nunca, un sentimiento<br />

profundo de desesperanza. ¿Cómo dirigirnos,<br />

entonces, a usted con las pal<strong>abr</strong>as de otrora?<br />

¿Es que podemos de modo total entregarnos<br />

a una esperanza cuando ésta ha sido<br />

tantas veces pisoteada? Si pensamos en<br />

cierto modo en algo que pueda tener nomo<br />

bre es porque imaginamos que desde ahora<br />

va a ser nuestro contacto con el mundo. Es<br />

decir, sólo una persona como usted puede<br />

ser el portavoz de es';'e pueblo; allá donde<br />

están o se supone que están las soluciones,<br />

el remedio, a los males que parece van<br />

siendo algo natural en nuestro modo de<br />

vida. En todo caso, Doctor, lo que está<br />

viendo, lo que verá en los días de esta<br />

visita, es, sin duda, alguna mucho más elocuente<br />

que estas pal<strong>abr</strong>as mal hilvanadas.<br />

Necesitamos en todo caso regresar a la certeza<br />

de que somos seres humanos, de que<br />

8n algún lugar <strong>del</strong> mundo se escucha nuestra<br />

voz. Que en la medida de lo posible<br />

haga usted cierta esa petición es todo lo<br />

que le pedimos. Los aquí presentes, la gente<br />

toda de este pueblo que lo admira, estoy<br />

seguro, s<strong>abr</strong>án agradecérselo. Muchas gracias<br />

de antemano.<br />

He dicho.<br />

No, eso desapareció, no ve que era un<br />

sitio que se notaba mucho, ya en el 48<br />

mismo se lo habían bajado: con la dinamita<br />

se hace todo. Y con el temple'le se<br />

fue la retreta. A nadie se le iba ocurrir<br />

salir con su instrumento ahí a media plaza,<br />

a medio pueblo como quien dice, en pleno<br />

domingo, con harto sinvergüenza disparando.<br />

Y es así con hechos sin sentido como<br />

empezó la cosa porque si el templete aquel<br />

estaba pintado de cierto color ¿qué color<br />

iba a tener la música de la retreta? Ya<br />

después lo único que se oía era la retreta<br />

de las balas. Y casi siempre sin ser domingo.<br />

Yeso: música sí que se la dedicaban<br />

a cualquier cristiano: cuando alguien<br />

menos lo esperaba, ahí estaban en la puer·<br />

ta de su casa, a medianoche, y mejor será<br />

no entrar en detalles <strong>del</strong> modo cómo terminaba<br />

aquello. Con decirle que si la gente<br />

de este pueblo era de la que se recogía<br />

temprano, cuando empezó el tiroteo ese, el<br />

revuelo rabioso de los que ahora estaban<br />

arriba, entonces sí que hubo que recogerse<br />

pronto. Antes de la oración, incluso, todavía<br />

con la luz de día sobre los tejados. Pero en<br />

fin de cuentas ¿de qué valía eso? ¿Para qué<br />

se trancaban las puertas y ventanas? Daba<br />

igual; cristiano al que le ponían el ojo encima<br />

ya no se lo quitaban. Bien sabía uno<br />

de antemano a quién había que comenzar<br />

a rezarle su responso, a oírle de algún modo<br />

su misita. Y esas sementeras se fueron<br />

quedando solas y los caminos también y<br />

como que todo cogió un olor

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