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presentación de la obra póstuma de antonio millán-puelles

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PRESENTACIÓN DE LA OBRA PÓSTUMA<br />

DE ANTONIO MILLÁN-PUELLES<br />

“LA INMORTALIDAD DEL ALMA HUMANA”<br />

Presentación <strong>de</strong>l libro póstumo <strong>de</strong> A. Millán-Puelles el 21 <strong>de</strong> abril <strong>de</strong> 2008.


Pa<strong>la</strong>bras <strong>de</strong>l Excelentísimo<br />

Sr. D. Sabino Fernán<strong>de</strong>z Campo<br />

Una vez más esta Real Aca<strong>de</strong>mia tiene el honor <strong>de</strong> que en su se<strong>de</strong> se presente<br />

un libro importante. En este caso es el <strong>de</strong> don Antonio Millán-Puelles, nuestro<br />

tristemente <strong>de</strong>saparecido compañero y maestro, titu<strong>la</strong>do La inmortalidad <strong>de</strong>l<br />

alma humana. Un tema trascen<strong>de</strong>ntal que constituye motivo <strong>de</strong> esperanza y <strong>de</strong><br />

consuelo sobre todo cuando, como en mi caso, se han cumplido los 90 años y<br />

adquieren una importancia inusitada e inquietante esas reflexiones que se centran<br />

sobre un momento ya próximo y que encierran un misterio <strong>de</strong>cisivo.<br />

Recuerdo que su poema <strong>de</strong> La Bestia y el Ángel, hace años José María<br />

Pemán <strong>de</strong>cía en uno <strong>de</strong> sus versos “Qué sabemos nosotros <strong>de</strong>l peso <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cosas que<br />

Dios mi<strong>de</strong> en sus altas ba<strong>la</strong>nzas <strong>de</strong> cristal”. Y es cierto que aún con <strong>la</strong> mayor confianza<br />

en <strong>la</strong> misericordia divina, <strong>la</strong>s dudas en cuanto al rigor <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>de</strong>cisiva justicia<br />

no <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> atormentarnos.<br />

Rabindranath Tagore, en uno <strong>de</strong> sus pensamientos que él l<strong>la</strong>ma “pájaros<br />

perdidos”, preten<strong>de</strong> <strong>de</strong>sdramatizar y proporcionar naturalidad al paso al más allá,<br />

cuando dice: “La muerte es <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida como el nacer. Andar es tanto levantar el pié<br />

como volverlo a posar sobre <strong>la</strong> tierra”. Pero por confiado que se sea, no pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>jar<br />

<strong>de</strong> preocuparnos ese volver a posar el pié sobre <strong>la</strong> tierra.<br />

Antonio Millán-Puelles, al que tanto admiré y respeté tanto, permanece en<br />

mi memoria con el recuerdo imborrable <strong>de</strong> su presencia en esta Real Aca<strong>de</strong>mia,<br />

don<strong>de</strong> nos daba muestras constantes <strong>de</strong> su experiencia y <strong>de</strong> sus conocimientos.<br />

Sus profundas y elocuentes intervenciones <strong>de</strong>stacaban su extraordinaria<br />

personalidad, así como el contenido <strong>de</strong> sus <strong>obra</strong>s.<br />

1111


Al cumplirse en estas fechas el tercer aniversario <strong>de</strong> su muerte, en este<br />

acto en que proce<strong>de</strong>mos a <strong>la</strong> <strong>presentación</strong> <strong>de</strong> su último libro, se presenta también<br />

aquí <strong>la</strong> Asociación <strong>de</strong> amigos <strong>de</strong> Millán Puelles, que se ha creado recientemente<br />

para <strong>la</strong> difusión <strong>de</strong> sus escritos.<br />

A continuación van a intervenir José Antonio Ibáñez Martín, José María<br />

Barrio y Alejandro L<strong>la</strong>no, y yo me comp<strong>la</strong>zco en ce<strong>de</strong>r <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra al primero <strong>de</strong><br />

éllos.<br />

Muchas gracias a todos.<br />

1112


Pa<strong>la</strong>bras <strong>de</strong>l Dr. D. José Antonio Ibáñez-Martín<br />

Cuando hace tres meses un grupo <strong>de</strong> amigos <strong>de</strong>cidimos promover un acto<br />

<strong>de</strong> <strong>presentación</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>obra</strong> <strong>póstuma</strong> <strong>de</strong> Antonio Millán-Puelles sobre <strong>la</strong> inmortalidad<br />

<strong>de</strong>l alma humana, alguno sugirió <strong>la</strong> posibilidad <strong>de</strong> realizarlo en esta Real Aca<strong>de</strong>mia,<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> que Millán fue miembro por más <strong>de</strong> cuarenta años, sugerencia que a<br />

todos nos pareció muy oportuna.<br />

Hoy tenemos <strong>la</strong> alegría <strong>de</strong> ver cumplidos nuestros <strong>de</strong>seos, gracias a <strong>la</strong> buena<br />

acogida que aquí encontró nuestra propuesta, sin duda facilitada por <strong>la</strong> positiva<br />

<strong>presentación</strong> que <strong>de</strong> el<strong>la</strong> hizo el Presi<strong>de</strong>nte, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primer momento nos ofreció<br />

su apoyo incondicional. Ruego, así, Sr. Presi<strong>de</strong>nte, haga presente a todos los<br />

Académicos nuestro agra<strong>de</strong>cimiento más sincero.<br />

Mis pa<strong>la</strong>bras serán breves pues somos varios los que vamos a intervenir y<br />

todo acto tiene una necesaria limitación temporal.<br />

Pretendo en esta intervención abordar dos temas.<br />

El primero es participar con uste<strong>de</strong>s algunos recuerdos <strong>de</strong> mi maestro,<br />

Antonio Millán-Puelles. Comencemos recordando cómo Don Quijote, tras el penoso<br />

inci<strong>de</strong>nte con el Caballero <strong>de</strong> <strong>la</strong> B<strong>la</strong>nca Luna, le dice a Sancho: “No hay fortuna<br />

en el mundo, ni <strong>la</strong>s cosas que en él suce<strong>de</strong>n, buenas o ma<strong>la</strong>s, vienen acaso, sino<br />

por particu<strong>la</strong>r provi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> los cielos, y <strong>de</strong> aquí viene lo que suele <strong>de</strong>cirse: que<br />

cada uno es artífice <strong>de</strong> su ventura” 1 .<br />

2<br />

Cervantes, M. <strong>de</strong>, El Quijote <strong>de</strong> <strong>la</strong> Mancha, Rialp, segunda parte, cap. LXVI.<br />

1113


Antonio también fue artífice <strong>de</strong> su ventura. Dios le había dotado <strong>de</strong> una<br />

po<strong>de</strong>rosa inteligencia con una finísima capacidad <strong>de</strong> análisis. Pero él era consciente<br />

<strong>de</strong> que le génie c’est une longue patience y así trabajó sin <strong>de</strong>scanso <strong>de</strong>s<strong>de</strong> muy<br />

joven, por lo que enseguida alcanzó altos reconocimientos sociales, como ser nombrado<br />

Académico <strong>de</strong> esta casa antes <strong>de</strong> tener cuarenta años.<br />

Ese temprano reconocimiento fue <strong>la</strong> causa <strong>de</strong> una anécdota que me ocurrió.<br />

Hacía poco que yo había comenzado mi trabajo en <strong>la</strong> Universidad cuando<br />

Antonio cumplió 50 años. Como él era el Catedrático <strong>de</strong> <strong>la</strong> asignatura que yo explicaba<br />

me pareció lógico contarlo en <strong>la</strong> c<strong>la</strong>se. Se produjo un embarazoso silencio y<br />

una estudiante preguntó ¿pero el profesor Millán-Puelles no se ha jubi<strong>la</strong>do ya? Reconozco<br />

que no le hizo ninguna gracia cuando se lo dije.<br />

La verda<strong>de</strong>ra jubi<strong>la</strong>ción terminó llegando, pero antes <strong>de</strong> lo que siempre<br />

había sido tradicional. Un ministro <strong>de</strong> educación, <strong>de</strong> discutida memoria, parece que<br />

consi<strong>de</strong>ró que los catedráticos mayores eran enemigos <strong>de</strong> su partido, y <strong>de</strong>cidió<br />

rebajar a 65 años <strong>la</strong> edad <strong>de</strong> su jubi<strong>la</strong>ción, que hubo <strong>de</strong> retornar a los 70 cuando<br />

sus amigos se hicieron mayores. Tal medida se aplicaba a Millán-Puelles, que pasó<br />

así a ser jubi<strong>la</strong>do cinco años antes <strong>de</strong> lo que preveía. Eso hizo que promoviéramos,<br />

en 1987, un primer homenaje, en Madrid, a Antonio, a los que siguieron otros, por<br />

diversas circunstancias, en 1990, en 2001, y en 2004, aparte <strong>de</strong> los que recibió en<br />

Pamplona o en Liechtenstein o en Chile.<br />

Es evi<strong>de</strong>nte que <strong>la</strong> historia proporciona no pocas sorpresas, y esto es lo<br />

que ocurrió en este caso. En efecto, <strong>la</strong> jubi<strong>la</strong>ción anticipada podía haber sido un<br />

final triste <strong>de</strong> su vida académica. Sin embargo, fue <strong>la</strong> ocasión para que Antonio iniciara<br />

una nueva y fecunda etapa en su vida.<br />

En efecto, <strong>la</strong> Universidad, para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r a sus profesores más valiosos,<br />

inventó <strong>la</strong> figura <strong>de</strong>l Emérito, que podía mantener el sueldo <strong>de</strong>l que se le había <strong>de</strong>sposeído,<br />

con una menor carga docente. Pero yo le hice una propuesta. ¿Qué ventaja<br />

tiene seguir dando c<strong>la</strong>ses cuando tienes tantas cosas que escribir? A lo mejor<br />

encuentras un alumno bril<strong>la</strong>nte, pero ese leerá tus libros. Deja, por tanto, el ofrecimiento<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> Universidad, le dije, y <strong>de</strong>dícate por completo a escribir. Antonio<br />

Millán-Puelles estaba <strong>de</strong> acuerdo en ello y me habló <strong>de</strong> su proyecto, tantos años<br />

acariciado, <strong>de</strong> escribir una <strong>obra</strong> importante sobre el objeto puro, si bien me hizo<br />

notar que su situación económica no le permitía renunciar al sueldo <strong>de</strong> los profesores<br />

eméritos. En ese momento pensé en Zubiri y su patrocinio por el Banco<br />

Urquijo y así inicié unas conversaciones con Luis Valls-Taberner, a quien entonces<br />

trataba con frecuencia, a ver si se le ocurría alguna solución.<br />

Luis no pudo estar más comprensivo y sugirió una fórmu<strong>la</strong>: Antonio recibiría<br />

<strong>la</strong> cantidad que <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> c<strong>obra</strong>r si no era emérito, a través <strong>de</strong> una Fundación,<br />

1114


que percibiría los <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong> autor <strong>de</strong> los libros que publicara a partir <strong>de</strong> entonces.<br />

Nunca le agra<strong>de</strong>ceremos bastante ese gesto que Luis tuvo con Antonio y con<br />

<strong>la</strong> filosofía, gesto que cuento hoy porque los dos han fallecido.<br />

Es indudable que ese trato funcionó muy bien, pues a partir <strong>de</strong> ese<br />

momento escribió media docena <strong>de</strong> libros importantes, y hoy se hace pública <strong>la</strong> primera<br />

parte <strong>de</strong> su última aventura intelectual, que no llegó a concluir. Por otra parte,<br />

he <strong>de</strong> reconocer que en estas aventuras he tenido alguna participación. En efecto,<br />

en 1978 le había oído una conferencia sobre <strong>la</strong> ontología <strong>de</strong>l <strong>de</strong>ber, llena <strong>de</strong><br />

i<strong>de</strong>as interesantes, y así le comenté que, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l objeto puro, pensaba que<br />

podría abordar asuntos más cercanos a un público más numeroso. Escuchó con<br />

atención mi propuesta, y, así, cuando publicó La libre afirmación <strong>de</strong> nuestro ser,<br />

me lo <strong>de</strong>dicó, seña<strong>la</strong>ndo el papel que yo había tenido en su gestación.<br />

Junto con estos recuerdos, el segundo tema que pienso estoy obligado a<br />

tratar es ofrecer un testimonio, tras treinta y siete años <strong>de</strong> una estrecha re<strong>la</strong>ción,<br />

acerca <strong>de</strong> su carácter, <strong>de</strong> su persona, <strong>de</strong> su ta<strong>la</strong>nte moral y <strong>de</strong> su estilo intelectual.<br />

Comenzando por el carácter, me atrevería a <strong>de</strong>cir que se i<strong>de</strong>ntificaba por<br />

tres elementos. El primero era su sentido <strong>de</strong>l humor. Antonio cultivaba el arte <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

fina ironía, e, incluso cuando le salía, como buen andaluz, <strong>la</strong> veta anarquista, pronto<br />

sabía reírse <strong>de</strong> el<strong>la</strong>. El segundo era su admirable conocimiento y uso <strong>de</strong> <strong>la</strong> lengua<br />

españo<strong>la</strong>. Des<strong>de</strong> muy joven se había habituado —en no pocas ocasiones junto<br />

con Leopoldo Eulogio Pa<strong>la</strong>cios— a esforzarse por conocer el exacto significado<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras, lo que se tradujo, con el paso <strong>de</strong>l tiempo, en que alcanzó una rara<br />

síntesis entre <strong>la</strong> profundidad <strong>de</strong> los conceptos —siempre huyó <strong>de</strong> <strong>la</strong> banalización<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> filosofía—, el purismo idiomático y <strong>la</strong> c<strong>la</strong>ridad en <strong>la</strong> exposición. C<strong>la</strong>ridad que<br />

tenía como nota distintiva que sus escritos no sólo eran ajenos a todo oscurantismo,<br />

sino que exponía exactamente lo que <strong>de</strong>seaba <strong>de</strong>cir, sabiendo evitar cualquier<br />

interpretación equivocada <strong>de</strong> su pensamiento, aunque para ello pareciera que estaba<br />

cortando un pelo en el aire. El tercero era su fuste aristocrático en <strong>la</strong> manera <strong>de</strong><br />

comportarse, <strong>de</strong> vivir, <strong>de</strong> re<strong>la</strong>cionarse con los <strong>de</strong>más. Tiene razón Cervantes cuando<br />

nos recuerda, a través <strong>de</strong> Dorotea, que <strong>la</strong> verda<strong>de</strong>ra nobleza consiste en <strong>la</strong> virtud,<br />

nobleza que caracterizó a Millán, quien siempre se comportó como un caballero<br />

cabal. Pero, en ocasiones, incluso hombres virtuosos, tienen una cierta dosis<br />

<strong>de</strong> vulgaridad e incluso <strong>de</strong> ordinariez en su forma <strong>de</strong> actuar. Nunca incurrió Millán<br />

en este tipo <strong>de</strong> comportamiento.<br />

En lo referente a su ta<strong>la</strong>nte moral, hay que comenzar seña<strong>la</strong>ndo que estaba,<br />

sin duda, presidido por <strong>la</strong> rectitud, a <strong>la</strong> que sumaba una profunda religiosidad,<br />

ajena a toda alharaca. En mis conversaciones <strong>de</strong> los últimos meses con él, se me<br />

vinieron a <strong>la</strong> cabeza, por lo que me <strong>de</strong>cía, los versos <strong>de</strong> <strong>la</strong> Cop<strong>la</strong> XXXVIII, cuando<br />

Jorge Manrique dice: “que mi voluntad está/conforme con <strong>la</strong> divina/para todo;/e<br />

1115


consiento en mi morir/con voluntad p<strong>la</strong>centera,/c<strong>la</strong>ra e pura,/que querer hombre<br />

vivir/cuando Dios quiere que muera,/es locura”. Junto a ello, yo seña<strong>la</strong>ría dos<br />

características importantes. La primera era su mo<strong>de</strong>stia. Antonio no cayó en el error<br />

en el que han incurrido inteligencias señeras, que nunca han querido reconocer<br />

que <strong>de</strong>bían algo a alguien y que jamás son capaces <strong>de</strong> <strong>de</strong>scubrir méritos en los<br />

<strong>de</strong>más. A él le gustaba recordar <strong>la</strong> influencia que había recibido <strong>de</strong> su padre, médico,<br />

cuya preocupación científica le había llevado a realizar diversas publicaciones<br />

sobre biología humana, algunas publicadas en idiomas no españoles. Más aun,<br />

Antonio era tan generoso que no sólo reconocía <strong>la</strong> valía <strong>de</strong> sus mayores o <strong>de</strong> sus<br />

coetáneos, sino, incluso, <strong>la</strong> <strong>de</strong> filósofos más jóvenes que él, que no dudaban en<br />

calificarse como discípulos suyos. Tampoco Antonio se afanó en <strong>la</strong> búsqueda <strong>de</strong> los<br />

oropeles <strong>de</strong> <strong>la</strong> continua presencia en los escenarios vistosos <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida social. Recibió<br />

numerosas distinciones, como he dicho, pero ni <strong>la</strong>s buscó ni, mucho menos, se<br />

afanó por estar en el centro <strong>de</strong> <strong>la</strong> atención <strong>de</strong>l público, ni por buscar activida<strong>de</strong>s<br />

en <strong>la</strong>s que fuera ap<strong>la</strong>udido por <strong>la</strong> gente guapa. La segunda característica es su amor<br />

a <strong>la</strong> verdad. Hoy están <strong>de</strong> moda <strong>la</strong>s personas que Millán calificaba <strong>de</strong> “activistas<br />

intelectuales” 2 que proc<strong>la</strong>man <strong>la</strong> necesidad <strong>de</strong> estar siempre en una continua búsqueda<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> verdad. De algún modo, podríamos <strong>de</strong>cir que Millán fue el prototipo<br />

<strong>de</strong> esa actitud, pues, como ya hemos seña<strong>la</strong>do, <strong>la</strong> mayoría <strong>de</strong> sus <strong>obra</strong>s principales<br />

<strong>la</strong>s escribió cuando ya estaba jubi<strong>la</strong>do, e incluso pocos días antes <strong>de</strong> su muerte no<br />

tenía reparo alguno en mostrar su <strong>de</strong>cisión por buscar <strong>la</strong> verdad, entrando en una<br />

conversación intelectual: recuerdo que le conté que acababa <strong>de</strong> dar una conferencia<br />

sobre <strong>la</strong> tolerancia e inmediatamente pretendió comenzar un análisis <strong>de</strong> su concepto<br />

y límites, hasta que le dije que había acudido a estar con él y no a tener un<br />

Seminario. Pero, a <strong>la</strong> vez, Millán pensaba que si buscamos <strong>la</strong> verdad es porque<br />

tenemos capacidad <strong>de</strong> conocer<strong>la</strong>, y por ello <strong>de</strong>bíamos amar, reposar y comprometernos<br />

en <strong>la</strong>s verda<strong>de</strong>s hal<strong>la</strong>das: quien <strong>de</strong>sprecia esa actitud es muy probable que<br />

su interés por <strong>la</strong> verdad sea una pose, pues, en el fondo, probablemente no cree<br />

que quepa alcanzar verdad alguna.<br />

Abor<strong>de</strong>mos, por último, su estilo intelectual, en el que, igualmente, <strong>de</strong>searía<br />

subrayar tres dimensiones. La primera se refiere a su formación. Advertían los<br />

autores antiguos que había que temer a los hombres <strong>de</strong> un solo libro. Ese no era<br />

el caso <strong>de</strong> Millán-Puelles. Sus años <strong>de</strong> estudio habían sido muchos y en ellos —<br />

gracias, también a su manejo <strong>de</strong> todos los idiomas cultos, antiguos y contemporáneos,<br />

así como su apertura a <strong>la</strong> totalidad <strong>de</strong> los problemas humanos— se familiarizó<br />

con <strong>la</strong>s mejores fuentes <strong>de</strong>l pensamiento filosófico, acudiendo <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

fenomenología a Aristóteles o <strong>de</strong> Marx a Tomás <strong>de</strong> Aquino. Es frecuente, especialmente<br />

en Estados Unidos, que los autores se sientan como obligados a citar siempre<br />

<strong>obra</strong>s recientes y a analizar los asuntos que se ponen <strong>de</strong> moda. Hay que reco-<br />

2<br />

Millán-Puelles, A., El interés por <strong>la</strong> verdad, Rialp, Madrid 1997, p. 134.<br />

1116


nocer que Antonio nunca siguió esta política, lo que le granjeó algún enemigo. Lo<br />

que estudiaba eran los problemas filosóficos más importantes —aunque no estuvieran<br />

<strong>de</strong> moda 3 — y <strong>la</strong>s personas con <strong>la</strong>s que dialogaba en sus escritos, siguiendo<br />

el consejo <strong>de</strong> Quevedo en su famoso soneto Des<strong>de</strong> <strong>la</strong> torre, eran <strong>la</strong>s que realmente<br />

habían realizado alguna aportación importante en ese ámbito. La segunda<br />

dimensión era su rotunda afirmación <strong>de</strong> <strong>la</strong> dignidad <strong>de</strong>l ser humano. Sin duda que<br />

esa afirmación se traducía en <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r que “<strong>la</strong> verda<strong>de</strong>ra superioridad no ha consistido<br />

nunca en <strong>de</strong>spreciar a nadie” 4 . Pero el asunto tiene mayor hondura. En efecto,<br />

el concepto <strong>de</strong> dignidad es fácil que entre en crisis tanto por su hipervaloración<br />

como por su <strong>de</strong>valuación. Se hipervalora cuando se <strong>de</strong>fien<strong>de</strong> una ilimitada<br />

libertad o una irrestricta autonomía, que <strong>de</strong>jan a un <strong>la</strong>do cualquier reflexión sobre<br />

<strong>la</strong> mejor forma <strong>de</strong> ser hombre, usando <strong>la</strong> terminología <strong>de</strong> Ortega, y que convierten<br />

a cualquier actividad educativa en una especie <strong>de</strong> violencia simbólica, <strong>de</strong>scrita<br />

como imposición <strong>de</strong> los criterios e intereses <strong>de</strong> los grupos dominantes. Se <strong>de</strong>valúa,<br />

a su vez, <strong>la</strong> dignidad cuando, <strong>de</strong> hecho, no se reconoce al ser humano como<br />

alguien capaz <strong>de</strong> ser principio <strong>de</strong> sus propias acciones, <strong>de</strong> unas acciones a <strong>la</strong>s que<br />

se sabe urgido por <strong>la</strong> fuerza <strong>de</strong>l razonamiento que <strong>de</strong>scubre lo que le plenifica,<br />

aunque, igualmente sea consciente <strong>de</strong> que su voluntad no siempre es fuerte y, en<br />

ocasiones, es ma<strong>la</strong>, por lo que se sabe también capaz <strong>de</strong> hacer lo que no <strong>de</strong>be.<br />

En este sentido son muy expresivas unas antiguas pa<strong>la</strong>bras suyas, en <strong>la</strong>s que,<br />

subrayando <strong>la</strong> connotación <strong>de</strong> libertad que <strong>la</strong> formación humana lleva inscrita en<br />

su propio carácter específico, advierte que ello “no significa, empero, <strong>la</strong> exclusión<br />

<strong>de</strong> toda norma ética ni <strong>la</strong> negación <strong>de</strong> todo auxilio por parte <strong>de</strong> nuestro prójimo.<br />

No pue<strong>de</strong> discutirse que <strong>la</strong> formación es, en <strong>de</strong>finitiva, asunto <strong>de</strong> cada cual (...)<br />

Pero una tal autoformación es, en primer lugar, materia ampliamente regu<strong>la</strong>ble por<br />

los preceptos morales (...), susceptibles <strong>de</strong> libre aceptación. Y, en segundo lugar,<br />

esa autoformación tampoco es incompatible con el auxilio <strong>de</strong> otras personas, en<br />

<strong>la</strong> medida en que éste sea libremente aceptado” 5 .<br />

La tercera dimensión más significativa <strong>de</strong> su estilo intelectual es algo<br />

compleja, pero pienso que se pue<strong>de</strong> sintetizar diciendo que su modo <strong>de</strong> enfocar<br />

el quehacer filosófico se caracterizaba por <strong>de</strong>sear entrar en los problemas verda<strong>de</strong>ramente<br />

humanos, con <strong>la</strong> preocupación <strong>de</strong> encontrar soluciones sólidamente<br />

apoyadas en el razonamiento. Esto significa varias cosas. La primera es que Millán<br />

escribió miles <strong>de</strong> páginas evitando siempre reducirse a análisis meramente eruditos<br />

—el tipo <strong>de</strong> criado en Lope <strong>de</strong> Vega, tema que cita Pedro Salinas como ejemplo<br />

<strong>de</strong> un falso estudio humanístico— o simplemente formales. La segunda, es<br />

que su estupendo uso <strong>de</strong>l lenguaje nunca lo empleó para distraer al lector con<br />

3<br />

Millán consi<strong>de</strong>raba que una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s notas <strong>de</strong>l estilo universitario era “no <strong>de</strong>jarse arrastrar por los «imperativos<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> moda»” (Universidad y sociedad, Rialp, Madrid 1996, p. 37)<br />

4<br />

Millán-Puelles, A., “Individuo. Sociedad. Estado”, en Sobre el hombre y <strong>la</strong> sociedad, Rialp, Madrid 1976, p. 216.<br />

5<br />

Voz “Formación”, Diccionario <strong>de</strong> Pedagogía Labor, Barcelona, t. I, p. 431.<br />

1117


una prosa bril<strong>la</strong>nte, pero, en el fondo, vacía: el lector inteligente sabrá poner<br />

nombres a autores que han seguido esta política. La tercera, y básica, es que<br />

Millán <strong>de</strong>seaba proponer <strong>la</strong> verdad con c<strong>la</strong>ridad, pero con una c<strong>la</strong>ridad fundamentada,<br />

cuyo esplendor se encontrara especialmente en su capacidad para mostrar<br />

el nexo entre <strong>la</strong> conclusión y los principios en los que se basaba. No faltan<br />

hoy autores, especialmente los re<strong>la</strong>cionados con <strong>la</strong> cultura italiana, que <strong>de</strong>sean<br />

presentar una renovada visión <strong>de</strong> lo <strong>la</strong>ico como el empeño en distinguir entre lo<br />

que es objeto <strong>de</strong> <strong>de</strong>mostración racional y lo que es objeto <strong>de</strong> fe. Des<strong>de</strong> este punto<br />

<strong>de</strong> vista no dudo en afirmar que Millán era un arquetipo <strong>de</strong> <strong>la</strong>ico. Lo malo es<br />

que tales autores suelen tener un concepto reduccionista <strong>de</strong> lo racional, como si<br />

estuviera limitado a lo que <strong>la</strong> ciencia experimental pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>mostrar, <strong>de</strong> forma que<br />

terminan incluyendo en lo que es objeto <strong>de</strong> fe no sólo a lo sobrenatural sino también<br />

a todo lo que no encaja en los mo<strong>de</strong>stos mol<strong>de</strong>s <strong>de</strong> <strong>la</strong> metodología experimental,<br />

mol<strong>de</strong>s en los que no entra, por ejemplo, bien o valor alguno, que concluyen<br />

así inscribiéndose en el ámbito <strong>de</strong>l gusto y <strong>de</strong>l sentimiento, <strong>de</strong>l que no<br />

cabe hacer un análisis intelectual. Contra ellos, ya hace tiempo Hamlet <strong>de</strong>cía “Hay<br />

más cosas en el cielo y en <strong>la</strong> tierra <strong>de</strong> <strong>la</strong>s que sueña tu filosofía, Horacio”, y son<br />

pa<strong>la</strong>bras que hoy podríamos aplicar a no pocos calificados como intelectuales. La<br />

filosofía que cultivó Millán-Puelles ansió, al igual que <strong>la</strong> socrática, dar pistas a los<br />

seres humanos para facilitarles <strong>la</strong> más profunda interpretación <strong>de</strong> <strong>la</strong> realidad, buscando<br />

que llegara al mayor número <strong>de</strong> personas gracias al esplendor racional <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong>s argumentaciones propuestas. En este sentido, es especialmente interesante<br />

para los educadores un párrafo <strong>de</strong> su libro sobre <strong>la</strong> formación <strong>de</strong> <strong>la</strong> personalidad,<br />

en el que leemos:<br />

“La marcha <strong>de</strong> <strong>la</strong> razón hacia el saber es el tránsito lógico <strong>de</strong>l fundamento<br />

a lo fundamentado, <strong>de</strong> <strong>la</strong>s premisas a <strong>la</strong> conclusión. La génesis <strong>de</strong>l<br />

saber o, en términos subjetivos, <strong>la</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong>s virtu<strong>de</strong>s intelectuales que se<br />

adquieren, no es un simple paso <strong>de</strong> lo conocido a lo <strong>de</strong>sconocido, un<br />

puro añadir verda<strong>de</strong>s a otras que se tenían. La adquisición y el incremento<br />

<strong>de</strong>l saber requieren que <strong>la</strong>s verda<strong>de</strong>s ignoradas pasen a ser no sólo<br />

conocidas, sino también sabidas, es <strong>de</strong>cir, basadas, fundamentadas, en <strong>la</strong>s<br />

que ya se poseen. De lo contrario, no se produce ciencia, pues <strong>la</strong> ciencia<br />

requiere <strong>la</strong> <strong>de</strong>mostración. <strong>la</strong> prueba lógica que hace ostensible el nexo<br />

entre <strong>la</strong> conclusión y sus principios” 6 .<br />

Concluyamos citando <strong>de</strong> nuevo a Cervantes. En efecto, creo, como don<br />

Quijote, “que <strong>de</strong> los <strong>de</strong>sagra<strong>de</strong>cidos está lleno el infierno” 7 , y por ello estoy aquí<br />

intentando pagar <strong>la</strong>s buenas <strong>obra</strong>s que conmigo ha tenido Antonio Millán-Puelles.<br />

6<br />

Millán-Puelles, A., La formación <strong>de</strong> <strong>la</strong> personalidad humana, Rialp, Madrid 1963, p. 137<br />

7<br />

Cervantes, M. <strong>de</strong>, El Quijote, Segunda parte, cap. LVIII.<br />

1118


Él ha sido un ejemplo para muchos universitarios a lo <strong>la</strong>rgo <strong>de</strong> su vida, y al saltar<br />

a <strong>la</strong> otra oril<strong>la</strong> nos cabe recordar, <strong>de</strong> nuevo, a Jorge Manrique cuando dice:<br />

“Partimos cuando nacemos,<br />

Andamos mientras vivimos,<br />

Y llegamos<br />

Al tiempo que fenecemos;<br />

Así que cuando morimos<br />

Descansamos”<br />

1119


Pa<strong>la</strong>bras <strong>de</strong>l Profesor<br />

Dr. D. José María Barrio Maestre<br />

Antonio Millán-Puelles es una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cabezas más prec<strong>la</strong>ras <strong>de</strong> <strong>la</strong> filosofía<br />

españo<strong>la</strong> y mundial <strong>de</strong>l último siglo. Académico numerario <strong>de</strong> <strong>la</strong> Real <strong>de</strong> Ciencias<br />

Morales y Políticas, Catedrático <strong>de</strong> Metafísica <strong>de</strong> <strong>la</strong> Universidad Complutense, todos<br />

los que hemos tenido <strong>la</strong> suerte <strong>de</strong> recibir <strong>de</strong> viva voz su magisterio sabemos <strong>de</strong> su<br />

buen hacer y humanidad, <strong>de</strong> su estilo a <strong>la</strong> vez bril<strong>la</strong>nte para <strong>la</strong> materia y mo<strong>de</strong>sto<br />

para su propia persona, <strong>de</strong>l alto nivel <strong>de</strong> exigencia que a sí mismo se imponía, por<br />

respeto a <strong>la</strong> filosofía y a los estudiantes que atendía, <strong>de</strong>l cuidadoso empeño en buscar<br />

<strong>la</strong> c<strong>la</strong>ridad y suscitar <strong>la</strong> atención por lo verda<strong>de</strong>ramente interesante, recurriendo<br />

en ocasiones a una fina ironía y a su extraordinario sentido <strong>de</strong>l humor. Sin hacer<br />

nunca concesiones que rebajaran <strong>la</strong> dignidad <strong>de</strong>l trabajo docente y, sobre todo, <strong>la</strong><br />

envergadura <strong>de</strong> los temas que abordaba en c<strong>la</strong>se, era asiduo a ciertos recursos retóricos<br />

como los juegos <strong>de</strong> pa<strong>la</strong>bras, en los que gastaba un ingenio muy notable.<br />

Quienes le tratamos más <strong>de</strong> cerca hemos podido ver en su persona una re<strong>presentación</strong><br />

prec<strong>la</strong>ra <strong>de</strong> <strong>la</strong> filosofía como forma <strong>de</strong> pensar, y también <strong>de</strong> vivir.<br />

Nunca quiso simplificar <strong>la</strong> filosofía. A lo <strong>la</strong>rgo <strong>de</strong> toda su carrera docente,<br />

su esfuerzo no consistía en rebajar<strong>la</strong> para que estuviera al alcance <strong>de</strong> los estudiantes,<br />

sino en habilitarnos para que llegáramos a enten<strong>de</strong>r<strong>la</strong> en toda su profundidad.<br />

Fuera <strong>de</strong> <strong>la</strong> universidad, en conferencias, coloquios, y cuando no se dirigía a un<br />

público especialmente versado en estas cuestiones, los temas filosóficos adquirían<br />

un atractivo e interés capaz <strong>de</strong> entusiasmar a cualquiera, y que difícilmente podía<br />

dar a <strong>la</strong> filosofía quien no se ha esforzado mucho en profundizar en el<strong>la</strong> y ac<strong>la</strong>rar<strong>la</strong>.<br />

La c<strong>la</strong>ve <strong>de</strong> su peculiar estilo docente era <strong>la</strong> perfecta combinación entre c<strong>la</strong>ridad<br />

y profundidad. Sus escritos distan mucho <strong>de</strong> <strong>la</strong> lucubración abstracta y esotérica que<br />

algunos adscriben al trabajo filosófico. Nada más lejano a su estilo, franco y abierto.<br />

Sus tesis son nítidas, su discurso bien ensamb<strong>la</strong>do. Tanto en sus escritos como<br />

1121


en el discurso oral, e incluso en <strong>la</strong> conversación informal sobre cuestiones <strong>de</strong> pensamiento,<br />

el lector, oyente o interlocutor tiene <strong>la</strong> impresión <strong>de</strong> estar ante quien no<br />

tiene nada que ocultar, y mucho menos algo que aparentar.<br />

Su pensamiento y su estilo filosófico es el <strong>de</strong> un realismo no simplista ni<br />

dogmático: abierto siempre al diálogo con <strong>la</strong> tradición viva, al contraste con <strong>la</strong>s eternas<br />

cuestiones <strong>de</strong>l pensamiento occi<strong>de</strong>ntal, y al enriquecimiento con otras posturas<br />

alternativas, sin caer jamás en un sincretismo irenista. Su convicción más neta: <strong>la</strong><br />

riqueza <strong>de</strong> lo real, que se <strong>de</strong>ja enten<strong>de</strong>r y, al mismo tiempo, se sustrae, invitando<br />

siempre a nuevas profundizaciones y ampliaciones <strong>de</strong> <strong>la</strong> investigación. Su actitud<br />

respecto <strong>de</strong> <strong>la</strong>s i<strong>de</strong>as que no compartía era <strong>de</strong> una honestidad extraordinaria, <strong>la</strong> <strong>de</strong>l<br />

noble reconocimiento <strong>de</strong> los puntos que entendía verda<strong>de</strong>ros y <strong>la</strong> <strong>de</strong> poner <strong>de</strong><br />

relieve, siempre con respeto, pero sin <strong>la</strong> menor concesión, lo que le parecía falso.<br />

La estima que profesaba por <strong>de</strong>terminados filósofos en ningún caso le impedía<br />

rebatir —con un rigor argumental impecable y una exquisita elegancia humana—<br />

aquellos p<strong>la</strong>nteamientos con los que discrepaba.<br />

Todos los que le conocieron saben bien <strong>de</strong> su honra<strong>de</strong>z intelectual, y<br />

quienes hemos frecuentado sus lecciones no hemos visto en él una so<strong>la</strong> concesión<br />

a un p<strong>la</strong>nteamiento extraño al interés por <strong>la</strong> verdad. Era patente, a<strong>de</strong>más, que vivía<br />

lo que <strong>de</strong>cía, y que se hacía cargo plenamente <strong>de</strong> todas <strong>la</strong>s consecuencias, tanto<br />

teoréticas como prácticas, <strong>de</strong> los p<strong>la</strong>nteamientos que <strong>de</strong>fendía.<br />

Hab<strong>la</strong>r <strong>de</strong> Millán-Puelles, en fin, es hab<strong>la</strong>r <strong>de</strong> filosofía. Toda su vida se<br />

enmarca en el i<strong>de</strong>al <strong>de</strong>l sabio, el que busca y ama el saber, con <strong>la</strong> conciencia <strong>de</strong><br />

no acabar nunca <strong>de</strong> poseerlo en plenitud. Su personalidad pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>scribirse como<br />

<strong>la</strong> <strong>de</strong> un hombre entregado por entero al trabajo filosófico. Des<strong>de</strong> que <strong>la</strong> lectura <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong>s Logische Untersuchungen, <strong>de</strong> E. Husserl, le arrancara <strong>de</strong> sus estudios <strong>de</strong> Medicina,<br />

que sólo llegó a comenzar, su biografía intelectual es <strong>la</strong> <strong>de</strong> quien ha tenido<br />

como meta permanente <strong>la</strong> búsqueda <strong>de</strong> <strong>la</strong> verdad y el servicio abnegado a el<strong>la</strong>.<br />

Ha <strong>de</strong>dicado un esfuerzo exhaustivo al estudio <strong>de</strong> los clásicos <strong>de</strong>l pensamiento<br />

occi<strong>de</strong>ntal; su dominio <strong>de</strong>l aristotelismo, <strong>de</strong>l tomismo, <strong>de</strong> <strong>la</strong> tradición kantiana<br />

y <strong>de</strong> <strong>la</strong> fenomenológica —cuyos textos leía en <strong>la</strong> lengua original con perfecta<br />

soltura— encuentra difícil parangón entre sus contemporáneos. Pero también ha<br />

<strong>de</strong>dicado muchas horas a leer a los clásicos <strong>de</strong> <strong>la</strong> literatura universal, en especial<br />

los <strong>de</strong>l Siglo <strong>de</strong> Oro español. Su castel<strong>la</strong>no tiene <strong>la</strong> gracia <strong>de</strong> <strong>la</strong> expresión afortunada,<br />

justa, tantas veces paradójica. La consistencia <strong>de</strong> su discurso, <strong>la</strong> envergadura <strong>de</strong><br />

sus p<strong>la</strong>nteamientos y <strong>la</strong> penetrante profundidad <strong>de</strong> sus observaciones componen,<br />

junto con <strong>la</strong> elegancia <strong>de</strong> su expresión, un trabajo filosófica y literariamente cabal.<br />

No son estas pa<strong>la</strong>bras un elogio gratuito, sino un sincero y justísimo homenaje<br />

a quien, a mi enten<strong>de</strong>r, ha encarnado mejor, entre todos los filósofos que he<br />

1122


conocido, los gran<strong>de</strong>s i<strong>de</strong>ales socráticos que dieron lugar al surgimiento <strong>de</strong>l pensamiento<br />

en Occi<strong>de</strong>nte.<br />

* * *<br />

El 22 <strong>de</strong> marzo <strong>de</strong>l 2005 expiraba Antonio Millán-Puelles. Su último aliento<br />

estuvo <strong>de</strong>dicado a prepararse espiritualmente para el tránsito a <strong>la</strong> eternidad, y a<br />

tratar <strong>de</strong> correspon<strong>de</strong>r, con <strong>la</strong>s escasas fuerzas que le quedaban, a los cuidados y<br />

<strong>de</strong>svelos <strong>de</strong> sus familiares y allegados. El penúltimo lo empleó precisamente en<br />

redactar el trabajo que ahora presentamos. Desafortunadamente, el empeoramiento<br />

<strong>de</strong> su ya <strong>de</strong>licada salud no le permitió terminarlo. Ofrecemos el escrito, tal como<br />

lo <strong>de</strong>jó, ciertamente inacabado, pero dotado <strong>de</strong> una re<strong>la</strong>tiva integridad.<br />

De manera especial en sus <strong>obra</strong>s <strong>de</strong> madurez, D. Antonio proponía su<br />

pensamiento sobre cualquier asunto filosófico en diálogo con los gran<strong>de</strong>s pensadores<br />

que <strong>de</strong> eso mismo se habían ocupado, y antes <strong>de</strong> exponer su propio punto <strong>de</strong><br />

vista examinaba cuidadosamente todas <strong>la</strong>s posturas que acerca <strong>de</strong>l particu<strong>la</strong>r consi<strong>de</strong>raba<br />

relevantes. Aquí tenemos un <strong>de</strong>tal<strong>la</strong>do estudio sobre <strong>la</strong> inmortalidad <strong>de</strong>l<br />

alma humana en los gran<strong>de</strong>s pensadores, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>la</strong> Antigüedad hasta Fichte. Quedó<br />

sin redactar lo re<strong>la</strong>tivo a algún autor posterior a Fichte y, sobre todo, <strong>la</strong> propia postura<br />

<strong>de</strong> D. Antonio acerca <strong>de</strong>l problema filosófico <strong>de</strong> <strong>la</strong> inmortalidad <strong>de</strong>l alma<br />

humana. En los primeros capítulos, en los que se ocupa <strong>de</strong> una <strong>presentación</strong> panorámica<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> cuestión haciendo una aproximación a <strong>la</strong>s nociones <strong>de</strong> alma, hombre,<br />

muerte e inmortalidad, pue<strong>de</strong>n columbrarse <strong>la</strong>s líneas por <strong>la</strong>s que quizá discurriría<br />

el <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> su propia postura filosófica. Aunque es c<strong>la</strong>ro que falta lo principal,<br />

creemos que vale <strong>la</strong> pena dar publicidad a lo que ya hay, pues supone una aportación<br />

<strong>de</strong> peso a <strong>la</strong> discusión filosófica sobre el problema. Dios, a quien siempre<br />

buscó D. Antonio con <strong>la</strong> cabeza, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> con el corazón, ya le habrá <strong>de</strong>scubierto<br />

todos los <strong>de</strong>talles <strong>de</strong> este asunto que a nosotros nos resulta ahora tan complejo.<br />

1123


MILLÁN-PUELLES Y LA INMORTALIDAD DEL ALMA<br />

Pa<strong>la</strong>bras <strong>de</strong>l Sr. D. Alejandro L<strong>la</strong>no Cifuentes<br />

Antonio Millán-Puelles, mi querido maestro, es <strong>la</strong> persona con mayor<br />

pasión por <strong>la</strong> teoría que he conocido. Siempre aceptaba una discusión filosófica y<br />

nunca era él quien diera <strong>la</strong> conversación por terminada. Ahondaba cada vez más<br />

en el problema que se <strong>de</strong>batiera, precisaba aceradamente los términos <strong>de</strong>l <strong>de</strong>bate,<br />

exploraba los ramales que se abrían a uno y otro <strong>la</strong>do <strong>de</strong> <strong>la</strong> corriente conceptual,<br />

enseñaba con c<strong>la</strong>ridad y escuchaba atentamente.<br />

Y así se comportó hasta el final <strong>de</strong> su vida en este mundo. No <strong>de</strong>ja <strong>de</strong><br />

ser significativo —aunque en modo alguno previsto— el hecho <strong>de</strong> que su última<br />

enfermedad coincidiera con <strong>la</strong> escritura <strong>de</strong> esta <strong>obra</strong> inacabada sobre <strong>la</strong> inmortalidad<br />

<strong>de</strong>l alma. Porque, para Millán-Puelles, <strong>la</strong> filosofía era vida, expresión culminante<br />

<strong>de</strong> lo que Aristóteles l<strong>la</strong>mó bios theoretikós. Y sabía que <strong>la</strong> muerte, ya vecina,<br />

y <strong>la</strong> pervivencia <strong>de</strong>l alma tras el<strong>la</strong>, constituyen c<strong>la</strong>ves para <strong>la</strong> comprensión y<br />

encaminamiento <strong>de</strong> <strong>la</strong> totalidad <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida. En <strong>la</strong> entraña <strong>de</strong> su lógica imp<strong>la</strong>cable<br />

y <strong>de</strong> su minuciosidad fenomenológica, <strong>la</strong>tía un temple anhe<strong>la</strong>nte <strong>de</strong> <strong>la</strong> única luz<br />

que ilumina <strong>la</strong> existencia humana: <strong>la</strong> lumbre <strong>de</strong> <strong>la</strong> verdad. No admitía compromisos<br />

con <strong>la</strong> verdad, ni temía enfrentarse con el<strong>la</strong>. La miraba cara a cara, amorosamente.<br />

De ahí que en su trabajo filosófico no eludiera los temas más arduos ni<br />

se retrajera ante los que pudieran resultar polémicos. Lo cual le <strong>de</strong>paró discípulos<br />

incondicionales —entre los que yo figuro en último lugar— y adversarios<br />

contumaces, los cuales no perdonaban al Profesor Millán-Puelles que no se<br />

hubiera plegado como ellos a <strong>la</strong> transformación <strong>de</strong>l oficio filosófico en burocracia<br />

o trivialidad.<br />

Millán-Puelles nos <strong>de</strong>ja como legado, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> su ejemplo <strong>de</strong> pensador<br />

hondo y riguroso, una <strong>obra</strong> filosófica publicada que no encuentra parangón en el<br />

1125


pensamiento hispano <strong>de</strong> <strong>la</strong> segunda mitad <strong>de</strong>l siglo XX y comienzos <strong>de</strong>l XXI. Los<br />

que <strong>la</strong> han seguido paso a paso, conocen su hilo conductor. Y saben que, con un<br />

permanente horizonte metafísico, Millán ha <strong>de</strong>sarrol<strong>la</strong>do una ontología <strong>de</strong>l espíritu<br />

que investiga <strong>la</strong> articu<strong>la</strong>ción <strong>de</strong> <strong>la</strong>s faculta<strong>de</strong>s superiores en <strong>la</strong> estructura trascen<strong>de</strong>ntal<br />

<strong>de</strong>l sujeto. Razón y libertad son temas <strong>de</strong> los que siempre parte y a los que<br />

continuamente retorna. Por eso es un gran conocedor <strong>de</strong>l alma, tema central <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

filosofía clásica y mo<strong>de</strong>rna, <strong>de</strong>l que más recientemente se teme con frecuencia<br />

hab<strong>la</strong>r, cual si fuera científicamente incorrecto. Como Agustín <strong>de</strong> Hipona, Millán-<br />

Puelles andaba sobre todo <strong>de</strong>seoso <strong>de</strong> conocer a Dios y al alma, es <strong>de</strong>cir, <strong>la</strong> trascen<strong>de</strong>ncia<br />

pura y simple. Nunca pensaba que fueran asuntos privativos <strong>de</strong> <strong>la</strong> teología,<br />

sino que distinguía sin separar lo propio <strong>de</strong> <strong>la</strong> fe y lo propio <strong>de</strong> <strong>la</strong> razón.<br />

Como cristiano cabal y ejemp<strong>la</strong>r católico, tenía presente que <strong>la</strong> fe es un libre obsequio<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> razón impulsada por <strong>la</strong> gracia, y que <strong>la</strong> inteligencia filosófica pue<strong>de</strong> llegar<br />

por sus propios medios a dilucidar los preámbulos <strong>de</strong> <strong>la</strong> esperanza: <strong>la</strong> existencia<br />

<strong>de</strong> un Dios personal y <strong>la</strong> inmortalidad <strong>de</strong>l alma humana.<br />

Ante <strong>la</strong> pérdida <strong>de</strong> <strong>la</strong> presencia terrena <strong>de</strong>l amigo entrañable y <strong>de</strong>l insustituible<br />

maestro, el hecho <strong>de</strong> que Antonio <strong>de</strong>jara este libro inacabado nos priva <strong>de</strong><br />

sus últimas pa<strong>la</strong>bras <strong>de</strong> caminante hacia <strong>la</strong> luz y hacia <strong>la</strong> vida. Nos ha <strong>de</strong>jado con<br />

<strong>la</strong> miel en los <strong>la</strong>bios. Hubiéramos dado cualquier cosa por po<strong>de</strong>r tener ahora en<br />

nuestras manos <strong>la</strong> segunda parte <strong>de</strong> este estudio, en el que —tras <strong>la</strong>s valiosas precisiones<br />

nocionales y el recorrido histórico— Millán hubiera abordado <strong>de</strong>rechamente<br />

<strong>la</strong> cuestión <strong>de</strong> <strong>la</strong> pervivencia <strong>de</strong>l alma tras <strong>la</strong> muerte. No hay asunto <strong>de</strong> mayor<br />

interés humano, y nadie estaba en nuestro tiempo mejor preparado que él para<br />

abordar sin timi<strong>de</strong>ces ni ambigüeda<strong>de</strong>s un tema tan serio.<br />

En este texto póstumo e incompleto, se refleja <strong>la</strong> quintaesencia <strong>de</strong>l estilo<br />

filosófico <strong>de</strong> Millán Puelles. Urgido, sin duda, por <strong>la</strong> escasez <strong>de</strong> un tiempo que adivinaba<br />

corto, <strong>de</strong>jó en esta ocasión casi completamente <strong>de</strong> <strong>la</strong>do <strong>la</strong> acostumbrada<br />

bril<strong>la</strong>ntez literaria <strong>de</strong> su prosa, y lo fió todo a <strong>la</strong> precisión conceptual y a <strong>la</strong> contun<strong>de</strong>ncia<br />

argumentativa. No hay nada convencional en su discurso. Si su razonamiento<br />

avanza por lo común en coinci<strong>de</strong>ncia con Aristóteles y Tomás <strong>de</strong> Aquino,<br />

no es en modo alguno por fi<strong>de</strong>lida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> escue<strong>la</strong> y mucho menos por vincu<strong>la</strong>ciones<br />

i<strong>de</strong>ológicas, <strong>de</strong>l todo ausentes aquí. Lo cual se muestra cuando no vaci<strong>la</strong> lo<br />

más mínimo (igual que en <strong>la</strong>s <strong>obra</strong>s por él publicadas) en apartarse <strong>de</strong> sus pensadores<br />

preferidos si no consi<strong>de</strong>ra acertados sus p<strong>la</strong>nteamientos o concluyentes<br />

sus razones. No le guía tampoco el interés puramente retórico o, por <strong>de</strong>cirlo así,<br />

apologético. Prueba <strong>de</strong> ello es <strong>la</strong> atención que presta, por ejemplo, al problema <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong> (no) posibilidad <strong>de</strong> una aniqui<strong>la</strong>ción <strong>de</strong>l alma por parte <strong>de</strong> Dios, cuestión a <strong>la</strong><br />

que casi nadie se refiere hoy, por más que haya sido un tema central en <strong>la</strong> filosofía<br />

mo<strong>de</strong>rna. La comparación <strong>de</strong>l discurso <strong>de</strong> Millán con el <strong>de</strong> algunos bestsellers<br />

actuales sobre el tema <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida eterna algo nos dice <strong>de</strong> <strong>la</strong> penuria intelectual por<br />

<strong>la</strong> que actualmente atravesamos.<br />

1126


Aunque todavía no se llegue en él a abordar temáticamente el argumento<br />

nuclear, el texto <strong>de</strong> que disponemos nos ofrece ya significativas anticipaciones <strong>de</strong>l<br />

<strong>de</strong>sarrollo teórico que habría <strong>de</strong> acometerse en <strong>la</strong> segunda parte <strong>de</strong> esta <strong>obra</strong>. La<br />

argumentación <strong>de</strong> Millán-Puelles, mirada sistemáticamente, partiría <strong>de</strong> <strong>la</strong> consi<strong>de</strong>ración<br />

<strong>de</strong>l alcance universal <strong>de</strong>l conocimiento intelectual y <strong>de</strong>l querer libre, para pasar<br />

<strong>de</strong>spués a <strong>la</strong>s operaciones inmanentes, a <strong>la</strong>s faculta<strong>de</strong>s superiores, y al hombre<br />

como sujeto <strong>de</strong>l que el alma es forma esencial. Quien <strong>de</strong>see hacerse una i<strong>de</strong>a<br />

esquemática <strong>de</strong> los hitos <strong>de</strong> tal razonamiento, pue<strong>de</strong> acudir a su Léxico filosófico,<br />

publicado en1984, don<strong>de</strong> Millán-Puelles <strong>de</strong>dica una voz completa a <strong>la</strong> inmortalidad<br />

<strong>de</strong>l alma humana. Pero es su <strong>obra</strong> entera <strong>la</strong> que prepara y apoya el tratamiento <strong>de</strong><br />

un problema en cuya dilucidación se dan cita acuciantes perplejida<strong>de</strong>s existenciales<br />

y erizadas dificulta<strong>de</strong>s filosóficas.<br />

Especialmente relevante para el propósito aquí perseguido es <strong>la</strong> antropología<br />

trascen<strong>de</strong>ntal que Millán ha <strong>de</strong>sarrol<strong>la</strong>do en varios <strong>de</strong> sus libros, y que<br />

encuentra su expresión cumplida en La estructura <strong>de</strong> <strong>la</strong> subjetividad, <strong>obra</strong> <strong>de</strong> 1967,<br />

a <strong>la</strong> que su autor remite varias veces en <strong>la</strong> páginas <strong>de</strong>l libro que hoy presentamos.<br />

Se trata <strong>de</strong> una teoría <strong>de</strong>l sujeto humano en <strong>la</strong> que se establece que a <strong>la</strong><br />

conciencia <strong>de</strong>l hombre le correspon<strong>de</strong> un carácter tautológico, inseparable <strong>de</strong> una<br />

ineludible heterología. Intimidad y trascen<strong>de</strong>ncia suelen aparecer, en <strong>la</strong>s antropologías<br />

convencionales, como dimensiones contrapuestas. La versión actual <strong>de</strong> esta<br />

dialéctica sería <strong>la</strong> que se establece entre i<strong>de</strong>ntidad e igualdad. Pero lo cierto es que<br />

no hay contraposición entre estos dos vectores. Porque lo mismo que hace <strong>de</strong> mí<br />

un ser íntimo e irrepetible, eso mismo me <strong>la</strong>nza a <strong>la</strong> conversación con los otros y<br />

a <strong>la</strong> apertura hacia <strong>la</strong> infinitud <strong>de</strong>l ser. En términos clásicos, podría <strong>de</strong>cirse que,<br />

por una parte, el alma es <strong>la</strong> forma <strong>de</strong>l cuerpo (anima forma corporis) y, por lo<br />

tanto, lo que imp<strong>la</strong>nta al hombre en <strong>la</strong> realidad y hace <strong>de</strong> él un ente mundano,<br />

aunque no simplemente intramundano. El alma, como forma sustancial, me da el<br />

ser (forma dat esse), pero en modo tal que me abre a <strong>la</strong> posesión <strong>de</strong> <strong>la</strong>s <strong>de</strong>más<br />

formas (anima forma formarum). Doble rendimiento <strong>de</strong> una única alma que sólo<br />

es posible si toda el<strong>la</strong> es espiritual, si no se agota en constituir <strong>la</strong> actualidad <strong>de</strong> una<br />

posibilidad, sino que es inseparablemente <strong>la</strong> posibilidad <strong>de</strong> otras muchas actualida<strong>de</strong>s.<br />

El alma es el principio común <strong>de</strong> <strong>la</strong> intimidad humana y <strong>de</strong> <strong>la</strong> humana<br />

trascen<strong>de</strong>ncia. La concepción antropológica <strong>de</strong> Millán-Puelles se encuentra así tan<br />

alejada <strong>de</strong> un inmanentismo subjetivista como <strong>de</strong> <strong>la</strong> pérdida <strong>de</strong> sustancialidad en<br />

<strong>la</strong> intimidad <strong>de</strong> <strong>la</strong> persona. Antonio Millán no es un personalista, en el sentido<br />

actualmente usual, pero sabe muy bien cuál es el fundamento ontológico que<br />

hace <strong>de</strong>l hombre una persona, y que sólo pue<strong>de</strong> estribar en <strong>la</strong> índole espiritual<br />

<strong>de</strong>l alma humana, <strong>la</strong> cual constituye a su vez <strong>la</strong> raíz <strong>de</strong> su inmortalidad.<br />

1127


En Léxico filosófico, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> <strong>la</strong> mencionada voz sobre <strong>la</strong> inmortalidad <strong>de</strong>l<br />

alma humana, pue<strong>de</strong> leerse: “No sólo tenemos cuerpo, sino también espíritu; y así<br />

como en cierta forma somos realmente el cuerpo que en calidad <strong>de</strong> nuestro, en <strong>la</strong><br />

acepción más esencial e íntima sentimos, así también en cierta forma somos el espíritu<br />

que tenemos y en virtud <strong>de</strong>l cual estamos capacitados para todos nuestros actos<br />

<strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r y para todas <strong>la</strong>s voliciones realizables por nuestra potencia volitiva” (p.<br />

359). Des<strong>de</strong> luego, ni soy un cuerpo que esté misteriosamente habitado por un<br />

alma, ni soy un alma acci<strong>de</strong>ntalmente vincu<strong>la</strong>da a un cuerpo. Entre otras cosas, porque<br />

no hay cuerpo humano sin alma. No <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> tener su interés que <strong>la</strong> fórmu<strong>la</strong><br />

clásica, adoptada incluso por el Concilio <strong>de</strong> Vienne, sea siempre anima forma corporis<br />

y nunca anima forma materiae primae. Porque no hay que enten<strong>de</strong>r <strong>la</strong> forma<br />

y <strong>la</strong> materia como una especie <strong>de</strong> coprincipios inicialmente ais<strong>la</strong>dos que, al<br />

unirse, dieran lugar a ese animal racional que es <strong>la</strong> persona humana. La realidad<br />

primaria y completa es el ser humano en su original unidad. Mientras que <strong>la</strong> materia<br />

prima no es principio <strong>de</strong> nada, por carecer <strong>de</strong> toda posible consistencia. De<br />

manera que, en el caso <strong>de</strong>l hombre, no hay materia prima que valga antes o fuera<br />

<strong>de</strong>l cuerpo, que está siempre ya animado por el alma. Con lo cual se resuelven,<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el fundamento, ciertos problemas que atribu<strong>la</strong>n hoy día a <strong>la</strong> bioética.<br />

Cabría entonces objetar que, corre<strong>la</strong>tivamente, tampoco podría haber<br />

alma humana separada <strong>de</strong>l cuerpo y, por lo tanto, que no sería posible <strong>la</strong> inmortalidad<br />

<strong>de</strong>l alma individual. Pero esto segundo no se sigue <strong>de</strong> lo anteriormente<br />

mantenido. Aunque <strong>la</strong> pervivencia <strong>de</strong>l alma p<strong>la</strong>ntea problemas respecto a su individuación<br />

y forma <strong>de</strong> conocimiento, tales dificulta<strong>de</strong>s —que en buena parte han<br />

sido abordadas por Tomás <strong>de</strong> Aquino— no invalidan <strong>la</strong> tesis filosófica <strong>de</strong> <strong>la</strong> inmortalidad.<br />

Des<strong>de</strong> luego, nuestra i<strong>de</strong>ntidad nos parece difícilmente separable <strong>de</strong> <strong>la</strong>s<br />

sensaciones, emociones y experiencias, así como <strong>de</strong> sus respectivos recuerdos. Y<br />

es cierto que el alma separada no pue<strong>de</strong> tener directamente conocimientos sensibles,<br />

pero nada impi<strong>de</strong> que haga uso <strong>de</strong> <strong>la</strong>s faculta<strong>de</strong>s superiores, es <strong>de</strong>cir, <strong>de</strong>l<br />

entendimiento y <strong>la</strong> voluntad.<br />

Hace años conocí a uno <strong>de</strong> los primeros expertos mundiales en dolores<br />

<strong>de</strong> cabeza, que tenía <strong>la</strong> original característica <strong>de</strong> no haber tenido nunca dolor <strong>de</strong><br />

cabeza; lo cual no le impedía en modo alguno estudiar este fenómeno y, en ocasiones,<br />

incluso curarlo. Como <strong>de</strong>cía Wittgenstein, <strong>la</strong> i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> una cantidad negativa<br />

no va necesariamente unida a <strong>la</strong> experiencia <strong>de</strong> haber tenido números rojos en <strong>la</strong><br />

cuenta corriente <strong>de</strong>l banco. En todo caso, el propio Santo Tomás advierte —en su<br />

comentario al capítulo XV <strong>de</strong> <strong>la</strong> Primera Epísto<strong>la</strong> a los Corintios— que el alma no<br />

es el yo (anima mea non est ego), porque a mi realidad sustancial pertenece también<br />

el cuerpo; y llega a advertir que “sin <strong>la</strong> resurrección <strong>de</strong>l cuerpo <strong>la</strong> inmortalidad<br />

<strong>de</strong>l alma no sería fácil (haud facile), incluso difícil (immo difficile), <strong>de</strong> <strong>de</strong>mostrar”.<br />

Lo cual no <strong>de</strong>be llevar a mantener, como han hecho últimamente algunos<br />

teólogos, que lo propio <strong>de</strong>l cristianismo es <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r <strong>la</strong> resurrección <strong>de</strong> los cuer-<br />

1128


pos y no <strong>la</strong> inmortalidad <strong>de</strong> <strong>la</strong>s almas. Porque es obvio que <strong>la</strong> resurrección <strong>de</strong> los<br />

cuerpos sería imposible si no hubiera inmortalidad <strong>de</strong> <strong>la</strong>s almas. Y, <strong>de</strong> cualquier<br />

modo, <strong>la</strong> resurrección <strong>de</strong> <strong>la</strong> carne no es un tema filosófico, mientras que sí lo es<br />

—y muy importante— <strong>la</strong> inmortalidad <strong>de</strong>l alma humana, que —según acertadamente<br />

sostiene Millán-Puelles— es <strong>de</strong>mostrable con in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> <strong>la</strong> teología<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> fe.<br />

Des<strong>de</strong> su ser, el ser humano se abre a todo el ser, porque está constitutivamente<br />

orientado a <strong>la</strong> realidad. Es un ser “onto-lógico” porque tiene el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong><br />

captar lo real como real, y lo irreal como irreal, según ha mostrado Millán-Puelles<br />

en su impresionante libro <strong>de</strong> 1990 titu<strong>la</strong>do Teoría <strong>de</strong>l objeto puro. Esta peculiar condición<br />

“onto-lógica” <strong>de</strong>termina <strong>la</strong> posición <strong>de</strong>l hombre en el mundo, que es una<br />

imp<strong>la</strong>ntación libre, en <strong>la</strong> medida en que no sólo el hombre está físicamente en el<br />

mundo sino que también el mundo está intencionalmente en el hombre, lo cual<br />

<strong>de</strong>termina eso que algunos antropólogos contemporáneos han l<strong>la</strong>mado su posición<br />

excéntrica. El hombre está en el mundo, por lo cual posee una dimensión material<br />

(corporal), que le integra en el plexo <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cosas intramundanas, y él mismo presenta<br />

una estructura reiforme: no es propiamente una cosa, pero sí una cuasi-cosa.<br />

Mas el mundo está en el hombre <strong>de</strong> una manera que no pue<strong>de</strong> ser a su vez material,<br />

lo cual supone que el ser humano no es una cosa entre <strong>la</strong>s cosas, sino que trascien<strong>de</strong><br />

el contexto natural en el que se encuentra integrado, e incluso su propia<br />

naturaleza, a través <strong>de</strong> <strong>la</strong> cual se integra en tal contexto. De ahí que sea concebible<br />

<strong>la</strong> pervivencia <strong>de</strong> esa dimensión suya irreductible a <strong>la</strong> materia una vez que el<br />

hombre haya muerto. Muere el hombre, pero no todo en él muere. No es que él o<br />

el<strong>la</strong> pervivan <strong>de</strong> algún modo, como en una especie <strong>de</strong> existencia fantasmagórica o<br />

mágica. No. Es que algo <strong>de</strong>l hombre subsiste tras <strong>la</strong> muerte, porque su alma no se<br />

corrompe al corromperse el cuerpo.<br />

En <strong>la</strong> filosofía actual se aclimata difícilmente esta realidad <strong>de</strong> <strong>la</strong> pervivencia<br />

<strong>de</strong>l alma tras <strong>la</strong> muerte, precisamente porque el pensamiento filosófico se<br />

encuentra hoy día aquejado <strong>de</strong> diversas formas <strong>de</strong> naturalismo. Por carencias <strong>de</strong><br />

método —a pesar <strong>de</strong> <strong>la</strong> aparente inf<strong>la</strong>ción metodológica— resulta arduo pensar<br />

ahora en algo que no tenga una consistencia material o, al menos, que esté naturalmente<br />

vincu<strong>la</strong>do con procesos físicos, psíquicos o culturales. Lo propio <strong>de</strong>l método<br />

filosófico es <strong>la</strong> superación <strong>de</strong> los contenidos en busca <strong>de</strong> los actos. Esto es lo<br />

que se ha venido haciendo en el pensamiento occi<strong>de</strong>ntal <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Aristóteles hasta<br />

Kant, con prolongaciones significativas en el i<strong>de</strong>alismo alemán, <strong>la</strong> fenomenología,<br />

el análisis lingüístico o <strong>la</strong> hermenéutica no radicalizada. Pero tal capacidad parece<br />

que ha <strong>de</strong>caído recientemente <strong>de</strong> manera general. Se nos antoja hoy imprescindible<br />

atenernos a los contenidos, a lo que Kant l<strong>la</strong>maría <strong>la</strong> Sachheit, <strong>la</strong> realitas, a costa<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> posible elevación a aquello que trascien<strong>de</strong> todo contenido, toda res, toda<br />

cosa; a aquello que es <strong>la</strong> ganancia pura <strong>de</strong> un proceso <strong>de</strong> <strong>de</strong>scosificación, y que<br />

sólo pue<strong>de</strong> enten<strong>de</strong>rse como espíritu en su significado ontológico más serio.<br />

1129


El naturalismo es incapaz <strong>de</strong> una comprensión <strong>de</strong>l conocimiento que no<br />

suponga una cierta tras<strong>la</strong>ción <strong>de</strong> los contenidos externos a una especie <strong>de</strong> recinto<br />

interno al que l<strong>la</strong>mamos mente, o bien una comprobación <strong>de</strong> que esos contenidos<br />

se encontraban ya en <strong>la</strong> conciencia. Y algo semejante acontece con <strong>la</strong> volición, <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong> que se piensa que ha <strong>de</strong> estar causada por un acontecimiento psíquico <strong>de</strong> índole<br />

emocional o <strong>de</strong>si<strong>de</strong>rativa. Con un equipaje conceptual tan tosco, <strong>la</strong> sutil cuestión<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> espiritualidad <strong>de</strong> un alma que es <strong>la</strong> forma sustancial <strong>de</strong> un ser vivo —un animal<br />

rationale— resulta prácticamente inabordable.<br />

El tema <strong>de</strong> <strong>la</strong> inmortalidad <strong>de</strong>l alma es uno <strong>de</strong> <strong>la</strong>s más difíciles con los que<br />

se pue<strong>de</strong> enfrentar el filósofo. A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> su complejidad técnica, se ve acechado<br />

por <strong>de</strong>formaciones <strong>de</strong>l pensamiento que se han dado tanto en el período clásico<br />

como en <strong>la</strong> mo<strong>de</strong>rnidad, hasta nuestros días. El p<strong>la</strong>tonismo y el racionalismo se<br />

mueven en su elemento cuando afrontan <strong>la</strong> pervivencia <strong>de</strong> una realidad espiritual,<br />

pero no encuentran modo <strong>de</strong> resolver el problema <strong>de</strong> <strong>la</strong> unidad <strong>de</strong>l ser humano<br />

como un compuesto <strong>de</strong> cuerpo y alma. Por el contrario, al positivismo naturalista<br />

y al materialismo les resulta inconcebible <strong>la</strong> propia existencia <strong>de</strong> un espíritu que no<br />

sea mero epifenómeno <strong>de</strong> procesos físicos y psíquicos. Ambos extremos tien<strong>de</strong>n a<br />

cosificar <strong>la</strong> realidad humana. Y esta reificación es <strong>la</strong> <strong>de</strong>bilidad común <strong>de</strong> <strong>la</strong> mayor<br />

parte <strong>de</strong> teorías antropológicas actuales.<br />

Gracias a su profundidad metafísica y a su agu<strong>de</strong>za fenomenológica,<br />

Millán-Puelles sortea estos riesgos y nos ofrece una antropología equilibrada y<br />

penetrante, en <strong>la</strong> que <strong>la</strong> inmortalidad <strong>de</strong>l alma no se contrapone a <strong>la</strong> unidad psicosomática<br />

<strong>de</strong>l ser humano. Así se pue<strong>de</strong> comprobar en esta <strong>obra</strong>, cuyo carácter<br />

inacabado pue<strong>de</strong> enten<strong>de</strong>rse como una cifra <strong>de</strong>l tema que en el<strong>la</strong> se aborda. La<br />

morada permanente <strong>de</strong>l hombre no se encuentra en este mundo, por lo que todo<br />

empeño que acometamos en nuestro <strong>la</strong>borar terreno —también <strong>la</strong> filosofía— está<br />

abocado a <strong>la</strong> inconclusión. Pero no es un inacabamiento por liquidación, sino por<br />

plenitud. Antonio ha encontrado ya lo que buscaba, mas no sólo por lo que pudiera<br />

atisbar en su fatiga conceptual, sino en <strong>la</strong> realidad gozosa <strong>de</strong> una vida <strong>de</strong>finitivamente<br />

lograda. Ahora conoce <strong>de</strong> veras <strong>la</strong> realidad misma <strong>de</strong> aquello que alcanzó<br />

a tientas con su ansia <strong>de</strong> verdad y su tenacidad intelectual. Sabe ya qué significa<br />

<strong>la</strong> afirmación <strong>de</strong> que no todo moriría en él: Non omnis moriar.<br />

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