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valiente. Yo también soy un soldado y respecto la dignidad<br />
de los enemigos. No te mataré. Además, hoy nuestras<br />
gloriosas tropas han llegado a Volga y conquistado<br />
por completo a la ciudad de Stalingrado. Esto es para<br />
nosotros una gran alegría; por ello, te concedo magnánimamente<br />
la vida. Vete a tu block, y toma esto, por tu<br />
valentía”, y cogiendo de la mesa un pan no muy grande<br />
y un trozo de tocino, me lo dio.<br />
»Yo apreté el pan contra el pecho, con todas mis<br />
fuerzas, tenía el tocino en la mano izquierda y era tan<br />
grande mi desconcierto ante aquel cambio inesperado,<br />
que ni siquiera di las gracias; giré sobre los talones, hacia<br />
la izquierda, y me dirigí hacia la salida, pensando:<br />
“Ahora, me meterá una bala entre las dos paletillas y<br />
yo no podré llevarles a los muchachos estos víveres.”<br />
Pero no, escapé felizmente. También esta vez pasó la<br />
muerte de largo, junto a mí, y sólo sentí su frío aliento...<br />
»Salí de la comandancia con paso firme, pero en<br />
el patio empecé a dar bandazos. Irrumpí en la barranca<br />
y me derrumbé sobre el piso de cemento. Me despertaron<br />
los nuestros antes del amanecer: “¡Cuéntanos!”<br />
Bueno, y yo recordé todo lo que había pasado en la comandancia;<br />
se lo referí.” ¿Cómo vamos a repartir los<br />
víveres?”, me preguntó mi compañero de camastro, y<br />
la voz le temblaba. “A todos por igual”, contesté yo.<br />
Esperamos a que amaneciera. Cortamos el pan y el tocino,<br />
midiéndolo rigurosamente con una cuerda, en porciones<br />
idénticas. A cada uno le correspondió un pedazo<br />
del pan del tamaño de una caja de cerillas, calculando<br />
hasta las migajas, y en cuanto al tocino, bueno, ya te<br />
puedes figurar, lo suficiente para untarse los labios. Sin<br />
embargo, lo repartimos todo sin que nadie se ofendiera.<br />
»Pronto nos mandaron, a unos trescientos hombres<br />
de los más fuertes, a desecar un pantano; luego, a<br />
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