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Un día en la vida de papá Roberto
y el pequeño Manu
Manu despierta muy contento pensando en el
rico desayuno que va a compartir con su papá.
En su pijamita azul corre hacia la cocina desde
donde salen ricos aromas.
Manu, mirando a los ojos de papá Roberto,
lleno de esperanza, pregunta: –¿Qué vamos a
desayunar hoy?
Papá Roberto lo alza en sus brazos y lo sienta en
la silla blanca.
–Hoy vamos a comer huevos, leche –dice papá
Roberto–, jugo de frambuesa y tostadas con
mantequilla, como todos los domingos. –Y
pregunta a Manu–: ¿Por qué este es tu desayuno
favorito?
–Porque lo comemos juntos y nos reímos
–contesta el pequeño.
–¿Sabes por qué te hago este desayuno?
–pregunta papá Roberto.
–No –responde Manu.
–Te lo voy a contar –dice papá Roberto–. La leche
te da calcio para que tus huesos crezcan fuertes
y sanos, al igual que tus dientes. Los huevos
tienen muchas proteínas necesarias para
que tus músculos se desarrollen bien. El jugo
de frutas te dará vitaminas para que todo tu
cuerpo sea muy fuerte y el pan con mantequilla
es para que tengas energía para jugar.
–¿Para tantas cosas sirve un desayuno?
–pregunta impresionado Manu.
–Sí –afirma papá Roberto–. También sirve
para conversar y ser muy unidos. –Y enseguida
pregunta–: ¿Tú sabes que cuando comes bien
tienes la sonrisa más linda y tus ojos, que son
como los míos, brillan más?
–No sé –dice Manu–. Pero tú siempre estás
contento.
–Es verdad –responde papá Roberto–. Cuando
comes bien, todo tu cuerpo se siente feliz.
–Si es así, mejor comemos dulces –propone
Manu–. Ahí sí que me siento feliz.
–Esa alegría dura poco –explica papá
Roberto–. Es así mientras te comes el dulce.
Sin embargo, la fruta, los jugos, la leche y los
huevos te dan una satisfacción que dura mucho
más. Así que ahora que terminaste de comer,
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vamos a bañarnos y cambiarnos ropa, porque
hoy es nuestro día.
El pequeño se ríe, mueve los ojos y le dice
“bien” con un gesto de su cabeza. Comienza
a saltar exclamando: –¡Vamos a la nieve a
aprender a esquiar, vamos al parque a jugar a
la pelota y andar en skate!
–Hoy vamos a hacer otra cosa –dice papá
Roberto–. Vamos a ir a buscar un tesoro que
Mami Machi dejó enterrado bajo un árbol
cuando yo tenía tu edad.
–¡Un tesoro? –pregunta con asombro Manu.
–Sí –responde papá Roberto–. Mami Machi
me dijo que cuando tuviera un hijo de tu edad
fuese a buscar ese tesoro.
–Pero dime, papá, dime… –interrumpe Manu,
mientras se cuelga de la cintura de su papá–.
¿Dónde está?
–Está a los pies de un cerro, bajo un árbol
muy antiguo –cuenta papá Roberto–. Hoy que
tú cumples cinco años estás preparado para
acompañarme. Buscaremos una picota y una
pala, subiremos a la camioneta y partiremos al
viejo pueblo donde crecí.