Nuevas tendencias en el agro

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en los mercados con sus formas de cooperación
para la comercialización, se vuelven, entonces,
objetos de los intereses directos de la
reproducción del capital.
Los campesinos ya disponen de ciencia, de
tecnología y de saberes históricamente constituidos
como la agroecología, la agricultura
ecológica, orgánica, etc., que les permiten
romper con la dependencia tecnológica y organizacional
frente al capital. Han vivido, en
las más distintas circunstancias económicas,
sociales y políticas, formas diversas de ayuda
mutua y de cooperación, de mejoramiento de
sus productos y de comercialización que les
facilitan encontrar caminos menos difíciles de
inserción en los mercados, hoy controlados
por los oligopolios capitalistas.
La osadía de la praxis campesina, al intentar
romper con la subalternidad ante el capital,
requiere ir más allá de su unidad de producción,
de su comunidad y de la oferta de algún
excedente para comercializar en los mercados
locales a fin de obtener renta monetaria. Se
vuelve necesario que propongan para toda la
sociedad y, en especial, para los demás trabajadores
del campo y de la ciudad, un proyecto
popular para el campo que niegue el proyecto
dominante de transformar todas las formas
de vida en mercancías, y sea capaz de sugerir
e implantar una nueva y renovada forma de
convivencia social y con la naturaleza. Y, a
la vez, lo suficientemente amplio para ofertar
alimentos, fibras y otros productos necesarios
tanto para la agroindustrialización como para
atender la diversidad de las otras demandas
sociales que contribuyan a la afirmación de la
soberanía alimentaria y popular.
Por lo tanto, una ruptura o superación de la
tradicional visión campesina se hace necesaria:
salir de la perspectiva de contemplar sólo
el capullo de su unidad de producción y de su
comunidad para vislumbrar, en el sentido de
pensar y proponer, una nueva utopía para todo
el campo.
Sin duda alguna que la osadía es importante,
pero no suficiente. La autocrítica campesina
es indispensable, sobre todo en sus relaciones
con el Estado. Las políticas públicas son indispensables
para la reproducción de la agricultura
en su amplio sentido, debido a la naturaleza
de su producción biológica y atomizada.
Pero no cualquier política pública, ni cualquier
Estado. Tanto el Estado liberal burgués como
las políticas públicas compensatorias son instrumentos
de afirmación de la subalternidad
de los campesinos al capital. La propuesta de
un proyecto popular para el campo presupondrá
no sólo estrategias necesarias para buscar
un nuevo modelo de producción y tecnológico
sino también otra concepción de lo público y
de lo privado, del Estado y de sociedad.
Si los campesinos no enfrentan este tipo de
desafíos, difícilmente conseguirán construirse
como clase social, por lo tanto, como sujetos
sociales de sus propios destinos.
Campesinado como clase social en
construcción
La construcción del campesinado como sujeto
social activo y creativo ante las demás clases
sociales en una determinada formación económica
y social presupone que su proyecto social
de clase sea explícito. No significa que sea un
proyecto acabado sino que, en tanto proyecto
en construcción, debe ser propuesto y estar
abierto a la crítica popular. La propia construcción
de su proyecto de clase social, de
convertir al campesino en un sujeto social en
acción constructiva y renovadora, ya evidenciará
caminos de ruptura de la subalternidad
ante el capital. Es en esa acción política estratégica
que se afirma su especificidad campesina,
su modo de ser y de vivir, que siendo
contemporáneo, no reproduce los valores capitalistas
dominantes y se hace moderno en
tanto campesino.
No más “los pobres del campo” ni “los pueblos
sin futuro”, sino el campesino contemporáneo
que al ser actual no niega ni excluye su pasado
y sus valores fundamentales, como son las distintas
formas de solidaridad entre las personas
y la convivencia armoniosa con la naturaleza.
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