programa - Alfredo García, barítono

Mauricio Ohana, cuando llega el caso, no deja de escuchar las
voces de lo «jondo», aunque suela ser para indagar en sus últimas
y más recónditas entrañas. Ni, desde su óptica personal,
olvida la naturaleza, carácter y psicología del paisaje andaluz.
El 12 de marzo de 1935, en el Teatro Español de Madrid, con motivo
de la representación número cien de Yerma, de García Lorca, la
compañía de Margarita Xirgu tributó un homenaje al autor de la tragedia.
En la función de aquella misma noche y después de un período
de escritura de siete meses, el poeta leyó por primera vez en
público su Llanto por Ignacio Sánchez Mejías. Fue una emocionante
puesta en escena, en la que el encumbrado escritor cedía
la gloria al amigo desaparecido, compañero de generación y torero
poderoso que había muerto en Madrid, un caluroso 13 de agosto
de 1934, tras una tremenda cornada en la plaza de Manzanares
(Ciudad Real), y dos días de agonía. El personaje se lo merecía
y su fin también. No solo era un torero de valor y dominio, no solo
era un mecenas, animador y amigo del grupo de escritores que en
el 27 se encontraron en el Ateneo sevillano para rendir homenaje
a Góngora, que Ignacio tenía acogidos en su finca de Pino Montano,
sino que también era un dramaturgo a la moderna y un narrador
que llegó a escribir crónicas de sus propias faenas.
La composición musical de Mauricio Ohana, unido vital y sentimentalmente
a la figura de Ignacio Sánchez Mejías y su amante,
La Argentinita, alimenta de forma brillante el episodio épicolírico
de García Lorca y es capaz por sí sola de llenar el vacío
que la endecha del poeta crea en el alma. Puede encuadrarse
en el moderno género de la cantata, que ha tenido gran auge
sobre todo en la música latinoamericana de la segunda mitad
del siglo XX. Fue compuesta en 1950. Conviene advertir que se
trata de una obra demasiado insólita quizá para los criterios
armónicos de un público que puede esperar una obra más próxima
al flamenco.
Francisco Javier Aguirre
MANUEL DE FALLA
Nacido en Cádiz en 1876 y muerto en Alta Gracia (Argentina) en
1946, después de haber dejado España en 1939 tras la guerra
civil, la vida de Falla está marcada por cinco ciudades: Cádiz, Granada,
Madrid, París y Buenos Aires. Entre 1907 y 1914 vivió en
París, donde conoció a Debussy, Dukas y Ravel, y en 1915 estrenó
en Madrid El amor brujo, con Pastora Imperio. De ese período
es también El sombrero de tres picos, ballet estrenado en Londres
en 1919 por los Ballets Rusos y uno de los más brillantes
montados por Diaghilev. Otras obras destacadas de su genio
compositivo son Noches en los jardines de España (1916);
El retablo de Maese Pedro (1923); el Concierto para clavicémba-