JORGE
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Jorge Velasco Zamora<br />
extraño o cualquier roce de su cuerpo la despertarán. Sin<br />
embargo, su mente ya “bajó la persiana”. Sus ojos se<br />
mueven involuntariamente de forma muy lenta. Si por<br />
alguna razón la despertáramos ella diría que no durmió,<br />
que sólo descansó, pero en sentido estricto ya había<br />
iniciado el viaje.<br />
Unos minutos más tarde el sueño se profundiza<br />
penetrando a la fase II en la que despertarse es ya más<br />
difícil, pero si lo hiciera diría que durmió. Si en esta etapa<br />
le hiciéramos un electroencefalograma (registro gráfico de<br />
las ondas eléctricas cerebrales) veríamos que la actividad<br />
del cerebro se hizo más lenta, observando un dibujo<br />
especial que nos asegura que nos encontramos transitando<br />
la fase II del sueño.<br />
Un cuarto de hora después comienza la etapa III, algo<br />
así como el comienzo del verdadero sueño profundo. El<br />
electroencefalograma mostraría claramente cómo aparecen<br />
ondas eléctricas que en el papel se aprecian como suaves<br />
ondulaciones, aunque periódicamente todavía aparecen las<br />
ondas características de la fase anterior. Pero pronto estas<br />
interferencias desaparecen dejando fluir únicamente las<br />
ondas lentas (denominadas delta) como si fuera un mar<br />
sereno con un ligero movimiento ondulante. Estamos en la<br />
fase IV. María Eugenia está profundamente dormida, ya ni<br />
los gritos de gol de su padre la despiertan. Su temperatura<br />
corporal está más baja, su respiración y pulso son<br />
regulares y tranquilos. Está inmersa en un verdadero sueño<br />
“reparador”. En esta etapa se producen algunas sustancias<br />
importantes como la hormona del crecimiento.<br />
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