REVUELTAS: REBELIÓN Y REVOLUCIÓN REVUELTAS: ANGUSTIA, GENIO, HAZAÑA José Revueltas es el hombre más cercano al genio que yo he conocido. En 1976, el mismo año de su muerte, escribí: “Su preocupación angustiosa era el hombre; su genio el haber comprendido y expresado la esencia de una época; su hazaña, no claudicar ante el peligro de aniquilamiento, allí donde otros menos amenazados flaqueaban”. Hoy, cuando se cumple el centenario de su nacimiento, no sólo se confirma este balance, sino que la altura histórica de la obra de Revueltas aumenta, con el conocimiento que disponemos del conjunto de dicha obra. ¿Dónde y cómo se expresa el genio de Revueltas? En la literatura y en el pensamiento político, en la crítica escrita de cuanto le rodeaba y deseaba transformar y en la crítica moral, implícita en su conducta. Ningún otro mexicano supo como Revueltas penetrar en la miseria humana de los oprimidos; de los que arriesgan su vida por causas que no entienden; de los que libran batallas perdidas de antemano. Y como toda literatura profunda tiene un fuerte componente autobiográfico, Revueltas libró batallas perdidas de antemano, en nombre del futuro. Tras su encarcelamiento por su participación en el movimiento de 1968, en el curso de una de las huelgas de hambre a las que se sometió, escribió para su diario: “He decidido suicidarme con la huelga de hambre… ¿Servirá de algo mi muerte? Espero que sí; no ahora, en este tiempo, sino a la distancia de no sé cuántos años…” A Revueltas le preocupaba la posteridad, pero no su fama, sino su impacto real en ella. José fue toda su vida un militante revolucionario. No podía vivir sin participar en un partido, sin sumergirse en las gestas populares. No aceptó jamás el papel de observador imparcial. Tuvo caídas y debilidades, pero siempre prefirió luchar con su conciencia limpia que adaptarla a necesidades cambiantes de la vida pública mexicana. Su genio, su humanismo y su militancia lo transformaron en el espejo deformado pero trascendente de una gran tragedia: la tragedia del movimiento comunista mexicano en los años de 1940-1960. La suerte de los comunistas y del marxismo en México es no sólo el leitmotiv de la obra, sino también de la vida de Revueltas. José era un marxista convencido y sus mejores años coincidieron con un periodo de derrota, crisis y declinación del movimiento en que militaba. ¿Cómo no iba su obra a ser amarga, escéptica, alucinante? Lo inverosímil es que, a pesar de todo, lograse conservar, hasta sus últimos días, una ternura y una paciencia que lo hacían querido entre sus amigos y respetado entre los enemigos. En una izquierda en la cual los fracasos políticos multiplicaban las rencillas y los odios individuales, Revueltas era un hombre sin enemigos personales, pero blanco de envidias sin fin. José Revueltas fue, quizá, el primero que señaló la causa esencial, la raíz más profunda del desastre de los comunistas mexicanos que se inició a fines del régimen cardenista y que había de durar cerca de 20 años. Su tercera y tal vez más profunda novela, Los días terrenales, es un grito contra el dogmatismo; un llamado de atención angustioso, no contra tal o cual error pasajero, sino contra la deformación cognoscitiva, de concepción, que había de carcomerlo todo, alejando a los marxistas de la realidad nacional concreta, impidiéndoles comprender los cambios que se gestaban en el país. La crítica del estalinismo fue tanto más fuerte y aguda en tanto provino de su propio seno, y experimentada por un artista y revolucionario. Los días terrenales apareció en 1949, antes de obras como El deshielo o las Memorias de Ilia Ehrenburg, que acometió tareas similares en otras latitudes. Por eso el libro es una verdadera profecía novelada, una denuncia lúcida del dogmatismo y sus consecuencias. En la novela, Fidel, el máximo dirigente de la organización local, modelo de dirigente comunista comprometido, prepara un informe político y reflexiona: “Necesito reunir para hoy todos los datos, pues quiero hacer un informe muy pormenorizado y justo” y Revueltas interpreta: Aquel hombre usaba términos de un modo escalofriante. Lo que concebía como justo. UN ESCRITOR EN LA TIERRA Centenario de José Revueltas EDITH NEGRÍN, ALBERTO ENRÍQUEZ PEREA, ISMAEL CARVALLO ROBLEDO Y MARCOS T. ÁGUILA (COORDS.) vida y pensamiento de méxico 1ªed., 2014; pp 978 607 16 2402 4 Desde luego una narración objetiva, sí, veraz, de los hechos, una enumeración correcta y fiel, pero sometiéndolos a una inexpugnable prefiguración de la verdad, arriba o abajo, a derecha o izquierda de cuyos límites tales hechos adquirían un valor ajeno a sí mismo y eran, según la hábilmente amañada relación que se les diese en un sentido u otro, buenos o malos, útiles o inútiles, importantes o sin importancia… —Y más adelante, concluye:— Allá arriba, en el Comité Central, era imposible que comprendiesen, no por falta de honradez para ello, sino porque simplemente no podían ver las cosas a través del compacto tejido de fórmulas en que estaban envueltas; no podían razonar sino dentro de la aritmética atroz que aplicaban a la vida… La aritmética de la vida. Dos y dos son cuatro, dos y dos son cuatro, dos y dos son cuatro. La tragedia del comunismo mexicano es que nunca llegó a entender las peculiaridades de la política mexicana, la distancia que la separaba de la Europa occidental y oriental. Este mensaje, de 1949, no fue captado. Su lenguaje era esotérico. No coincidía con la hora que marcaba el reloj de la revolución mundial; se encontraba envuelto en imágenes sombrías y a veces repelentes. Por ejemplo, en la novela, la pequeña hija de Fidel y su compañera Julia, Bandera, había muerto de hambre, en la casa de seguridad donde se escondían. Ese día, Fidel dispuso que los 15 pesos que le había proporcionado el camarada Bautista para el entierro de la niña se destinaran para enviar el periódico de la juventud comunista a provincias. Bautista reclamó: “El periódico puede esperar”, y Fidel contestó “la que puede esperar es ella, porque está muerta”. Era una crítica demoledora al fanatismo del partido. Y la crítica se repetiría en el plano teórico en 1962, en su Ensayo sobre un proletariado sin cabeza; y de nuevo, como literatura, en 1964, con Los errores. Estos tres textos, acaso sus tres obras mayores, representan el nudo de la crítica y de las preocupaciones centrales de Revueltas frente a la vanguardia comunista de aquella época, expresadas con más angustia que genio. De allí saltó, ya en 1968, a la revisión de la autogestión como alternativa política de organización, desarrollo que no pudo completar por su temprana muerte, antes de cumplir los 62 años de edad. En este sentido, se puede decir que la lucha intestina de la izquierda consumió la mayor parte de la energía de José Revueltas. La relectura de su obra de conjunto, tarea que se hizo posible por el esfuerzo monumental realizado por su hija Andrea Revueltas y su yerno Philippe Cheron con la publicación de sus Obras completas durante la década de 1980, permite afirmar que Revueltas no tuvo tiempo de realizar una crítica profunda y directa al Estado y a los gobiernos de México. Su atención privilegió la crítica interna de la izquierda, cuyo fin era afilar las armas para enfrentar al sistema que tanto odiaba. José fue encarcelado numerosas ocasiones por lo que hizo en contra del sistema político, mas no por lo que escribió en su contra. En sus escritos políticos se habla mucho de historia mexicana y de filosofía marxista, pero poco del régimen que tanto se ensañó contra él. En una nota desgarradora de octubre de 1969, escrita en Lecumberri a su segunda esposa en el reverso de una tira de un electrocardiograma que le habían practicado, se preguntaba: ¿Por qué precisamente en México son los gobernantes quienes más se caracterizan por su abyección, indignidad y vileza? Digo, ¿los gobernantes mucho más que cualquier otro grupo social?… Odio con toda mi alma a esta desgraciada burguesía y me hiere en carne viva lo que nos hace… nunca hemos podido hacer una vida normal y nunca he sabido ser ni un padre ni un esposo… La nota confirma lo que sabíamos, que José vivió al límite, desde la altura de su genio y la angustia de su vida partidaria y privada. Conocí a Revueltas en el mes de mayo de 1960. Yo tenía la inquietud de incorporarme al Partido Comunista y había tenido contacto particularmente con Othón Salazar, el dirigente magisterial. Él me puso a dar conferencias a los maestros disidentes del mrm (el Movimiento Revolucionario Magisterial). Entonces apareció Revueltas, que “lo revolvió todo”. Estaba él entonces íntegramente dedicado a la actividad política. El XX Congreso del pcus (1956) había abierto nuevas perspectivas para los marxistas mexicanos. Comenzaba un proceso de renovación, una intensa búsqueda de nuevos caminos, un examen crítico del pasado y Revueltas había recogido el guante con la pasión que siempre lo caracterizó. Algunos advenedizos del eurocomunismo de derecha prefieren olvidar hoy que el primer marxista antiestalinista de México fue un radical, José Revueltas. En los últimos años en que mantuve una amistad personal con José (1959-1961), produjo una cantidad impresionante de documentos políticos. La mayoría de ellos se escribieron de noche, después de terminar los guiones de cine que le permitían vivir modestamente. Los guiones eran mal pagados, pero Pepe tenía un arma no revelada para salir adelante en este medio. Él producía en tres días lo que a otros les llevaba un mes. Decía que su secreto era beber hasta un estado en el que sus personajes adquirían una vida propia y entonces bastaba con dejarse llevar por los personajes mismos. Revueltas era un trabajador incansable. Sus jornadas eran una sucesión vertiginosa e interminable de reuniones partidarias y elaboración teórica. Una especie de explosión creativa que se había ido gestando durante los 11 años que permaneció fuera del pcm. La mayoría de nuestros encuentros tuvieron lugar en su modesto apartamento. Una llamada telefónica y llegaba yo, que apenas iniciaba mi vida política, seguro de que me esperaba una sesión inolvidable. La catarata de sus ideas originales, brillantemente expuestas; el encanto de un suave escepticismo bañado de calor humano; la nobleza de miras, eran irresistibles. Pepe tenía otra cara, que afortunadamente no conocí: sus largas borracheras y sus profundas depresiones. En esos años bebía un infame brandy llamado Club 45, que nunca faltaba en su escritorio. Habían pasado apenas dos meses de la derrota ferrocarrilera. La represión estaba en su apogeo. Las rebeliones sindicales de los años 1956-1959 eran síntomas de un renacimiento del movimiento obrero autónomo, que intentaba sacudirse la férula de una burocracia sindical enchufada al aparato estatal. El intento no prosperó, pero la clase obrera dio señales de una voluntad política que había de ser el principio de cambios que sólo fructificaron para el país más tarde y eso a medias. El comunismo mexicano, formado entonces por el pcm, el Partido Obrero y Campesino y otros grupos menores, no supo y no pudo colocarse a la cabeza del movimiento. Esto, aunado a los efectos del XX Congreso, produjo al seno del pcm una profunda crisis, y una expulsión más para Revueltas (la primera había ocurrido en 1943), quien había puesto el dedo en la llaga con determinación, acerca de la falta de capacidad de dirección del partido en el ascenso de las movilizaciones obreras. De allí surgió su Ensayo sobre un proletariado sin cabeza, al que me refería antes, texto denso, lleno de citas teóricas de los clásicos de marxismo y una interpretación de las causas de lo que Revueltas llamó la inexistencia histórica del partido; pero de difícil asimilación, incluso para los intelectuales de dentro y fuera del partido. Después de 1968, había de reconocer su error: el proletariado no llegaría a tener cabeza porque no llegó a ser sujeto. Pepe fue todo, menos político. La preocupación por lo esencial lo cegaba para los detalles. La búsqueda afanosa de la verdad le impedía construir el poder. El bosque no lo dejaba ver los árboles. Por eso no supo traducir la protesta a un idioma comprensible, no pudo dosificar su transmisión, luchar en su defensa. Su advertencia fue entonces un grito en el desierto, y sólo después de muchos años otros compañeros entendieron. Cuando en la penumbra de este amanecer paso revista a los que han sobrevivido a aquellos años, la pequeña figura de Pepe se yergue y se agiganta, su cara se ilumina con una de sus inolvidables sonrisas mefistofélicas, levanta el brazo con el puño cerrado y dice con voz firme: ¡José Revueltas. Presente! W Enrique Semo, historiador y economista, es autor de numerosas obras, entre ellas la clásica Historia del capitalismo en México. Este ensayo aparece en Un escritor en la tierra. Centenario de José Revueltas, que estos días sale a la luz entre nuestras publicaciones conmemorativas. 16 NOVIEMBRE DE 2014
REVUELTAS: REBELIÓN Y REVOLUCIÓN El afecto personal y el respeto por su escritura marcaron la relación entre Octavio y José. Amigos de juventud, críticos —cada uno a su manera— del totalitarismo, convencidos de que la palabra transforma el mundo, tuvieron vidas con pocos paralelismos. Hemos tomado del tomo tercero (ahí se incluye “Generaciones y semblanzas”) de la nueva edición de las Obras completas de Paz este par de textos, escritos con más de tres décadas de distancia Fotografía: ©MANUEL ÁLVAREZ BRAVO, SEPTIEMBRE DE 1945. ASOCIACIÓN MANUEL ÁLVAREZ ENSAYO Cristianismo y revolución: José Revueltas DOS NOTAS OCTAVIO PAZ NOVIEMBRE DE 2014 17