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Cuando existía el Parque Salazar, un lugar tranquilo y<br />
sosegado en el que se podía escuchar el rumor del mar,<br />
lo visitaban los jóvenes, esos jóvenes miraflorinos que<br />
Vargas Llosa dibuja en Los jefes, en Los cachorros, en La<br />
ciudad y los perros. Lugar de abrazos y besos castos pero<br />
también de idilios terminados y sufrimiento adolescente,<br />
el Parque Salazar reunía algunas esculturas interesantes,<br />
un sencillo cuerpo de agua y agradables jardines.<br />
El proyecto Larcomar cambió el concepto de uso<br />
público del espacio. Construyó hacia el acantilado una<br />
secuencia de tres niveles donde se abrieron cines,<br />
tiendas, discotecas, cafés, restaurantes, un teatro,<br />
galerías de arte y librerías. Hoy es el lugar más visitado<br />
por el turismo que viene a Lima, por sus servicios y por<br />
la vista que ofrece a la hora de la puesta de sol. Abundan<br />
en La ciudad y los perros las menciones a este lugar, en<br />
su diseño original:<br />
Estaban en la avenida Larco, a veinte metros del Parque<br />
Salazar. Una serpiente avanza, despacio, por la pista, se<br />
enrosca sobre sí misma frente a la explanada, se pierde en<br />
la mancha de vehículos estacionados al borde del parque<br />
y luego aparece al otro extremo, disminuida: gira y toma<br />
nuevamente la avenida Larco, en sentido contrario. Algunos<br />
automóviles llevan la radio prendida. (…) A diferencia de<br />
Los domingos era distinto. En la mañana debían ir a misa del Colegio Champagnat de<br />
Miraflores. (La ciudad y los perros). Iglesia Virgen Milagrosa, en el Parque Central<br />
Imágenes del Miraflores de hoy: Larcomar, donde antes estuviera el Parque Salazar, (abajo)<br />
y el Puente Villena Rey (página opuesta).<br />
M. Carrillo / PP<br />
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