Más allá del principio del placer y otras obras
Más allá del principio del placer y otras obras
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Sigmund Freud<br />
Más allá <strong>del</strong> <strong>principio</strong> <strong>del</strong> <strong>placer</strong> y <strong>otras</strong> <strong>obras</strong><br />
organismo total, cargados con todas las disposiciones pulsionales heredadas y las recién<br />
adquiridas. Quizá sean justamente estas dos propiedades las que les posibilitan su existencia<br />
autónoma. Puestos en condiciones favorables, empiezan a desarrollarse, vale decir, a repetir el<br />
juego a que deben su génesis; y el juego termina en que de nuevo una parte de su sustancia<br />
prosigue el desarrollo hasta el final, mientras que otra, en calidad de nuevo resto germinal, vuelve a<br />
remontarse hasta el <strong>principio</strong> <strong>del</strong> desarrollo. Así, estas células germinales laboran en contra <strong>del</strong><br />
fenecimiento de la sustancia viva y saben conquistarle lo que no puede menos que aparecérsenos<br />
como su inmortalidad potencial, aunque quizá sólo implique una prolongación <strong>del</strong> camino hasta la<br />
muerte. Nos resulta en extremo significativo el hecho de que es la fusión de la célula germinal con<br />
otra, semejante a ella y no obstante diversa, lo que la potencia para esta operación o, aún más, se<br />
la posibilita.<br />
Las pulsiones que vigilan los destinos de estos organismos elementales que sobreviven al<br />
individuo, cuidan por su segura colocación {Uizterbringung} mientras se encuentran inermes frente<br />
a los estímulos <strong>del</strong> mundo exterior, y provocan su encuentro con las <strong>otras</strong> células germinales, etc.,<br />
constituyen el grupo de las pulsiones sexuales. Son conservadoras en el mismo sentido que las<br />
<strong>otras</strong>, en cuanto espejan estados anteriores de la sustancia viva; pero lo son en medida mayor,<br />
pues resultan particularmente resistentes a injerencias externas, y lo son además en otro sentido,<br />
pues conservan la vida por lapsos más largos 58 . Son las genuinas pulsiones de vida; dado que<br />
contrarían el propósito de las <strong>otras</strong> pulsiones (propósito que por medio de la función lleva a la<br />
muerte), se insinúa una oposición entre aquellas y estas, oposición cuya importancia fue<br />
tempranamente discernida por la doctrina de las neurosis. Hay como un ritmo titubeante en la vida<br />
de los organismos; uno de los grupos pulsionales se lanza, impetuoso, hacia a<strong>del</strong>ante, para<br />
alcanzar lo más rápido posible la meta final de la vida; el otro, llegado a cierto lugar de este<br />
camino, se lanza hacia atrás para volver a retomarlo desde cierto punto y así prolongar la duración<br />
<strong>del</strong> trayecto. Ahora bien, es cierto que sexualidad y diferencia de los sexos no existían al comienzo<br />
de la vida; a pesar de ello, sigue en pie la posibilidad de que las pulsiones que después se<br />
llamarían sexuales entraran en actividad desde el comienzo mismo, en vez de empezar su trabajo<br />
contrario al juego de las «pulsiones yoicas» en un punto temporal más tardío 59 .<br />
Pero hagamos un primer alto aquí, y preguntémonos si todas estas especulaciones no carecen de<br />
fundamento. ¿En verdad no habrá, prescindiendo de las pulsiones sexuales 60 , <strong>otras</strong> pulsiones que<br />
las que pretenden restablecer un estado anterior? ¿Acaso no habrá <strong>otras</strong> que aspiren a algo<br />
todavía no alcanzado? Dentro <strong>del</strong> mundo orgánico no conozco ningún ejemplo cierto que<br />
contradiga la caracterización propuesta. Es seguro que en el reino animal y vegetal no se<br />
comprueba la existencia de una pulsión universal hacia el progreso evolutivo, por más que la<br />
orientación en ese sentido sigue siendo de hecho incuestionable. Pero, por una parte, muchas<br />
veces depende sólo de nuestra apreciación subjetiva el declarar que un estadio <strong>del</strong> desarrollo es<br />
superior a otro; y además, la ciencia de lo vivo nos muestra que una evolución en un punto muy a<br />
menudo se paga con una involución en otro, o se hace a expensas de este. Hay, también, buen<br />
número de formas animales cuyos estados juveniles nos hacen ver que su evolución cobró más<br />
bien un carácter regresivo. Tanto el progreso evolutivo como la involución podrían ser<br />
consecuencia de fuerzas externas que esfuerzan la adaptación, y en ambos casos el papel de las<br />
pulsiones podría circunscribirse a conservar, como fuente interna de <strong>placer</strong>, la alteración<br />
impuesta 61 .<br />
58 [Nota agregada en 1923:] ¡Y a pesar de ello son lo único que podemos aducir en favor de una tendencia interna al<br />
«progreso» y a la evolución ascendente! (Cf. infra [AE, 18, págs. 41-2].)<br />
59 [Nota agregada en 1925:] El contexto deja entender bien que aquí «pulsiones yoicas» es considerada una designación<br />
provisional, que retoma el primer bautismo que les dio el psicoanálisis. [Cf. AE, 18, págs. 49-50 y 59n. ]<br />
60 [Estas cinco palabras aparecen en bastardillas en las ediciones de 1921 en a<strong>del</strong>ante.]<br />
61 Por otro camino, Ferenczi (1913c, pág. 137) llegó a la posibilidad de la misma concepción: «La aplicación consecuente de<br />
esta argumentación no puede menos que familiarizarnos con la idea de una tendencia a la perseveración, y<br />
alternativamente a la regresión, que gobierna también la vida orgánica; en cambio, la tendencia a la evolución ascendente,<br />
a la adaptación, etc., es animada sólo sobre la base de estímulos externos».