Carreras paralelas La de nuestro periódico y la de una de sus reporteras nacida nueve días antes de que se publicara el primer número. Y la de sus padres, que se recuerdan desde hace 30 años con un ejemplar bajo el brazo. Ésta es la historia de una familia ligada a EL PAÍS desde el principio. Por Patricia Ortega Dolz. FAMILIA. En el centro, la autora sostiene un ejemplar del primer número de EL PAÍS. Al lado, sus padres, Loles y Antonio. 446 ESPECIAL 30 AÑOS
GUILLERMO PASCUAL Su vida cambió aquel martes 4 de mayo de 1976. Con 25 años, Loles se despidió de sus padres y se subió al avión con su hija de recién nacida dentro de un capazo, dispuesta a empezar de nuevo. “Tú con tus primeros nueve días de vida y yo estrenando maternidad, bastante nerviosa, pero haciendo como que no, como si viajar en avión con una enana de días fuese lo más común del mundo”, cuenta. Una hora de vuelo. Almería-Madrid. Un rato de soledad justo para asimilar que, por muchos motivos, comenzaba otra etapa. Su marido, Antonio, las esperaba en el aeropuerto de Barajas. <strong>El</strong>la le vio enseguida. A lo lejos agitaba y mostraba un periódico con cierto triunfalismo. Era el primer ejemplar del nuevo diario que veía la luz: EL PAÍS. “Cuando estábamos a pocos metros de la terminal vi una mano que nos saludaba frenéticamente a la par que izaba un periódico, a modo de estandarte. ¡Era papá con EL PAÍS! No sé si lo pensé entonces, antes o después, pero lo pensé: mi niña, mi primera niña, llegaba con la ilusión de que algo nuevo y estupendo empezaba, para mí y para todos. EL PAÍS era uno de los símbolos de la libertad recuperada. Habíamos enterrado al dictador; ahora tocaba enterrar la dictadura. Y EL PAÍS tenía que echar algunas de las paladas de tierra más grandes. Y las echó”. Qué mejor forma de recibirla, había pensado él: “Loles, siempre metida en política, querría leer el periódico en el que quedaría impreso todo un proceso de transición democrática, y con él, una enorme y emocionante parte de nuestras vidas. Se leía mucha prensa en aquellos días. Sucedían muchas cosas y había que leer entre líneas para darles sentido. Progresistas, izquierdistas, nacionalistas, cristianos, liberales…, con la etiqueta de demócratas todos, se amalgamaban creando confusión en la ciudadanía. Interpretar gestos y palabras de unos y otros era tema cotidiano de conversación”, recuerda Antonio. “Y cuando por fin EL PAÍS llegó, mi vida estaba convulsionada por un hecho más trascendental: acababas de nacer tú, Patricia. Ese día llegabas por primera vez a Madrid. Compré el primer EL PAÍS de la historia y me encaminé, con él bajo el brazo, a Barajas para recogeros a mamá y a ti. En principio, el periódico iba destinado a Loles, pero antes tuvo una utilidad más significativa: agitado por mi mano, te hacía saber que papá te esperaba para darte la bienvenida. Luego resultó que EL PAÍS también te esperaba”. La vida de aquella niña y la de aquel periódico, que ahora cumplen 30 años, han corrido en paralelo. Aquella niña soy yo y soy reportera de EL PAÍS. Y aquí estoy, escribiendo el reportaje más raro de toda mi corta trayectoria periodística. Entiendan ustedes que, aunque nuestra firma vaya adosada a nuestros textos por elemental responsabilidad, los periodistas de prensa no estamos acostumbrados a descubrirnos (tanto). Y para mí, y supongo que también para mis padres, esto es todo un strip-tease. Así que perdonen la indiscreción… Pero, más allá de esta anécdota de mi vida…, ¿cuántas pueden ser las vidas ligadas a EL PAÍS Al igual que en mi casa, en millones de hogares españoles se han desayunado, comido o cenado este periódico durante años. Y no crean, señores lectores, que ustedes quedaron a salvo de la curiosidad paisológica. Porque si lo del strip-tease era algo indiscreto, lo de las estadísticas relativas a ustedes lectores parecería voyeurismo. Las encuestas realizadas por este periódico a lo largo de estos 30 años también les han descubierto un poco en su confortable intimidad y casi radiografían sus vidas… Vidas que, como la mía y la de mis padres, han discurrido con EL PAÍS bajo el brazo, en un silencioso diálogo. Lean, lean, léanse… Cuentan que es muy posible que la edad media de su familia sea de unos 42,5 años. Que seguramente en su casa la mayoría trabaja y son muchos los que han alcanzado un nivel de estudios medio o superior. Dicen que es casi seguro que si a ustedes les preguntasen a qué clase social pertenecen, dirían que se encuentran en esa franja calificada de clase media o media-alta. ¿Va bien Pues eso no es todo. En ese diálogo más o menos inconsciente, EL PAÍS se ha percatado de que les gusta llevar una vida saludable y de que lo de ir al gimnasio no está de más en sus vidas. De ahí que de vez en cuando les dé algunos consejos sobre ejercicios físicos en la parte trasera de EPS. Por aquí aseguran que disfrutan de las excursiones, esas que les gusta hacer cuando el tiempo lo permite; no son en vano las propuestas de <strong>El</strong> Viajero para “ese finde” y las diferentes guías coleccionables que han encontrado más de una vez con el periódico… Por supuesto, dicen que no les gusta descuidar el ámbito cultural, y que eso de visitar museos e ir al cine, al teatro y a algún concierto les resulta grato. Seguro que en más de una ocasión se han dejado llevar por algunas de las recomendaciones de EP3 o por las críticas de cine de los viernes… ¿No Y comer bien, que no falte, que la cultura gastronómica también cotiza al alza. Y lo de salir a cenar fuera siempre que se puede, que no decaiga. También habrán visto, incluso seguido, alguno de esos consejos culinarios o de esas guías de restaurantes señalados donde encontrar lo mejor para satisfacer sus paladares. ¿Qué tal ¿Aciertan Bueno, para los paisólogos queda claro que eso de estar encerrados en casa no es lo suyo, ¿verdad Y en vacaciones, pues hay que salir, aunque sea más dentro de España que al extranjero. Sé que prefieren un poco más la playa que el interior, aunque no le hacen ascos a un viajecito rural. ¿Van atinando esas estadísticas Y pese a todo (y a la tele), les gusta comprar libros y discos (no siempre piratas). Van en metro cuando lo tienen cerca, pero, reconózcanlo, si no, abusan un poco del coche a pesar de los atascos. Y si se cansan del coche o el tiempo apremia, pues se cogen un avión más o menos económico por Internet, y listo, ¿sí o no Incluso, si viajan fuera, mal que bien, en inglés se defienden… En fin, 30 años leyendo EL PAÍS en la intimidad y resulta que quizá este periódico también les ha descubierto un poco entre lectura y lectura. ¿Se sienten un poco desnudos ahora No se preocupen; al fin y al cabo, “todo queda en casa”. ● ESPECIAL 30 AÑOS 447