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yo llevo su sangre.<br />
Regresaron a la mansión para cenar. La mesa estuvo servida por tres camareros que trabajaban a las<br />
órdenes de un mayordomo. Los cubiertos eran de oro y plata, pero la comida, en opinión de Hagen, fue<br />
mediocre. Era evidente que Woltz vivía solo y que el productor no era hombre que se preocupara<br />
demasiado de la comida. Hagen esperó a que ambos hubieran encendido sus respectivos habanos.<br />
—¿Tendrá o no tendrá Johnny el papel —preguntó Hagen entonces.<br />
—Imposible —dijo Woltz—. No podría dar el papel a Johnny aunque quisiera. Los contratos ya están<br />
firmados y empezaremos el rodaje la próxima semana. No existe posibilidad alguna de cambiar las<br />
cosas.<br />
—Señor Woltz —dijo Hagen con cierta impaciencia—, la gran ventaja de tratar con el jefe supremo<br />
es que una excusa como ésta no es válida. Usted puede hacer todo lo que quiera. ¿Acaso no cree que mi<br />
cliente cumpla las promesas<br />
—Creo que voy a tener problemas laborales —dijo Woltz, ásperamente—. Goff me lo advirtió, el<br />
muy cerdo, y por el tono de sus palabras, nadie hubiera imaginado que le estoy pagando cien mil dólares<br />
anuales, bajo mano. También creo que pueden ustedes lograr que mi supuesta estrella masculina deje la<br />
heroína. Pero todo esto me tiene sin cuidado, pues puedo financiar mis propias películas. Odio<br />
profundamente a ese cerdo de Fontane. Diga a su jefe que no puedo hacerle el favor que me pide, pero<br />
que estoy dispuesto a complacerle en cualquier otra cosa. En todo lo que pida.<br />
Hagen se preguntó para qué diablos le había hecho ir a su finca. El productor estaba tramando algo.<br />
—No creo que entienda usted la situación —dijo Hagen fríamente—. El señor Corleone es el padrino<br />
de Johnny Fontane. Como usted seguramente sabe, se trata de una relación religiosa, sagrada y muy<br />
íntima.<br />
Woltz inclinó respetuosamente la cabeza ante la referencia que Hagen acababa de hacer a la religión.<br />
—Los italianos dicen que la vida es tan dura que el hombre debe tener dos padres que velen por él —<br />
prosiguió Hagen—, por eso todos tienen un padrino. Dado que el padre de Johnny murió, el señor<br />
Corleone se siente obligado a velar por su ahijado. Además, quisiera que tuviera usted en cuenta que el<br />
señor Corleone es un hombre muy sensible. Nunca pide un segundo favor a quien ya le ha negado uno.<br />
Woltz se encogió de hombros.<br />
—Lo siento. La respuesta sigue siendo no. Pero ya que está usted aquí ¿cuánto me costaría arreglar lo<br />
del problema laboral El pago sería inmediato y en efectivo.<br />
Eso esclareció una de las preguntas que Hagen se habían planteado. Ya sabía por qué Woltz le<br />
dedicaba tanto tiempo, pese a haber decidido negar el papel a Johnny. Hagen comprendió que no podría<br />
cambiar nada, al menos en el curso de aquella entrevista. Woltz se sentía seguro, y no temía en absoluto<br />
el poder de Don Corleone. Desde luego, con sus relaciones con destacados políticos, su amistad con el<br />
jefe del FBI, su enorme fortuna personal y su inmenso poder en la industria cinematográfica, ni siquiera<br />
Don Corleone podía amenazarlo. Cualquier hombre inteligente, y Hagen lo era, hubiera pensado que<br />
Woltz había sabido valorar correctamente su posición. Nada podría hacer el Don si el productor estaba<br />
dispuesto a afrontar las pérdidas causadas por la huelga. Sin embargo, había algo más, algo con lo que<br />
Woltz no contaba. El Don había prometido a su ahijado que obtendría el papel de protagonista en la<br />
película, y que Hagen supiera, Don Corleone nunca había faltado a su palabra.<br />
—Está usted tratando de hacerme cómplice de una extorsión —replicó Hagen sin alterarse—. Yo<br />
creo que usted finge no entenderme, aunque me parece haber hablado muy claro. El señor Corleone sólo