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¡Qué malos sois! —gritó Samira empujando con ... - Alfaguara Infantil

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1<br />

—¡Qué <strong>malos</strong> <strong>sois</strong>! —gritó <strong>Samira</strong><br />

<strong>empujando</strong> <strong>con</strong> el pie la piedra a la casilla<br />

de descanso del juego del avión—. Sólo<br />

tenéis miedo de que gane.<br />

Las amigas de <strong>Samira</strong>, en lugar de<br />

prestarle atención, corrieron hacia un co che<br />

negro que acababa de detenerse en las cercanías.<br />

Por aquella zona sólo en <strong>con</strong>tadas<br />

ocasiones se veían coches, y menos uno tan<br />

nuevo y tan bonito.<br />

<strong>Samira</strong> abandonó también el juego y<br />

corrió detrás de sus amigas.<br />

El <strong>con</strong>ductor del coche bajó el cris tal<br />

de la ventanilla y sacó la cabeza.<br />

—¿Vive aquí una tal Hadscha*<br />

Schamsa —preguntó.<br />

* Hadscha: título honorífico que se da a la mujer que ya ha<br />

peregrinado a La Meca, centro religioso del mundo islámico, pues allí<br />

nació Mahoma.


8 9<br />

«¿Qué querrán unos hombres tan<br />

ricos de la abuela —pensó <strong>Samira</strong>—.<br />

Seguro que no traen buenas intenciones».<br />

Y no respondió. Pero su prima<br />

Mansura gritó:<br />

—Sí, aquí vive.<br />

—¿Qué queréis de ella —preguntó<br />

<strong>Samira</strong> prudente.<br />

Los hombres descendieron del co che.<br />

Iban muy bien vestidos, todos <strong>con</strong> unos<br />

trajes oscuros muy elegantes y cor batas.<br />

<strong>Samira</strong> re<strong>con</strong>oció a uno de ellos. Era el<br />

jeque* Mahdi, el jefe de su tribu. Hasta<br />

entonces nunca lo había visto en persona,<br />

pero en todas las esquinas de la calle había<br />

un cartel <strong>con</strong> su foto, debajo de la cual se<br />

leía:<br />

¡votad al jeque mahdi abdul-madschid,<br />

el liberador de toda miseria!<br />

—Mi abuela vive aquí —dijo<br />

en tonces <strong>Samira</strong> señalando su chabola.<br />

—¡Ven! —le ordenó el <strong>con</strong>ductor.<br />

Tras abrir el maletero del automóvil,<br />

de tribu.<br />

* Jeque: título honorífico que se da a los sabios o a los jefes


10 11<br />

sacó una bolsa de arroz y una lata de leche<br />

en polvo.<br />

—Llévale esto a tu abuela —le<br />

en cargó—. Dile que el jeque Mahdi desea<br />

hacerle una visita.<br />

—Pero ahora no está aquí, sino en el<br />

ver... —<strong>Samira</strong> se detuvo justo a tiempo y<br />

preguntó a renglón seguido—: ¿quiere que<br />

vaya a buscarla<br />

—Claro, y date prisa —<strong>con</strong>testó el<br />

jeque Mahdi.<br />

«Mi abuela está en el vertedero de<br />

basura, pero eso no tienen por qué saberlo<br />

esos hombres tan elegantes», se dijo<br />

Sa mira. Su abuela iba allí todas las mañanas.<br />

Se dedicaba a recoger trozos de metal,<br />

bo tellas de vidrio, plástico y harapos que<br />

después vendía a un mercader, que a su vez<br />

lo revendía todo a gente que volvía a hacer<br />

cosas nuevas <strong>con</strong> todo aquello.<br />

<strong>Samira</strong> llevó a la chabola el arroz y<br />

la leche en polvo, y a <strong>con</strong>tinuación corrió a<br />

toda velocidad hasta el vertedero.<br />

El vertedero apestaba. <strong>Samira</strong> se<br />

tapó la nariz y respiró por la boca.<br />

—¡Abuela! —gritó.<br />

Había tanta gente buscando algo<br />

aprovechable que no <strong>con</strong>seguía dar <strong>con</strong><br />

ella.<br />

Al oír sus gritos, tres mujeres gira ron<br />

la cabeza. Una de ellas era su abuela.<br />

—¡Tenemos visita! —gritó <strong>Samira</strong>.<br />

Su abuela se echó a la espalda el<br />

enorme saco <strong>con</strong> todo lo que había recogido<br />

y se abrió camino a través de la montaña<br />

de basura.<br />

—¡Ojalá no sea el ingeniero del<br />

agua! —gritó.<br />

—No. Son el jeque Mahdi y tres<br />

hombres más —le informó su nieta.<br />

—¿El jeque Mahdi —la anciana<br />

aceleró el paso—. ¿Y qué quiere de nosotras<br />

el jeque Mahdi<br />

—No lo sé. Nos ha traído unos<br />

re galos: arroz y leche en polvo.<br />

La anciana farfulló algo ininteligible.<br />

—Abuela, ¿no podrías olvidar el<br />

saludo del ingeniero del agua aunque sólo<br />

sea por una vez —le rogó la niña—. Y<br />

también, por una vez, podríamos ofrecer


12 13<br />

algo de beber a la visita, ya que hoy hace<br />

tanto calor, ¿no te parece<br />

Tampoco esta vez obtuvo respuesta,<br />

ni siquiera un gruñido.<br />

<strong>Samira</strong> adoraba a su abuela y no la<br />

cambiaría por ninguna otra. Sin embargo,<br />

dos de sus costumbres le molestaban,<br />

y am bas se manifestaban cuando recibía<br />

visitas.<br />

Lo primero que le disgustaba era el<br />

modo de saludar de su abuela. Por ejem plo,<br />

en lugar de «Buenos días», decía: «¡Ojalá<br />

el nuevo día no nos depare la vi sita del<br />

ingeniero del agua!».<br />

Y en lugar de «La paz sea <strong>con</strong><br />

vo sotros», saludaba: «Que Alá* mantenga<br />

lejos de vosotros al ingeniero del agua».<br />

Y antes de irse a la cama no te de seaba<br />

«Buenas noches», sino: «Que tus sueños se<br />

vean libres de ingenieros del agua».<br />

La segunda de sus costumbres que<br />

disgustaba a <strong>Samira</strong> era que jamás ofrecía<br />

a los visitantes nada de beber.<br />

—O se ofrece auténtica leche de<br />

camella o no se ofrece nada —solía decir.<br />

<strong>Samira</strong> aún no había visto leche de<br />

camella y menos aún la había probado.<br />

Y, claro, como no había leche de camella,<br />

los visitantes tenían que aguantarse<br />

la sed.<br />

—Ojalá el ingeniero del agua no<br />

se encuentre entre vosotros —les gritó la<br />

abuela a los visitantes desde lejos.<br />

—Ni entre vosotras —respondió el<br />

jeque Mahdi aproximándose a ella.<br />

—Sed bienvenidos, visitantes. Que<br />

Alá mantenga lejos de vosotros al ingeniero<br />

del agua —saludó la abuela.<br />

—Y que también lo mantenga lejos<br />

de vosotras —<strong>con</strong>testó el jeque Mahdi.<br />

—¡Lejos! ¡Lejos! —exclamaron a<br />

coro los hombres de su séquito.<br />

A <strong>con</strong>tinuación, el jeque tomó la<br />

mano de la anciana, la besó y apretó<br />

el dorso <strong>con</strong>tra su frente, repitiendo ese<br />

mismo gesto tres veces.<br />

—Pasad —rogó la anciana a los<br />

vi sitantes.<br />

Los hombres vestidos <strong>con</strong> elegancia<br />

entraron en la chabola de chapa y<br />

*Alá: nombre que se da a Dios en el Islam.


14 15<br />

se sentaron en la alfombra llena de agujeros.<br />

—Perdonadme que no os ofrezca<br />

nada de beber, pero nuestros camellos aún<br />

no han regresado de los pastos —dijo la<br />

abuela recurriendo a su particular forma de<br />

hablar.<br />

—Prepararé un té —ofreció <strong>Samira</strong><br />

levantándose inmediatamente.<br />

—No, no, por Alá —rechazó el je que<br />

Mahdi—. Ya beberemos algo la pró xima<br />

vez. Confío en que para entonces hayan<br />

regresado vuestros camellos.<br />

«¡Vaya! Ya han empezado todos<br />

a desvariar. ¡Hasta el jeque!», se dijo<br />

Sa mira.<br />

Y era lógico que lo pensara porque<br />

su abuela y ella no poseían ni siquiera un<br />

miserable camello.<br />

—¿Qué os ha traído hasta mí —preguntó<br />

la abuela a su visitante.<br />

—¡Oh, Hadscha Schamsa! —co ­<br />

menzó el jeque—. ¡Oh, tú, sabia entre las<br />

sabias de nuestra tribu! Que Alá te <strong>con</strong> ceda<br />

una larga vida y traiga de vuelta sa nos y<br />

salvos a tus camellos...<br />

—Y a los tuyos —le interrumpió la<br />

anciana.<br />

El jeque Mahdi se aflojó la corbata.<br />

—Me he presentado a elecciones<br />

para <strong>con</strong>cejal —prosiguió—. Ahora <strong>con</strong> fío<br />

también en tu voto. Porque, por Alá, sólo<br />

desde un cargo así se puede combatir el<br />

mal <strong>con</strong> éxito.<br />

—¡Cierto, cierto! —le apoyaron a<br />

coro los hombres que le acompañaban.<br />

—Sólo así puedo proceder <strong>con</strong>tra el<br />

ingeniero del agua y evitar que cause más<br />

daños a nuestra tribu —añadió <strong>con</strong> tono<br />

persuasivo el jeque Mahdi—. Así pues, si<br />

quieres preservarte a ti y a tu familia de<br />

males todavía mayores, vótame.<br />

Se levantó y le puso a <strong>Samira</strong> un<br />

montón de panfletos en la mano.<br />

—Toma, tú también debes colaborar.<br />

Reparte estos folletos entre el vecindario,<br />

uno para cada casa —explicó el<br />

je que saliendo <strong>con</strong> sus hombres de la<br />

chabola.<br />

—¡Guardaos del ingeniero del<br />

agua! —dijo la abuela a guisa de despedida.


16<br />

—Que Alá lo mantenga lejos de ti<br />

y de todos nosotros, Hadscha Schamsa<br />

—<strong>con</strong>testó el jeque Mahdi.<br />

Y los otros volvieron a exclamar a<br />

coro:<br />

—¡Lejos, lejos!<br />

2<br />

<strong>Samira</strong> estaba en la escuela, pero<br />

sus pensamientos vagaban muy lejos de<br />

allí.<br />

Desde hacía tres días no se le iba de<br />

la cabeza la visita del jeque Mahdi.<br />

«¿Por qué un hombre tan respetado<br />

como él había utilizado el saludo del ingeniero<br />

del agua que empleaba la abuela<br />

—se preguntaba—. ¡Él no está loco! ¿Por<br />

qué se había tomado en serio la disculpa de<br />

su abuela por carecer de bebida Debe de<br />

saber de sobra que en este suburbio miserable<br />

de la ciudad nadie posee ni un solo<br />

camello».<br />

«¿Por qué un hombre poderoso como<br />

él había tratado como a una reina y le había<br />

besado la mano a una pobre mu jer como la<br />

abuela».

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