España, más que un Estado - FAES
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E S PAÑA, MÁS QUE UN EST A D O<br />
César Alonso de los Ríos<br />
Periodista.<br />
Hablar en Bilbao hoy sobre la cuestión nacional, sobre <strong>España</strong>,<br />
es para mí <strong>un</strong>a forma de solidaridad con ustedes, <strong>un</strong><br />
modo de aproximarme a la tragedia de esta tierra y a la humillación<br />
<strong>que</strong> aquí sufre nuestro <strong>Estado</strong>. Ustedes, perseguidos,<br />
amenazados, asesinados en sus amigos y allegados,<br />
son los testigos de la inexistencia de la libertad en esta parte<br />
de <strong>España</strong>, es decir, en <strong>España</strong>.<br />
Pero esta conciencia de excepcionalidad es aún mayor<br />
cuando <strong>un</strong>o viene a hablar en el seno a El Sitio <strong>que</strong> fue la expresión<br />
misma del liberalismo bilbaíno y hoy es <strong>un</strong> fortín de<br />
conciencias de resistencia moral y democrática. Agradezco a<br />
su dirección y a la dirección de la F<strong>un</strong>dación <strong>FAES</strong> el hecho de<br />
<strong>que</strong> hoy pueda estar j<strong>un</strong>to a ustedes. ¿Cómo no iba a ser para<br />
mí <strong>un</strong>a distinción venir a reflexionar con ustedes sobre el<br />
proceso <strong>que</strong> nos ha traído hasta esta hegemonía del Terror,<br />
hasta esta situación <strong>que</strong> podríamos definir por la ausencia
ESPAÑA, UNHECHO 68<br />
dramática del <strong>Estado</strong> en la <strong>que</strong> las instituciones autonómicas<br />
—parte del <strong>Estado</strong>— están llevando al <strong>Estado</strong> a <strong>un</strong>a situación<br />
<strong>que</strong> alg<strong>un</strong>os comparan con la <strong>que</strong> vivió Alemania, sólo<br />
<strong>que</strong> con la diferencia de <strong>que</strong> a<strong>que</strong>lla era el <strong>Estado</strong> y el País<br />
Vasco es tan sólo <strong>un</strong>a parte Por<strong>que</strong> no deja de ser llamativo<br />
<strong>que</strong> los perseguidos, los acorralados, los zarandeados, los<br />
asesinados sean precisamente a<strong>que</strong>llos <strong>que</strong> están en sintonía<br />
con el espíritu del <strong>Estado</strong> y de la Nación españoles mientras<br />
los perseguidores, los administradores del Terror son los<br />
<strong>que</strong> están en contra del <strong>un</strong>o y de la otra.<br />
Estamos ante <strong>un</strong> hecho verdaderamente insólito como es<br />
esta pugna, esta guerra institucional, entre <strong>un</strong>a parte del <strong>Estado</strong><br />
y el <strong>Estado</strong> mismo, es decir, desde las instituciones autonómicas.<br />
Así <strong>que</strong> he venido hoy aquí para reflexionar conj<strong>un</strong>tamente<br />
con ustedes sobre la hegemonía del Terror <strong>que</strong><br />
padecemos todos los españoles y, de forma muy especial,<br />
personalmente, ustedes. Y j<strong>un</strong>to a la humillación del <strong>Estado</strong>,<br />
la anulación de la idea de nación española, de sus símbolos<br />
y de todas sus expresiones. Este salón es <strong>un</strong> islote en esta<br />
guerra no declarada, solapada, no reconocida como tal pero,<br />
quizá por lo mismo, <strong>más</strong> peligrosa y terrible.<br />
La iniciativa de este ciclo es muy expresiva del espíritu de<br />
la F<strong>un</strong>dación <strong>FAES</strong>, preocupada especialmente por el proble -<br />
ma de <strong>España</strong>. Y ¿cómo no iba a estarlo <strong>un</strong>a f<strong>un</strong>dación seria<br />
si tenemos en cuenta <strong>que</strong> la llamada cuestión nacional es<br />
hoy mucho <strong>más</strong> grave <strong>que</strong> hace <strong>un</strong> siglo Y al hacer este diagnóstico<br />
no quiero reconocerme como pesimista ya <strong>que</strong> creo<br />
<strong>que</strong>, estando así las cosas, la Nación terminará ganando la
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batalla, con ustedes por supuesto, por el sacrificio de tantas,<br />
de tantas vidas. Desde hace años nos venimos diciendo “si<br />
el grano no muere”... Y ha muerto el grano y fructificará. Sucede<br />
<strong>que</strong> la furia, la locura, el ruido <strong>que</strong> producen los administradores<br />
del Terror no están permitiendo discernir el cambio<br />
<strong>que</strong> se está dando en la sociedad española y en el<br />
sentido de <strong>un</strong>a reafirmación creciente de la idea española de<br />
nación. Por<strong>que</strong> estamos ante <strong>un</strong>a re-nacionalización y, por<br />
tanto, ante <strong>un</strong>a inversión de actitudes respecto a lo <strong>que</strong> sucedía<br />
tan sólo hace <strong>un</strong>a década. Es cierto <strong>que</strong> pesa mucho<br />
<strong>un</strong> pasado en el <strong>que</strong> se ha deteriorado la idea de Nación y se<br />
ha puesto en tela de juicio el hecho del <strong>Estado</strong> desde su nacimiento<br />
hasta hoy. Es c i e rto <strong>que</strong> no era fácil invertir ese<br />
p roceso <strong>que</strong> aquí, en el País Vasco, ha tenido <strong>un</strong>as especiales<br />
consecuencias nefastas. Es cierto <strong>que</strong> hay todavía fuerzas<br />
políticas y ciudadanos <strong>que</strong> carecen de conciencia nacional;<br />
tan cierto como <strong>que</strong> se está dando <strong>un</strong>a batalla ideológica<br />
y política por invertir la situación. La tragedia vasca está siendo<br />
<strong>un</strong> elemento decisivo en esta vuelta a la lucidez colectiva,<br />
a la renacionalización. Estamos ante <strong>un</strong> parto doloroso.<br />
Si en el pasado se ha podido hablar con razón de las dos<br />
<strong>España</strong>s en los términos del portugués Fidelino de Figueiredo,<br />
hoy solamente se puede hablar de <strong>España</strong> y los negadores<br />
de <strong>España</strong>. No se trata de dos formas de entender ésta:<br />
en términos de progresistas o en términos tradicionales. La<br />
confrontación se da en torno a la afirmación y a la negación.<br />
Decía este historiador y crítico literario <strong>que</strong> en <strong>España</strong> la derecha<br />
y la izquierda no tenían el mismo sentido <strong>que</strong> en otros<br />
países ya <strong>que</strong> aquí cada <strong>un</strong>a de las opciones suponía <strong>un</strong>a alteración<br />
global de la convivencia. “En <strong>España</strong> —d e c í a—
ESPAÑA, UN HECHO 70<br />
‘ d erechas’ e ‘izquierdas’ no significan lo <strong>que</strong> en todas partes<br />
se expresa con esa ideología parlamentaria: moderación o radicalismo.<br />
‘Derechas’ e ‘Izquierdas’ en <strong>España</strong> son cosas<br />
<strong>más</strong> complejas <strong>que</strong> en cualquier otra parte. No entrañan <strong>un</strong>a<br />
mera distinción de métodos de actuación o de ritmo en la política<br />
y, por tanto, en el camino de la historia, distinción <strong>que</strong><br />
en último análisis se reduce a <strong>un</strong>a diferencia de temperamento<br />
y refleja dos procesos históricos: evolución o revolución.<br />
En <strong>España</strong> las derechas e izquierdas no se limitan al<br />
concepto del <strong>Estado</strong>, o a sus relaciones con los ciudadanos...<br />
responden <strong>más</strong> rigurosamente a dos opuestas actitudes en<br />
la apreciación de la historia nacional y dos sentidos del futuro:<br />
restaurador o creador...”.<br />
Pues bien, siendo ya radical esta diversa forma de entender<br />
<strong>España</strong>, la de ahora, la de estos años, la <strong>que</strong> plantean<br />
los nacionalistas vascos o catalanes o gallegos, tiene<br />
poco <strong>que</strong> ver con aquélla por<strong>que</strong>, como digo, <strong>un</strong>a de ellas<br />
es ni <strong>más</strong> ni menos <strong>que</strong> la negación del <strong>Estado</strong> y la negación<br />
de la nación española y de todas sus expresiones y,<br />
por tanto, de cualquier forma de solidaridad. Pero lógicamente<br />
esta forma de pensar <strong>que</strong> viene de los años finales<br />
del franquismo y <strong>que</strong> se ha ido fortaleciendo en los comienzos<br />
de la democracia, en la instalación del <strong>Estado</strong> autonómico,<br />
tenía <strong>que</strong> tener <strong>un</strong>a respuesta fuerte, decidida,<br />
radical. Y se está dando. Ustedes la están dando: con sus<br />
vidas, diariamente.
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I. MOVIMIENTOS PENDULARES<br />
Para comprender el p<strong>un</strong>to de esperanza al <strong>que</strong> me he referido<br />
me gustaría dedicar <strong>un</strong>os minutos a los procesos históricos<br />
<strong>que</strong> hemos vivido desde finales del diecinueve hasta<br />
hoy y de los <strong>que</strong> podrían sacarse alg<strong>un</strong>as consecuencias.<br />
En momentos tan espesos y tan duros conviene acudir a la<br />
Historia ya <strong>que</strong> (a<strong>un</strong><strong>que</strong> sabemos <strong>que</strong> ésta no se repite si<br />
no es de forma caricaturesca o trágica) es, en efecto, la<br />
gran maestra.<br />
Conviene <strong>que</strong> tengamos en cuenta los movimientos pendulares<br />
<strong>que</strong> acompañan a los procesos de tensión entre la<br />
idea de Nación y los nacionalismos, entre la fuerza de la solidaridad<br />
y las tendencias disgregadoras e insolidarias. Unos<br />
vaivenes <strong>que</strong> parecen responder a <strong>un</strong>a cierta racionalidad y<br />
de los <strong>que</strong> pueden predicarse alg<strong>un</strong>as constantes. Podemos<br />
decir, por ejemplo, <strong>que</strong> a los desvanecimientos de la idea de<br />
<strong>España</strong> como nación les ha correspondido en dos ocasiones<br />
históricas la emergencia de los nacionalismos y, al apogeo de<br />
éstos, ha correspondido <strong>un</strong>a reacción vindicativa de la idea<br />
de <strong>España</strong>. ¿Y en qué momento nos encontramos hoy Pienso<br />
<strong>que</strong> al final del seg<strong>un</strong>do proceso de los dos <strong>que</strong> se han dado<br />
en el último siglo.<br />
Al obscurecimiento de la idea de nación y a la retracción<br />
de las f<strong>un</strong>ciones del <strong>Estado</strong> (la <strong>España</strong> “sin pulso” de finales<br />
del XIX) correspondió el ascenso de <strong>un</strong>as re i v i n d i c a c i o n e s<br />
autonómicas y la aparición del independentismo. Y es <strong>que</strong><br />
la ausencia de conciencia nacional es <strong>un</strong> vacío insoport a b l e
ESPAÑA, UN HECHO 72<br />
política y culturalmente, de tal modo <strong>que</strong> cuando se produce<br />
tiende a ser ocupado por otra a<strong>un</strong><strong>que</strong>, eso sí, con traumas y<br />
desgarros ciudadanos y sociales.<br />
No fueron los nacionalismos regionales en ning<strong>un</strong>o de<br />
esos dos momentos históricos —en torno al comienzo del siglo<br />
XX y en la última década del franquismo— los <strong>que</strong> desplazaron<br />
la conciencia de la nación española. Los particularismos,<br />
primero, los regionalismos, después, y <strong>más</strong> tarde los<br />
nacionalismos separatistas, aparecieron ante la necesidad<br />
de <strong>un</strong>os sentimientos de identidad y de <strong>un</strong>a razón solidaria.<br />
Era ésta la <strong>que</strong> se había ausentado y había permitido <strong>que</strong> los<br />
sustitutivos llegaran a tener <strong>un</strong> vuelo <strong>que</strong> no les correspondía.<br />
Ahora bien, también hemos podido advertir <strong>que</strong> debe tenerse<br />
precaución con el despertar de ese león dormido <strong>que</strong><br />
ha sido y es <strong>un</strong>a gran nación: <strong>España</strong>.<br />
Américo Castro explicó muy gráficamente las f<strong>un</strong>ciones insustituibles<br />
de <strong>un</strong>a nación: “las naciones constituidas por diferentes<br />
pueblos, por estratos de civilización de distinta altura,<br />
por variedad de lenguajes o de religiones, necesitan vivir<br />
en continua superación de los impulsos <strong>más</strong> elementales gracias<br />
a la acción enérgica de <strong>un</strong>a idea, muy templada a su vez<br />
en imperativos de carácter moral. Cuando tales motivos se<br />
aminoran, entonces, frente a esa lógica y a esa ética suele<br />
alzarse la psi<strong>que</strong>, <strong>que</strong> demanda satisfacciones de muy inmediata<br />
urgencia. Nos interesamos en ese caso no por el gran<br />
país, de realidad meramente ideal (nadie lleva a su nación en<br />
el bolsillo) sino por la región <strong>que</strong> nos es sensiblemente familiar,<br />
y pareciéndonos su ámbito demasiado vasto, lo re d u c i m o s
ESPAÑA, MÁS QUE UN ESTADO 73<br />
a ciudad, a barrio, incluso a esta acera, <strong>que</strong> es la nuestra y<br />
<strong>que</strong> posee la inmensa cualidad de no ser la de enfre n t e ” .<br />
En la situación de atonía nacional y de postración moral<br />
<strong>que</strong> se dio a finales del “siglo XIX”, bien descrita por los regeneracionistas<br />
—Mallada, Picabea, Costa— surgieron los<br />
regionalismos, comenzaron las teorizaciones nacionalistas<br />
de los Almirall, Braña, Prat de la Riba, Arana... y los propios<br />
movimientos nacionalistas. Era la reacción inmediata a la pérdida<br />
de las últimas colonias del imperio y la reacción mediata<br />
a la agonía del espíritu nacional. Agonía de muerte, quiero<br />
decir. No en el sentido <strong>un</strong>am<strong>un</strong>iano. <strong>España</strong> no sólo vuelve a<br />
las fronteras definidoras de la metrópoli sino <strong>que</strong> ésta misma<br />
es cuestionada en su interior. Se produce <strong>un</strong>a insolidaridad<br />
histórica y cultural en <strong>un</strong>os momentos de depresión de <strong>España</strong><br />
en la escena internacional. Es la parte <strong>más</strong> odiosa de los<br />
nacionalismos, su inmenso oport<strong>un</strong>ismo. Por<strong>que</strong> aquí se dio<br />
<strong>un</strong> oport<strong>un</strong>ismo añadido: las burguesías de Cataluña y el País<br />
Vasco se niegan a tirar del resto, pobre, agrario, exportador<br />
de mano de obra, pero en definitiva mercado para las regiones<br />
<strong>más</strong> desarrolladas o, <strong>más</strong> bien, no suficientemente desarrolladas.<br />
Tuvieron <strong>que</strong> vivir del proteccionismo: <strong>un</strong>a menesterosidad<br />
<strong>que</strong> recortaba los vuelos separatistas.<br />
Como sabemos todos, <strong>España</strong> es <strong>un</strong> caso único en el sentido<br />
de <strong>que</strong> los nacionalismos no son la expresión de las clases<br />
menos favorecidas. La idea de <strong>España</strong> había venido vinculada<br />
al imperio de tal manera <strong>que</strong> al desaparecer éste, la<br />
idea de nación aparece como superflua, cuando no como carga.<br />
A este respecto es recomendable la lectura de la prensa
ESPAÑA, UN HECHO 74<br />
de la época. Recién conocida la noticia de la pérdida de Cuba<br />
ya estaban saliendo las banderas catalanas a la calle, y el<br />
dinero a Francia. La insolidaridad <strong>más</strong> feroz está en el nacimiento<br />
de los nacionalismos catalán y vasco.<br />
En los primeros años treinta del siglo XX se va a dar la<br />
gran confrontación en torno a la idea de <strong>España</strong>. Desde el<br />
p<strong>un</strong>to de vista teórico frente a las contribuciones al modelo<br />
federal aparecen las teorizaciones de los escritores del 98:<br />
Unam<strong>un</strong>o, Maeztu, Baroja, Azorín y enseguida Ortega y Azaña...<br />
y la reafirmación de <strong>un</strong> inicial nacionalismo español. Es<br />
en esos momentos cuando llega a <strong>España</strong> el pensamiento de<br />
Maurras y la propuesta de L’Action Francaise.<br />
Esta es la dinámica: mientras <strong>un</strong>os buscan razones históricas<br />
para las construcciones regional/nacionales, otros bucean<br />
en el pasado a la busca del “alma española”. La negación<br />
de <strong>un</strong> pasado común obliga a los ideólogos españoles/<br />
españolistas a echar mano de esa especial ri<strong>que</strong>za española<br />
<strong>que</strong> es la galería de mitos nacionales: El Cid, Don Juan y, sobre<br />
todo, Don Quijote.<br />
He aquí <strong>un</strong>a muestra de los ensayos dedicados al mito<br />
cervantino: en 1905, Psicología de don Quijote y el quijotis -<br />
mo de Santiago Ramón y Cajal; el mismo año, La Ruta de don<br />
Quijote, de Azorín, al siguiente, Vida de don Quijote y Sancho<br />
de Miguel de Unam<strong>un</strong>o; en 1914 Meditaciones del Quijote, de<br />
José Ortega y Gasset y también en este año Notas margina -<br />
les al Quijote de Alomar; en 1924 Don Quijote, Don Juan y la<br />
Celestina de Ramiro de Maeztu, en 1926 Guía del lector del
ESPAÑA, MÁS QUE UN ESTADO 75<br />
Quijote de Salvador de Madariaga, aparte de otros muchos<br />
trabajos de menor entidad.<br />
Pero de esta excursión histórica tan sólo quiero extraer la<br />
lección a la <strong>que</strong> me referí anteriormente y según la cual: la<br />
conciencia nacional no es <strong>un</strong> dato dado o negado para siempre.<br />
Por lo <strong>que</strong> respecta a la española pasaría de la debilidad<br />
extrema a la reafirmación extrema en los tiempos de la dictadura<br />
de Primo de Rivera y en la II República. Y hay <strong>que</strong> señalar<br />
<strong>que</strong> el ideal de nación <strong>que</strong> se va a proponer participa de<br />
dos concepciones: por <strong>un</strong> lado, la liberal democrática y, por<br />
otro, la fascista. La guerra civil llevaría a <strong>un</strong>a opción dramática,<br />
la primera de las concepciones se <strong>que</strong>dó del lado republicano<br />
mientras las seg<strong>un</strong>da es la <strong>que</strong> alienta el franquismo,<br />
hasta el p<strong>un</strong>to de llegar a <strong>un</strong>a plena identificación.<br />
Giner de los Ríos escribe a principios del XX <strong>que</strong> el pueblo<br />
español ha sido “amputado de la historia hace <strong>más</strong> de tres<br />
siglos, cuando menos en la parte <strong>más</strong> espiritual de ella y <strong>más</strong><br />
prof<strong>un</strong>da”. Y Ortega habla del peso de tres siglos de error y<br />
dolor, y se preg<strong>un</strong>ta “¿cómo ha de ser lícito con frívolo gesto,<br />
desentendernos de esa secular pesadumbre”<br />
Corrían tiempos para el auge de la irracionalidad nacionalista,<br />
lo mismo en el <strong>Estado</strong> <strong>que</strong> en las regiones. Maurras y<br />
Barrés, los nuevos clérigos, tuvieron en <strong>España</strong> su correlato.<br />
En poco tiempo surgen D’Ors, Jiménez Caballero, Sánchez<br />
Mazas, Ledesma Ramos, Víctor Pradera, Sainz Rodríguez.<br />
Frente a la idea <strong>un</strong>itarista, el partido com<strong>un</strong>ista desarrolla la<br />
estrategia estalinista de las nacionalidades como reacción al
ESPAÑA, UN HECHO 76<br />
estado feudal, opresor, clerical... Comparten esta concepción<br />
Nin, Maurín y el ala izquierdista del PSOE —el Leviatán de<br />
Araquistain—. Son las raíces del autodeterminismo. De esta<br />
manera a la revolución social se añadía la propuesta de <strong>un</strong><br />
cambio de modelo de <strong>Estado</strong>.<br />
De las confrontaciones entre el pensamiento conservador<br />
ya radicalizado y el de izquierdas, da <strong>un</strong>a idea Indalecio Prieto<br />
en Cuenca el 1 de mayo de 1936, al hacer protestas españolistas:<br />
“para mí no hay nada —dice— <strong>que</strong> esté por encima<br />
de mi amor a <strong>España</strong>, nada excepto la Justicia. Soy <strong>un</strong><br />
español hasta los tuétanos.”<br />
Curiosamente en la guerra civil la izquierda abandona las<br />
reivindicaciones nacionalistas periféricas y crece el sentimiento<br />
de la nación española. Se reclama el espíritu de la guerra<br />
de la Independencia. Tardíamente la izquierda ha entendido<br />
<strong>que</strong> la “idea nacional” es <strong>un</strong> elemento clave en la batalla<br />
ideológica. Permitidme ahora <strong>que</strong> deje el péndulo en el extremo<br />
opuesto a a<strong>que</strong>l definido por la <strong>España</strong> sin pulso de Silvela,<br />
es decir, <strong>que</strong> lo deje en el de la <strong>España</strong> <strong>un</strong>a, grande y libre .<br />
Como vemos, con el tri<strong>un</strong>fo de Franco termina ese proceso<br />
de medio siglo: de la negación de la nación y del <strong>Estado</strong><br />
se pasa a la exaltación de aquélla y a <strong>un</strong> <strong>Estado</strong> férreamente<br />
<strong>un</strong>itarista.<br />
Durante el franquismo, el patriotismo se mantuvo muy viejo<br />
y actuante en las dos primeras décadas, pero iba a burocratizarse<br />
después, y a ponerse en cuestión entre las minorías
ESPAÑA, MÁS QUE UN ESTADO 77<br />
disidentes, primero, y después en amplios círculos críticos.<br />
Se va así hacia <strong>un</strong>a des-nacionalización progresiva, <strong>más</strong> preocupante,<br />
si cabe, <strong>que</strong> la <strong>que</strong> se había dado a finales del siglo<br />
XIX. En cuanto a los nacionalismos, la curva se produce inversamente.<br />
Hasta finales de los cincuenta no se puede hablar<br />
de nacionalismo catalán; se habían roto los vínculos orgánicos<br />
con las formaciones de la República; por lo <strong>que</strong><br />
respecta al País Vasco, ETA va a surgir por el letargo en el <strong>que</strong><br />
está postrado el PNV durante las dos décadas siguientes a la<br />
guerra. Así <strong>que</strong> los nacionalismos no comienzan a emerger<br />
hasta los sesenta, y tímidamente. Es precisamente la izquierda,<br />
el PCE, quien retoma los objetivos auto-deterministas<br />
para convertirse en la vanguardia del nuevo <strong>Estado</strong>. El<br />
PCE tiende la mano a las llamadas burguesías periféricas para<br />
conseguir <strong>un</strong>a hegemonía política y cultural en <strong>un</strong>a futura<br />
federación de los pueblos de <strong>España</strong>. El PCE desentierra los<br />
hechos diferenciales y las aspiraciones federalistas. En esto<br />
iban a colaborar los intelectuales disidentes del falangismo.<br />
Léase Escrito en <strong>España</strong> de Ridruejo a comienzos de los sesenta.<br />
En realidad, la victoria militar e ideológica del nacionalismo<br />
español fue interpretada por los Laín y Ridruejo como<br />
<strong>un</strong>a derrota de la nación y de sus posibilidades integradoras.<br />
Laín escribe <strong>España</strong> como problema en <strong>un</strong> intento de abrirse<br />
al pensamiento liberal, al tiempo <strong>que</strong>, en el exilio, Claudio<br />
Sánchez Albornoz y Américo Castro escriben sus respectivos<br />
libros en <strong>un</strong> intento de descifrar el enigma español y la realidad<br />
histórica de <strong>España</strong>. Unos y otros se dan la mano por encima<br />
del Atlántico.<br />
En la última década del franquismo va a ir creciendo la re a c-<br />
c i ó n antinacional hasta el p<strong>un</strong>to de desvanecerse otra vez,
ESPAÑA, UN HECHO 78<br />
por seg<strong>un</strong>da vez, la conciencia nacional a favor de los proyectos<br />
autodeterministas. Se identifica a <strong>España</strong> con el franquismo;<br />
a la nación con la represión de las culturas y libertades<br />
periféricas. La propia palabra <strong>España</strong> llega a ser<br />
aborrecible para muchos. Se sustituye cuidadosamente por<br />
expresiones como “país” o “<strong>Estado</strong> español”. Por estas fechas,<br />
en 1979, hace ya 23 años, yo escribo <strong>un</strong> artículo en La<br />
Calle titulado “Yo digo <strong>España</strong>”.<br />
La transición democrática se dio en el contexto de <strong>un</strong>a<br />
prof<strong>un</strong>da desnacionalización. La izquierda salía a la calle con<br />
pancartas por la “autodeterminación”: el objetivo de ETA. Los<br />
debates de la Constitución cogen a la sociedad española con<br />
las defensas patrióticas por los suelos. UCD no tiene fuerza<br />
moral para oponerse al hecho de las “nacionalidades históricas”.<br />
A pesar de ello se salvan en la Constitución la idea de<br />
nación y la idea de <strong>un</strong>idad. Eso sí: se deja abierto el proceso<br />
autonómico. El proceso autonómico se justifica en la medida<br />
<strong>que</strong> se impide la disgregación territorial definitiva <strong>que</strong>, por<br />
otra parte, alg<strong>un</strong>os no consideran el fin del m<strong>un</strong>do. Así en el<br />
reciente libro de conversaciones entre Felipe González y Juan<br />
Luis Cebrián se plantean “sin dramatismos” la eventualidad<br />
de la independencia vasca. Convienen <strong>que</strong> no sería lo <strong>más</strong><br />
deseable para Europa.<br />
Pero al margen de las transferencias de competencias del<br />
<strong>Estado</strong> a las Com<strong>un</strong>idades, el proceso cultural y político de<br />
este último cuarto de siglo se caracteriza por imponer <strong>un</strong>as<br />
concepciones antidemocráticas, por sustituir la idea de ciudadanía<br />
por la de pertenencia a <strong>un</strong>a com<strong>un</strong>idad histórica a la
ESPAÑA, MÁS QUE UN ESTADO 79<br />
<strong>que</strong> hay <strong>que</strong> sacrificar derechos personales y colectivos. En<br />
este proceso los nacionalistas son considerados como los representantes<br />
“naturales” de la ciudadanía vasca o catalana.<br />
Se pasa así de la desnacionalización española a la aceptación<br />
de <strong>un</strong>as sociedades etnicistas. La razón y la Historia están<br />
con las nacionalidades históricas. La idea de <strong>España</strong> no<br />
es sostenible, ni siquiera en los términos autonómicos por<strong>que</strong><br />
para los nacionalistas el <strong>Estado</strong> ha sido <strong>un</strong> corsé impuesto<br />
por Castilla. Toda la historia española ha sido <strong>un</strong> inmenso<br />
error del <strong>que</strong> hay <strong>que</strong> salvar lo <strong>que</strong> se pueda. Este es<br />
el pensamiento políticamente correcto <strong>que</strong> va a informar la<br />
educación bajo los mandatos socialistas. La perversión de la<br />
enseñanza de las Humanidades respondió a <strong>un</strong> pacto de los<br />
socialistas y los nacionalistas para enterrar la idea de <strong>España</strong><br />
para siempre. Las recomendaciones de pedagogos estructuralistas<br />
fueron, en todo caso, muy bien aprovechadas<br />
por las autoridades ministeriales. La consigna fue eliminar la<br />
enseñanza de la geografía <strong>que</strong> permitía obtener <strong>un</strong>a idea de<br />
la totalidad. Si Bosch Gimpera (poco sospechoso de españolista)<br />
había dicho <strong>que</strong> <strong>España</strong> era obviedad geográfica, había,<br />
pues, <strong>que</strong> trocear los mapas de tal modo <strong>que</strong> el alumno no<br />
pudiera deducir esa realidad compacta <strong>que</strong> es la nación española.<br />
Por supuesto, la enseñanza de la Historia no podía<br />
ser cronológica, por<strong>que</strong> ello supondría la evidencia de <strong>un</strong>a nación<br />
española desde los romanos hasta hoy.<br />
Todas estas concepciones no sólo están en la base de la<br />
autodeterminación sino <strong>que</strong>, ade<strong>más</strong>, vienen a justificar la<br />
persecución a a<strong>que</strong>lla parte de la sociedad <strong>que</strong> no se considera<br />
“pueblo”, <strong>que</strong> no forma parte de ese proyecto histórico<br />
<strong>que</strong> es <strong>un</strong>a com<strong>un</strong>idad a la <strong>que</strong> hay <strong>que</strong> conformar el modelo
ESPAÑA, UN HECHO 80<br />
social. También de aquí parte la justificación del Terror, ya<br />
<strong>que</strong> los nacionalistas no se recatan en decir <strong>que</strong> comparten<br />
sus objetivos políticos.<br />
P e ro el pensamiento de los nacionalistas ha sido compartido,<br />
y está siéndolo, por Izquierda Unida, por <strong>un</strong>a parte del<br />
p a rtido socialista y por personalidades de la derecha como es<br />
el caso de Herre ro de Miñón, Tusell o Mayor Zaragoza.<br />
Desde hace años vengo manteniendo <strong>que</strong> la gravedad del<br />
p roblema territorial español no se debe tanto a las re i v i n d i-<br />
caciones de los nacionalistas sino al desarme <strong>que</strong> se produce<br />
en el resto de <strong>España</strong>. Hay <strong>un</strong>a actitud entreguista de<br />
los no nacionalistas, especialmente de las gentes de izq<br />
u i e rda. Se produce <strong>un</strong>a gran traición a la idea de la nación<br />
solidaria. Las concesiones culturales, en educación, en el<br />
empleo de los idiomas..., no suponen la solución de la cuestión<br />
sino, por el contrario, <strong>un</strong>a radicalización de las exigencias<br />
frente al <strong>Estado</strong>. La ausencia de <strong>un</strong>a conciencia nacional<br />
en el resto de <strong>España</strong> es lo <strong>que</strong> da gravedad al fenómeno<br />
de los nacionalismos.<br />
Señoras y señores, los nacionalismos no habrían tenido el<br />
éxito político <strong>que</strong> están teniendo, no habrían conseguido posiciones<br />
hegemónicas si no se les hubiera legitimado desde<br />
fuera, desde los partidos estatales de izquierda. Incluso se<br />
ha justificado su etnicismo, su derecho a la diferencia y a establecer<br />
diferencias, su derecho a concebir com<strong>un</strong>idades en<br />
el interior de sus sociedades respectivas. Y todo esto se ha<br />
justificado no sólo por la presión del franquismo, sino por <strong>un</strong>a
ESPAÑA, MÁS QUE UN ESTADO 81<br />
opresión histórica desde la formación del <strong>Estado</strong> con los Reyes<br />
Católicos.<br />
Una de las causas de nuestras desgracias se debe a la incultura<br />
política de nuestra sociedad, a la muy escasa preparación<br />
política de los españoles a la hora de enfrentarse con<br />
<strong>un</strong> problema tan complejo como el de los nacionalismos. En<br />
definitiva: a no haber tenido <strong>un</strong>a idea democrática de nación<br />
y, por tanto, a no habernos podido defender de las falacias de<br />
los nacionalismos; a no haber sabido hacer la crítica a los<br />
particulares conceptos de pueblo y de nación. La condición<br />
de pueblo viene decidida por su capacidad para defender <strong>un</strong>a<br />
idea de nación; el proyecto colectivo es, por tanto, anterior al<br />
de pueblo. Y si éste es considerado elegido no es por su libertad<br />
para decidir cuál es el destino político <strong>que</strong> prefiere, sino<br />
por<strong>que</strong> está llamado a cumplir <strong>un</strong> mandato. Así <strong>que</strong> para<br />
<strong>un</strong> nacionalista no hay ciudadanos y no hay sociedad, sino<br />
<strong>que</strong> hay com<strong>un</strong>idad y participantes de esa com<strong>un</strong>idad; el<br />
pueblo no son todos los ciudadanos sino tan sólo a<strong>que</strong>llos<br />
—los euskald<strong>un</strong>es, por ejemplo— <strong>que</strong> responden a <strong>un</strong>as cualidades<br />
vinculadas a la idea supraindividual y <strong>que</strong> se sienten<br />
incorporados a <strong>un</strong> proyecto de sociedad, militantes de esa misión<br />
cuyo brazo es el partido. No es <strong>que</strong> la nación dependa<br />
de ellos sino <strong>que</strong> ellos “son” en cuanto participan de esa<br />
idea de nación. ¿Puede haber algo <strong>más</strong> antidemocrático <strong>que</strong><br />
esta concepción de la nación y del pueblo<br />
A partir de esa idea de nación abstracta, intemporal y supraindividual<br />
los nacionalistas se sienten justificados para llevar<br />
a cabo su misión casi divina —Dios y los fueros— frente
ESPAÑA, UNHECHO 82<br />
a cualquier otra construcción jurídica o política en la <strong>que</strong> estén<br />
inmersos. A partir de ahí también los medios a emplear<br />
dependerán tan sólo de la moral de cada <strong>un</strong>o. A partir de ahí<br />
también la interpretación de la idea de nación les puede llevar<br />
a las luchas fratricidas <strong>más</strong> duras. A partir de ahí todas<br />
las estrategias y las tácticas estarán justificadas con tal de<br />
<strong>que</strong> lleven a la consecución de ese objetivo.<br />
Los nacionalistas se consideran democráticos porq u e<br />
aceptan alg<strong>un</strong>as reglas del juego institucional, como las<br />
elecciones o <strong>un</strong> cierto f<strong>un</strong>cionamiento del Parlamento. Pero<br />
ni siquiera son capaces de entender <strong>que</strong> el único concepto<br />
democrático de nación es el <strong>que</strong> se basa, como tal pro y e c-<br />
to, en la decisión libre de los ciudadanos: <strong>que</strong> éstos son ant<br />
e r i o res al proyecto y no al revés, <strong>que</strong> la nación es <strong>un</strong> plebiscito<br />
cotidiano, la patria del ejercicio de los derechos. Los<br />
d e rechos no pertenecen a la nación sino al ciudadano. Para<br />
los no-nacionalistas “pueblo” son todos los ciudadanos al<br />
m a rgen de cualquier otra consideración. No hay, por tanto,<br />
<strong>un</strong> mandato previo a ellos ni hay <strong>un</strong>os ciudadanos especialmente<br />
legitimados frente a otros en los <strong>que</strong> descanse <strong>un</strong>a<br />
misión histórica. Para los no-nacionalistas no hay difere n c i a s<br />
e n t re com<strong>un</strong>idad y sociedad simplemente por<strong>que</strong> no existe<br />
la idea de com<strong>un</strong>idad como segregación cualificada frente a<br />
la sociedad. Nada de esto es contradictorio con <strong>que</strong> los ciudadanos,<br />
libres e iguales a partir del carnet de identidad,<br />
puedan tener <strong>un</strong>a idea de nación, y puedan sentir sobre ellos<br />
el peso de la historia, los tri<strong>un</strong>fos colectivos, las derrotas y<br />
el patrimonio del sufrimiento por las luchas civiles. Pero lo<br />
<strong>que</strong> hace de esta idea de nación <strong>un</strong> hecho democrático es<br />
<strong>que</strong> no hay ciudadanos con distintos derechos según sea su
ESPAÑA, MÁS QUE UN ESTADO 83<br />
vinculación a la idea nacional. No cabe distinguir entre clases<br />
de ciudadanos.<br />
Esta dinámica ha permitido a los nacionalistas llegar a la<br />
situación diabólica <strong>que</strong> estamos viviendo: el juego institucional<br />
por <strong>un</strong> lado, la administración del Terror por otro. Así hemos<br />
llegado a este <strong>Estado</strong> doblemente excepcional. En cuanto<br />
es <strong>un</strong>a excepción dentro del <strong>Estado</strong> de Derecho y en<br />
cuanto <strong>que</strong> se trata de <strong>un</strong>a inexperiencia inédita. ¿O no lo es<br />
<strong>que</strong> <strong>un</strong>a parte del <strong>Estado</strong> se rebele de hecho contra el <strong>Estado</strong><br />
mismo amparando a las fuerzas desestabilizadoras y de<br />
esa forma conseguir la independencia Reconozcamos, al<br />
menos, <strong>que</strong> se trata de <strong>un</strong>a situación inédita, <strong>un</strong>a situación<br />
de excepción. Desde el poder se organiza la rebelión contra<br />
el poder. Se juega desde la legalidad en contra del mandato<br />
<strong>que</strong> emana con toda claridad de la Constitución. No se comparte<br />
ésta pero sí sus consecuencias: el Estatuto. Se aceptó<br />
el Estatuto como forma de superar el <strong>Estado</strong> desde el poder<br />
y con la ayuda de fuerzas <strong>que</strong> desafían diariamente la legalidad.<br />
Paradójicamente <strong>un</strong>a parte del <strong>Estado</strong> mismo impide<br />
<strong>que</strong> f<strong>un</strong>cione el <strong>Estado</strong> de Derecho. El <strong>Estado</strong> <strong>que</strong> se re b e l a<br />
contra sí mismo.<br />
Como ven, amigas y amigos, estamos en <strong>un</strong>a situación tan<br />
endiablada <strong>que</strong> basta con describirla para <strong>que</strong> la den<strong>un</strong>cia resulte<br />
brutal. Estamos en <strong>un</strong>a situación límite. ¿Sin esperanza<br />
Volviendo al símil de los movimientos pendulares podemos<br />
decir <strong>que</strong> hemos pasado de la desnacionalización de los<br />
comienzos de la transición a la emergencia de <strong>un</strong>a conciencia
ESPAÑA, UN HECHO 84<br />
nacional española. Ermua señaló <strong>un</strong> p<strong>un</strong>to de inflexión imparable.<br />
Se pudo ver, al fin, el rostro verdadero del nacionalismo<br />
vasco. Yo no soy profeta sino analista político y digo <strong>que</strong><br />
tanta ingenuidad, tanta inexperiencia como la <strong>que</strong> se ha desplegado<br />
en las dos últimas décadas van a ser sustituidas, están<br />
siendo sustituidas por <strong>un</strong>a amarga lucidez. Tengo la impresión<br />
de <strong>que</strong> el proceso avanza a gran velocidad. Oigo el<br />
ruido del mar.<br />
Hay <strong>un</strong> error político y en buena medida antropológico,<br />
<strong>que</strong> está en la raíz del nacionalismo y <strong>que</strong> es compartido por<br />
muchos socialistas y lo <strong>que</strong> <strong>que</strong>da del com<strong>un</strong>ismo, vascos y<br />
no vascos. Este error de gravísimas consecuencias políticas,<br />
consiste en creer <strong>que</strong> los problemas del País Vasco sólo afectan<br />
a los vascos y sólo por ellos deben ser resueltos.<br />
La política de Ardanza no fue sino <strong>un</strong> intento de ser consecuente<br />
con esta idea, cuando quiso aplicar a la política vasca<br />
el principio del “ámbito vasco de decisión”. Los nacionalistas<br />
están dispuestos a aceptar otras identidades<br />
partidarias y culturales en la medida <strong>que</strong> se definan como<br />
vascas y hagan, por tanto, abstracción de todo planteamiento<br />
estatal, español. La apertura de los nacionalistas a los <strong>que</strong><br />
no lo son llega hasta este límite: el p<strong>un</strong>to de vista debe ser<br />
vasco y debe “diferenciarse” de forma beligerante de cualquier<br />
otra cosmovisión.<br />
Sin esta agresiva nitidez, vergonzosamente, casi siempre<br />
con mala fe intelectual, muchos ciudadanos no nacionalistas<br />
piensan del mismo modo <strong>que</strong> aquéllos. Eguiguren, el jefe
ESPAÑA, MÁS QUE UN ESTADO 85<br />
de fila del socialismo pactista, acaba de confesarlo. Lo ha<br />
reconocido de forma petulante en las páginas de El País al<br />
escribir: “el único arreglo posible seguirá basándose en el<br />
pacto interno”... “tiene <strong>que</strong> ser la sociedad vasca la <strong>que</strong> haga<br />
frente a ese desafío”. En definitiva, añora a Ardanza, en<br />
quien él y otros pusieron tantas esperanzas; reclama el principio<br />
del ámbito vasco de decisión sin citarlo y excluye y ridiculiza<br />
las intervenciones desde el <strong>Estado</strong> al reducirlas a soluciones<br />
de las oficinas de Madrid, como soluciones<br />
espurias, extrañas y perjudiciales. Lo escribe en vísperas de<br />
la manifestación de San Sebastián. Es <strong>un</strong>a invitación al desistimiento<br />
del viaje.<br />
La posición de Eguiguren es patética. Después de haber<br />
llevado a su partido al desastre y al PNV a <strong>un</strong>a hegemonía<br />
<strong>que</strong> le permite plantear la independencia a corto plazo, sigue<br />
insistiendo en <strong>que</strong> la solución vasca es <strong>un</strong>a cuestión exclusivamente<br />
de las fuerzas vascas, es decir, de <strong>un</strong> pacto reducido<br />
al ámbito vasco. Y digo <strong>que</strong> la tesis es patética por cuanto<br />
ése es el terreno de los nacionalistas, donde ellos son<br />
hegemónicos y tienen todas las posibilidades de llevar adelante<br />
sus objetivos ¿No es capaz de ver Eguiguren <strong>que</strong> los nacionalistas<br />
ya habrían conseguido sus objetivos estratégicos<br />
si no fuera por<strong>que</strong> la pugna real se mantiene en el ámbito estatal,<br />
en Madrid, en el Parlamento español, en la Audiencia<br />
nacional, en los escaños de la vol<strong>un</strong>tad nacional española de<br />
la <strong>que</strong> el <strong>Estado</strong> es <strong>un</strong>a consecuencia, y no sólo en el ámbito<br />
vasco. Si la batalla se hubiera dado aquí, solamente ya la<br />
mayoría abertzale habría cumplido su calendario independentista.<br />
Su criptonacionalismo puede <strong>más</strong> <strong>que</strong> la obviedad. Para<br />
mantener sus principios <strong>más</strong> íntimos, sus <strong>más</strong> <strong>que</strong>ridas
ESPAÑA, UN HECHO 86<br />
o bsesiones, los Eguiguren imaginan abstractamente <strong>un</strong>a hora<br />
de la verdad en la <strong>que</strong> saldrá <strong>un</strong>a solución, y no será sino<br />
<strong>un</strong> pacto vasco, de la sociedad vasca, salido de sus entrañas<br />
vascas, no de las organizaciones políticas estatales. Según<br />
esta visión, en esa hora de la verdad, no podrá contar el resto<br />
de los españoles <strong>que</strong> han muerto por la convivencia en el<br />
País Vasco, ni las instituciones <strong>que</strong> articulan la convivencia<br />
de todos y <strong>que</strong> son el resultado de la vol<strong>un</strong>tad de toda la nación<br />
española, incluida la vasca, pese a quien pese.<br />
Los Eguiguren, Elorza, Madrazo... son nacionalistas a<strong>un</strong><strong>que</strong><br />
no lo reconozcan, por<strong>que</strong>, como los nacionalistas, niegan<br />
el <strong>Estado</strong>, no aceptan <strong>que</strong> el País Vasco sea “<strong>un</strong>a parte” del<br />
<strong>Estado</strong> y <strong>que</strong> los problemas de esa parte lo sean del todo.<br />
Por lo mismo, la postura de los Eguiguren supone <strong>un</strong>a negación<br />
de esa nación española <strong>que</strong> se define como <strong>un</strong>a vol<strong>un</strong>tad<br />
colectiva. Ya sé <strong>que</strong> a estas gentes la idea de nación española<br />
les da igual, incluso les parece algo nefasto, por<strong>que</strong><br />
en realidad creen en la nación vasca, en la vol<strong>un</strong>tad colectiva<br />
de los vascos frente a la vol<strong>un</strong>tad colectiva de los e s p a ñ o l e s .<br />
Por eso, a<strong>un</strong><strong>que</strong> criti<strong>que</strong>n a los nacionalistas, cre e n <strong>que</strong> tienen<br />
<strong>un</strong> plus respecto a los de<strong>más</strong> y les reconocen <strong>un</strong>a cualificación.<br />
Divergen del nacionalismo por los aspectos confesionales<br />
y sociales <strong>que</strong> ha tenido en su concreción histórica, pero<br />
comparten con él, a veces hasta en lo etnológico —disimuladamente,<br />
claro— la razón de ser vascos, la razón de sentirse<br />
vascos. Para estas gentes de izquierda, los nacionalismos<br />
han exagerado los principios hasta el p<strong>un</strong>to de hacer <strong>un</strong>a distinción<br />
inaceptable entre ciudadanos de primera y de seg<strong>un</strong>da.<br />
Ellos no llegan a tanto, su afirmación de lo vasco está en
ESPAÑA, MÁS QUE UN ESTADO 87<br />
el límite con lo español. A partir de ahí ni <strong>un</strong> solo paso. Todo<br />
termina en las fronteras del ámbito vasco.<br />
Estos sedicentes estatutistas niegan de hecho la Constitución<br />
por<strong>que</strong> no aceptan la virtualidad de la vol<strong>un</strong>tad nacional.<br />
Por el contrario, hacen profesión de fe de la diferencia<br />
—no del particularismo, no de las peculiaridades culturales,<br />
no del cultivo de la lengua-—, nada menos <strong>que</strong> a la hora de<br />
decidir acerca de las soluciones de la convivencia, lo cual es<br />
<strong>un</strong>a afirmación in nuce de <strong>un</strong> <strong>Estado</strong> —asociado o no— y de<br />
<strong>un</strong>a nación. Cuando en su artículo el señor Eguiguren vuelve<br />
a reclamar el pactismo ¡a pesar de todo!, lo <strong>que</strong> quiere decir<br />
simplemente es <strong>que</strong>, para bien o para mal, los arreglos se harán<br />
en casa.<br />
Hay algo <strong>que</strong> no ven estas gentes de izquierdas, socialistas<br />
o tardocom<strong>un</strong>istas, y es <strong>que</strong>, de seguir el método <strong>que</strong><br />
p roponen, ganarán siempre los vascos de primera. Ya han<br />
ido ganando a lo largo de este último cuarto de siglo. Tr i u n-<br />
f a ron en las últimas elecciones autonómicas y volverán a hacerlo<br />
(barrer según alg<strong>un</strong>os) en las m<strong>un</strong>icipales. Por supuesto,<br />
con Te rro r. Y aún habría <strong>más</strong> Te rror si no interviniera el<br />
<strong>Estado</strong>. Para esto sí es posible <strong>que</strong> Eguiguren acepte el <strong>Estado</strong>:<br />
para luchar contra el Te rror pero no para buscar las soluciones<br />
políticas.<br />
El señor Eguiguren y sus compañeros de partido, y lo <strong>que</strong><br />
<strong>que</strong>da del PCE, deberían saber <strong>que</strong> si la batalla del Terror hubiera<br />
sido exclusivamente <strong>un</strong>a cuestión de vascos, quizá ya<br />
no existirían ellos como políticos en activo. O aún peor. Pero,
ESPAÑA, UN HECHO 88<br />
hay <strong>un</strong>a razón última por la <strong>que</strong> no estoy de acuerdo con estos<br />
vocacionalmente perd e d o res y masoquistas de la vida<br />
—no sólo de la política—: el problema vasco, la cuestión vasca,<br />
la convivencia vasca nos pertenecen a todos los españoles<br />
por<strong>que</strong> lo dice la Constitución, pero, sobre todo, por<strong>que</strong><br />
nos lo dice la Historia y <strong>un</strong>a cosa <strong>que</strong> se llama solidaridad y<br />
<strong>un</strong> sentido insoslayable del compromiso con la defensa de la<br />
vida y de las libertades. Y por<strong>que</strong> este problema, esta cuestión,<br />
esta enfermedad moral e intelectual sólo tendrá arre g l o<br />
desde el <strong>Estado</strong>, desde la solidaridad nacional, desde las<br />
instituciones españolas, desde el espíritu, expreso, de la<br />
C o n s t i t u c i ó n . Por cierto, cuando digo <strong>que</strong> el arreglo vendrá<br />
del <strong>Estado</strong> no excluyo al País Vasco. Creo en el “todo”.<br />
Amigas y amigos, vuelvo a agradeceros la gentileza de haberme<br />
invitado a expresar mis ideas aquí, ante vosotros. Escribo<br />
en los periódicos y hablo en las emisoras sobre todas<br />
estas cuestiones pero, de alg<strong>un</strong>a manera, os debía mi presencia<br />
solidaria aquí, a<strong>un</strong><strong>que</strong> sólo fuera para recordar alg<strong>un</strong>as<br />
verdades como puños, como la de <strong>que</strong> <strong>España</strong> es <strong>un</strong>a obviedad<br />
geográfica e histórica y <strong>que</strong> el péndulo patriótico<br />
tiende por necesidad a corregir sus déficits. Terribles tiempos<br />
estos en los <strong>que</strong> resulta épico decir lo obvio.