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España, más que un Estado - FAES

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E S PAÑA, MÁS QUE UN EST A D O<br />

César Alonso de los Ríos<br />

Periodista.<br />

Hablar en Bilbao hoy sobre la cuestión nacional, sobre <strong>España</strong>,<br />

es para mí <strong>un</strong>a forma de solidaridad con ustedes, <strong>un</strong><br />

modo de aproximarme a la tragedia de esta tierra y a la humillación<br />

<strong>que</strong> aquí sufre nuestro <strong>Estado</strong>. Ustedes, perseguidos,<br />

amenazados, asesinados en sus amigos y allegados,<br />

son los testigos de la inexistencia de la libertad en esta parte<br />

de <strong>España</strong>, es decir, en <strong>España</strong>.<br />

Pero esta conciencia de excepcionalidad es aún mayor<br />

cuando <strong>un</strong>o viene a hablar en el seno a El Sitio <strong>que</strong> fue la expresión<br />

misma del liberalismo bilbaíno y hoy es <strong>un</strong> fortín de<br />

conciencias de resistencia moral y democrática. Agradezco a<br />

su dirección y a la dirección de la F<strong>un</strong>dación <strong>FAES</strong> el hecho de<br />

<strong>que</strong> hoy pueda estar j<strong>un</strong>to a ustedes. ¿Cómo no iba a ser para<br />

mí <strong>un</strong>a distinción venir a reflexionar con ustedes sobre el<br />

proceso <strong>que</strong> nos ha traído hasta esta hegemonía del Terror,<br />

hasta esta situación <strong>que</strong> podríamos definir por la ausencia


ESPAÑA, UNHECHO 68<br />

dramática del <strong>Estado</strong> en la <strong>que</strong> las instituciones autonómicas<br />

—parte del <strong>Estado</strong>— están llevando al <strong>Estado</strong> a <strong>un</strong>a situación<br />

<strong>que</strong> alg<strong>un</strong>os comparan con la <strong>que</strong> vivió Alemania, sólo<br />

<strong>que</strong> con la diferencia de <strong>que</strong> a<strong>que</strong>lla era el <strong>Estado</strong> y el País<br />

Vasco es tan sólo <strong>un</strong>a parte Por<strong>que</strong> no deja de ser llamativo<br />

<strong>que</strong> los perseguidos, los acorralados, los zarandeados, los<br />

asesinados sean precisamente a<strong>que</strong>llos <strong>que</strong> están en sintonía<br />

con el espíritu del <strong>Estado</strong> y de la Nación españoles mientras<br />

los perseguidores, los administradores del Terror son los<br />

<strong>que</strong> están en contra del <strong>un</strong>o y de la otra.<br />

Estamos ante <strong>un</strong> hecho verdaderamente insólito como es<br />

esta pugna, esta guerra institucional, entre <strong>un</strong>a parte del <strong>Estado</strong><br />

y el <strong>Estado</strong> mismo, es decir, desde las instituciones autonómicas.<br />

Así <strong>que</strong> he venido hoy aquí para reflexionar conj<strong>un</strong>tamente<br />

con ustedes sobre la hegemonía del Terror <strong>que</strong><br />

padecemos todos los españoles y, de forma muy especial,<br />

personalmente, ustedes. Y j<strong>un</strong>to a la humillación del <strong>Estado</strong>,<br />

la anulación de la idea de nación española, de sus símbolos<br />

y de todas sus expresiones. Este salón es <strong>un</strong> islote en esta<br />

guerra no declarada, solapada, no reconocida como tal pero,<br />

quizá por lo mismo, <strong>más</strong> peligrosa y terrible.<br />

La iniciativa de este ciclo es muy expresiva del espíritu de<br />

la F<strong>un</strong>dación <strong>FAES</strong>, preocupada especialmente por el proble -<br />

ma de <strong>España</strong>. Y ¿cómo no iba a estarlo <strong>un</strong>a f<strong>un</strong>dación seria<br />

si tenemos en cuenta <strong>que</strong> la llamada cuestión nacional es<br />

hoy mucho <strong>más</strong> grave <strong>que</strong> hace <strong>un</strong> siglo Y al hacer este diagnóstico<br />

no quiero reconocerme como pesimista ya <strong>que</strong> creo<br />

<strong>que</strong>, estando así las cosas, la Nación terminará ganando la


ESPAÑA, MÁS QUE UN ESTADO 69<br />

batalla, con ustedes por supuesto, por el sacrificio de tantas,<br />

de tantas vidas. Desde hace años nos venimos diciendo “si<br />

el grano no muere”... Y ha muerto el grano y fructificará. Sucede<br />

<strong>que</strong> la furia, la locura, el ruido <strong>que</strong> producen los administradores<br />

del Terror no están permitiendo discernir el cambio<br />

<strong>que</strong> se está dando en la sociedad española y en el<br />

sentido de <strong>un</strong>a reafirmación creciente de la idea española de<br />

nación. Por<strong>que</strong> estamos ante <strong>un</strong>a re-nacionalización y, por<br />

tanto, ante <strong>un</strong>a inversión de actitudes respecto a lo <strong>que</strong> sucedía<br />

tan sólo hace <strong>un</strong>a década. Es cierto <strong>que</strong> pesa mucho<br />

<strong>un</strong> pasado en el <strong>que</strong> se ha deteriorado la idea de Nación y se<br />

ha puesto en tela de juicio el hecho del <strong>Estado</strong> desde su nacimiento<br />

hasta hoy. Es c i e rto <strong>que</strong> no era fácil invertir ese<br />

p roceso <strong>que</strong> aquí, en el País Vasco, ha tenido <strong>un</strong>as especiales<br />

consecuencias nefastas. Es cierto <strong>que</strong> hay todavía fuerzas<br />

políticas y ciudadanos <strong>que</strong> carecen de conciencia nacional;<br />

tan cierto como <strong>que</strong> se está dando <strong>un</strong>a batalla ideológica<br />

y política por invertir la situación. La tragedia vasca está siendo<br />

<strong>un</strong> elemento decisivo en esta vuelta a la lucidez colectiva,<br />

a la renacionalización. Estamos ante <strong>un</strong> parto doloroso.<br />

Si en el pasado se ha podido hablar con razón de las dos<br />

<strong>España</strong>s en los términos del portugués Fidelino de Figueiredo,<br />

hoy solamente se puede hablar de <strong>España</strong> y los negadores<br />

de <strong>España</strong>. No se trata de dos formas de entender ésta:<br />

en términos de progresistas o en términos tradicionales. La<br />

confrontación se da en torno a la afirmación y a la negación.<br />

Decía este historiador y crítico literario <strong>que</strong> en <strong>España</strong> la derecha<br />

y la izquierda no tenían el mismo sentido <strong>que</strong> en otros<br />

países ya <strong>que</strong> aquí cada <strong>un</strong>a de las opciones suponía <strong>un</strong>a alteración<br />

global de la convivencia. “En <strong>España</strong> —d e c í a—


ESPAÑA, UN HECHO 70<br />

‘ d erechas’ e ‘izquierdas’ no significan lo <strong>que</strong> en todas partes<br />

se expresa con esa ideología parlamentaria: moderación o radicalismo.<br />

‘Derechas’ e ‘Izquierdas’ en <strong>España</strong> son cosas<br />

<strong>más</strong> complejas <strong>que</strong> en cualquier otra parte. No entrañan <strong>un</strong>a<br />

mera distinción de métodos de actuación o de ritmo en la política<br />

y, por tanto, en el camino de la historia, distinción <strong>que</strong><br />

en último análisis se reduce a <strong>un</strong>a diferencia de temperamento<br />

y refleja dos procesos históricos: evolución o revolución.<br />

En <strong>España</strong> las derechas e izquierdas no se limitan al<br />

concepto del <strong>Estado</strong>, o a sus relaciones con los ciudadanos...<br />

responden <strong>más</strong> rigurosamente a dos opuestas actitudes en<br />

la apreciación de la historia nacional y dos sentidos del futuro:<br />

restaurador o creador...”.<br />

Pues bien, siendo ya radical esta diversa forma de entender<br />

<strong>España</strong>, la de ahora, la de estos años, la <strong>que</strong> plantean<br />

los nacionalistas vascos o catalanes o gallegos, tiene<br />

poco <strong>que</strong> ver con aquélla por<strong>que</strong>, como digo, <strong>un</strong>a de ellas<br />

es ni <strong>más</strong> ni menos <strong>que</strong> la negación del <strong>Estado</strong> y la negación<br />

de la nación española y de todas sus expresiones y,<br />

por tanto, de cualquier forma de solidaridad. Pero lógicamente<br />

esta forma de pensar <strong>que</strong> viene de los años finales<br />

del franquismo y <strong>que</strong> se ha ido fortaleciendo en los comienzos<br />

de la democracia, en la instalación del <strong>Estado</strong> autonómico,<br />

tenía <strong>que</strong> tener <strong>un</strong>a respuesta fuerte, decidida,<br />

radical. Y se está dando. Ustedes la están dando: con sus<br />

vidas, diariamente.


ESPAÑA, MÁS QUE UN ESTADO 71<br />

I. MOVIMIENTOS PENDULARES<br />

Para comprender el p<strong>un</strong>to de esperanza al <strong>que</strong> me he referido<br />

me gustaría dedicar <strong>un</strong>os minutos a los procesos históricos<br />

<strong>que</strong> hemos vivido desde finales del diecinueve hasta<br />

hoy y de los <strong>que</strong> podrían sacarse alg<strong>un</strong>as consecuencias.<br />

En momentos tan espesos y tan duros conviene acudir a la<br />

Historia ya <strong>que</strong> (a<strong>un</strong><strong>que</strong> sabemos <strong>que</strong> ésta no se repite si<br />

no es de forma caricaturesca o trágica) es, en efecto, la<br />

gran maestra.<br />

Conviene <strong>que</strong> tengamos en cuenta los movimientos pendulares<br />

<strong>que</strong> acompañan a los procesos de tensión entre la<br />

idea de Nación y los nacionalismos, entre la fuerza de la solidaridad<br />

y las tendencias disgregadoras e insolidarias. Unos<br />

vaivenes <strong>que</strong> parecen responder a <strong>un</strong>a cierta racionalidad y<br />

de los <strong>que</strong> pueden predicarse alg<strong>un</strong>as constantes. Podemos<br />

decir, por ejemplo, <strong>que</strong> a los desvanecimientos de la idea de<br />

<strong>España</strong> como nación les ha correspondido en dos ocasiones<br />

históricas la emergencia de los nacionalismos y, al apogeo de<br />

éstos, ha correspondido <strong>un</strong>a reacción vindicativa de la idea<br />

de <strong>España</strong>. ¿Y en qué momento nos encontramos hoy Pienso<br />

<strong>que</strong> al final del seg<strong>un</strong>do proceso de los dos <strong>que</strong> se han dado<br />

en el último siglo.<br />

Al obscurecimiento de la idea de nación y a la retracción<br />

de las f<strong>un</strong>ciones del <strong>Estado</strong> (la <strong>España</strong> “sin pulso” de finales<br />

del XIX) correspondió el ascenso de <strong>un</strong>as re i v i n d i c a c i o n e s<br />

autonómicas y la aparición del independentismo. Y es <strong>que</strong><br />

la ausencia de conciencia nacional es <strong>un</strong> vacío insoport a b l e


ESPAÑA, UN HECHO 72<br />

política y culturalmente, de tal modo <strong>que</strong> cuando se produce<br />

tiende a ser ocupado por otra a<strong>un</strong><strong>que</strong>, eso sí, con traumas y<br />

desgarros ciudadanos y sociales.<br />

No fueron los nacionalismos regionales en ning<strong>un</strong>o de<br />

esos dos momentos históricos —en torno al comienzo del siglo<br />

XX y en la última década del franquismo— los <strong>que</strong> desplazaron<br />

la conciencia de la nación española. Los particularismos,<br />

primero, los regionalismos, después, y <strong>más</strong> tarde los<br />

nacionalismos separatistas, aparecieron ante la necesidad<br />

de <strong>un</strong>os sentimientos de identidad y de <strong>un</strong>a razón solidaria.<br />

Era ésta la <strong>que</strong> se había ausentado y había permitido <strong>que</strong> los<br />

sustitutivos llegaran a tener <strong>un</strong> vuelo <strong>que</strong> no les correspondía.<br />

Ahora bien, también hemos podido advertir <strong>que</strong> debe tenerse<br />

precaución con el despertar de ese león dormido <strong>que</strong><br />

ha sido y es <strong>un</strong>a gran nación: <strong>España</strong>.<br />

Américo Castro explicó muy gráficamente las f<strong>un</strong>ciones insustituibles<br />

de <strong>un</strong>a nación: “las naciones constituidas por diferentes<br />

pueblos, por estratos de civilización de distinta altura,<br />

por variedad de lenguajes o de religiones, necesitan vivir<br />

en continua superación de los impulsos <strong>más</strong> elementales gracias<br />

a la acción enérgica de <strong>un</strong>a idea, muy templada a su vez<br />

en imperativos de carácter moral. Cuando tales motivos se<br />

aminoran, entonces, frente a esa lógica y a esa ética suele<br />

alzarse la psi<strong>que</strong>, <strong>que</strong> demanda satisfacciones de muy inmediata<br />

urgencia. Nos interesamos en ese caso no por el gran<br />

país, de realidad meramente ideal (nadie lleva a su nación en<br />

el bolsillo) sino por la región <strong>que</strong> nos es sensiblemente familiar,<br />

y pareciéndonos su ámbito demasiado vasto, lo re d u c i m o s


ESPAÑA, MÁS QUE UN ESTADO 73<br />

a ciudad, a barrio, incluso a esta acera, <strong>que</strong> es la nuestra y<br />

<strong>que</strong> posee la inmensa cualidad de no ser la de enfre n t e ” .<br />

En la situación de atonía nacional y de postración moral<br />

<strong>que</strong> se dio a finales del “siglo XIX”, bien descrita por los regeneracionistas<br />

—Mallada, Picabea, Costa— surgieron los<br />

regionalismos, comenzaron las teorizaciones nacionalistas<br />

de los Almirall, Braña, Prat de la Riba, Arana... y los propios<br />

movimientos nacionalistas. Era la reacción inmediata a la pérdida<br />

de las últimas colonias del imperio y la reacción mediata<br />

a la agonía del espíritu nacional. Agonía de muerte, quiero<br />

decir. No en el sentido <strong>un</strong>am<strong>un</strong>iano. <strong>España</strong> no sólo vuelve a<br />

las fronteras definidoras de la metrópoli sino <strong>que</strong> ésta misma<br />

es cuestionada en su interior. Se produce <strong>un</strong>a insolidaridad<br />

histórica y cultural en <strong>un</strong>os momentos de depresión de <strong>España</strong><br />

en la escena internacional. Es la parte <strong>más</strong> odiosa de los<br />

nacionalismos, su inmenso oport<strong>un</strong>ismo. Por<strong>que</strong> aquí se dio<br />

<strong>un</strong> oport<strong>un</strong>ismo añadido: las burguesías de Cataluña y el País<br />

Vasco se niegan a tirar del resto, pobre, agrario, exportador<br />

de mano de obra, pero en definitiva mercado para las regiones<br />

<strong>más</strong> desarrolladas o, <strong>más</strong> bien, no suficientemente desarrolladas.<br />

Tuvieron <strong>que</strong> vivir del proteccionismo: <strong>un</strong>a menesterosidad<br />

<strong>que</strong> recortaba los vuelos separatistas.<br />

Como sabemos todos, <strong>España</strong> es <strong>un</strong> caso único en el sentido<br />

de <strong>que</strong> los nacionalismos no son la expresión de las clases<br />

menos favorecidas. La idea de <strong>España</strong> había venido vinculada<br />

al imperio de tal manera <strong>que</strong> al desaparecer éste, la<br />

idea de nación aparece como superflua, cuando no como carga.<br />

A este respecto es recomendable la lectura de la prensa


ESPAÑA, UN HECHO 74<br />

de la época. Recién conocida la noticia de la pérdida de Cuba<br />

ya estaban saliendo las banderas catalanas a la calle, y el<br />

dinero a Francia. La insolidaridad <strong>más</strong> feroz está en el nacimiento<br />

de los nacionalismos catalán y vasco.<br />

En los primeros años treinta del siglo XX se va a dar la<br />

gran confrontación en torno a la idea de <strong>España</strong>. Desde el<br />

p<strong>un</strong>to de vista teórico frente a las contribuciones al modelo<br />

federal aparecen las teorizaciones de los escritores del 98:<br />

Unam<strong>un</strong>o, Maeztu, Baroja, Azorín y enseguida Ortega y Azaña...<br />

y la reafirmación de <strong>un</strong> inicial nacionalismo español. Es<br />

en esos momentos cuando llega a <strong>España</strong> el pensamiento de<br />

Maurras y la propuesta de L’Action Francaise.<br />

Esta es la dinámica: mientras <strong>un</strong>os buscan razones históricas<br />

para las construcciones regional/nacionales, otros bucean<br />

en el pasado a la busca del “alma española”. La negación<br />

de <strong>un</strong> pasado común obliga a los ideólogos españoles/<br />

españolistas a echar mano de esa especial ri<strong>que</strong>za española<br />

<strong>que</strong> es la galería de mitos nacionales: El Cid, Don Juan y, sobre<br />

todo, Don Quijote.<br />

He aquí <strong>un</strong>a muestra de los ensayos dedicados al mito<br />

cervantino: en 1905, Psicología de don Quijote y el quijotis -<br />

mo de Santiago Ramón y Cajal; el mismo año, La Ruta de don<br />

Quijote, de Azorín, al siguiente, Vida de don Quijote y Sancho<br />

de Miguel de Unam<strong>un</strong>o; en 1914 Meditaciones del Quijote, de<br />

José Ortega y Gasset y también en este año Notas margina -<br />

les al Quijote de Alomar; en 1924 Don Quijote, Don Juan y la<br />

Celestina de Ramiro de Maeztu, en 1926 Guía del lector del


ESPAÑA, MÁS QUE UN ESTADO 75<br />

Quijote de Salvador de Madariaga, aparte de otros muchos<br />

trabajos de menor entidad.<br />

Pero de esta excursión histórica tan sólo quiero extraer la<br />

lección a la <strong>que</strong> me referí anteriormente y según la cual: la<br />

conciencia nacional no es <strong>un</strong> dato dado o negado para siempre.<br />

Por lo <strong>que</strong> respecta a la española pasaría de la debilidad<br />

extrema a la reafirmación extrema en los tiempos de la dictadura<br />

de Primo de Rivera y en la II República. Y hay <strong>que</strong> señalar<br />

<strong>que</strong> el ideal de nación <strong>que</strong> se va a proponer participa de<br />

dos concepciones: por <strong>un</strong> lado, la liberal democrática y, por<br />

otro, la fascista. La guerra civil llevaría a <strong>un</strong>a opción dramática,<br />

la primera de las concepciones se <strong>que</strong>dó del lado republicano<br />

mientras las seg<strong>un</strong>da es la <strong>que</strong> alienta el franquismo,<br />

hasta el p<strong>un</strong>to de llegar a <strong>un</strong>a plena identificación.<br />

Giner de los Ríos escribe a principios del XX <strong>que</strong> el pueblo<br />

español ha sido “amputado de la historia hace <strong>más</strong> de tres<br />

siglos, cuando menos en la parte <strong>más</strong> espiritual de ella y <strong>más</strong><br />

prof<strong>un</strong>da”. Y Ortega habla del peso de tres siglos de error y<br />

dolor, y se preg<strong>un</strong>ta “¿cómo ha de ser lícito con frívolo gesto,<br />

desentendernos de esa secular pesadumbre”<br />

Corrían tiempos para el auge de la irracionalidad nacionalista,<br />

lo mismo en el <strong>Estado</strong> <strong>que</strong> en las regiones. Maurras y<br />

Barrés, los nuevos clérigos, tuvieron en <strong>España</strong> su correlato.<br />

En poco tiempo surgen D’Ors, Jiménez Caballero, Sánchez<br />

Mazas, Ledesma Ramos, Víctor Pradera, Sainz Rodríguez.<br />

Frente a la idea <strong>un</strong>itarista, el partido com<strong>un</strong>ista desarrolla la<br />

estrategia estalinista de las nacionalidades como reacción al


ESPAÑA, UN HECHO 76<br />

estado feudal, opresor, clerical... Comparten esta concepción<br />

Nin, Maurín y el ala izquierdista del PSOE —el Leviatán de<br />

Araquistain—. Son las raíces del autodeterminismo. De esta<br />

manera a la revolución social se añadía la propuesta de <strong>un</strong><br />

cambio de modelo de <strong>Estado</strong>.<br />

De las confrontaciones entre el pensamiento conservador<br />

ya radicalizado y el de izquierdas, da <strong>un</strong>a idea Indalecio Prieto<br />

en Cuenca el 1 de mayo de 1936, al hacer protestas españolistas:<br />

“para mí no hay nada —dice— <strong>que</strong> esté por encima<br />

de mi amor a <strong>España</strong>, nada excepto la Justicia. Soy <strong>un</strong><br />

español hasta los tuétanos.”<br />

Curiosamente en la guerra civil la izquierda abandona las<br />

reivindicaciones nacionalistas periféricas y crece el sentimiento<br />

de la nación española. Se reclama el espíritu de la guerra<br />

de la Independencia. Tardíamente la izquierda ha entendido<br />

<strong>que</strong> la “idea nacional” es <strong>un</strong> elemento clave en la batalla<br />

ideológica. Permitidme ahora <strong>que</strong> deje el péndulo en el extremo<br />

opuesto a a<strong>que</strong>l definido por la <strong>España</strong> sin pulso de Silvela,<br />

es decir, <strong>que</strong> lo deje en el de la <strong>España</strong> <strong>un</strong>a, grande y libre .<br />

Como vemos, con el tri<strong>un</strong>fo de Franco termina ese proceso<br />

de medio siglo: de la negación de la nación y del <strong>Estado</strong><br />

se pasa a la exaltación de aquélla y a <strong>un</strong> <strong>Estado</strong> férreamente<br />

<strong>un</strong>itarista.<br />

Durante el franquismo, el patriotismo se mantuvo muy viejo<br />

y actuante en las dos primeras décadas, pero iba a burocratizarse<br />

después, y a ponerse en cuestión entre las minorías


ESPAÑA, MÁS QUE UN ESTADO 77<br />

disidentes, primero, y después en amplios círculos críticos.<br />

Se va así hacia <strong>un</strong>a des-nacionalización progresiva, <strong>más</strong> preocupante,<br />

si cabe, <strong>que</strong> la <strong>que</strong> se había dado a finales del siglo<br />

XIX. En cuanto a los nacionalismos, la curva se produce inversamente.<br />

Hasta finales de los cincuenta no se puede hablar<br />

de nacionalismo catalán; se habían roto los vínculos orgánicos<br />

con las formaciones de la República; por lo <strong>que</strong><br />

respecta al País Vasco, ETA va a surgir por el letargo en el <strong>que</strong><br />

está postrado el PNV durante las dos décadas siguientes a la<br />

guerra. Así <strong>que</strong> los nacionalismos no comienzan a emerger<br />

hasta los sesenta, y tímidamente. Es precisamente la izquierda,<br />

el PCE, quien retoma los objetivos auto-deterministas<br />

para convertirse en la vanguardia del nuevo <strong>Estado</strong>. El<br />

PCE tiende la mano a las llamadas burguesías periféricas para<br />

conseguir <strong>un</strong>a hegemonía política y cultural en <strong>un</strong>a futura<br />

federación de los pueblos de <strong>España</strong>. El PCE desentierra los<br />

hechos diferenciales y las aspiraciones federalistas. En esto<br />

iban a colaborar los intelectuales disidentes del falangismo.<br />

Léase Escrito en <strong>España</strong> de Ridruejo a comienzos de los sesenta.<br />

En realidad, la victoria militar e ideológica del nacionalismo<br />

español fue interpretada por los Laín y Ridruejo como<br />

<strong>un</strong>a derrota de la nación y de sus posibilidades integradoras.<br />

Laín escribe <strong>España</strong> como problema en <strong>un</strong> intento de abrirse<br />

al pensamiento liberal, al tiempo <strong>que</strong>, en el exilio, Claudio<br />

Sánchez Albornoz y Américo Castro escriben sus respectivos<br />

libros en <strong>un</strong> intento de descifrar el enigma español y la realidad<br />

histórica de <strong>España</strong>. Unos y otros se dan la mano por encima<br />

del Atlántico.<br />

En la última década del franquismo va a ir creciendo la re a c-<br />

c i ó n antinacional hasta el p<strong>un</strong>to de desvanecerse otra vez,


ESPAÑA, UN HECHO 78<br />

por seg<strong>un</strong>da vez, la conciencia nacional a favor de los proyectos<br />

autodeterministas. Se identifica a <strong>España</strong> con el franquismo;<br />

a la nación con la represión de las culturas y libertades<br />

periféricas. La propia palabra <strong>España</strong> llega a ser<br />

aborrecible para muchos. Se sustituye cuidadosamente por<br />

expresiones como “país” o “<strong>Estado</strong> español”. Por estas fechas,<br />

en 1979, hace ya 23 años, yo escribo <strong>un</strong> artículo en La<br />

Calle titulado “Yo digo <strong>España</strong>”.<br />

La transición democrática se dio en el contexto de <strong>un</strong>a<br />

prof<strong>un</strong>da desnacionalización. La izquierda salía a la calle con<br />

pancartas por la “autodeterminación”: el objetivo de ETA. Los<br />

debates de la Constitución cogen a la sociedad española con<br />

las defensas patrióticas por los suelos. UCD no tiene fuerza<br />

moral para oponerse al hecho de las “nacionalidades históricas”.<br />

A pesar de ello se salvan en la Constitución la idea de<br />

nación y la idea de <strong>un</strong>idad. Eso sí: se deja abierto el proceso<br />

autonómico. El proceso autonómico se justifica en la medida<br />

<strong>que</strong> se impide la disgregación territorial definitiva <strong>que</strong>, por<br />

otra parte, alg<strong>un</strong>os no consideran el fin del m<strong>un</strong>do. Así en el<br />

reciente libro de conversaciones entre Felipe González y Juan<br />

Luis Cebrián se plantean “sin dramatismos” la eventualidad<br />

de la independencia vasca. Convienen <strong>que</strong> no sería lo <strong>más</strong><br />

deseable para Europa.<br />

Pero al margen de las transferencias de competencias del<br />

<strong>Estado</strong> a las Com<strong>un</strong>idades, el proceso cultural y político de<br />

este último cuarto de siglo se caracteriza por imponer <strong>un</strong>as<br />

concepciones antidemocráticas, por sustituir la idea de ciudadanía<br />

por la de pertenencia a <strong>un</strong>a com<strong>un</strong>idad histórica a la


ESPAÑA, MÁS QUE UN ESTADO 79<br />

<strong>que</strong> hay <strong>que</strong> sacrificar derechos personales y colectivos. En<br />

este proceso los nacionalistas son considerados como los representantes<br />

“naturales” de la ciudadanía vasca o catalana.<br />

Se pasa así de la desnacionalización española a la aceptación<br />

de <strong>un</strong>as sociedades etnicistas. La razón y la Historia están<br />

con las nacionalidades históricas. La idea de <strong>España</strong> no<br />

es sostenible, ni siquiera en los términos autonómicos por<strong>que</strong><br />

para los nacionalistas el <strong>Estado</strong> ha sido <strong>un</strong> corsé impuesto<br />

por Castilla. Toda la historia española ha sido <strong>un</strong> inmenso<br />

error del <strong>que</strong> hay <strong>que</strong> salvar lo <strong>que</strong> se pueda. Este es<br />

el pensamiento políticamente correcto <strong>que</strong> va a informar la<br />

educación bajo los mandatos socialistas. La perversión de la<br />

enseñanza de las Humanidades respondió a <strong>un</strong> pacto de los<br />

socialistas y los nacionalistas para enterrar la idea de <strong>España</strong><br />

para siempre. Las recomendaciones de pedagogos estructuralistas<br />

fueron, en todo caso, muy bien aprovechadas<br />

por las autoridades ministeriales. La consigna fue eliminar la<br />

enseñanza de la geografía <strong>que</strong> permitía obtener <strong>un</strong>a idea de<br />

la totalidad. Si Bosch Gimpera (poco sospechoso de españolista)<br />

había dicho <strong>que</strong> <strong>España</strong> era obviedad geográfica, había,<br />

pues, <strong>que</strong> trocear los mapas de tal modo <strong>que</strong> el alumno no<br />

pudiera deducir esa realidad compacta <strong>que</strong> es la nación española.<br />

Por supuesto, la enseñanza de la Historia no podía<br />

ser cronológica, por<strong>que</strong> ello supondría la evidencia de <strong>un</strong>a nación<br />

española desde los romanos hasta hoy.<br />

Todas estas concepciones no sólo están en la base de la<br />

autodeterminación sino <strong>que</strong>, ade<strong>más</strong>, vienen a justificar la<br />

persecución a a<strong>que</strong>lla parte de la sociedad <strong>que</strong> no se considera<br />

“pueblo”, <strong>que</strong> no forma parte de ese proyecto histórico<br />

<strong>que</strong> es <strong>un</strong>a com<strong>un</strong>idad a la <strong>que</strong> hay <strong>que</strong> conformar el modelo


ESPAÑA, UN HECHO 80<br />

social. También de aquí parte la justificación del Terror, ya<br />

<strong>que</strong> los nacionalistas no se recatan en decir <strong>que</strong> comparten<br />

sus objetivos políticos.<br />

P e ro el pensamiento de los nacionalistas ha sido compartido,<br />

y está siéndolo, por Izquierda Unida, por <strong>un</strong>a parte del<br />

p a rtido socialista y por personalidades de la derecha como es<br />

el caso de Herre ro de Miñón, Tusell o Mayor Zaragoza.<br />

Desde hace años vengo manteniendo <strong>que</strong> la gravedad del<br />

p roblema territorial español no se debe tanto a las re i v i n d i-<br />

caciones de los nacionalistas sino al desarme <strong>que</strong> se produce<br />

en el resto de <strong>España</strong>. Hay <strong>un</strong>a actitud entreguista de<br />

los no nacionalistas, especialmente de las gentes de izq<br />

u i e rda. Se produce <strong>un</strong>a gran traición a la idea de la nación<br />

solidaria. Las concesiones culturales, en educación, en el<br />

empleo de los idiomas..., no suponen la solución de la cuestión<br />

sino, por el contrario, <strong>un</strong>a radicalización de las exigencias<br />

frente al <strong>Estado</strong>. La ausencia de <strong>un</strong>a conciencia nacional<br />

en el resto de <strong>España</strong> es lo <strong>que</strong> da gravedad al fenómeno<br />

de los nacionalismos.<br />

Señoras y señores, los nacionalismos no habrían tenido el<br />

éxito político <strong>que</strong> están teniendo, no habrían conseguido posiciones<br />

hegemónicas si no se les hubiera legitimado desde<br />

fuera, desde los partidos estatales de izquierda. Incluso se<br />

ha justificado su etnicismo, su derecho a la diferencia y a establecer<br />

diferencias, su derecho a concebir com<strong>un</strong>idades en<br />

el interior de sus sociedades respectivas. Y todo esto se ha<br />

justificado no sólo por la presión del franquismo, sino por <strong>un</strong>a


ESPAÑA, MÁS QUE UN ESTADO 81<br />

opresión histórica desde la formación del <strong>Estado</strong> con los Reyes<br />

Católicos.<br />

Una de las causas de nuestras desgracias se debe a la incultura<br />

política de nuestra sociedad, a la muy escasa preparación<br />

política de los españoles a la hora de enfrentarse con<br />

<strong>un</strong> problema tan complejo como el de los nacionalismos. En<br />

definitiva: a no haber tenido <strong>un</strong>a idea democrática de nación<br />

y, por tanto, a no habernos podido defender de las falacias de<br />

los nacionalismos; a no haber sabido hacer la crítica a los<br />

particulares conceptos de pueblo y de nación. La condición<br />

de pueblo viene decidida por su capacidad para defender <strong>un</strong>a<br />

idea de nación; el proyecto colectivo es, por tanto, anterior al<br />

de pueblo. Y si éste es considerado elegido no es por su libertad<br />

para decidir cuál es el destino político <strong>que</strong> prefiere, sino<br />

por<strong>que</strong> está llamado a cumplir <strong>un</strong> mandato. Así <strong>que</strong> para<br />

<strong>un</strong> nacionalista no hay ciudadanos y no hay sociedad, sino<br />

<strong>que</strong> hay com<strong>un</strong>idad y participantes de esa com<strong>un</strong>idad; el<br />

pueblo no son todos los ciudadanos sino tan sólo a<strong>que</strong>llos<br />

—los euskald<strong>un</strong>es, por ejemplo— <strong>que</strong> responden a <strong>un</strong>as cualidades<br />

vinculadas a la idea supraindividual y <strong>que</strong> se sienten<br />

incorporados a <strong>un</strong> proyecto de sociedad, militantes de esa misión<br />

cuyo brazo es el partido. No es <strong>que</strong> la nación dependa<br />

de ellos sino <strong>que</strong> ellos “son” en cuanto participan de esa<br />

idea de nación. ¿Puede haber algo <strong>más</strong> antidemocrático <strong>que</strong><br />

esta concepción de la nación y del pueblo<br />

A partir de esa idea de nación abstracta, intemporal y supraindividual<br />

los nacionalistas se sienten justificados para llevar<br />

a cabo su misión casi divina —Dios y los fueros— frente


ESPAÑA, UNHECHO 82<br />

a cualquier otra construcción jurídica o política en la <strong>que</strong> estén<br />

inmersos. A partir de ahí también los medios a emplear<br />

dependerán tan sólo de la moral de cada <strong>un</strong>o. A partir de ahí<br />

también la interpretación de la idea de nación les puede llevar<br />

a las luchas fratricidas <strong>más</strong> duras. A partir de ahí todas<br />

las estrategias y las tácticas estarán justificadas con tal de<br />

<strong>que</strong> lleven a la consecución de ese objetivo.<br />

Los nacionalistas se consideran democráticos porq u e<br />

aceptan alg<strong>un</strong>as reglas del juego institucional, como las<br />

elecciones o <strong>un</strong> cierto f<strong>un</strong>cionamiento del Parlamento. Pero<br />

ni siquiera son capaces de entender <strong>que</strong> el único concepto<br />

democrático de nación es el <strong>que</strong> se basa, como tal pro y e c-<br />

to, en la decisión libre de los ciudadanos: <strong>que</strong> éstos son ant<br />

e r i o res al proyecto y no al revés, <strong>que</strong> la nación es <strong>un</strong> plebiscito<br />

cotidiano, la patria del ejercicio de los derechos. Los<br />

d e rechos no pertenecen a la nación sino al ciudadano. Para<br />

los no-nacionalistas “pueblo” son todos los ciudadanos al<br />

m a rgen de cualquier otra consideración. No hay, por tanto,<br />

<strong>un</strong> mandato previo a ellos ni hay <strong>un</strong>os ciudadanos especialmente<br />

legitimados frente a otros en los <strong>que</strong> descanse <strong>un</strong>a<br />

misión histórica. Para los no-nacionalistas no hay difere n c i a s<br />

e n t re com<strong>un</strong>idad y sociedad simplemente por<strong>que</strong> no existe<br />

la idea de com<strong>un</strong>idad como segregación cualificada frente a<br />

la sociedad. Nada de esto es contradictorio con <strong>que</strong> los ciudadanos,<br />

libres e iguales a partir del carnet de identidad,<br />

puedan tener <strong>un</strong>a idea de nación, y puedan sentir sobre ellos<br />

el peso de la historia, los tri<strong>un</strong>fos colectivos, las derrotas y<br />

el patrimonio del sufrimiento por las luchas civiles. Pero lo<br />

<strong>que</strong> hace de esta idea de nación <strong>un</strong> hecho democrático es<br />

<strong>que</strong> no hay ciudadanos con distintos derechos según sea su


ESPAÑA, MÁS QUE UN ESTADO 83<br />

vinculación a la idea nacional. No cabe distinguir entre clases<br />

de ciudadanos.<br />

Esta dinámica ha permitido a los nacionalistas llegar a la<br />

situación diabólica <strong>que</strong> estamos viviendo: el juego institucional<br />

por <strong>un</strong> lado, la administración del Terror por otro. Así hemos<br />

llegado a este <strong>Estado</strong> doblemente excepcional. En cuanto<br />

es <strong>un</strong>a excepción dentro del <strong>Estado</strong> de Derecho y en<br />

cuanto <strong>que</strong> se trata de <strong>un</strong>a inexperiencia inédita. ¿O no lo es<br />

<strong>que</strong> <strong>un</strong>a parte del <strong>Estado</strong> se rebele de hecho contra el <strong>Estado</strong><br />

mismo amparando a las fuerzas desestabilizadoras y de<br />

esa forma conseguir la independencia Reconozcamos, al<br />

menos, <strong>que</strong> se trata de <strong>un</strong>a situación inédita, <strong>un</strong>a situación<br />

de excepción. Desde el poder se organiza la rebelión contra<br />

el poder. Se juega desde la legalidad en contra del mandato<br />

<strong>que</strong> emana con toda claridad de la Constitución. No se comparte<br />

ésta pero sí sus consecuencias: el Estatuto. Se aceptó<br />

el Estatuto como forma de superar el <strong>Estado</strong> desde el poder<br />

y con la ayuda de fuerzas <strong>que</strong> desafían diariamente la legalidad.<br />

Paradójicamente <strong>un</strong>a parte del <strong>Estado</strong> mismo impide<br />

<strong>que</strong> f<strong>un</strong>cione el <strong>Estado</strong> de Derecho. El <strong>Estado</strong> <strong>que</strong> se re b e l a<br />

contra sí mismo.<br />

Como ven, amigas y amigos, estamos en <strong>un</strong>a situación tan<br />

endiablada <strong>que</strong> basta con describirla para <strong>que</strong> la den<strong>un</strong>cia resulte<br />

brutal. Estamos en <strong>un</strong>a situación límite. ¿Sin esperanza<br />

Volviendo al símil de los movimientos pendulares podemos<br />

decir <strong>que</strong> hemos pasado de la desnacionalización de los<br />

comienzos de la transición a la emergencia de <strong>un</strong>a conciencia


ESPAÑA, UN HECHO 84<br />

nacional española. Ermua señaló <strong>un</strong> p<strong>un</strong>to de inflexión imparable.<br />

Se pudo ver, al fin, el rostro verdadero del nacionalismo<br />

vasco. Yo no soy profeta sino analista político y digo <strong>que</strong><br />

tanta ingenuidad, tanta inexperiencia como la <strong>que</strong> se ha desplegado<br />

en las dos últimas décadas van a ser sustituidas, están<br />

siendo sustituidas por <strong>un</strong>a amarga lucidez. Tengo la impresión<br />

de <strong>que</strong> el proceso avanza a gran velocidad. Oigo el<br />

ruido del mar.<br />

Hay <strong>un</strong> error político y en buena medida antropológico,<br />

<strong>que</strong> está en la raíz del nacionalismo y <strong>que</strong> es compartido por<br />

muchos socialistas y lo <strong>que</strong> <strong>que</strong>da del com<strong>un</strong>ismo, vascos y<br />

no vascos. Este error de gravísimas consecuencias políticas,<br />

consiste en creer <strong>que</strong> los problemas del País Vasco sólo afectan<br />

a los vascos y sólo por ellos deben ser resueltos.<br />

La política de Ardanza no fue sino <strong>un</strong> intento de ser consecuente<br />

con esta idea, cuando quiso aplicar a la política vasca<br />

el principio del “ámbito vasco de decisión”. Los nacionalistas<br />

están dispuestos a aceptar otras identidades<br />

partidarias y culturales en la medida <strong>que</strong> se definan como<br />

vascas y hagan, por tanto, abstracción de todo planteamiento<br />

estatal, español. La apertura de los nacionalistas a los <strong>que</strong><br />

no lo son llega hasta este límite: el p<strong>un</strong>to de vista debe ser<br />

vasco y debe “diferenciarse” de forma beligerante de cualquier<br />

otra cosmovisión.<br />

Sin esta agresiva nitidez, vergonzosamente, casi siempre<br />

con mala fe intelectual, muchos ciudadanos no nacionalistas<br />

piensan del mismo modo <strong>que</strong> aquéllos. Eguiguren, el jefe


ESPAÑA, MÁS QUE UN ESTADO 85<br />

de fila del socialismo pactista, acaba de confesarlo. Lo ha<br />

reconocido de forma petulante en las páginas de El País al<br />

escribir: “el único arreglo posible seguirá basándose en el<br />

pacto interno”... “tiene <strong>que</strong> ser la sociedad vasca la <strong>que</strong> haga<br />

frente a ese desafío”. En definitiva, añora a Ardanza, en<br />

quien él y otros pusieron tantas esperanzas; reclama el principio<br />

del ámbito vasco de decisión sin citarlo y excluye y ridiculiza<br />

las intervenciones desde el <strong>Estado</strong> al reducirlas a soluciones<br />

de las oficinas de Madrid, como soluciones<br />

espurias, extrañas y perjudiciales. Lo escribe en vísperas de<br />

la manifestación de San Sebastián. Es <strong>un</strong>a invitación al desistimiento<br />

del viaje.<br />

La posición de Eguiguren es patética. Después de haber<br />

llevado a su partido al desastre y al PNV a <strong>un</strong>a hegemonía<br />

<strong>que</strong> le permite plantear la independencia a corto plazo, sigue<br />

insistiendo en <strong>que</strong> la solución vasca es <strong>un</strong>a cuestión exclusivamente<br />

de las fuerzas vascas, es decir, de <strong>un</strong> pacto reducido<br />

al ámbito vasco. Y digo <strong>que</strong> la tesis es patética por cuanto<br />

ése es el terreno de los nacionalistas, donde ellos son<br />

hegemónicos y tienen todas las posibilidades de llevar adelante<br />

sus objetivos ¿No es capaz de ver Eguiguren <strong>que</strong> los nacionalistas<br />

ya habrían conseguido sus objetivos estratégicos<br />

si no fuera por<strong>que</strong> la pugna real se mantiene en el ámbito estatal,<br />

en Madrid, en el Parlamento español, en la Audiencia<br />

nacional, en los escaños de la vol<strong>un</strong>tad nacional española de<br />

la <strong>que</strong> el <strong>Estado</strong> es <strong>un</strong>a consecuencia, y no sólo en el ámbito<br />

vasco. Si la batalla se hubiera dado aquí, solamente ya la<br />

mayoría abertzale habría cumplido su calendario independentista.<br />

Su criptonacionalismo puede <strong>más</strong> <strong>que</strong> la obviedad. Para<br />

mantener sus principios <strong>más</strong> íntimos, sus <strong>más</strong> <strong>que</strong>ridas


ESPAÑA, UN HECHO 86<br />

o bsesiones, los Eguiguren imaginan abstractamente <strong>un</strong>a hora<br />

de la verdad en la <strong>que</strong> saldrá <strong>un</strong>a solución, y no será sino<br />

<strong>un</strong> pacto vasco, de la sociedad vasca, salido de sus entrañas<br />

vascas, no de las organizaciones políticas estatales. Según<br />

esta visión, en esa hora de la verdad, no podrá contar el resto<br />

de los españoles <strong>que</strong> han muerto por la convivencia en el<br />

País Vasco, ni las instituciones <strong>que</strong> articulan la convivencia<br />

de todos y <strong>que</strong> son el resultado de la vol<strong>un</strong>tad de toda la nación<br />

española, incluida la vasca, pese a quien pese.<br />

Los Eguiguren, Elorza, Madrazo... son nacionalistas a<strong>un</strong><strong>que</strong><br />

no lo reconozcan, por<strong>que</strong>, como los nacionalistas, niegan<br />

el <strong>Estado</strong>, no aceptan <strong>que</strong> el País Vasco sea “<strong>un</strong>a parte” del<br />

<strong>Estado</strong> y <strong>que</strong> los problemas de esa parte lo sean del todo.<br />

Por lo mismo, la postura de los Eguiguren supone <strong>un</strong>a negación<br />

de esa nación española <strong>que</strong> se define como <strong>un</strong>a vol<strong>un</strong>tad<br />

colectiva. Ya sé <strong>que</strong> a estas gentes la idea de nación española<br />

les da igual, incluso les parece algo nefasto, por<strong>que</strong><br />

en realidad creen en la nación vasca, en la vol<strong>un</strong>tad colectiva<br />

de los vascos frente a la vol<strong>un</strong>tad colectiva de los e s p a ñ o l e s .<br />

Por eso, a<strong>un</strong><strong>que</strong> criti<strong>que</strong>n a los nacionalistas, cre e n <strong>que</strong> tienen<br />

<strong>un</strong> plus respecto a los de<strong>más</strong> y les reconocen <strong>un</strong>a cualificación.<br />

Divergen del nacionalismo por los aspectos confesionales<br />

y sociales <strong>que</strong> ha tenido en su concreción histórica, pero<br />

comparten con él, a veces hasta en lo etnológico —disimuladamente,<br />

claro— la razón de ser vascos, la razón de sentirse<br />

vascos. Para estas gentes de izquierda, los nacionalismos<br />

han exagerado los principios hasta el p<strong>un</strong>to de hacer <strong>un</strong>a distinción<br />

inaceptable entre ciudadanos de primera y de seg<strong>un</strong>da.<br />

Ellos no llegan a tanto, su afirmación de lo vasco está en


ESPAÑA, MÁS QUE UN ESTADO 87<br />

el límite con lo español. A partir de ahí ni <strong>un</strong> solo paso. Todo<br />

termina en las fronteras del ámbito vasco.<br />

Estos sedicentes estatutistas niegan de hecho la Constitución<br />

por<strong>que</strong> no aceptan la virtualidad de la vol<strong>un</strong>tad nacional.<br />

Por el contrario, hacen profesión de fe de la diferencia<br />

—no del particularismo, no de las peculiaridades culturales,<br />

no del cultivo de la lengua-—, nada menos <strong>que</strong> a la hora de<br />

decidir acerca de las soluciones de la convivencia, lo cual es<br />

<strong>un</strong>a afirmación in nuce de <strong>un</strong> <strong>Estado</strong> —asociado o no— y de<br />

<strong>un</strong>a nación. Cuando en su artículo el señor Eguiguren vuelve<br />

a reclamar el pactismo ¡a pesar de todo!, lo <strong>que</strong> quiere decir<br />

simplemente es <strong>que</strong>, para bien o para mal, los arreglos se harán<br />

en casa.<br />

Hay algo <strong>que</strong> no ven estas gentes de izquierdas, socialistas<br />

o tardocom<strong>un</strong>istas, y es <strong>que</strong>, de seguir el método <strong>que</strong><br />

p roponen, ganarán siempre los vascos de primera. Ya han<br />

ido ganando a lo largo de este último cuarto de siglo. Tr i u n-<br />

f a ron en las últimas elecciones autonómicas y volverán a hacerlo<br />

(barrer según alg<strong>un</strong>os) en las m<strong>un</strong>icipales. Por supuesto,<br />

con Te rro r. Y aún habría <strong>más</strong> Te rror si no interviniera el<br />

<strong>Estado</strong>. Para esto sí es posible <strong>que</strong> Eguiguren acepte el <strong>Estado</strong>:<br />

para luchar contra el Te rror pero no para buscar las soluciones<br />

políticas.<br />

El señor Eguiguren y sus compañeros de partido, y lo <strong>que</strong><br />

<strong>que</strong>da del PCE, deberían saber <strong>que</strong> si la batalla del Terror hubiera<br />

sido exclusivamente <strong>un</strong>a cuestión de vascos, quizá ya<br />

no existirían ellos como políticos en activo. O aún peor. Pero,


ESPAÑA, UN HECHO 88<br />

hay <strong>un</strong>a razón última por la <strong>que</strong> no estoy de acuerdo con estos<br />

vocacionalmente perd e d o res y masoquistas de la vida<br />

—no sólo de la política—: el problema vasco, la cuestión vasca,<br />

la convivencia vasca nos pertenecen a todos los españoles<br />

por<strong>que</strong> lo dice la Constitución, pero, sobre todo, por<strong>que</strong><br />

nos lo dice la Historia y <strong>un</strong>a cosa <strong>que</strong> se llama solidaridad y<br />

<strong>un</strong> sentido insoslayable del compromiso con la defensa de la<br />

vida y de las libertades. Y por<strong>que</strong> este problema, esta cuestión,<br />

esta enfermedad moral e intelectual sólo tendrá arre g l o<br />

desde el <strong>Estado</strong>, desde la solidaridad nacional, desde las<br />

instituciones españolas, desde el espíritu, expreso, de la<br />

C o n s t i t u c i ó n . Por cierto, cuando digo <strong>que</strong> el arreglo vendrá<br />

del <strong>Estado</strong> no excluyo al País Vasco. Creo en el “todo”.<br />

Amigas y amigos, vuelvo a agradeceros la gentileza de haberme<br />

invitado a expresar mis ideas aquí, ante vosotros. Escribo<br />

en los periódicos y hablo en las emisoras sobre todas<br />

estas cuestiones pero, de alg<strong>un</strong>a manera, os debía mi presencia<br />

solidaria aquí, a<strong>un</strong><strong>que</strong> sólo fuera para recordar alg<strong>un</strong>as<br />

verdades como puños, como la de <strong>que</strong> <strong>España</strong> es <strong>un</strong>a obviedad<br />

geográfica e histórica y <strong>que</strong> el péndulo patriótico<br />

tiende por necesidad a corregir sus déficits. Terribles tiempos<br />

estos en los <strong>que</strong> resulta épico decir lo obvio.

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