Ramirez-Olivares

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buscan la forma sobre el contenido y es precisamente la forma la que toma en
cuenta como criterio para incluir el acróstico en la antología sin revisar el trasfondo
de esta presentación visual. El contenido es genial no por lo que dice para
Fernando VI, sino porque expresa el triunfo del poema desde que lo está realizando.
Precisamente Julia Kristeva menciona que un texto es el resultado de lo lingüístico
con lo social, ya que apunta hacia el ser que lo produce, y entonces ese
discurso permite una comunicación sólo en ese sentido. De tal manera que el
receptor, en este caso el lector, decodifica el texto tomando en cuenta el lenguaje
con sus signos, así como el contexto social e histórico con sus signos (lo interno
–el lenguaje, el ser– también está en lo externo –lo social–). Una palabra no sólo
es lo que remite el diccionario, sino también es el momento y la situación
sociohistórica del enunciante; así, el acróstico de Navarro no sólo es una imagen
visual en forma de sol para alabar a Fernando VI, es también otra forma de
expresión que le permite a la autora jugar con las palabras, con el mismo rey,
con los grandes jueces eruditos que le dan la victoria en un concurso masivo,
con el público concurrente y hasta con el que publica. De esta forma Mariana
Navarro inserta su sujeto femenino en la sociedad colonial de tal forma que al
girar la rueda del círculo del sol que forma el acróstico, como una ruleta, la mujer
tiene el control de ese mundo que incluye al nuevo rey.
Si se analiza con detenimiento el poema de Mariana Navarro se puede penetrar
en el ingenio que la autora maneja para engrandecer su ser femenino, además
de halagar al rey. El título es “Á Fernando VI. Décimas Acrósticas”. Un
acróstico es un poema que en forma vertical con las letras de inicio o final de los
versos forman una palabra. Este poema, además de formar palabras con el principio
y el final del verso, forman una figura –carmina figurata– detallada por líneas
y dibujos como estrellas. Esta forma de presentar un poema quizás es parte
de la influencia de la edición que José Vicens hizo en 1726 del Arte poética de
Juan Díaz Rengifo (1592), donde presenta varias muestras de juegos con letras
(ecos, acrósticos, laberintos).