Hacia un perfil integral de la promoción cultural Promoción ...

Hacia un perfil integral de la promoción cultural
Promoción, administración, animación, y gestión cultural
Antecedentes en México
En México, al principio del siglo XX, el concepto de promoción cultural se renovó
atendiendo cuando menos tres grandes vertientes: la primera vinculada a la
atención y desarrollo de las comunidades rurales a través de las misiones
culturales que surgen con el nacimiento mismo de la Secretaría de Educación
Pública; la segunda promoviendo las llamadas “bellas artes” como continuidad de
la concepción francesa que tuvo tanto auge en nuestro país durante la dictadura
porfirista y, finalmente, la vertiente que desarrolló la promoción del libro a través
de su producción masiva y de las bibliotecas.
La Secretaría de Educación Pública y Bellas Artes, como se llamó inicialmente, fue
estructurada en su fundación en tres ramas generales: escuelas, bibliotecas y
bellas artes. Se pensó que la educación y la renovación cultural podía
consolidarse con la participación de estrategias de promoción cultural (lo que
requería tres perfiles diferentes de promotores culturales) a los cuales, influidos
por una visión mesiánica y fundacionista de un nuevo país, Vasconcelos llamó
misioneros: el maestro, el libro y el artista.
El análisis de las políticas culturales con relación a los pueblos indígenas de
México requeriría una reflexión aparte, sin embargo vale subrayar que
Vasconcelos consideraba a la educación indígena como un asunto provisional en
tanto culminara el proceso del mestizaje total del país, lo que equivalía a ignorar la
vida cultural tanto de los pueblos indígenas como de la población blanca. Sin
embargo cabe destacar que la promoción cultural en el siglo XX en México,
analizada a partir de su práctica y visión en políticas culturales o acciones
concretas, nos muestra una peculiaridad: su vinculación y atención, -siempre
desigual y cambiante-, pero permanente, respecto, tanto a la cultura académica de
las llamadas “bellas artes”, como a la promoción de las culturas de las
comunidades indígenas, campesinas y urbanas del país.
La promoción cultural se va transformando al pasar de los años en paralelo a la
construcción de las políticas y de las instituciones culturales auspiciadas y
establecidas por los diversos gobiernos, y también, crecientemente a partir de la
década de los cincuenta, y con gran influencia y expansión en la década de los
setenta y ochenta, a los proyectos de las instituciones internacionales como la
UNESCO y las iniciativas privadas, particularmente de los medios de
comunicación masiva y de las grandes agencias de publicidad ligadas a ellas.

Así, al correr del presente siglo, se fundaron, organizaron e impulsaron diversas
instituciones culturales en México, muchas de ellas pensadas, diseñadas e
impulsadas por destacados intelectuales mexicanos. En su conjunto, estas
instituciones nos permiten conocer las premisas básicas que les dieron vida, ya
sea como ideas para confrontar una concepción de la historia y del futuro, a partir
del resultado de coyunturas políticas, o como estrategias bien definidas de política
cultural que fueron concretadas institucionalmente para fortalecer procesos
educativos, de rescate patrimonial, de difusión, promoción o de administración de
los servicios y bienes culturales del país.
En México las políticas culturales no solo definieron ideas de los protagonistas de
la cultura nacional, sino que estas se plasmaron en proyectos de diversa
envergadura. Así, van surgiendo en el transcurrir del siglo XX promotores
culturales especializados.
Un ejemplo lo es el concepto de administración cultural que, ubicado en su
dimensión real, ya que la cultura en sí no es administrable, se refiere a la
administración de las instituciones y de los proyectos culturales institucionales, y
se desarrolla como resultado de la fundación de la propia infraestructura cultural
del país.
La administración cultural se ha desarrollado en paralelo a las instituciones de
gobierno y recientemente con mayor amplitud en el sector privado; esta
administración ha sido concebida desde un enfoque funcional inmerso en la
burocracia estatal, hasta el desarrollo de nuevas opciones administrativas influidas
por ejemplo, por las corrientes académicas que han impulsado la administración
por objetivos (APO), -que en el ámbito cultural adquiere una connotación de
administración por proyectos-, y por la teoría administrativa de calidad total.
Habría que realizar una reflexión a fondo de ésta última teoría administrativa, que
en el ámbito de las culturas indígenas y vernáculas, implicaría una administración
de proyectos y servicios culturales a partir del reconocimiento y respecto a los
valores y tradiciones culturales propias de las comunidades, esto es, que la
calidad total en el ámbito de la cultura, implicaría el enfoque y respeto a los
procesos culturales y calidad de vida tradicional, más que a los productos
culturales.
Así, en nuestro país, la promoción cultural adquiere un perfil propio y a la vez
diverso por su especialización, en paralelo a la construcción y fundación de las
múltiples instituciones culturales. Podríamos, a manera de ensayo, agrupar esta
especialización de la promoción cultural, aglutinándolas en cuatro grandes
vertientes a las que se le dio prioridad en el presente siglo, y que en si mismas
representan la visión cambiante y también en permanente construcción, de las
políticas culturales de los gobiernos del México contemporáneo:
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La cultura indígena, popular y el patrimonio cultural
El Instituto Nacional de Antropología e Historia que fue creado en 1939, implicó el
reconocimiento a las culturas prehispánicas e históricas, le fueron encomendadas
funciones para velar el patrimonio cultural, formar las nuevas generaciones de
especialistas en la investigación y la docencia antropológica, arqueológica e
histórica, así como difundir el patrimonio cultural.
Posteriormente, en esta vertiente, además de las distintas oficinas y proyectos
especializados en el patrimonio inmueble del país, destaca la fundación en 1978
de la Dirección General de Culturas Populares, impulsando en la política cultural
un espacio de trabajo institucional para el fortalecimiento de los procesos y
manifestaciones de las culturas populares, a partir del reconocimiento de la
diversidad cultural de México, impulsando el estudio, la investigación, el debate y,
principalmente, proyectos específicos de las diversas manifestaciones de cultura
popular indígena, negra, urbana y regional.
La cultura artística
Por su parte, el Instituto Nacional de Bellas Artes el cual se establece en 1946, fue
fundado como una institución dedicada a la promoción, investigación y educación
de las llamadas “bellas artes”, con una gran atención a la difusión espectacular. A
lo largo de su historia, fue pionero de la fundación de los institutos regionales de
bellas artes que obedecían al modelo del INBA, y que serían el punto de partida
para el establecimiento posterior de las casas de la cultura que promueven un
sistema de iniciación artística. Instituciones que dieron continuidad a esta vertiente
son, entre otros: el Festival Internacional Cervantino (1972); el Centro Cultural
Tijuana (1982), el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (1989) y el Centro
Nacional para la Cultura y las Artes (1994)
La cultura del libro
Como señalamos, el Estado mexicano ha dado una permanente atención a la
promoción de la cultura del libro, desde la edición de literatura clásica en grandes
tirajes con la fundación de la Secretaría de Educación Pública, hasta la edición de
libros educativos y de divulgación. En ésta misma vertiente se establece el Fondo
de Cultura Económica (1934), la Biblioteca de México (fundada por Vasconcelos
en 1946); la Comisión Nacional del Libro de Texto Gratuito (1958) y se reorientan
y consolidan la Red Nacional de Bibliotecas (1983) y la Dirección General de
Publicaciones (1983) ambas dentro del CNCA.
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La cultura de medios de comunicación y audiovisuales
Con una larga tradición Radio Educación es el organismo pionero de los medio de
comunicación cultural, fue creada en 1924 como "CZE" a iniciativa de José
Vasconcelos y empezó a figurar en el cuadrante a partir de 1968; posteriormente
el IPN establece el Canal 11 (1959), la Cineteca Nacional (1974), el Centro de
Capacitación Cinematográfica (1975), Estudios Churubusco, IMCINE, Canal 22
(1993)
Siguiendo esta pequeña retrospectiva de los conceptos del trabajo cultural, cabe
destacar el de animación cultural que ha sido impulsado por la UNESCO, y tiene
sus raíces en Francia y Bélgica. La UNESCO define así el concepto:
“El conjunto de prácticas sociales que tienen como finalidad estimular la
iniciativa y la participación de las comunidades en el proceso de su propio
desarrollo y en la dinámica global de la vida socio política en que están
integradas”
Algunos teóricos consideran esta definición adolece de una especificidad de las
culturas “subalternas”, populares e indígenas, esto es del respeto y aliento a la
diversidad. La definición de animación parecería presentarnos una técnica sin los
contenidos sustantivos de la diversidad cultural de las minorías. La promoción y la
animación cultural se definen a partir de su concepto de cultura. No pueden
analizarse como una técnica neutra, ya que su congruencia parte de una política
cultural explícita o implícita a través de las acciones que se promueven o
financian.
Algunas oficinas y programas en nuestro país han asumido el término de
animación cultural, a partir de una concepción en la que se sitúa el concepto de
animación cerca del de motivación, aliento o acción. En realidad el uso del
concepto, hasta ahora en México, da nombre a acciones particularmente de la
difusión artística.
Como una nueva influencia del intercambio internacional en el que México
participa cotidianamente, surge el concepto de gestión cultural, término que
responde a la necesidad de definir la acción cultural en estructuras complejas
opuestas a las estructuras burocráticas y a la formación de especialistas que
actúen en un nivel superior de dificultad y riesgo al del promotor cultural
comunitario; que puedan diseñar, construir y desarrollar políticas culturales
regionales y nacionales; que cuenten con la capacidad de dirección, planeación,
operación, administración; y de gobierno; y que puedan interactuar con personas,
grupos y comunidades, cada vez más independientes y autogestivas, en una
relación de intercambio y gestión cultural horizontal. El concepto se refiere a un
especializado nivel de actuación y complejidad, más que al contenido de la
actividad.
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La promoción cultural en los hechos, establece diversos niveles de relación con la
población: acciones de gestión institucional (asistencial, solidaria y estratégica
para el desarrollo), proyectos cogestivos (en donde participan y opinan ambas
partes) y acciones tendientes a la autogestión (la autonomía comunitaria)
En México, el proceso de descentralización institucional del gobierno federal ha
generado las condiciones para la creación y fundación de instituciones culturales
con cobertura en cada una de las entidades federativas del país. Ello ha implicado
la aparición de una diversidad amplia de políticas y programas culturales estatales,
algunas novedosos por su vinculación estrecha a la realidad cultural local y
regional de que se trata, y otras, simplemente reproduciendo las actividades de
difusión artística, cambiando en los hechos el nombre de la institución, pero
continuando el concepto que dio vida a los institutos regionales de bellas artes.
Sin embargo la aparición de estas instituciones ha generado la necesidad de
definir una práctica cultural de mayor complejidad, la cual se puede definir como
de gestión cultural, actividad que por muchos años en México era tarea
únicamente de las instituciones del gobierno federal.
Veamos la concepción de gestión cultural, con la definición que hace José
Antonio Mac Gregor, en los materiales de apoyo a la promoción cultural que lleva
a cabo la Dirección de Culturas Populares:
“Mientras que la administración crea estructuras jerarquizadas de mando, la
gestión influye en un sistema complejo y actúa con organizaciones
relacionadas y coordinadas. Mientras que la administración asigna a cada
responsable el cumplimiento de un procedimiento, la gestión supone una
responsabilidad privada frente a los resultados perseguidos y no
necesariamente con los procedimientos previstos; hay mayor autonomía y
auto responsabilidad entre los miembros que participan en la gestión (...)
Las modalidades de gestión también pueden ser especializadas o
diversificadas: la creación o producción, la capacitación, la difusión, la
promoción, la investigación, etcétera...”
Finalmente, respecto a esta última definición, advirtamos que la cadena de acción
cultural compleja no se agota en la valoración de los rendimientos cuantitativos,
sino incluye la negociación entre los diversos actores sociales, productivos y
culturales que hacen posible un proceso cultural. Define rumbo y estrategia de
trabajo, responde a una política cultural más amplia, y advierte y actúa ante la
incertidumbre, lo imprevisible y las variables coyunturales.
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Concepto y método
Los diferentes conceptos de promoción, animación, administración y gestión
cultural pueden reflejan tanto la visión, el campo de acción, como una particular
metodología de trabajo. Para el propósito de éste artículo, utilizaremos el concepto
de promoción cultural, como un concepto incluyente. Si partimos de una
perspectiva amplia, el concepto de promoción nos remite a la idea de promover,
adelantar, hacer avanzar algo.
El promotor cultural tiene como objeto principal de trabajo el patrimonio cultural y
éste se define a su vez en dos grandes campos: el patrimonio cultural tangible e
intangible. El patrimonio cultural tangible se refiere a lo mueble e inmueble. El
patrimonio cultural intangible se refiere a los valores, las identidades, los idiomas,
las ideas y emociones que hacen posible la creatividad en el arte, la organización
social, los códigos simbólicos y, en general, el conocimiento y vinculación racional
y emotiva de un grupo social determinado.
El patrimonio cultural intangible da sentido y coherencia al patrimonio material. El
promotor cultural tiene la responsabilidad de enfocar su esfuerzo a que los
procesos que hacen posible la creación y recreación de hechos, productos y
valores culturales tenga posibilidades de fortalecimiento y desarrollo.
El núcleo de animación cultural comunitario
La participación creciente de especialistas o estudiosos de las ciencias sociales
ha enriquecido sin duda el trabajo cultural con una visión más integral de los
procesos culturales que dan vida a una comunidad determinada. Sin embargo es
importante subrayar que lo social obedece a una esfera específica de la sociedad,
lo cultural a otra, y lo productivo a una más. Los tres ámbitos se interrelacionan y
establecen puntos de contacto e interrelación.
Para comprender una problemática social o productiva en una comunidad
determinada no podemos perder de vista la dimensión cultural del desarrollo que
esa comunidad ha construido al pasar del tiempo. Para captar la complejidad de
un proceso cultural debemos observar la producción material de esa comunidad
que hace posible las manifestaciones culturales.
Una de las estrategias o premisas elementales de todo trabajador social es definir
con la mayor profundidad posible, las relaciones dominantes y de subordinación, o
de liderazgo de una comunidad específica. Sabemos que existen liderazgos
formales e informales. De acuerdo a situaciones determinadas, unas adquieren
mayor peso que otras, para la solución de problemas sociales o bien para dificultar
su atención o solución. En el ámbito del trabajo social los lideres hacen posible en
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muchos casos la aceptación o no por parte de una comunidad de programas para
el desarrollo, o de obras materiales que buscan algún tipo de bienestar colectivo.
Sin embargo en la esfera de lo cultural, existe una complejidad diferente para
lograr el fortalecimiento de procesos que hagan posible el desarrollo cultural de
una comunidad. Nos referimos a los núcleos de animación cultural que forman
parte esencial de que procesos culturales específicos se mantengan vivos y logren
el desarrollo de hechos, valores y bienes tangibles e intangibles de una
comunidad.
Por supuesto no nos referimos a una entidad burocrática u oficial que exista en
cada comunidad, sino a un conjunto de personas que mantienen una
particularidad automotivación o interés por hacer posible y dar continuidad a una
fiesta patronal o popular, a una danza tradicional, una historia local, o un festival,
la producción artesanal, la preservación del patrimonio cultural mueble o inmueble,
el desarrollo de un idioma, y en general a fortalecer procesos culturales
específicos.
Estos núcleos de animación cultural pueden hacer posible el rescate cultural:
recuperar lo perdido: liberar lo encerrado, develar lo oculto (patrimonio) El
patrimonio cultural tangible es posible, solo si a su vez subsiste y se fortalece el
patrimonio cultural intangible, y los núcleos de animación cultural hacen posible
esta relación dinámica.
Pero en el ámbito estratégico, en un programa cultural, los núcleos de animación
cultural son el punto central para una perspectiva de desarrollo cultural sostenido y
sustentable, pueden ser el puente o el vehículo ideal para la sistematización de
información y la definición de campos temáticos de interés comunitario y de micro
regiones culturales.
Los núcleos de animación cultural hacen posible el desarrollo de la cultura, logran
eliminar obstáculos y desplegar las potencialidades de un grupo social
determinado.
Cuando un promotor cultural externo tiene frente a sí el compromiso de realizar un
proyecto cultural comunitario, y que éste sea coherente con las necesidades de la
comunidad a la que se dirige su actividad, el núcleo de animación cultural puede
ser el vehículo para que el proyecto sea apropiado por la propia comunidad. Así
cuando el promotor cultural externo ya no es requerido por la propia comunidad, la
cual se ha apropiado de dicho proyecto e iniciado o recuperado un proceso
cultural, entonces el proyecto, en principio ha sido exitoso. Lo contrario es el
fenómeno de cacicazgos culturales que ejercen promotores culturales que se
hacen indispensables y la única vía para el financiamiento en el desarrollo de
proyectos culturales.
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Un núcleo de animación cultural fortalecido y sensible de su propio potencial,
puede equipararse a un dispositivo pedagógico, en el que una comunidad se
apropia y transmite generacionalmente diversos procesos y hechos culturales. Un
núcleo de animación cultural puede ser el vehículo idóneo para la difusión de la
cultura, a través de la tradición oral, de los museos, y de que los proyectos logren
ampliar la base social del conocimiento.
La defensa de la cultura propia, requiere de acciones concretas que impliquen la
reflexión, la recuperación de las emociones individuales y colectivas frente al
patrimonio cultural, así como de la transmisión generacional de conocimientos,
sonidos, ritmos, sabores, leyendas y sentimientos.
¿Dónde están los núcleos de animación cultural
Los núcleos de animación cultural comunitaria son los responsables o
detonadores de procesos culturales que se expresan a través, entre otros, de
eventos festivos, acciones de defensa del patrimonio cultural, de la memoria
colectiva, de la preservación de tradiciones musicales, gastronómicas, dancísticas
o teatrales.
El núcleo de animación cultural puede estar conformado formalmente como un
patronato de una feria popular, una asociación de amigos de un museo, los
responsables de una danza de origen prehispánica, una asociación religiosa, o
informalmente, como los parroquianos de una cantina, los promotores de un
proyecto pro casa de la cultura, etcétera.
La diversidad de la promoción cultural
La promoción cultural abarca diversos campos de acción, no se suscribe
únicamente a la acción de los gobiernos.
El promotor cultural puede ser institucional (de un gobierno) de una empresa
(comercial o ciudadana) o de una comunidad.
Etapas de la promoción cultural
El promotor cultural que trabaja o es financiado por una institución o una empresa
cultural, imprime cierta orientación a su labor de acuerdo y en relación directa al
concepto de cultura que ha asumido, pero el desarrollo de sus proyectos se
articulan, se limitan o se reorientan, de acuerdo a políticas culturales explicitas o
implícitas.
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“Toda política expresa fundamentalmente una opción de un grupo social con relación al
camino del desarrollo, por lo que representa su manera de proyectarse hacia el futuro: En
el campo cultural, tal opción ni puede dejar de incidir seriamente en la identidad del grupo,
desde que apelará a todos los medios a su alcance para orientar hacia ella el proceso de
identificación de os individuos. El problema no puede ser entonces reducido a una mera
creación y distribución de bienes de consumo cultural, como se lo plantea a menudo. Toda
política responde o debe responder a una identidad, y la especificación de ésta es un tema
prioritario.” (Colombres, TI,144)
El promotor cultural se vuelve el puente, el traductor o el dique entre la institución
y la comunidad, entre la empresa y los consumidores, entre la comunidad y las
entidades que financian los proyectos específicos.
Por ello mismo, podemos ubicar tres diferentes opciones metodológicas del
promotor cultural con relación a la función que cumple, de acuerdo a la institución,
empresa o grupo social para el que trabaja.
El promotor cultural comunitario
En una comunidad –rural, indígena, urbana- los procesos culturales describen una
historia y un futuro posible, hablan de una identidad cultural intangible o tangible, o
bien de la perdida gradual de esa identidad. La cultura comunitaria distingue a un
grupo social, a partir de prácticas y valores, establece fronteras y puentes de
comunicación “con los otros”, los que no comparten íntegramente su identidad.
Así, el promotor cultural comunitario debe llevar al cabo como primer paso de su
actividad el desarrollo de un autodiagnóstico cultural comunitario a partir de un
esfuerzo por hacer participar en esa reflexión y en esa búsqueda, a los grupos de
personas que han hecho posible algunos procesos culturales. Estos grupos de
personas, que hemos llamado núcleos de animación cultural comunitaria,
constituyen el medio por el cual la comunidad inicia el proceso de su propia
observación y crítica, que los llevará a plantearse proyectos que modifiquen o
fortalezcan los procesos de su identidad colectiva.
El autodiagnóstico cultural es el primer paso para recuperar la integridad de una
cultura fragmentada o debilitada. Pero también es el medio para reconocer las
propias fortalezas culturales de un grupo social determinado.
Toda cultura tiene una trayectoria colectiva, que obedece a una coherencia, simple
o compleja. Uno de los principios de la aceptación de la pluralidad y diversidad de
las manifestaciones culturales de los grupos sociales, lo es el reconocimiento de
que las culturas obedecen a sistemas simbólicos y de valores, que tienen en si
mismos sentido y que obedecen al impulso de formas específicas de energía.
Al ser los núcleos de animación cultural los artífices del proceso de
autodiagnóstico, ellos mismos evalúan su vinculación y participación en los
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procesos, encontrando de esta reflexión, los elementos que hacen posible su
propia retroalimentación y sensibilización como actores fundamentales de su
cultura.
El autodiagnóstico comunitario hace posible la construcción de conceptos que se
concretizan en proyectos culturales participativos, a partir de la propia
organización social e la comunidad.
El promotor cultural independiente
En México, a partir del surgimiento de las estaciones de radio y, posteriormente,
de la llamada época de oro del cine mexicano, se consolida una actividad que
adquiere personalidad propia a través de los años, y que se hace evidente con el
nacimiento de las televisoras: el desarrollo de las industrias o empresas culturales.
La difusión de la cultura adquiere a través de los medios de comunicación
principalmente, cada vez más, una estrategia y una perspectiva mercantil.
Las industrias o empresas culturales requieren de un perfil específico del promotor
cultural. No solo nos referimos a las grandes empresas que han administrado la
radio, el cine y las televisoras; también a las empresas que han generado
productos tales, entre otros, como las historietas, las revistas culturales, las obras
teatrales independientes, los festivales culturales; o bien las empresas que
generan servicios y eventos culturales como las carpas, los teatros no
institucionales, las galerías de arte y los museos.
El promotor cultural que trabaja para una industria cultural independiente o
privada, o que inicia una empresa de servicios o productos culturales, requiere un
conjunto de conocimientos que le haga posible es uso de los elementos de la
mercadotecnia social o cultural. El primer paso del promotor cultural es, también,
la realización de un diagnóstico que en el ámbito empresarial se denomina estudio
de mercado.
Un tema esencial en la mercadotecnia es la definición de los “nichos” del mercado,
esto es de grupos sociales que por sus características económicas, de género,
ubicación territorial, edad, entre otros, son consumidores potenciales o cotidianos
de ciertos productos o servicios culturales.
Así, el promotor cultural requiere en el ámbito de las industrias o empresas
culturales privadas o independientes, definir que el producto o servicio que va a
vender tenga las características idóneas para que un grupo específico de
potenciales consumidores, lo compre.
Para ello debe analizar las posibilidades de distribución y de su plaza natural de
venta, debe asegurarse que el producto o servicio sea de fácil adquisición o
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acceso para los consumidores potenciales, por la ubicación o punto de venta
donde éste este ubicado.
Para el éxito de que el producto o servicio sea adquirido y consumido, el promotor
requiere definir con mucha claridad los costos de producción y definir un precio
posible competitivo y aceptable, de su producto o servicio. Si la relación del costo
y el precio posible de venta no es atractivo en términos del costo de dinero, es
muy probable que la empresa o industria encuentre dificultades para subsistir. Una
alternativa muy recurrida en términos, por ejemplo, de eventos artísticos o de
revistas culturales, para hacer posible su puesta en escena o su edición, y que por
el precio del servicio o producto rebasan la posibilidad de compra por parte de los
consumidores potenciales, es la búsqueda de venta de publicidad y de subsidios
privados o gubernamentales.
Finalmente el promotor cultural independiente o privado requiere contar con los
elementos técnicos, o la asesoría profesional, para definir la promoción de su
servicio o producto.
Promotor cultural institucional
El promotor cultural institucional define su actividad cotidiana a partir de los
elementos de la política cultural del gobierno para el que sirve, pero también de las
coyunturas y espacios políticos y culturales que esa política alienta o permite
explícitamente o por omisión.
Algunos promotores culturales que participan en algunas de las instituciones
culturales más antiguas y sólidas se reconocen a sí mismos, inclusive, como
funcionarios de Estado, no de un gobierno en particular. Sin embargo en México,
esta división se vuelve un tanto complicada por nuestra propia estructura jurídico
política, así como por el propio desarrollo de las instituciones de gobierno.
El promotor cultural institucional cumple funciones con diversos niveles de
complejidad, desde el desarrollo de proyectos culturales en pequeñas
comunidades (promotor cultural comunitario), pasando por la administración de
espacios culturales (administrador cultural), responsabilizándose de proyectos
culturales de cobertura regional o nacional, hasta elaborando políticas culturales
en el ámbito municipal, estatal o nacional y administrando diversos programas y
un sin fin de proyectos culturales de manera simultanea (gestor cultural)
El ámbito institucional requiere una puesta en práctica de elementos
metodológicos de los que podría definirse como planeación estratégica, en la
medida que sirve a una comunidad específica con demandas o necesidades
puntuales para su propio desarrollo y, a la vez, cuenta con recursos limitados para
la puesta en marcha de acciones micro o macroregionales.
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El primer paso que requiere es definir la misión y los alcances reales de la
organización o institución que representa, establecer objetivos y analizar los
recursos con que cuenta. Estas primeras definiciones requieren evaluarse desde
un análisis del ambiente social y político de los grupos sociales que va a atender.
Requiere marcar “arcos direccionales” o predicciones del impacto real de las
acciones por iniciar en la vida cultural de la o las comunidades por atender.
Estas definiciones parten nuevamente de la puesta en marcha de diagnósticos
sociales y culturales. Ya que la acción del promotor cultural impacta en los dos
ámbitos, lo social y lo cultural. El diagnóstico sociocultural nos permite ubicar las
oportunidades y los riesgos de la acción institucional, para así, definir las
estrategias adecuadas para la consolidación de los programas y su asimilación o
apropiación por parte de los grupos sociales.
El promotor cultural institucional debe dar dirección al rumbo al que se dirige,
reducir los impactos del cambio, tratar de minimizar costos y desperdicio de
recursos y fijar parámetros para evaluar y controlar las acciones iniciadas.
Finalmente la promoción cultural institucional debe equilibrar sus acciones con
estrategias operativas bien definidas, que implican investigación de los procesos
culturales, promoción y difusión de los nuevos programas y proyectos, educación
para la vinculación con la cultura y administración de la infraestructura y los
servicios.
Etapas básicas de la promoción cultural a través del desarrollo de
proyectos:
En los diferentes campos de acción del promotor cultural, así como ante los
diferentes grados de complejidad que su trabajo le requiera, el promotor cultural
tiene la necesidad de cubrir un conjunto de etapas cotidianas para la elaboración
de proyectos culturales, coherentes, sistemáticos y pertinentes:
1. Elaborar diagnósticos
2. Diseñar y programar los proyectos (a partir de las informaciones y
conclusiones de los diagnósticos)
3. Desarrollar y controlar los proyectos
4. Evaluar sistemáticamente (durante y al final de los proyectos)
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1. Del diagnóstico a la investigación cualitativa
Como hemos visto hasta ahora, en los diferentes espacios y ambientes de trabajo
que el promotor cultural puede desarrollar, requiere conocer las bases del
diagnóstico sociocultural. El concepto de diagnóstico, tiene su raíz en la palabra
griega dia que quiere decir a través de y gnosis que se refiere al conocimiento. Así
el concepto de diagnóstico se refiere a un medio por el cual adquirimos
conocimiento.
El diagnóstico sociocultural es una investigación, la cual no se limita a conocer
desde cierta perspectiva, sino que va acompañada de la acción cultural, esto es,
también es un hacer (en el sentido de las posibilidades que abre el proceso)
El diagnostico sociocultural nos permite la observación, la reflexión y la creatividad
en dos sentidos: a través de él, exploramos el mundo social y cultural, y podemos
sintetizar imágenes, conceptos, valores y símbolos. Y en segundo orden, al
relacionarnos a través de un medio de conocimiento en la esfera social y cultural,
nos vinculamos con los actores de los procesos y podemos inclusive promover
actos de creación colectiva.
La dimensión social nos refiere a una dimensión de la realidad, podemos conocer
su complejidad a través de un nivel de profundización básico: lo social se
aprehende por los datos verificables y observables. Una comunidad social puede
ser explicada a través de los fenómenos y sucesos evidentes, recolectando
información de superficie, y requiere de una metodología que permita la
aprehensión de la información en el tiempo y en el espacio social con mayor
velocidad. En esta dimensión podemos utilizar las técnicos que nos ofrece la
encuesta y la etnografía.
Sin embargo la dimensión cultural, nos obliga a encontrar el sentido y comprender
uno o varios sistemas, que refieren lo diverso y heterogéneo. La construcción de
símbolos y códigos, son consecuentes de valores y cosmovisiones tradicionales,
así como de transformaciones producto de la innovación y de las pérdidas
culturales. El diagnóstico cultural busca la ubicación, y luego la interpretación de
los procesos, de estructuras y de los núcleos que animan los hechos del sistema;
indaga sobre el sustento y las fracturas, la dirección y su energía implícita.
Al profundizar en la investigación de la dimensión de lo social y de lo cultural
podemos descubrir relaciones más complejas con los procesos productivos y con
los sistemas ecológicos. Lo cultural nos permite acercarnos al núcleo organizador
de lo diverso y nos permite relacionar los sistemas culturales particulares, con
otros contextos, hasta llegar, a través de analogías y correspondencias, a planos
más amplios del orden de la cultura.
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El diagnóstico cultural nos abre la dimensión de las redes complejas de lo diverso.
La transformación de las fuentes de investigación
En los últimos años la investigación social tradicional está cada día más al alcance
de la sociedad en general, las redes de comunicación forman parte ya de la nueva
cultura de la información. Tradicionalmente los núcleos de especialistas eran
quienes contaban con la información más destacada y actualizada, y los procesos
para socializar esa información era lenta y pasaba por diversos filtros, entre otros:
económicos, políticos y tecnológicos.
Esta transformación de los medios de información ha incluido la desaparición
gradual de los sistemas cerrados de información social, a través de las estructuras
jerarquizadas de control político. Las personas como colectividad delegan
autoridad en una minoría, en la que unos pocos manejaban la información.
El manejo de información hoy día es amplio, y su complejidad se ubica más en
contar con la habilidad de analizar lo relevante en el volumen y encontrar los ejes
sustantivos. La criba –crítica- de los griegos, hoy día es fundamental para asimilar
y depurar la información posible. Esta nueva era de comunicación esta
estableciendo una compleja red de redes, de comunicación entre actores de lo
diverso, lo no semejante, y pone énfasis en la relación más que en el contenido.
La investigación es eje, autocontrol y comunicación. Se requiere aprender a expresar y a
escuchar. La información depende de la comunicación. (Galindo)
Metodología cualitativa
La aceptación de la diversidad cultural y la teoría de la relatividad cultural postula
como eje central que en todo sistema cultural existe una cierta coherencia y un
sentido.
Detrás de todo movimiento está un cierto logos con el cual se puede hacer contacto. La
experiencia del conocimiento del mundo humano es un ejercicio de sentido. (Galindo)
La búsqueda del sentido en un sistema cultural, permite iniciar el diálogo de la
promoción cultural.
Experiencia de conocimiento:
En todo proceso de conocimiento nuestra primera relación con el objeto, sujeto o
fenómeno por conocer es la exploración, la capacidad de asombro y observación,
la sorpresa de lo diferente. En un primer momento describimos su imagen
evidente a los sentidos y a nuestra capacidad cognitiva. Después tratamos de
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traducirlo, de explicarlo o representarlo, por los medios de nuestro lenguaje y de
nuestras previas estructuras mentales (que siempre obedecen a procesos
culturales)
La versión única o el corpus científico: las teorías de lo analítico a lo sintético versus la
concepción de que las ligas entre los acontecimientos pueden ser múltiples y no únicas.
(Galindo)
La importancia de la investigación cultural
La investigación a través del diagnóstico nos permite estructurar un orden posible
comprensible y “descubrir”, “develar”, una trayectoria posible, así como la
velocidad de ese sentido y esa dirección.
En los procesos culturales esta capacidad de observación y reflexión sobre la
lógica, el orden, la dirección y su velocidad, nos permite vislumbrar la posibilidad
de las repercusiones que puede tener la intervención de un proyecto en el
desarrollo mismo de un proceso cultural.
La participación activa de los actores de los procesos culturales juega un papel
fundamental en el proceso de diagnóstico, las preguntas van dirigidas a su propia
visión y expectativa de los propio, por ello el promotor se vuelve un facilitador que
da un orden y sentido a la reflexión misma, a través de preguntas y de develar los
lenguajes y significados del otro.
Concepto de investigación
La investigación cultural puede definirse como el acto de iniciar o llevar a cabo
acciones para descubrir, develar un proceso, un hecho, un acontecimiento;
obtener información relevante y fidedigna para crear un mapa de significados, de
causas y efectos múltiples.
Método de la investigación:
Las diferentes tradiciones de la investigación han enfocado estrategias de
conocimiento que van de lo particular a lo general (método inductivo), o en sentido
contrario de lo general a lo particular (método deductivo)
Las ciencias sociales tienen una importante influencia por el método dialéctico,
que define tres momentos: tesis, antítesis, síntesis. Hoy día se habla de un cuarto
momento, que puede incluir, entre otras, ideas tales como: participación, vivenciar,
involucrarse, horizontalidad, diálogo, implicación. Una especie de vivencia de la
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síntesis, en donde el conocimiento de lo cultural no queda ubicado en la
información racional solamente, sino en la percepción del sentido afectivo y el
encuentro directo con el sentido de los procesos culturales.
Tipos de investigación:
Investigación social: es particularmente cuantitativa, marca el grado de
incidencia en problemas de la sociedad. Busca probar una hipótesis. (suposición o
conjetura)
Investigación cultural: por lo general es cualitativa, analiza cualidades de los
procesos. La hipótesis no es lo fundamental, sino crear puentes de comunicación
semiótica entre el sujeto investigador e informante para organizar mapas
simbólicos y conocer trayectorias y noción de formas de energía.
Investigación participativa: coparticipación con los núcleos de animación
cultural. Establecimiento de una comunicación horizontal en el que los sujetos
investigados participan facilitando la información y reflexionando en la
construcción de las conclusiones.
Etapas de la investigación
1. Elección del campo temático: indicadores: general y particular o
específico.
2. Planificación de la investigación: cronograma, técnicas, fuentes,
material de trabajo (diario, fichas, grabaciones, etcétera)
3. Acopio de información.
4. Sistematización de la información (coherencia, consecuencia,
congruencia, campos temáticos, problemas fundamentales)
5. Exposición de resultados.
Los niveles de la investigación:
Indagar e investigar en la ciencia, en el arte, en la religión, en las expresiones
mágicas supone diversos niveles de investigación cultural.
- Método: camino general.
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- Técnicas: Operaciones concretas.
- Teoría: metáforas que conducen el camino.
- Investigación: configuración de posibilidades, proceso reflexivo de
creatividad (el investigador como sujeto que observa)
- Creatividad: exploración de un espacio conceptual a través de cierto
árbol de búsqueda.
- Espacio conceptual: imágenes y conceptos que configuran la ecología
de la información.
Cada proceso de investigación es único, alimentado por experiencias previas,
alimentando las futuras.
Decisión para la selección de los paquetes técnicos:
1. Nivel descriptivo o de comportamiento: encuesta.
2. Nivel de superficie exhaustivo (búsqueda de símbolos): etnográfico.
3. Nivel de estructura: Análisis del discurso, ) historia de vida e historia oral.
4. Dimensión de interacción (sujeto/objeto, grupos de discusión
(figura/fondo)
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Programación de proyectos
¿Qué es un proyecto
La vida es un constante proyecto. La persona más potentada como la más
humilde, la imaginación más exaltada como la más pobre, vive forjándose
empresas de dimensiones, naturalmente, muy variables y buscando los medios de
realización.
El promotor cultural como nadie, vive en un continuo comienzo, en una
elaboración permanente de proyectos por hacer, y su actividad es un continuo
tejer y destejer en vista de los nuevos caminos y resultados que van desfilando sin
cesar al descubrirse y revelarse a sí mismo, nuevos procesos culturales.
Un promotor cultural adquiere una actitud psicológica que cae en el mundo de la
ilusión, del entusiasmo, de atravesar fronteras de limitaciones descubiertas, de
trascender como individuo y en comunidad más allá de lo cotidiano. A veces
dedica todo su esfuerzo a realizar tareas a favor de los demás, olvidando que
éstas deben obedecer una metodología adecuada.
¿Cómo se elabora un proyecto
Un proyecto es un conjunto de acciones por realizarse, para planearlo se requiere
definir las siguientes etapas:
Elaborar un concepto.
Parecería que esto es obvio, sin embargo muchos proyectos no se logran realizar
por que no han desarrollado explícitamente un concepto. Esto es expresar por
escrito, coherentemente, un pensamiento. Un conjunto de ideas que hagan
deseable y atractivo el colaborar, financiar, aprobar o participar directamente en un
conjunto de acciones que tienen un propósito explícito.
En muchas ocasiones los promotores culturales realizan proyectos y los titulan
con nombres poéticos (por ejemplo: “la sangre liberada de nuestra identidad”) o
burocráticos (por ejemplo: “administración de espacios culturales institucionales”)
que no dicen gran cosa a las personas que no han estado involucradas con su
diseño y redacción.
Más aún, cuando se solicita un apoyo financiero para poder realizar un proyecto y
no se ha escrito específicamente un concepto como introducción, suele suceder
que la institución que potencialmente va a patrocinar el proyecto, encarga a algún
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funcionario que redacte una “síntesis” del proyecto a fin de evaluarlo y comentarlo
entre el comité o los responsables de la autorización del patrocinio o
financiamiento. Muchas veces estas “síntesis” mutilan los aspectos relevantes del
proyecto o lo sintetizan sin ningún énfasis en aspectos relevantes.
Redactar un concepto nos permite resumir y “vender” un proyecto en su conjunto.
Plasmar brevemente las ideas principales y subrayar aquellas que puedan tener
un impacto para su valoración adecuada, y por tanto, que pueda ser aceptado por
su congruencia con los propósitos de la institución patrocinadora, o por otras
consideraciones posibles: coyuntura política, social, su estructura autofinanciable,
o su novedoso contenido específico.
El concepto es el punto de partida al elaborar un proyecto. También es el punto
final en su redacción. Esto es, cuando iniciamos la elaboración de un proyecto
primero redactamos adecuadamente el concepto. Al finalizar la redacción de todo
el proyecto, revisamos el concepto inicial y lo ajustamos, enriqueciéndolo, con
detalles que en el proceso de elaboración del proyecto se hayan definido con
alguna variable o nueva aportación.
El concepto debe ser inteligentemente redactado. Debe ser corto con relación al
conjunto del proyecto. Obedece a un público, comité o persona específica, es la
carta de presentación del proyecto. Nos interesa que alguien, al leer el concepto,
apruebe o facilite el desarrollo del mismo.
Redactar la justificación del proyecto.
Un proyecto puede tender varias justificaciones que sustentan su propia
congruencia, en el ámbito cultural usualmente definimos cuatro rubros principales:
Justificación institucional. Un proyecto justifica su pertinencia en la medida que es
congruente con los propósitos de la institución que lo patrocina o financia. Por
ejemplo un proyecto de formación de museógrafos, será congruente con los
propósitos de un instituto cultural estatal, para establecer una red municipal de
museos.
Justificación social. Un proyecto justifica su congruencia con la comunidad que va
a participar en el proyecto o a consumir los bienes o servicios que éste va a
generar, a partir de que exista una necesidad manifiesta, detectada y comprobada
de estos bienes o servicios.
Justificación estratégica. Un proyecto justifica su consecuencia a partir de que
haya definido una estrategia de multiplicación del proceso, esto es que el proyecto
sea detonador de múltiples consecuencias en el ámbito cultural; o de apropiación
de la comunidad, en la que la sociedad civil en cualquier nivel asuma como propio
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el proyecto mismo; o de la formación de promotores de un bien o servicio, en que
el proyecto mismo forme a personas que se responsabilicen del proyecto o de sus
consecuencias en el futuro; o de autofinanciamiento, en el que el proyecto,
durante o finalmente, en su propio desarrollo, no requiera de nuevos patrocinios o
financiamientos adicionales.
Justificación comercial. Un proyecto justifica su rentabilidad a partir de que
produzca bienes o servicios que generen ganancias financieras. Esto es posible
siempre y cuando el consumo de estos bienes o servicios sean del agrado de
públicos específicos, que su costo sea aceptable, y que la difusión, promoción y
distribución sean adecuados para los públicos consumidores.
Definir los objetivos, estos son cualitativos.
Los objetivos en éste modelo son cualificables y se refieren a aspectos que
evalúa el experto en una materia, en temas tales como calidad, diseño,
congruencia, pertinencia, innovación, respeto a tradiciones culturales, aprendizaje
de temas específicos, reproducción de modelos estilísticos, sensibilización de
sectores sociales, etcétera.
Definir las metas, estas son cuantitativas en tiempo y espacio.
Las metas en éste modelo son cuantificables, deben definirse de tal forma que
puedan ser medidas con parámetros cuantitativos (costos, ubicación, fecha,
horarios, públicos atendidos, población beneficiada, frecuencia de un evento) a
través de unidades, porcentajes y medidas contables o medibles.
Las metas constituyen el punto central para la programación y el control operativo
de un proyecto.
Ubicar el conjunto de acciones.
Una vez que hemos definido con claridad una meta, nos preguntamos: ¿qué
acciones debemos llevar a cabo para poder alcanzar esa meta Las acciones se
refieren al conjunto de tareas y actividades que debemos desarrollar antes,
durante y después de un evento o de un servicio.
Definir fechas, esto es un cronograma.
Cada acción debe realizarse en un lugar y en una fecha y horarios específicos.
Debemos observar en su conjunto las metas programadas y las acciones que las
harán posibles, ya que muchas acciones solo son posibles cuando ya sucedieron
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acciones previas, o cuando al finalizar, están listas nuevas acciones de nuevas
metas.
Seleccionar, o definir en su caso, la participación de asesores
El promotor cultural, en la medida que el conjunto de sus tareas se vuelve más
complejas, requiere de la asesoría de expertos en temas específicos en el
desarrollo de un proyecto. Ya sea en la elaboración previa de diagnósticos
situacionales de procesos culturales, en la realización o en la supervisión de
alguna tarea específica que permita asegurar la congruencia sustantiva del
proyecto en alguna parte de su desarrollo o en su conjunto.
Nombrar a los responsables y participantes.
Cada meta y cada acción deben tener un responsable. Por supuesto que una sola
persona puede atender, de acuerdo a su complejidad y al tiempo que requiere
para realizarlas, varias metas y un conjunto de diversas acciones. Este es un
elemento fundamental en el modelo, ya que al definir en conjunto (superiores
jerárquicos y subordinados o autoridades y responsables de proyectos) las metas
realizables, ambos se comprometen en tiempo y forma a resultados concretos.
Un responsable de proyecto administra el conjunto de las acciones a realizar de
manera directa o nombra responsables de actividades específicas. Como el
modelo de administración por proyectos no parte de una concepción funcionalista
de la administración, la atención no esta dirigida a los horarios y las rutinas de los
subordinados, sino al cumplimiento de metas en fechas específicas.
Definir necesidades materiales y técnicas.
El proyecto debe contemplar una relación puntual de todos los bienes muebles,
inmuebles y consumibles que cada acción requiere para el cumplimiento de las
metas programadas. Esta relación debe puntualizar el responsable del manejo de
estos recursos, así como el mecanismo de su control.
Definir los costos, esto es los recursos financieros
Si relacionamos y cuantificamos el costo del conjunto de honorarios o salarios de
los recursos humanos (responsables y auxiliares) de cada acción, así como la
relación puntual de todos los bienes muebles, inmuebles y consumibles que serán
utilizados para el desarrollo del proyecto, contaremos con el presupuesto del costo
real del proyecto.
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Un vicio recurrente de algunos promotores culturales en las instituciones de
gobierno es presupuestar parcialmente los proyectos, ya que se considera
excesivo calcular el costo de la mano de obra que participa, cuando ésta recibe un
salario permanente, o bien calcular los costos de los servicios y donativos o
participaciones en especie que intervienen de manera subsidiada por la
participación de oficinas de gobierno diferentes a la que coordina el proyecto.
Estas omisiones generan una falsa perspectiva de costos con relación a los
beneficiarios de las acciones culturales. Además de que hace muy complicado que
un promotor cultural actúe de manera independiente cuando desea realizar
acciones productivas en el ámbito cultural, ya que al enfrentar costos reales, antes
ignorados, se da cuenta que su perspectiva era errónea, en el cálculo de costos.
Finalmente es importante diseñar los mecanismos de evaluación del proceso y de
los resultados a partir del cumplimiento de los objetivos y las metas en los tiempos
programados.
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3. Desarrollo y control de proyectos
Durante muchos años en México, la idea generalizada de la promoción cultural
tenía una particular inclinación hacia la promoción artística; el tema periodístico
por excelencia en los cambios de gobierno era conocer quien iba a ocupar la
dirección del INBA. La pregunta recurrente que se hacía al nuevo funcionario tenía
el propósito de conocer con que dotes artísticas contaba como para tener los
merecimientos del recién nombramiento.
Hoy día es obvio reconocer que un artista (hablando de la vertiente artística de la
promoción cultural) no necesariamente es un buen administrador o promotor
cultural y viceversa. Así, con el paso del tiempo, se ha generado una percepción
más amplia del administrador y del promotor cultural, enriquecida y compleja, cuyo
perfil requiere diversos matices, de acuerdo a las tareas específicas que va a
desarrollar.
En la década de los ochenta un tema de preocupación para los administradores de
las instituciones culturales y educativas, era que los presupuestos con que
contaban se destinaban en un alto porcentaje al gasto corriente, esto es, los
recursos estaban particularmente destinados al pago de nómina, renta de
inmuebles, reparación o compra de equipos técnicos, muebles e inmuebles, entre
otro rubros. La preocupación común, era contar con porcentajes muy reducidos
para nuevos proyectos culturales o educativos. Algunas Universidades y el INBA
afirmaban que contaban con un 5% de su presupuesto para nuevos proyectos.
La fundación, renovación y actualización de las instituciones culturales fue
modificando esta tendencia en los años recientes. Una preocupación del
CONACULTA, en su fundación, era precisamente evitar la burocratización y
destinar recursos frescos directamente a los proyectos culturales. Con está visión
se fundaron algunos programas estratégicos que renovaron la concepción del
manejo de los recursos financieros destinados a proyectos culturales. Cabe
mencionar al FONCA y al PACMYC como dos ejemplos exitosos en la renovación
del financiamiento a partir de una mínima estructura administrativa.
La corriente administrativa que en el ámbito académico influyó en esta renovación
del financiamiento y de la administración cultural, lo fue sin duda la Administración
por Objetivos (APO) En el ámbito cultural en México se ha desarrollado toda una
renovada perspectiva de trabajo conocida como administración por proyectos, en
muchos sentidos siguiendo la concepción de la APO.
Veamos algunos elementos básicos de la administración y control de proyectos
culturales:
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Al financiar directamente los proyectos específicos a los creadores, las
comunidades culturales, los grupos sociales y los promotores independientes,
las instituciones que otorgan el financiamiento acuerdan en conjunto con los
responsables de los proyectos, los objetivos y las metas específicas de
desempeño de cada proyecto apoyado.
Cuando se trata de una institución cultural que opera a su interior con el criterio
de administración por objetivos o por proyectos, los subordinados y los
superiores en la estructura institucional, determinan en forma conjunta los
objetivos y las metas.
En ambos casos e establece una ruta crítica para revisar periódicamente el
grado de avance y progreso de los proyectos. La teoría tradicional de la APO
otorga estímulos a los responsables o promotores que han superado sus
propias metas.
Un aspecto básico de la administración de proyectos culturales, es que la
entidad que financia los proyectos o la institución cultural que trabaja con este
modelo, establezca explícitamente objetivos y metas generales de trabajo (en
muchos casos a esto se le llama Programa estatal de cultura, Ley orgánica de
la institución, Estatutos de la fundación, etcétera) y que éstos estos objetivos y
metas generales se traduzcan en objetivos y metas particulares en cada
proyecto.
Al lograr que los objetivos y metas de la institución y de los proyectos tengan
una relación coherente y compartida, se establece una red de objetivos y
metas de lo general a lo específico a través de cada proyecto apoyado.
En el modelo de administración por proyectos es conveniente definir con
claridad la diferencia entre objetivos y metas:
Recordemos que los objetivos en éste modelo son cualificables y se refieren
a aspectos que evalúa el experto en una materia, en temas tales como calidad,
diseño, congruencia, pertinencia, innovación, respeto a tradiciones culturales,
aprendizaje de temas específicos, reproducción de modelos estilísticos,
sensibilización de sectores sociales, etcétera.
Recordemos que las metas en éste modelo son cuantificables, se definen de
tal forma que puedan ser medidas con parámetros cuantitativos (costos,
ubicación, fecha, horarios, públicos atendidos, población beneficiada,
frecuencia de un evento) a través de unidades, porcentajes y medidas.
Para establecer una administración por objetivos los pasos básicos son:
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1. Establecer políticas a partir de diagnósticos (proyección)
2. Establecer objetivos, metas y estrategias generales.
3. Asignar objetivos y metas a unidades divisionales y/o departamentales, o
bien a programas que auspicien o coordinen un conjunto de proyectos.
4. Definir los objetivos y metas por cada proyecto, con los responsables de
cada proyecto, definiendo con claridad su relación con objetivos y metas
generales. Definir con claridad la coherencia y la consecuencia entre lo
general y lo particular.
5. Definir estrategias generales y específicas.
6. Definir rutas criticas para el cumplimiento de metas.
7. Revisar periódicamente el avance de cada proyecto a partir de sus metas y
objetivos. Control de etapas (integración, dirección)
8. Evaluar resultados y recompensar el logro de metas y objetivos en cada
proyecto.
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4. Evaluación
La evaluación en la promoción cultural tiene dos aspectos: uno cuantitativo o
mecánico que tiene como propósito definir con claridad el grado de avance o
cumplimiento de metas específicas que fueron programadas previamente en el
proceso de diseño de un proyecto cultural.
El segundo aspecto tiene el propósito de definir el impacto cualitativo que el
proyecto ha tenido en un proceso cultural determinado.
Los procesos culturales tienen una vinculación con la esfera de lo social y de lo
productivo.
En lo social y cultural la realidad aparece, dependiendo del grado y de profundidad
de la observación e reflexión, como sistemas que van del desorden al orden y de
la incertidumbre a la complejidad.
El pensamiento complejo no es omnisciente ni universal, sino local, dependiente
de un espacio y tiempo concretos.
La evaluación no debe abordarse solamente como un proceso exclusivamente
técnico. Por ejemplo, el preguntarse de la eficacia de los recursos humanos y
financieros, supone una reflexión y aprendizaje sobre la participación, la
comunicación y el modelo estratégico, y en su caso multiplicador del uso de los
recursos financieros.
La cadena de evaluación compleja no se agota en la valoración de los
rendimientos cuantitativos, sino incluye la negociación entre los diversos actores
sociales, productivos y culturales que hacen posible un proceso cultural.
La evaluación cultural plural no presenta, solamente, soluciones técnicas puras, ni
existe una neutralidad en los valores que intervienen al interpretar un proceso
cultural determinado. Así la evaluación no es un problema técnico sino parte de
una interacción de los actores que intervienen en un proceso cultural determinado.
No es simplemente una memoria de actividades.
Los métodos de evaluación gubernamental sirven, regularmente, tanto para un
conocimiento de los mismos por parte de la opinión pública como de los
protagonistas.
En el sector privado la evaluación la indica el mercado para e sector público la
participación y/o aceptación es fundamental.
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¿Para que evaluamos
Para mejorar la situación de la acción pública (técnicos de programa) y
destinatarios (endoformativa)
Para validar y garantizar la acción pública buscando la legitimación por
aquellos que no están involucrados directamente (recapitulativa)
En la burocracia el factor tiempo no es imprescindible, en la acción cultural la base
de los objetivos es la agilidad. (Los conceptos de patronatos constituyen una
propuesta de solución intermedia)
Evaluación rendimiento: indicadores cuantitativos, manejo de dinero público
con relación a metas.
Evaluación de destinatarios no solo de expertos, público y no público (auto
evaluación e públicos)
¿Quiénes participan de la evaluación
Identificar responsables de la acción
Cuestiones a evaluar
Valores de la evaluación (método, participación, eficacia financiera, tiemposeventos,
costo beneficio
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