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Regresa la magia del legendario circo Sarrasani - Winisisonline ...

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incendio en el tablero de conexión. Logré apagarlo. Salió Gabor Nemedi, el<br />

administrador, y así nació una estrecha amistad entre nosotros”.<br />

Nemedi murió en 1981, pero Bernstein siguió frecuentando a su mujer, Trude Stosch-<br />

<strong>Sarrasani</strong>, nuera <strong>del</strong> fundador <strong>del</strong> <strong>circo</strong> y última directora. El arquitecto no olvidó su<br />

sueño, y el <strong>circo</strong> será <strong>la</strong> niña bonita <strong>del</strong> Tattersall de Palermo, que se convertirá en un<br />

centro de espectáculos con museo, orquesta, cines, teatros y restaurantes. El<br />

re<strong>la</strong>nzamiento que se prevé para Dresden, Alemania, será aún más ambicioso:<br />

funcionará en un megacentro de convenciones y espectáculos.<br />

En estos 31 años de convivir con <strong>la</strong>s anécdotas <strong>del</strong> <strong>Sarrasani</strong>, Bernstein contagió su<br />

pasión a su hijo, quien investigó <strong>la</strong> historia <strong>del</strong> <strong>circo</strong> en Europa y en Sudamérica. Su<br />

libro también incluirá fotos sorprendentes y muchos de los afiches dibujados por Max<br />

Friëd<strong>la</strong>nder.<br />

LOS AÑOS DEL REGIMEN NAZI<br />

El <strong>circo</strong>, una campana de cristal en medio de <strong>la</strong> guerra<br />

--------------------------------------------------------------------------------<br />

“Yo no supe que pasaban muchas cosas, hasta que terminó <strong>la</strong> guerra”, asegura Trude<br />

Stosch-<strong>Sarrasani</strong>. El <strong>circo</strong> era una campana de cristal, donde confraternizaban artistas de<br />

los cinco continentes. Y tanto su suegro como su esposo y más tarde el<strong>la</strong> misma eran<br />

empresarios que intentaban achicar deudas, conseguir rebajas impositivas y seguir<br />

dando funciones.<br />

Hija de un violoncelista de <strong>la</strong> Tonhälle de Zurich (Suiza) que tocaba “casi todos los<br />

instrumentos”, Trude repartió su adolescencia entre <strong>la</strong> trompeta y <strong>la</strong> danza clásica. En el<br />

barco que llevaba a <strong>la</strong> bai<strong>la</strong>rina a Sudamérica conoció a Junior. Firmó <strong>la</strong> partida de<br />

casamiento creyendo que era <strong>la</strong> escritura de un terreno para los animales, y el Registro<br />

Civil de Buenos Aires, <strong>la</strong> oficina de catastro.<br />

A los 86 años, Trude conserva <strong>la</strong> misma ingenuidad que, aunque resulte paradójico, <strong>la</strong><br />

salvó en <strong>la</strong> época <strong>del</strong> nazismo. “Un muchacho había estado preparando durante toda <strong>la</strong><br />

mañana una estrel<strong>la</strong> en dos colores con viruta, en <strong>la</strong> pista -cuenta-. A <strong>la</strong> tarde vino un<br />

inspector de <strong>la</strong> Gestapo y se quedó mirándo<strong>la</strong>. `Es linda, ¿verdad´, le comenté. No me<br />

había dado cuenta de que era <strong>la</strong> estrel<strong>la</strong> de David”.<br />

El régimen hostigó con frecuencia a los <strong>Sarrasani</strong>, exigiéndoles espectáculos “que<br />

elevaran <strong>la</strong> moral alemana”. Insistió en <strong>la</strong> afiliación de Trude, quien jamás accedió. Le<br />

rec<strong>la</strong>mó su certificado de ario. “No me lo mandaban nunca -recuerda Trude-. Cuando<br />

por fin me lo enviaron, entendí por qué: mi abuelo materno se l<strong>la</strong>maba Samuel<br />

Widmer”.<br />

Hacia el final <strong>del</strong> régimen nazi fue detenida por <strong>la</strong> Gestapo y pasó varias semanas presa.<br />

La acusación: haber favorecido a los extranjeros en el reparto de <strong>la</strong>s magras raciones de<br />

alimentos.<br />

No son éstas <strong>la</strong>s anécdotas que Trude gusta contar. Prefiere recordar <strong>la</strong> rectitud, <strong>la</strong><br />

energía y el buen humor de su suegro, el fundador <strong>del</strong> <strong>circo</strong>, y <strong>la</strong>s travesuras de su<br />

marido. Y sobre todo, hab<strong>la</strong>r de <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ción con los lipizzanos, los caballos que nacen<br />

negros y a través de los años se vuelven b<strong>la</strong>ncos, con los que compartió <strong>la</strong>s pistas<br />

durante cinco décadas.<br />

“Nunca les he pegado, los he entrenado sólo con amor. Y nunca tampoco me pateó un<br />

caballo”, afirma. Así también se lo enseñó a jóvenes adiestradores de Alemania, cuando<br />

dejó de actuar.<br />

En su granja de Quilino, en <strong>la</strong> provincia de Córdoba, entre ovejas, cabras y pollos,<br />

conservó a dos lipizzanos. Debió alejarse de los animales en 1981, al mudarse a Buenos

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