ESCUELA PÚBLICA, SOCIEDAD Y ARQUITECTURA_15 CEIP Comarcal Moncayo. Tarazona. Fecha de construcción: 1975 CEIP Jerónimo Zurita. Zaragoza. Fecha de construcción: 1972 CEIP Santos Samper Sarasa. Almudévar. Fecha de construcción: 1976
16_ROLDE 143-<strong>144</strong> exterior, estas escuelas se caracterizan por su repetido aspecto exterior de bloque prismático y paramento de ladrillos rojos. A comienzos de la década de los setenta del siglo pasado, la sociedad aragonesa acababa de experimentar una profunda trasformación. Gran parte de la población rural había emigrado a las ciudades, el baby boom hacía rebosar de niños y niñas barrios recién urbanizados, y la dictadura franquista parecía ceder ante tímidos cambios progresistas. Estas circunstancias rodearon la promulgación de la Ley General de Educación el año 1970. En ella se instituía la Educación General Básica con algunas importantes consecuencias: se implantó la coeducación y se produjo un cierre masivo de escuelas unitarias rurales con la consecuente creación de las llamadas concentraciones escolares. Estos enormes colegios, a veces de estrechos pasillos y reducidas aulas, se levantaron en algunas cabeceras de comarca con la intención de recoger en régimen de internado a la práctica totalidad de la población escolar de los pequeños pueblos de alrededor lo que, a estas alturas, no se duda en valorar como la puntilla final para muchos pueblos pequeños. Son colegios que en su aspecto exterior responden a una corriente neorracionalista con sus volúmenes rotundos, sus ritmos apaisados e incluso en ocasiones sus cubiertas en terraza de dudosa eficacia en nuestras latitudes. En cuanto a la necesidad de poner en marcha nuevas unidades escolares en las zonas de recepción de la inmigración rural, una Orden Ministerial del año 1971 vino a proponer unos modelos de colegios de origen anglosajón, al parecer por cierta influencia de la OCDE, de carácter compacto y modular, característicos por su patio cubierto gracias al empleo de pilotes bajo alguno de sus laterales y que, en definitiva, buscaban de nuevo una reducción significativa de gastos en construcción y conservación de los propios edificios. Una última expresión de esta «clonación» de edificios, a base de implantar a rajatabla un modelo previo, tuvo lugar en torno a los Pactos de La Moncloa de 1977. Estos acuerdos políticos tenían como finalidad garantizar una inversión pública que ayudara a superar la crisis económica (la de primeros de los setenta) y supusieron un impulso a la construcción de escuelas seriadas que volvió a repetir el modelo de escuela compacta esta vez con una planta compuesta por dos naves paralelas entre las que se situaba un corredor central con aulas a ambos lados, a dos alturas y con tejado a dos aguas. Después de todo este trasiego de planes de construcciones, escuelas compactas, despoblación rural, variaciones de la natalidad y reducción de costos, los comienzos de la década de 1980 llegaron con la feliz noticia de que se había terminado por fin con el grueso del déficit de escuelas en Aragón (si no contamos con la población infantil escolarizada en la escuela privada). Además, la labor del ministro de Educación José María Maravall entre 1982 y 1988 conllevó profundos y esperanzadores cambios para la escuela rural con la creación del CRIET y los CRAs y con un renovado apoyo a las escuelas de las pequeñas localidades que, esta vez sí, se entendían como pieza fundamental para el presente y futuro de los pueblos. Así, los arquitectos respondieron a estas iniciativas con un esfuerzo en la innovación del diseño exterior de las nuevas