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R e v i s t a D i g i t a l O f i c i a l

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CRÍTICA<br />

Suspiria<br />

Rubén Bautista, Cineasta<br />

Rubén Bautista es director y guionista. Ganador del Creajoven 2006 por<br />

el corto “Y cuaaando…???” o finalista de “Teaserland” con el falso trailer<br />

“Dark Lolailo”. También ha dirigido varios videoclips de grupos murcianos<br />

además de diversos cortometrajes y publicidad.<br />

Fotograma de Suspiria<br />

Es un hecho. Todos hemos puesto un papel celofán azul frente a un flexo<br />

con la fe y esperanza de que aquello pareciese la luz de la luna. O al menos<br />

todos aquellos que alguna vez tuvimos la ilusión de realizar una fotografía<br />

que por aquel entonces (normalmente la tierna infancia), identificásemos<br />

como “cinematográfica”. No hablo desde el púlpito de aquel que lo ha conseguido<br />

sin miramientos, sino de aquel que probó tanto el celofán azul, como<br />

el rojo, verde…y todo el espectro cromático.<br />

Cuando abordas una historia, descubres el poder del color para reflejar<br />

las emociones de los personajes, las situaciones y, en muchas ocasiones,<br />

los sentimientos. Es algo casi pictórico, y que se identifica con (no tantas)<br />

corrientes cinematográficas. El “giallo” sería una de ellas. Y concretamente<br />

Dario Argento (junto, con los Bava), uno de sus principales precursores.<br />

Cuando vi por primera vez “Suspiria”, más allá de su historia (no tan lejana<br />

de productos patrios como “La Residencia” de Ibáñez Serrador, amén de la<br />

testimonial presencia española de un joven Miguel Bosé), descubrí el poder<br />

de lo formal sobre lo narrativo. Aún estando basada en la novela de Thomas<br />

de Quincey, la pelicula de Argento sorprende aún hoy día por su esteticismo<br />

de “Grand Guignol”, deudor de una tradición casi más teatral que cinematográfica.<br />

Su banda sonora a cargo de “Goblin”, remata un resultado que resulta<br />

más que perturbador, en el cual podemos percibir estilemas excesivos<br />

que se desarrollarían en obras posteriores. Para bien y para mal, “Suspiria”<br />

supone un adentramiento sin paliativos en una puesta en escena que nos<br />

remite directamente a la experimentación visual más desvergonzada, aquella<br />

de la que muchos creadores hemos sido capaces en tiempos en los que<br />

la justificación “realista” y/o empírica no derribaba de manera tan tajante<br />

como hoy día los oscuros (o en este caso saturados) irracionales dominios<br />

de la razón.<br />

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