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—¿Te vas?<br />
—Mañana por la mañana, tengo un reportaje en Belfast.<br />
—¿Qué vas a hacer con el perro?<br />
—¿Lo quieres?<br />
—Si te viene bien.<br />
—Llévatelo, es tuyo.<br />
Abrí la puerta y conseguí silbar a Postman Pat, que apareció trotando alegremente. Edward le<br />
brindó una caricia que parecía más bien un empujón. Di unos pasos y me giré hacia él.<br />
—¿Cuándo vuelves?<br />
—Dentro de ocho días.<br />
—Vale. Buenas noches.<br />
Había hecho un tiempo terrible todo el día y prácticamente no habíamos asomado la nariz fuera. Me<br />
entretuve cocinando, de pronto me habían entrado ganas. Y además, resultaba muy práctico disponer<br />
de un cubo de basura viviente.<br />
Mi guiso estaba en el fuego. Me había instalado cómodamente en el sofá con el perro a los pies, una<br />
copa de vino en el reposabrazos, inmersa en The Good Life de Jay McInerney, y un piano como música<br />
de fondo. Unos golpes en la puerta rompieron mi tranquilidad. Postman Pat ni se movió, tenía tantas<br />
ganas como yo de que le molestaran. De todas formas, me levanté para abrir y descubrí a Edward.<br />
—Buenas tardes —dijo.<br />
—No recordaba que volvías hoy.<br />
—Puedo marcharme, si quieres.<br />
—Pasa, tonto.<br />
Me siguió hasta el salón. El perro saltó sobre él para saludarle, pero volvió inmediatamente a<br />
acurrucarse en su lugar. Edward empezó a observar todo a su alrededor.<br />
—¿Estás comprobando el estado de tu propiedad?<br />
—Nada de eso, pero hacía mucho tiempo que no ponía el pie en esta casa.<br />
—Te lo ruego, haz como si fuese la tuya.<br />
—No me atrevería.<br />
—¿Te sirvo una copa?<br />
—Muchas gracias.<br />
Entré en la cocina y aproveché para echar un vistazo al contenido de la olla a presión. Estaba a<br />
rebosar. Me apoyé en la encimera para guardar el equilibrio. Volví al salón y tendí la copa a Edward<br />
sin decir palabra.<br />
—¿Estás bien? —se preocupó.<br />
—¿Te quedarías a comer conmigo?<br />
—No lo sé...<br />
Encendí un cigarrillo y me coloqué ante el cristal de la terraza. No se veía nada, era de noche.<br />
—Hoy he cocinado por primera vez desde hace año y medio, y todavía tengo en la cabeza las<br />
proporciones familiares. Tengo comida para un regimiento. Me gustaría que cenases aquí.<br />
—Sería una grosería rechazar la invitación.<br />
—Gracias —respondí bajando la cabeza.<br />
Durante la cena, Edward me contó su semana. Le hice reír con las desventuras que me habían<br />
provocado las fugas de su perro. En algunos momentos me despegaba de la escena y la observaba de