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SIQUEM Nº VI<br />

Marzo 2015<br />

ESTAR EN EL MISMO EQUIPO<br />

Desde el momento en el que uno contrae<br />

matrimonio pasa a formar parte de un equipo.<br />

Ese equipo tiene una alineación formada<br />

por el padre y la madre. Como en cualquier Ddeporte de equipo, la coordinación entre ellos es muy importante.<br />

Como dirían los entendidos en fútbol, si uno sube<br />

al ataque, el otro debe hacer la cobertura para que no le<br />

pillen al contragolpe. Si uno de los miembros del equipo<br />

avanza hacia la portería rival, el otro debe colocarse en posición<br />

de rematar el centro medido hacia gol. Y si es tenis o<br />

pádel tan de moda ahora, el colocarse de modo que ambos<br />

miembros de la pareja puedan cubrir de forma conjunta<br />

todos los remates que lleguen y anotar los puntos es imprescindible.<br />

Parece claro que en el deporte, trabajar en equipo puede conducir<br />

al éxito.<br />

Pero en la familia, ese equipo que forman el marido y la mujer,<br />

si quiere lograr el éxito en la competición de la vida y de<br />

la educación de los hijos deben coordinar sus esfuerzos. Los<br />

hijos deben ser una prioridad y el objetivo de educarlos y de<br />

hacer de ellos ‘personas de provecho’ debe estar siempre en<br />

mente. ¿Qué aspectos debemos tener en cuenta para lograrlo?<br />

es claramente una muestra de madurez, del necesario paso de<br />

la niñez a la edad adulta. Pero esa construcción, ese replantea<br />

miento de todo puede producir momentos de desconcierto, de<br />

dudas, de aciertos y de errores. Y en esos momentos es preciso<br />

que exista un puerto seguro, estable al que acudir en busca de<br />

seguridad, de cariño, de aceptación. Y ese puerto han de ser los<br />

padres. Allí deben encontrar esa seguridad que sólo los padres<br />

pueden dar. Y llegarán a vernos como Mark Twain el autor<br />

de Tom Sawyer llegó a ver al suyo: “Cuando yo tenía catorce<br />

años, mi padre era tan ignorante que no podía soportarlo. Pero<br />

cuando cumplí los veintiuno, me parecía increíble lo mucho<br />

que mi padre había aprendido en siete años.”<br />

1.Comunicación en el matrimonio: es como una especie<br />

de mantra que se repite en todas las escuelas de familias,<br />

pero no por repetido deja de ser menos importante. Los cónyuges<br />

deben hablar, intercambiar pareceres sobre los hijos, sobre<br />

los problemas que tienen, sobre cómo afrontarlos, qué límites<br />

ir poniendo a los hijos, qué papel debe jugar cada uno en su<br />

educación, sobre su propio matrimonio, sobre lo que piensan y<br />

anhelan para su vida, su familia, su trabajo… Un largo elenco<br />

de temas que deben ser tratados en la intimidad del matrimonio<br />

para conocerse y para poder tomar decisiones en común.<br />

2. Ponerse de acuerdo en lo fundamental: de esa comunicación<br />

entre los esposos surgirán puntos en común, decisiones<br />

con las que orientar su labor educadora, un reparto<br />

de las funciones que cada cual va a ejercer en la educación y<br />

cómo actuar ante las diversas circunstancias que vayan ocurriendo.<br />

Es un punto clave para poder ejercer la autoridad y<br />

para lograr que los hijos tengan seguridad. Desde que son pequeños<br />

vamos poniendo unos horarios de baños, cenas, tareas,<br />

etc. que cada tarde les dan seguridad y que les permiten saber<br />

a dónde dirigirse. Pues cuando llegan a la adolescencia, esa<br />

misma seguridad aunque la mezclen con rebeldía es necesaria.<br />

Los chicos deben saber que sus padres están de acuerdo en<br />

aquello que es fundamental y aunque les contrarié, es lo más<br />

conveniente para su desarrollo. La adolescencia es una época<br />

difícil, donde a veces se experimenta con situaciones de riesgo<br />

o se pone en tela de juicio todo lo adquirido de los padres para<br />

construir su propia estructura de pensamientos y valores. Eso<br />

3.Elegir los colaboradores adecuados: el niño, desde<br />

su más tierna infancia, debe relacionarse con otros niños<br />

y otros adultos para su formación y desarrollo. Y ese primer<br />

lugar de socialización es la escuela. Elegir a las personas que<br />

se encargarán de ayudarnos que no sustituirnos en esa labor es<br />

una decisión de suma importancia. La educación no es, pese a<br />

lo que nos quieran decir, neutra. En ella se transmiten valores<br />

y actitudes ante la vida, se relacionan con otras personas que<br />

le aportarán también visiones de la realidad y formas de actuar<br />

con ella. Por eso, del mismo modo que hemos dialogado entre<br />

nosotros para definir las normas y el modo educativo hacia<br />

nuestros hijos, debemos elegir el centro educativo que más se<br />

asemeje en su ideario a aquello que queremos para nuestros hijos<br />

y después mantener una línea de diálogo constructivo con<br />

él. Desentenderse de la labor educativa aparcando a los chicos<br />

en el colegio no es una labor responsable.<br />

En resumen, mantener una línea coherente entre el padre y la<br />

madre y de ellos dos con el centro educativo sólo puede redundar<br />

en beneficios para el desarrollo armónico de la personalidad<br />

de nuestros hijos. El proceso educativo requiere que, como<br />

en el ejemplo deportivo con el que comenzábamos, todos los<br />

jugadores estén coordinados y vayan a una para lograr el éxito.<br />

Cuando en un equipo cada uno hace ‘la guerra por su cuenta’...<br />

termina en derrota aunque el rival fuera más débil. En<br />

este caso no nos jugamos un partido de pádel o la Champions<br />

League, nos jugamos algo mucho más importante: la felicidad<br />

de nuestros hijos.<br />

Miguel Ángel Almela<br />

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