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VILA-REAL JUNTA CENTRAL SEMANA SANTA 2015<br />
La resurrección de Jesús,<br />
respuesta de Dios Padre<br />
Juan Ángel Tapiador Navas<br />
Director de la Junta Central de Semana Santa<br />
Saluda del director<br />
6<br />
Hablar de Semana Santa, es entonar<br />
un canto de amor sin medida, un<br />
amor que se entrega incondicionalmente,<br />
sin esperar nada a cambio. Desde el<br />
inicio de mi ministerio sacerdotal, hice mías<br />
aquellas palabras del profeta Jeremías “Con<br />
amor eterno te amé”, así también lo quise<br />
reflejar en la estampa que recordaba aquel<br />
día en el que iniciaba una nueva vida hasta<br />
el día de hoy y a medida que va pasando<br />
el tiempo descubro que es más verdad si<br />
cabe, la profundidad de ese amor verdadero.<br />
Éste amor sin medida, es aquél que<br />
vamos a vivir de nuevo en este tiempo de<br />
Semana Santa, el Solemne Triduo Pascual<br />
constituye el tiempo del kerigma, de la nueva<br />
proclamación de que Jesucristo ha muerto,<br />
ha resucitado, y ahora queda nuestra<br />
respuesta, y ¿es mi Señor?<br />
Toda la Semana de Pasión es un momento<br />
único para adentrarnos en el misterio<br />
de Dios, acogiendo las palabras del Evangelista<br />
San Juan: “Sic Deus dilexit mundum”<br />
“¡Tanto amó Dios al mundo!”. Y así fue entregado<br />
la vida por nuestra salvación, por<br />
ello es tiempo, de reconocer al Señor en nuestra<br />
vida, y esto implica una decisión personal,<br />
vivida y compartida en la comunidad<br />
eclesial.<br />
El tiempo de Cuaresma, como tiempo<br />
de gracia y de conversión ha sido y es, sin<br />
duda, el tiempo privilegiado para volver nuestro<br />
corazón y nuestro rostro a la mirada<br />
del Crucificado para llegar a la tarde del<br />
viernes santo, donde reinará en su trono el<br />
Señor de Señores, escándalo y necedad,<br />
pero la verdad auténtica, “entregando su<br />
vida por amor”.<br />
Durante los días de la muerte, pasión y<br />
resurrección de nuestro Señor, viviremos en<br />
nuestras Parroquias, en nuestras comunidades<br />
la esperanza de una nueva vida. Nuestras<br />
calles se llenarán de “caperullas” que no son<br />
signo más que de la penitencia de nuestras<br />
vidas, al reconocernos pecadores y sabernos<br />
llenos de la ternura y compasión de Cristo,<br />
el Señor. No sólo el ir y venir de las gente,<br />
nuestras visitas a los sagrados monumentos,<br />
la celebración de los santos oficios, la reverencia<br />
y silencio al paso del Señor que entrega<br />
la vida por amor, la contemplación de la<br />
Madre serena que acoge el misterio de Dios,<br />
deben ser para nosotros momentos únicos<br />
y vividos con fervor y pasión auténtica, pero<br />
también nos debe hacernos adentrar en la<br />
profundidad de nuestra vida cristiana.<br />
Las manifestaciones religiosas deben ser<br />
profundas y con un grado máximo de entrega<br />
y docilidad al Espíritu. No se trata ni de<br />
rivalizar, ni de buscar el protagonismo, ni de<br />
ser unos mejores que otros, se trata de buscar<br />
a Dios, dejando que Dios sea Dios, anhelando<br />
en lo más profundo del ser el dejar<br />
que otros se llenen también de ese amor que<br />
nosotros hemos recibido de lo alto. Así lo de-