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Late como tambor / Sol Aliverti - Revista La Central

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desaparecido, pero hay algo que todavía lateen las provincia negrera.“Yo vivo en Ferreyra, que es un barrio dondehay muchos curanderos. Eso es expresión sincréticade la cultura aborigen y africana. Otracosa que yo veo en los cordobeses es la musicalidad:están en cualquier lado y están golpeandoalgo”, dice Marcos Carrizo, percutiendola mesa con sus manos.TRIPLEDOBLEVÉ: www.rutadelesclavocba.wordpress.comPARA LEER: <strong>La</strong> Ruta del Esclavo en el Río de la Plata, compilado de ponencias realizadopor Marisa Pineu. Eduntref Editorial.Ponencias del seminario Internacional sobre el tema organizado por la Cátedra Unesco deTurismo Cultural y realizado en Buenos Aires en 2009.Córdoba Morena (1830 – 1880), de Marcos Carrizo. Edición Independiente.Aborda los aspectos más relevantes relacionados a la posición de los afrodescendientes en lasociedad cordobesa de mediados del siglo XIX.70Hubo un discurso invisibilizador desde laélite, y desde abajo también”SE VE, SE NOTA“El primer ejercicio es visual”, explica AlejandroLudueña, un afrodescendiente de Córdoba.“Parate en cualquier esquina y empezá amirar. Hay muchos rasgos fenotípicos característicosdel africano. Los rulos, el pelo bienensortijado es el más notable, el único rasgoque no desaparece. También se nota enla boca y la nariz ancha. En Cruz del Eje esmuy interesante, impresionante, ver la cantidadde afrodescendientes no asumidos quehay”.Alejandro tiene la piel morena, el cuerpo grandey fuerte, uñas blanquísimas y un fuerteacento local. Su ascendencia africana vienepor parte de madre: su bisabuela tuvo un affairecon un negro del ejército. Ale perteneceal grupo cordobés de <strong>La</strong> Ruta del Esclavo,un proyecto internacional de investigacionesmultidisciplinarias impulsado por la Unescoen 1993. También forma parte de un grupode afrodescendientes que milita por la visibilizaciónde su existencia en Córdoba, un grupoque no reclama, que sólo lucha por ser.Un movimiento silencioso pero pujante quecomienza a tomar vida y ayuda a los descendientesde africanos a salir del clóset.“Ser afrodescendiente es una decisión de identidad,no sólo una cuestión biológica –subrayaAlejandro Ludueña – <strong>La</strong> madre de MalcomX era blanca pero se asumió negra porque erafruto de una relación entre una esclava y unblanco. Tiene que ver con cuestiones biológicas,sí. Pero también con fundamentos ideológicos.Esto me llevó, ya de grande, a decirlea mi mamá que dejáramos esa historia de quesomos descendientes de españoles”.Gran parte de la confusión viene a raíz de quelos esclavizados, una vez que eran vendidos,adquirían el apellido de sus amos españoles,Marcos Carrizouna marca de la pertenencia que les adjudicabauna nueva identidad. Eso hace suponerque no todos los Guzmán o los Ledesma, porejemplo, descienden de españoles, y enfrentala ciudad cuartetera a la certeza de quemuchos de sus habitantes también desciendende los navíos negreros.“Hay que acabar con ese mito de que todoslos negros murieron en la Guerra del Paraguay–amplía Alejandro– <strong>La</strong> situación de córdobaes muy compleja, porque muchosesclavos eran llevados a trabajar a las sierras,por ejemplo a la fábrica de armas deColonia Caroya durante la época independentista,y en esos lugares se produjo un granmestizaje”“Ser afrodescendientees una decisión deidentidad. Tiene quever con cuestionesbiológicas, sí. Perotambién con fundamentosideológicos”Alejandro LudueñaSOMOS LOSQUE SOMOSAsumirse <strong>como</strong> afrodescendiente no es tareafácil en una sociedad donde todo lo equívoco,lo siniestro, lo ilegal, es señalado <strong>como</strong>cosa de negros. “El problema es encontrar,en este proceso identitario de nuestro país,una pata que falta. Y que es fundamental.Nuestro tango, nuestro folclore, nuestraspalabras, hasta nuestra comida típica tieneraíces africanas: el mondongo eran las sobrasque comían los esclavos, y mondongoera lo que ellos llamaban panza”, continúaLudueña. Para él, lo primero es empezar areconocerse <strong>como</strong> sujetos históricos, volvera poner a la vista una identidad borrada, queparece haber sido una leyenda de antaño,volver a decir las cosas por su nombre.Hay que volver a decir, por ejemplo, que lahistoria del Indio Bamba, que secuestró auna mujer en el río, contiene varias falacias.Que se sepa: el indio no era indio, era negro;y aquella mujer que secuestró al costado delrío, de apellido Allende, no era rica ni erablanca, sino que también era negra: una esclavaportadora del apellido de sus amos.Hay que volver a decir que nada desaparece,que nadie nace de un repollo. “Lo quepasa es que es más romántico decir que unindio secuestró a una blanca”, señala AlejandroLudueña, enojado con ese marketingnovelesco que sepulta la verdadera identidadde las cosas.Uno de los avances fue que en el último censonacional una de las preguntas indagarasobre la posible ascendencia africana. Peropara Alejandro, lo que todavía falta es un grantrabajo de sensibilización, así <strong>como</strong> se realizócon los pueblos originarios. Un trabajo devisibilización que le devuelva el rostro a laidentidad afro.Dice la historia que antes de subir a los esclavosa los navíos negreros, se los bautizaba.Un bautismo exprés que les daba un nuevodios y un nuevo nombre. Aquellos negros sedesesperaban porque creían que les estabanarrojando una maldición, creían que los blancoslos iban a comer. Algo que casi hicieron.<strong>La</strong> revancha es pararse en la Plaza San Martíno en Cruz del Eje o en cualquier lado, yvolver a mirar.“Un obispo dijo en una misa que en Córdobaya no quedaban negros ni indios–cuenta Ludueña– Entonces yo, que estabasentado al lado de un descendiente decomechingones, le dije: ´¿Y vos qué sos? ¿Yyo qué soy?’ ”.

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