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“PON TU MIRADA EN CRISTO”Cuando Lutero creía que todoestaba perdido, Dios le deparó unamigo que le ayudó. El piadoso Staupitzle indujo a apartar la mirada de sí mismo,y a acudir a Jesús, el Salvador que leperdonaba sus pecados. “En lugar demartirizarte por tus faltas, échate en losbrazos del Redentor. Confía en él, enla justicia de su vida, en la expiación desu muerte….Escucha al Hijo de Dios,que se hizo hombre para asegurarte elfavor divino.” “¡Ama a quien primero teamó!” –, Lib. 2, Cap. 4. Suspalabras hicieron honda impresión en lamente de Lutero. Después de larga luchacontra los errores que por tanto tiempoalbergara, pudo asirse de la verdad y lapaz reinó en su alma atormentada.“El mediodía del papadofue la medianocheespiritual del mundo.”Lutero seguía siendo hijo sumiso dela iglesia papal y no pensaba cambiar.Pero la providencia de Dios le llevó ahacer una visita a Roma. En un conventoen Italia, quedó maravillado de lase presentaron a su vista. Los monjesvivían en espléndidas mansiones, seataviaban con los trajes más ricos y preciososy se regalaban en suntuosa mesa.52:<strong>00</strong>Lutero consideró todo aquello que tantocontrastaba con la vida de abnegación yde privaciones que el llevaba.Finalmente vislumbró en lontananzala ciudad de las siete colinas.Con profunda emoción, cayó de rodillasy, levantando las manos hacia elcielo, exclamó: “¡Salve Roma santa!”–, Lib. 2, Cap. 6.Entró en la ciudad, visitó las iglesias,prestó oídos a las maravillosasnarraciones de los sacerdotes y de losmonjes y cumplió con todas las ceremoniasde ordenanza. Por todas partes veíaescenas que le llenaban de extrañeza yhorror. Notó que había iniquidad entretodas las clases del clero. Oyó a lossacerdotes contar chistes indecentes yse escandalizó de la espantosa profanaciónde que hacían gala los preladosaun en el acto de decir misa. “Nadiepuede imaginarse,” escribió él, “no sepodría creer que en Roma se cometanpecados y acciones infames; y por lomismo acostumbran decir: ‘Si hay unque debajo de Roma; y de este abismosalen todos los pecados.’” –,Lib. 2, Cap. 6.“LA ESCALERA DE PILATO”Por decreto expedido poco antesprometía el papa indulgencia atodo aquel que subiese de rodillas la¡LA TEMPESTAD PERFECTA LLEGA! • 31

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