10.07.2015 Views

librodelfracaso

librodelfracaso

librodelfracaso

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

h i s t o r i a s d e f r a c a s oChristopher EspadasTodo comenzó en un lugar improbable: la bella Barcelona. Ocurrió más o menos así:yo estaba sentado en la barra de un bar, bebiendo contemplativo una copa de vino,cuando entre las muchas conversaciones que sucedían a mi alrededor escuché quedos personas hablaban de marcas de ropa. Les dije, sin más intención que la de matar unpoco mi aburrimiento, que yo trabajaba en Adidas, en México. Ellos resultaron ser nada másy nada menos que los dueños de Privalia, uno de los más importantes outlets de ropa porinternet, me confesaron entre copas su interés por expandir la marca en México, y me dijeronque me contactarían en los siguientes meses para que les echara la mano abriendo el mercadomexicano. Yo asentí con incredulidad, les di mi tarjeta, y pensé que no volvería a escucharde ellos nunca más.Fast forward unos cuantos meses: tras recibir una llamada y una oferta por parte de aquellosdos señores, renuncié a mi trabajo en Adidas y me uní al recién conformado equipo dePrivalia México, en específico, al equipo de compras. El arranque de la empresa fue uno delos éxitos más notables de mi carrera: el primer año superamos todas las expectativas planteadas,cosa que me hizo sentir como un verdadero genio de los negocios.Una mañana llegó a mi cabeza un pensamiento que decía algo como: Oh, pero si soy uncuate muy talentoso y tengo contactos en todas las marcas de ropa, ¿por qué no hago mipropia página y le hago la competencia a mis empleadores actuales? Y eso decidí hacer.Lo primero que hice fue buscar un compañero de negocios. Me asocié con un buen amigoy, tras arduos preparativos, abrimos Walaclub, empresa que básicamente seguía el mismomodelo de negocios que Privalia. La empresa arrancó muy bien. Los resultados fueron bastantealentadores desde un inicio, cosa que alimentó mi ego. Un par de trimestres exitososdespués, yo ya me sentía el hombre más guapo, más inteligente y más exitoso del mundo.Me había convertido, según yo, en el empresario que todo México esperaba. Mis celebracionesrivalizaban con las de un sultán: empecé a organizar comidas en los mejores restaurantesde la ciudad con gente importante del medio textilero. Sentía que me tenía que diferenciar,que tenía que destacar.Complementaba mis derroches de dinero con pésimas inversiones de negocios. Por ejemplo:invertí un montón de dinero en ropa Ermenegildo Zegna que no se vendió bien. Tambiéntraje a trabajar conmigo a más de treinta amigos, y a muchos de ellos los contraté nada másporque no tenían trabajo. Como si fuera magnate de Silicon Valley, les pagué altos salarios(casi tan alto como el mío, incluso) para que desempeñaran puestos que no necesariamenterequerían un empleado de tiempo completo. Todo esto era parte de ser una empresa elite,según yo. También cambié las oficinas de la Condesa a las Lomas de Chapultepec simplementepara estar en un edificio más grande y bonito. Hasta mandé hacer un comercial detelevisión y un infomercial nocturno que no sirvieron para nada. Pero yo no me daba cuentade mis errores: dado que yo era el contador y el administrador, podía gastar el dinero comoquisiera. No había quien me metiera en línea: yo era el jefe.Otra cosa que pareció buena en principio pero que terminó conduciéndome a la perdiciónfue mi buena relación con los proveedores. Ésta significó que todo el mundo me daba crédito(muy alto, por cierto). La situación era, en términos empresariales, envidiable: prácticamentesólo pagaba lo que vendía. La situación era, en términos de autocontrol, terrible: manejé peormi crédito que una adolescente adicta al shopping que estrena la tarjeta platino de su papá.Llegó el punto en el que ya no podía pagar mis pasivos: renta, salario, pagos a proveedores,etc. No tenía dinero para eso y tampoco para pagar las nóminas. Tuve que pedirledinero al banco, pero no logré resolver nada: tenía todavía otras deudas por las que teníaque pagar intereses, y el dinero que ganaba se me iba en pagar eso. Me fue imposible pagara los proveedores, y a partir de eso todos los que fueron buena onda conmigo se volvieronen mi contra. Y lo mismo pasó con mis amigos. Y lo mismo pasó con mi novia. Cuando seacabó el dinero se acabaron también las amistades. También se acabaron las comidas y lasinvitaciones. Hasta se acabó el cariño. Perdí absolutamente todo. Lo único que me quedaronfueron deudas.Y lo peor estaba por llegar.Otra razón por la que gasté a manos llenas fue porque mi contador me había habladode toda una serie de “estrategias fiscales” que íbamos a seguir para no pagar impuestos.Un día, sin embargo, me llegó una notificación de Hacienda y descubrí que estas supuestasestrategias eran más falsas que el Chupacabras. Pronto me llegó otro requerimiento, luegoalgo llamado apercibimiento, y finalmente una tarde apareció una patrulla con dos judicialesarmados: cuando debes más de 1.5 millones de pesos de impuestos, la pena por no pagarlea Hacienda es la cárcel. Fue así que pasé la temporada más deplorable de mi vida: veintidósdías en el Reclusorio Oriente. Salí de la cárcel pero la pesadilla continuó: tuve que venderhasta las computadoras y las sillas de la empresa para pagar el finiquito de los trabajadores.Mientras tanto, yo seguí perdiendo cosas: mi carro, el estatus que me quedaba, todos losahorros de mi vida, así como dos años de trabajo que se fueron a la basura, pues la empresala tuve que cerrar. Y a pesar de haber perdido todo esto, seguía debiéndole 1.2 millones depesos a Hacienda y tres meses de renta de la oficina a mi arrendador.Después de este estrepitoso fracaso, llegué a la conclusión de que no debemos permitirque nuestros deseos y nuestras ambiciones nos hagan perder la cabeza. Pero sobre todo, hayque ser inteligentes con el dinero. El fracaso de Walaclub fue el duro precio que pagué pordejarme llevar por mis deseos de impresionar a los demás. Y perdí el piso. Y el que pierde elpiso acaba, inevitablemente, resbalando.6061

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!