Pero Dios no abandonó a Jacob. Su misericordia alcanzaba todavía a su errante y desconfiado siervo.Compasivamente el Señor reveló a Jacob precisamente lo que necesitaba: un Salvador. Había pecado; pero sucorazón se llenó de gratitud 183 cuando vio revelado un camino por el cual podría ser restituído a la gracia deDios.Cansado de su viaje, el peregrino se acostó en el suelo, con una piedra por cabecera. Mientras dormía, vio unaescalera, clara y reluciente, "que estaba apoyada en tierra, y su cabeza tocaba en el cielo." (Véase Génesis 28.)Por esta escalera subían y bajaban ángeles. En lo alto de ella estaba el Señor de la gloria, y su voz se oyódesde los cielos: "Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac." La tierra en que estabaacostado <strong>com</strong>o desterrado y fugitivo le fue prometida a él y a su descendencia, al asegurársela: "Todas lasfamilias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente." Esta promesa había sido dada a Abrahán y a Isaac, yahora fue repetida a Jacob. Luego, en atención especial a su actual soledad y tribulación, fueron pronunciadaslas palabras de consuelo y estímulo: "He aquí, yo soy contigo, y te guardaré por donde quiera que fueres, y tevolveré a esta tierra; porque no te dejaré hasta tanto que haya hecho lo que te he dicho."El Señor conocía las malas influencias que rodearían a Jacob y los peligros a que estaría expuesto. En sumisericordia abrió el futuro ante el arrepentido fugitivo, para que <strong>com</strong>prendiese la intención divina a surespecto, y a fin de que estuviese preparado para resistir las tentaciones que necesariamente sufriría, cuando seencontrase solo entre idólatras e intrigantes. Tendría entonces siempre presente la alta norma a que debíaaspirar, y el saber que por su medio se cumpliría el propósito de Dios le incitaría constantemente a lafidelidad.En esta visión el plan de la redención le fue revelado a Jacob, no del todo, sino hasta donde le era esencial enaquel momento. La escalera mística que se le mostró en su sueño, fue la misma a la cual se refirió Cristo en suconversación con Natanael. Dijo el Señor: "De aquí adelante veréis el cielo abierto, y los ángeles de Dios quesuben y descienden sobre el Hijo del hombre." (Juan 1: 51.)Hasta el tiempo de la rebelión del hombre contra el gobierno 184 divino, había existido libre <strong>com</strong>unión entreDios y el hombre. Pero el pecado de Adán y Eva separó la tierra del cielo, de manera que el hombre no podíaya <strong>com</strong>unicarse con su Hacedor. Sin embargo, no se dejó al mundo en solitaria desesperación. La escalerarepresenta a Jesús, el medio señalado para <strong>com</strong>unicarnos con el cielo. Si no hubiese salvado por sus méritos elabismo producido por el pecado, los ángeles ministradores no habrían podido tratar con el hombre caído.Cristo une el hombre débil y desamparado con la fuente del poder infinito.Todo esto se le reveló a Jacob en su sueño. Aunque su mente <strong>com</strong>prendió en seguida una parte de larevelación, sus grandes y misteriosas verdades fueron el estudio de toda su vida, y las fue <strong>com</strong>prendiendo cadavez mejor.Jacob se despertó de su sueño en el profundo silencio de la noche. Las relucientes figuras de su visión sehabían desvanecido. Sus ojos no veían ahora más que los contornos obscuros de las colinas solitarias y sobreellas el cielo estrellado. Pero experimentaba un solemne sentimiento de que Dios estaba con él. Una presenciainvisible llenaba la soledad. "Ciertamente Jehová está en este lugar -dijo- y yo no lo sabía... No es otra cosaque casa de Dios, y puerta del cielo.""Y levantóse Jacob de mañana, y tomó la piedra que había puesto de cabecera, y alzóla por título, y derramóaceite encima de ella." Siguiendo la costumbre de conmemorar los acontecimientos de importancia, Jacoberigió un monumento a la misericordia de Dios, para que siempre que pasara por aquel camino, pudiesedetenerse en ese lugar sagrado para adorar al Señor. Y llamó aquel lugar Betel; o sea, "casa de Dios." Conprofunda gratitud repitió la promesa que le aseguraba que la presencia de Dios estaría con él; y luego hizo elsolemne voto: "Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje que voy, y me diere pan para <strong>com</strong>er yvestido para vestir, y si tornare en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios, y esta piedra que he puesto portítulo, será 185 casa de Dios: y de todo lo que me dieres, el diezmo lo he de apartar para ti." (Gén. 28: 20-22.)Jacob no estaba tratando de concertar condiciones con Dios. El Señor ya le había prometido prosperidad, yeste voto era la expresión de un corazón lleno de gratitud por la seguridad del amor y la misericordia de Dios.Jacob <strong>com</strong>prendía que Dios tenía sobre él derechos que estaba en el deber de reconocer, y que las señales,especiales de la gracia divina que se le habían concedido, le exigían reciprocidad. Cada bendición que se nosconcede demanda una respuesta hacia el Autor de todos los dones de la gracia. El cristiano debiera repasarmuchas veces su vida pasada, y recordar con gratitud las preciosas liberaciones que Dios ha obrado en sufavor, sosteniéndole en la tentación, abriéndole caminos cuando todo parecía tinieblas y obstáculos, y dándolenuevas fuerzas cuando estaba por desmayar. Debiera reconocer todo esto <strong>com</strong>o pruebas de la protección delos ángeles celestiales. En vista de estas innumerables bendiciones debiera preguntarse muchas veces concorazón humilde y agradecido: "¿Qué pagaré a Jehová por todos sus beneficios para conmigo?" (Sal. 116: 12.)
Nuestro tiempo, nuestros talentos y nuestros bienes debieran dedicarse en forma sagrada al que nos confióestas bendiciones. Cada vez que se obra en nuestro favor una liberación especial, o recibimos nuevos einesperados favores, debiéramos reconocer la bondad de Dios, expresando nuestra gratitud no sólo enpalabras, sino, <strong>com</strong>o Jacob, mediante ofrendas y dones para su causa. Así <strong>com</strong>o recibimos constantemente lasbendiciones de Dios, también hemos de dar sin cesar."Y de todo lo que me dieres -dijo Jacob,- el diezmo lo he de apartar para ti." Nosotros que gozamos de laclara luz y de los privilegios del Evangelio, ¿nos contentaremos con darle a Dios menos de lo que dabanaquellos que vivieron en la dispensación anterior menos favorecida que la nuestra? 186 De ninguna manera. Amedida que aumentan las bendiciones de que gozamos, ¿no aumentan nuestras obligaciones en formacorrespondiente? Pero ¡cuán en poco las tenemos! ¡Cuán imposible es el esfuerzo de medir con reglasmatemáticas lo que le debemos en tiempo, dinero y afecto, en respuesta a un amor tan inconmensurable y auna dádiva de valor tan inconcebible! ¡Los diezmos para Cristo! ¡Oh, mezquina limosna, pobre re<strong>com</strong>pensapara lo que ha costado tanto! Desde la cruz del Calvario, Cristo nos pide una consagración sin reservas. Todolo que tenemos y todo lo que somos, lo debiéramos dedicar a Dios.Con nueva y duradera fe en las promesas divinas, y seguro de la presencia y la protección de los ángelescelestiales, prosiguió Jacob su jornada "a la tierra de los orientales." Pero ¡qué diferencia entre su llegada y ladel mensajero de Abrahán, casi cien años antes! El servidor había venido con un séquito montado en camellos,y con ricos regalos de oro y plata; Jacob llegaba solo, con los pies lastimados, sin más posesión que su cayado.Como el siervo de Abrahán, Jacob se detuvo cerca de un pozo, y fue allí donde conoció a Raquel, la hijamenor de Labán. Ahora fue Jacob quien prestó sus servicios, quitando la piedra de la boca del pozo y dandode beber al ganado. Después de haber manifestado su parentesco, fue acogido en casa de Labán. Aunque llegósin herencia ni a<strong>com</strong>pañamiento, pocas semanas bastaron para mostrar el valor de su diligencia y habilidad, yse le exhortó a quedarse. Convinieron en que serviría a Labán siete años por la mano de Raquel.En los tiempos antiguos era costumbre que el novio, antes de confirmar el <strong>com</strong>promiso del matrimonio, pagaraal padre de su novia, según las circunstancias, cierta suma de dinero o su valor en otros efectos. Esto seconsideraba <strong>com</strong>o garantía del matrimonio. No les parecía seguro a los padres confiar la felicidad de sus hijasa hombres que no habían hecho provisión para mantener una familia. Si no eran bastante frugales 187 yenérgicos para administrar sus negocios y adquirir ganado o tierras, se temía que su vida fuese inútil. Pero sehacían arreglos para probar a los que no tenían con que pagar la dote de la esposa. Se les permitía trabajarpara el padre cuya hija amaban, durante un tiempo, que variaba según la dote requerida. Cuando elpretendiente era fiel en sus servicios, y se mostraba digno también en otros aspectos, recibía a la hija poresposa, y, generalmente, la dote que el padre había recibido se la daba a ella el día de la boda. Pero tanto enel, caso de Raquel <strong>com</strong>o en el de Lea, el egoísta Labán se quedó con la dote que debía haberles dado a ellas; ya eso se refirieron cuando dijeron antes de marcharse de Mesopotamia: "Nos vendió, y aun se ha <strong>com</strong>ido deltodo nuestro precio." (Gén 31: 15)Esta antigua costumbre, aunque muchas veces se prestaba al abuso, <strong>com</strong>o en el caso de Labán, producíabuenos resultados. Cuando se pedía al pretendiente que trabajara para conseguir a su esposa, se evitaba uncasamiento precipitado, y se le permitía probar la profundidad de sus afectos y su capacidad para mantener asu familia. En nuestro tiempo, resultan muchos males de una conducta diferente. Muchas veces ocurre queantes de casarse las personas tienen poca oportunidad de familiarizarse con sus mutuos temperamentos ycostumbres; y en cuanto a la vida diaria, cuando unen sus intereses ante el altar, casi no se conocen. Muchosdescubren demasiado tarde que no se adaptan el uno al otro, y el resultado de su unión es una vida miserable.Muchas veces sufren la esposa y los niños a causa de la indolencia, la incapacidad o las costumbres viciosasdel marido y padre. Si, <strong>com</strong>o lo permitía la antigua costumbre, se hubiese probado el carácter del pretendienteantes del casamiento, habrían podido evitarse muchas desgracias.Jacob trabajó fielmente siete años por Raquel, y los años durante los cuales sirvió, "pareciéronle <strong>com</strong>o pocosdías, porque la amaba." (Gén. 29: 20.) Pero el egoísta y codicioso 188 Labán, deseoso de retener tan valiosoayudante, <strong>com</strong>etió un cruel engaño al substituir a Lea en lugar de Raquel. El hecho de que Lea misma habíaparticipado del engaño hizo sentir a Jacob que no la podía amar. Su indignado reproche fue contestado porLabán con el ofrecimiento de que trabajara por Raquel otros siete años. Pero el padre insistió en que Lea nofuese repudiada, puesto que esto deshonraría a la familia. De este modo se encontró Jacob en una situaciónsumamente penosa y difícil; por fin, decidió quedarse con Lea y casarse con Raquel. Fue siempre a Raquel aquien más amó; pero su predilección por ella excitó envidia y celos, y su vida se vio amargada por la rivalidadentre las dos hermanas.
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