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HISTORIA DE LOS PATRIARCAS Y PROFETAS - Loud-cry.com

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Si no hubiese sido por Rubén, habrían realizado su intención. Este retrocedió ante la idea de participar en elasesinato de su hermano, y propuso arrojarlo vivo a una cisterna y dejarlo allí para que muriese, con laintención secreta de librarlo y devolverlo a su padre. Después de haber persuadido a todos a que asintieran asu plan, Rubén se alejó del grupo, temiendo no poder dominar sus sentimientos, y descubrir su verdaderaintención.José se aproximó sin sospechar el peligro, contento de haberlos hallado; pero en vez del esperado saludo, sevio objeto de miradas iracundas y vengadoras que le aterraron. Le asieron y le quitaron sus vestiduras. Losvituperios y las amenazas revelaban una intención funesta. No atendieron a sus súplicas. Se encontró a merceddel poder de aquellos 212 hombres encolerizados. Llevándolo brutalmente a una cisterna profunda, le echaronadentro; y después de haberse asegurado de que no podría escapar, lo dejaron allí para que pereciese dehambre, mientras que ellos "sentáronse a <strong>com</strong>er pan."Pero algunos de ellos estaban inquietos; no sentían la satisfacción que habían esperado de su venganza. Prontovieron acercarse una <strong>com</strong>pañía de viajeros. Eran ismaelitas procedentes del otro lado del Jordán, que conespecias y otras mercancías se dirigían a Egipto. Entonces Judá propuso vender a su hermano a estosmercaderes paganos, en vez de dejarlo allí para que muriera. Al obrar así, le apartarían de su camino, y no semancharían con su sangre; pues, dijo Judá: "Nuestro hermano es nuestra carne." Todos estuvieron de acuerdocon este propósito y sacaron pronto a José de la cisterna.Cuando vio a los mercaderes, José <strong>com</strong>prendió la terrible verdad. Llegar a ser esclavo era una suerte mástemible que la misma muerte. En la agonía de su terror imploró a uno y a otro de sus hermanos, pero en vano.Algunos de ellos fueron conmovidos de <strong>com</strong>pasión, pero el temor al ridículo los mantuvo callados. Todostuvieron la impresión de que habían ido demasiado lejos para retroceder. Si perdonaban a José, éste losacusaría sin duda ante su padre, quien no pasaría por alto la crueldad <strong>com</strong>etida con su hijo favorito.Endureciendo sus corazones a las súplicas de José, le entregaron en manos de los mercaderes paganos. Lacaravana continuó su camino y pronto se perdió de vista.Rubén volvió a la cisterna, pero José no estaba allí. Alarmado y acusándose a sí mismo, desgarró sus vestidosy buscó a sus hermanos, exclamando: "El mozo no parece; y yo ¿adónde iré yo?" Cuando supo la suerte deJosé, y que ya era imposible rescatarlo, Rubén se vio obligado a unirse con los demás en la tentativa de ocultarsu culpa. Después de matar un cabrito, tiñeron con su sangre la ropa de José, y la 213 llevaron a su padre,diciéndole que la habían encontrado en el campo, y que temían que fuese de su hermano. "Reconoce ahora-dijeron- si es o no la ropa de tu hijo."Con temor habían esperado esta escena, pero no estaban preparados para la angustia desgarradora, ni para el<strong>com</strong>pleto abandono al dolor que tuvieron que presenciar. "La ropa de mi hijo es -dijo Jacob;- alguna malabestia lo devoró; José ha sido despedazado." Sus hijos trataron inútilmente de consolarlo. "Rasgó sus vestidos,y puso saco sobre sus lomos, y enlutóse por su hijo muchos días." El tiempo no parecía aliviar su dolor."Tengo de descender a mi hijo enlutado hasta la sepultura," era su grito desesperado.Los jóvenes estaban aterrados por lo que habían hecho; y sin embargo, espantados por los reproches que lesharía su padre, seguían ocultando en sus propios corazones el conocimiento de su culpa, que aun a ellosmismos les parecía enorme. 214CAPÍTULO 20. José en EgiptoMIENTRAS tanto, José y sus amos iban en camino a Egipto. Cuando la caravana marchaba hacia el sur, hacialas fronteras de Canaán, el joven pudo divisar a lo lejos las colinas entre las cuales se hallaban las tiendas desu padre. Lloró amargamente al pensar en la soledad y el dolor de aquel padre amoroso. Nuevamente recordóla escena de Dotán. Vio a sus airados hermanos y sintió sus miradas furiosas dirigidas hacia él. Las punzantese injuriosas palabras con que habían contestado a sus súplicas angustiosas resonaban aún en sus oídos. Con elcorazón palpitante pensaba en que le reservaría el porvenir. ¡Qué cambio de condición! ¡De hijo tiernamentequerido había pasado a ser esclavo menospreciado y desamparado! Solo y sin amigos, ¿cuál sería su suerte enla extraña tierra adonde iba? Durante algún tiempo José se entregó al terror y al dolor sin poder dominarse.Pero, en la providencia de Dios, aun esto había de ser una bendición para él. Aprendió en pocas horas, lo quede otra manera le hubiera requerido muchos años. Por fuerte y tierno que hubiera sido el cariño de su padre, lehabía hecho daño por su parcialidad y <strong>com</strong>placencia. Aquella preferencia poco juiciosa había enfurecido a sushermanos, y los había inducido a llevar a cabo el cruel acto que lo alejaba ahora de su hogar. Sus efectos semanifestaban también en su propio carácter. En él se habían fomentado defectos que ahora debía corregir.Estaba <strong>com</strong>enzando a confiar en sí mismo y a ser exigente. Acostumbrado al tierno cuidado de su padre, no sesintió preparado para afrontar las dificultades que surgían ante él en la amarga y desamparada vida deextranjero y esclavo. 215

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