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entre estos centros, conseguir que sean accesibles, dotarlos de calidad<br />
y de diversidad en sus ofertas, es, en la actualidad, una condición del<br />
civismo, como también lo es aceptar la diversidad de culturas (por<br />
ejemplo, las mezquitas), puesto que no hay civismo sin tolerancia y sin<br />
respetar al otro, al que es diferente. El reto del urbanismo es doble:<br />
renovar y ampliar los centros ya existentes en el territorio de la ciudadregión<br />
y generar nuevas centralidades aprovechando las oportunidades<br />
de los grandes proyectos urbanos o de las actuaciones integrales de<br />
renovación o reconversión. Por último, la calidad integradora de los<br />
centros definirá en gran parte la calidad del civismo colectivo.<br />
No es difícil deducir de este panorama, expuesto desde un punto de<br />
vista optimista, que de lo que se trata es de responder al urbanismo del<br />
mercado, del miedo y de la ostentación con otro tipo de urbanismo, el<br />
de la iniciativa pública democrática, el de la integración social y de la<br />
participación ciudadana.<br />
RETORNO A LA ARQUITECTURA<br />
El director de urbanismo de la City de Londres decía que el equipamiento<br />
más importante de una ciudad era el café o el bar, el lugar en<br />
el que la gente se encuentra y charla, intercambia informaciones y<br />
comenta cotilleos, el lugar en el que pueden convivir personas de<br />
todo tipo.<br />
LOS MONOGRÁFICOS DE B.MM NÚMERO 6<br />
Carlos Bosch<br />
En otras palabras, necesitamos muchos lugares de encuentro y de relación,<br />
ya que la relación con la ciudad y entre los ciudadanos es una relación<br />
de contacto, oral y sensorial, de hablarse y de verse, de escucharse<br />
y de tocarse, de olerse y de observarse; y, como ya hemos comentado,<br />
las arquitecturas urbanas pueden ser ciudadanas o urbanicidas.<br />
Los grandes equipamientos, las infraestructuras de comunicaciones,<br />
los nuevos proyectos urbanos, que todavía en la actualidad están regidos<br />
por el mercantilismo, el miedo, la ostentación y las modas o se<br />
realizan en nombre de la rentabilidad y los prejuicios sobre la demanda,<br />
fracturan el tejido urbano y segregan poblaciones y actividades,<br />
imponen comportamientos de usuarios o clientes y favorecen el anonimato<br />
y la anomia sociales.<br />
Se promueven operaciones de vivienda que, en algunos casos en<br />
nombre del mercado y de la maximización de los beneficios, y en<br />
otros, en nombre del interés social por maximizar la producción a<br />
bajo coste, generan espacios fragmentados, barrios cerrados y bloques<br />
discontinuos, por lo que no existe un espacio público real, espacios de<br />
socialización, de intercambio o de significación.<br />
Un ejemplo de esto lo constituye el falso debate sobre los rascacielos.<br />
La cuestión no es la altura, sino la calidad del espacio que generan a<br />
su alrededor. Puede ser que una avenida o un barrio con muchos rascacielos<br />
generen un ambiente urbano rico y variado (como el área<br />
central de Manhattan). Todo depende de la disposición de los edificios,<br />
de la relación con el espacio vacío, de la contención de la circulación,<br />
de la diversidad de usos y de la animación de los locales de sus<br />
plantas bajas. Éste no es el caso de los bloques aislados que a menudo<br />
nos proponen los promotores, que no crean espacio colectivos sino<br />
vacíos para aparcamientos o zonas privadas, que no construyen tejido<br />
ciudadano, sino rupturas o discontinuidades, que no facilitan la<br />
vida social, sino el anonimato, que no hacen que la ciudad sea más<br />
amable, sino que esté más congestionada.<br />
Una prueba decisiva de la buena relación entre el espacio construido<br />
y el espacio público es lo que podemos llamar “espacios de transición”.<br />
Nuestra cultura urbanística aún es heredera de viejas dicotomías:<br />
construido-no construido, privado-público, equipamiento-vivienda,<br />
circulación-verde, etc. Pero la calidad de la vida urbana a menudo se<br />
decide, al menos en parte, en los espacios de transición. Podemos dar<br />
algunos ejemplos, tanto positivos como negativos. Un buen ejemplo<br />
sería el Centro Pompidou o el Parc de la Villette en París. Apenas hay<br />
solución de continuidad entre el entorno, la explanada delante del<br />
Pompidou, las zonas verdes y la avenida y el canal alrededor de la<br />
Villette y los equipamientos culturales de alta calidad. Cualquier persona<br />
puede transitar fácilmente por estos espacios de transición y<br />
acceder sin problemas a los bajos de los edificios. En la misma ciudad,<br />
sin embargo, encontramos el caso opuesto: la Grande Bibliothèque,<br />
que crea un espacio a su alrededor totalmente inhóspito. En Barcelona<br />
“Una prueba decisiva de la buena relación entre el espacio construido y el<br />
espacio público es lo que podemos llamar ‘espacios de transición’. Un<br />
ejemplo positivo lo encontramos en el Macba y el CCCB. Todo parece<br />
indicar que, por ahora, el ejemplo negativo lo constituirá la zona Fórum”.