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TEXTO Jordi Borja<br />
Geógrafo urbanista<br />
Estamos viviendo una época curiosa: se exalta la ciudad pero, al<br />
mismo tiempo, con frecuencia se practica una arquitectura<br />
“urbanicida”. O quizá fuese más exacto decir que esta arquitectura<br />
es la expresión de unos procesos urbanos que niegan la ciudad; un<br />
urbanismo del miedo, del miedo a la ciudad; una nueva versión del<br />
rechazo que casi siempre ha mantenido el pensamiento conservador con<br />
respecto a la ciudad; un urbanismo de mercado que, en lugar de enfrentarse<br />
con sus efectos desequilibradores, se adapta a sus dinámicas, vende<br />
la ciudad al mejor postor y deja que se extienda una urbanización difusa<br />
que multiplica las desigualdades sociales; un urbanismo que se expresa<br />
en arquitecturas banales, en bloques aislados y aislantes y que, cuando<br />
pretende ser monumental, suele convertirse en una afirmación presuntuosa<br />
del poder político o económico 1 .<br />
Por tanto, si hay que hablar de urbanismo y de civismo, antes de culpar<br />
a los ciudadanos y de tratarlos como a niños maleducados a los que hay<br />
que enseñar las cuatro reglas de la urbanidad tradicional más o menos<br />
aplazada, hablemos primero del incivismo del urbanismo real del que<br />
muy a menudo las políticas públicas son responsables o cómplices.<br />
“La ciudad, cielo e infierno” titulaba el periódico El País un excelente<br />
extra dedicado al Foro Urbano Mundial 2 . El cielo es cuando la ciudad<br />
construye lugares atractivos donde vivir (Richard Rogers); el infierno,<br />
cuando domina la arquitectura “urbicida” (Luis F. Galiano).<br />
En el texto que sigue expondremos esta mezcla de cielo e infierno que<br />
hoy encontramos en nuestras ciudades, también en Barcelona 3 .<br />
DISTINCIÓN, SEGREGACIÓN Y PROTECCIÓN<br />
El urbanismo actual es con mucha frecuencia un “urbanismo de productos”<br />
que no responde tanto a una visión de ciudad, sino más bien a<br />
una oportunidad de negocio; o, cuando el promotor es el sector público,<br />
el negocio puede consistir en realizar una actuación socialmente<br />
necesaria al mínimo coste. El urbanismo de productos es la respuesta a<br />
dos dinámicas propias de la economía urbana de mercado. Una es la<br />
conversión de las áreas centrales en parques temáticos del consumo y del<br />
ocio sometidos a un uso especializado y depredador. La otra es la dis-<br />
Urbanismo y ciudadanía<br />
43<br />
Las ciudades actuales, incluida Barcelona, son una mezcla de cielo y de<br />
infierno. Antes de culpar a los ciudadanos de las actitudes incívicas<br />
y de tratarlos como a niños maleducados a los que hay que enseñar las reglas<br />
de la urbanidad tradicional, conviene en primer lugar hablar del incivismo del<br />
urbanismo real, del que muy a menudo son responsables o cómplices las<br />
políticas públicas.<br />
La atención al paisaje urbano es una<br />
condición necesaria del civismo.<br />
En la imagen, la banalización arquitectónica<br />
ejemplificada en una serie de bloques de la<br />
parte alta de Gràcia.<br />
Carlos Bosch<br />
CIVISMO: LAS CLAVES DE LA CONVIVENCIA
44<br />
persión periférica por piezas segregadas, creando espacios banales, fragmentos<br />
fracturados por ejes viales y suelos expectantes.<br />
En la Barcelona metropolitana, la región, el suelo urbanizado se ha multiplicado<br />
por dos en los últimos 25 años pero la población sigue siendo<br />
aproximadamente la misma: éste ha sido el gran momento de la “urbanalización”<br />
4 . En Madrid, la población de la región (es decir, la comunidad<br />
autónoma) se ha duplicado en los últimos 40 años, mientras que el<br />
suelo urbanizado se ha multiplicado por cinco 5 . Se trata de unos modelos<br />
de crecimiento difícilmente sostenibles que combinan la malversación<br />
de suelo, de energía y de agua, además de aumentar la segregación<br />
social 6 . Hay que recordar que la distancia de los productos del urbanismo<br />
disperso (por ejemplo, los conjuntos, ya sean de bloques o de casas<br />
adosadas) respecto de los centros ciudadanos multiplica los efectos<br />
negativos de la segregación social puesto que reduce la movilidad de las<br />
personas con menos medios o más vulnerables.<br />
La reducción del espacio público es inherente a los productos urbanos<br />
de la dispersión segregadora. El afán de protegerse y de distinguirse<br />
implica la privatización de los espacios de uso colectivo y la “motorización”<br />
del espacio urbanizado no construido. Los barrios cerrados,<br />
tan frecuentes en Estados Unidos, empiezan a ser habituales en nuestro<br />
país. ¿Dónde queda la civitas o la polis, representada por el ágora,<br />
expresión del civismo?<br />
Tampoco la encontraremos en los centros que se han convertido en<br />
comercio y ocio para uso de una población mayoritariamente forastera,<br />
consumidora compulsiva de la ciudad, con tendencias depredadoras<br />
propias de las masas turísticas que echan a perder el carácter ciudadano<br />
de plazas y avenidas. Y sobre estos espacios degenerados, se<br />
imponen las arquitecturas ostentosas, singulares, emblemas arrogantes<br />
del poder económico o del capricho presuntuoso del príncipe (o el<br />
LOS MONOGRÁFICOS DE B.MM NÚMERO 6<br />
Carlos Bosch<br />
En la imagen, publicidad comercial de un<br />
puesto de venta de souvenirs, junto a la<br />
Boqueria.<br />
Página siguiente: las Rondas son un<br />
ejemplo de cómo las grandes<br />
infraestructuras de comunicación pueden<br />
contribuir a crear ciudad.<br />
gobernante de turno). Edificios de firma, de arquitectos divinos en<br />
busca de una seguramente efímera inmortalidad y que, a diferencia de<br />
la arquitectura clásica, se caracterizan por la “no reproductibilidad”, es<br />
decir, renuncian a contribuir a la difusión de la calidad arquitectónica<br />
7 . El círculo se cierra: la alianza impía entre el urbanismo de negocio,<br />
la ostentación del poder y el divismo del artista se encuentran en<br />
la práctica (¿inconsciente?) del “urbanicidio”.<br />
En las nuevas periferias el panorama es, sin duda, mucho más desolador.<br />
Los espacios lacónicos de las viviendas estandarizadas y de<br />
parques de todo tipo (empresariales, universitarios, industriales,<br />
etc.), separados por autopistas, se ven solamente interrumpidos por<br />
las catedrales del siglo XXI, es decir, por centros comerciales y gasolineras<br />
(con discoteca y supermercado) abiertos las 24 horas 8 .Y después<br />
nos sorprenderemos de la violencia gratuita o desesperada de<br />
las tribus urbanas.<br />
NUEVOS ESPACIOS Y COMPORTAMIENTOS<br />
La ciudad actual ya no es ni la del ámbito municipal ni la llamada ciudad<br />
metropolitana, sino que es una ciudad-región de geometría<br />
variable, de límites imprecisos, de centralidades confusas y de referentes<br />
simbólicos escasos, es decir, muchos “no lugares” para pocos<br />
lugares proveedores de sentido.<br />
Los nuevos territorios urbanos son espacios diseñados más bien para<br />
la movilidad que para la inserción, más bien para la vida en gueto que<br />
para la integración ciudadana. Todo conduce a que el ciudadano se<br />
comporte como un cliente, como un usuario de la ciudad, es decir,<br />
que se comporte y use la ciudad según su solvencia. Los bienes y servicios<br />
urbanos tienden a la mercantilización y a la monetarización del<br />
ejercicio de la ciudadanía.
El individuo es un consumidor de ciudad, vive en un espacio, trabaja en<br />
otro, tiene relaciones sociales dispersas y movilidades variables. El ciudadano-usuario<br />
9 de la ciudad metropolitana es atópico, no es de un<br />
lugar en concreto, y la conciencia cívica tiende a diluirse, a debilitarse.<br />
Evidentemente, estamos hablando de una tendencia que es más visible<br />
en unas ciudades que en otras y, aunque es menos evidente en<br />
Barcelona y en el sistema de ciudades catalanas que en otras regiones y<br />
es más fuerte en América que en Europa, también se va manifestando<br />
aquí, cada día con más fuerza. Además, los efectos negativos de esta tendencia<br />
a la multiplicación de los “no lugares” 10 no se contrarrestan con<br />
una moralina cívica. Se ha producido un debilitamiento de las estructuras<br />
tradicionales de integración ciudadana: la familia, el barrio, el<br />
lugar de trabajo o de estudio cerca de casa, las relaciones de amistad<br />
vinculadas al territorio, las organizaciones sociales de vocación universal<br />
–es decir, que pretenden englobar gran parte de las dimensiones de<br />
la socialización (parroquia, partido político, etc.)–. Las relaciones sociales<br />
también se van dispersando y volviéndose utilitarias y, si bien suponen<br />
unas pautas básicas compartidas, no se basan en un sistema de<br />
valores como el que daba cohesión a la comunidad urbana tradicional.<br />
Se ha producido un aumento considerable de la autonomía individual<br />
o de grupo, incluso se ha caracterizado el potencial de progreso y de<br />
innovación de la ciudad moderna en función de su nivel de tolerancia<br />
con respecto a los comportamientos individuales y colectivos diferen-<br />
45<br />
ciados (por ejemplo, se utiliza la tasa de gays como indicador de modernidad<br />
y de capacidad de la ciudad para integrar las poco definidas conceptualmente<br />
“clases creativas” 11 ). En cualquier caso, sería muy discutible<br />
lamentar la autonomía individual que han adquirido hoy los jóvenes,<br />
las mujeres o las personas mayores en algunos ámbitos de las ciudades<br />
que han sido configuradas física y culturalmente por la imagen<br />
dominadora del hombre adulto que trabaja. Y tampoco se debería considerar<br />
una regresión social la difusión social del coche o la moto, del<br />
teléfono móvil, del congelador, de la comida rápida, del ordenador portátil,<br />
etc. Es cierto que el núcleo familiar no funciona de la misma<br />
forma, ya que en la actualidad lo hace con un mayor grado de libertad<br />
individual. También son diferentes los espacios y los tiempos de uso de<br />
la ciudad de cada uno de los miembros de la familia, como también lo<br />
son las movilidades, las relaciones sociales y, con frecuencia, los vínculos<br />
identitarios. Estos hechos pueden dificultar la transferencia de valores<br />
cívicos pero también pueden facilitar la asunción de responsabilidades<br />
individuales.<br />
Sin embargo, las tendencias que hemos descrito no son las únicas. El<br />
ciudadano metropolitano reacciona ante las incertidumbres presentes<br />
y futuras de su vida, frente a la débil inserción en un lugar y en una<br />
comunidad, frente a la falta de límites y de referentes de los territorios<br />
en los que vive y se mueve y frente a la multiplicación de identidades<br />
sin que ninguna sea la dominante; y en consecuencia aparecen com-<br />
Dani Codina<br />
CIVISMO: LAS CLAVES DE LA CONVIVENCIA
46<br />
portamientos y demandas “comunitaristas”, movimientos revalorizadores<br />
de la familia y de la religión, una recuperación de las identidades<br />
culturales perdidas y manifestaciones de arraigo y defensa del territorio<br />
del que se quieren reapropiar. En conjunto se pueden considerar<br />
unos “viejos-nuevos” valores de civismo que no siempre son la expresión<br />
de valores universalistas.<br />
ESPACIO PÚBLICO: EL LUGAR DEL CIVISMO 12<br />
Josep Pla decía: “[...] de las ciudades, lo que más me gusta son las<br />
calles, las plazas, la gente que pasa ante mí y que probablemente no<br />
veré nunca más” (Prólogo a Cartas de lejos, 1927). André Breton estaba<br />
fascinado por la magia de la ciudad, por la aventura posible que uno<br />
puede encontrar al torcer la esquina de cualquier calle (Nadja).<br />
La buena fama de Barcelona, y en general de la ciudad europea, se<br />
debe, principalmente, a su urbanismo ciudadano, a la calidad del espacio<br />
público y a la vida urbana que permite. También es posible hacer<br />
una lectura positiva de las recientes tendencias del urbanismo.<br />
. La calle y la plaza son el espacio colectivo por excelencia y una parte<br />
importante del urbanismo moderno lo ha revalorizado, tal vez más<br />
bien desde el punto de vista cultura que del diseño. De todos modos,<br />
se han mantenido y valorizado los ensanches, se ha renovado el concepto<br />
de manzana para hacerlo menos rígido, se han criticado y, con<br />
LOS MONOGRÁFICOS DE B.MM NÚMERO 6<br />
“El ciudadano-usuario de la ciudad metropolitana es atópico, no es de un<br />
lugar concreto, y la conciencia cívica tiende a diluirse, a debilitarse. Aunque<br />
esta tendencia es menos evidente en las ciudades catalanas que en otras<br />
regiones, también se va manifestando aquí con más fuerza cada día”.<br />
Carlos Bosch<br />
frecuencia, rectificado las concepciones de las plazas como lugares de<br />
distribución de la circulación. En muchos casos se ha superado la concepción<br />
del espacio público o espacio verde como espacios segregados<br />
y especializados y se ha considerado que tanto las plazas como los jardines<br />
y los parques urbanos deben ser referentes tanto físicos como<br />
simbólicos que marquen límites y que establezcan continuidad, que<br />
sean polivalentes y accesibles y sean lugares de paso y de reposo.<br />
. La relación con la circulación se va modificando poco a poco. Si en<br />
los años sesenta se reducían las aceras y se suprimían los bulevares o<br />
calles ajardinadas para facilitar la circulación motorizada, a partir de<br />
los ochenta se inicia una tendencia de signo contrario. Se piensa más<br />
en la circulación a pie y se peatonalizan (o semipeatonalizan) calles y<br />
plazas. La consigna es “tranquilizar” el tráfico urbano, separar vías más<br />
que segregarlas, contabilizar todas las modalidades de circulación y<br />
priorizar las modalidades más integrables en la vida urbana, como el<br />
tranvía. En Barcelona y en otras ciudades europeas se tiende a que una<br />
parte importante de la movilidad diaria se realice a pie (actualmente,<br />
un tercio en Barcelona). Al igual que en el transporte público, el trayecto<br />
a pie requiere calidad, en este caso del entorno. El camino más<br />
corto entre dos puntos es a menudo el más bonito.<br />
. Las grandes infraestructuras de comunicación (puertos, estaciones<br />
ferroviarias y de autobuses, ejes viarios, etc.) han sido zonas históricamente<br />
marginales o rupturas del tejido urbano. Hoy contamos con<br />
ejemplos positivos de que estas áreas pueden convertirse en un factor<br />
de calificación urbana y contribuir a crear ciudad, como la Stazione<br />
Termini en Roma, las renovaciones urbanas de puertos, como el de<br />
Baltimore o Cape Town, o las Rondas de Barcelona. Se puede hacer un<br />
razonamiento similar en relación con los grandes equipamientos culturales<br />
o universitarios, incluso hospitalarios o de empresas de servicios,<br />
que pueden convertirse en elementos de centralidad o de animación<br />
urbanas, atraer nuevas actividades y ser compatibles con<br />
viviendas y comercios. Los “no lugares”, como se ha puesto de moda<br />
llamarlos, pueden convertirse en lugares.<br />
. La reconversión de zonas industriales obsoletas y la regeneración de<br />
barrios degradados o marginales pueden “crear ciudad” o contribuir a<br />
deshacerla. Ya hemos hablado de las dinámicas segregadoras y especializadoras,<br />
de los barrios cerrados y de los parques temáticos. En<br />
Barcelona es posible encontrar en la actualidad algunos ejemplos<br />
negativos en el caso de Diagonal Mar y en la zona Forum, aunque aún<br />
es posible llevar a cabo su reconversión ciudadana. En todo el mundo<br />
podemos hallar ejemplos interesantes de reconversiones realizadas<br />
mediante grandes proyectos urbanos o planes integrales que reconstruyen<br />
unos ámbitos de vida ciudadana basados en la diversidad de<br />
actividades y poblaciones, en el compromiso con la historia urbana del
Carlos Bosch<br />
Carlos Bosch<br />
La reconversión de zonas industriales<br />
obsoletas y la regeneración de barrios<br />
degradados o marginales pueden crear<br />
ciudad o contribuir a deshacerla.<br />
En la página anterior, la nueva área comercial<br />
de Can Dragó, en Nou Barris. A la izquierda,<br />
vista general del área de crecimiento urbano<br />
del nordeste, con la torre Agbar y las torres de<br />
Marina al fondo, y el parque de Diagonal Mar.<br />
47<br />
lugar, en el mantenimiento o la creación de una cuota importante de<br />
viviendas (incluidas las sociales y las protegidas), y en la mejora de los<br />
servicios y de la visibilidad o accesibilidad de la zona. Poble Nou y<br />
Ciutat Vella podrían llegar a constituir ejemplos positivos de estas<br />
reconversiones pero el gran reto actual es Sant Andreu-Sagrera.<br />
. El diseño de los espacios públicos es siempre la prueba decisiva para<br />
medir la capacidad de “crear ciudad”, es decir, de favorecer el ejercicio<br />
de la ciudadanía (o del civismo, si se prefiere un término más suave).<br />
El lema “monumentalizar la periferia y hacer accesible el centro” fue<br />
todo un programa, un buen programa de urbanismo ciudadano.<br />
Conferir calidad a todos los barrios, a todas las periferias, hacerlas visibles<br />
y atractivas y socializar el uso de los centros evitando tanto la<br />
especialización temática como la degradación es construir una ciudad<br />
democrática y crear las condiciones para el ejercicio del civismo.<br />
. El espacio público debe ser polivalente, es decir, servir para usos,<br />
poblaciones y temporalidades diferentes. El espacio público se debe<br />
combinar con vivienda y comercio y debe ser entendido como un<br />
ámbito de relaciones y de cohesión sociales, de referentes que den sentido<br />
a la vida ciudadana, que marquen simbólicamente el territorio y<br />
que proporcionen seguridad y elementos de identidad específica. El<br />
espacio público es el lugar de la cultura y de la fiesta, pero también de<br />
la manifestación política (o cívica), de la protesta y de la revuelta.<br />
. Por tanto, la calidad formal del espacio público no es una cuestión<br />
secundaria. El paisaje urbano es nuestra casa grande, si no es bonita y<br />
funcional, cómoda y agradable, estimulará comportamientos poco<br />
cívicos. La atención a los materiales y al mobiliario urbano, a la limpieza<br />
y a las contaminaciones (acústica, atmosférica, etc.), a la publicidad<br />
excesiva y al aspecto de las fachadas, y, en definitiva, a todo aquello<br />
que configura el paisaje urbano es una condición necesaria del<br />
civismo. Proporcionar elementos de identidad o de diferenciación a<br />
cada barrio o área de la ciudad, mantener y cuidar sus espacios de<br />
forma patente y prestar atención a la convivencia, con frecuencia conflictiva,<br />
en los espacios colectivos es contribuir al comportamiento<br />
cívico de la ciudadanía. Invertir en la calidad del espacio público, de su<br />
diseño, de su enriquecimiento y de su mantenimiento nunca será un<br />
lujo, sino justicia democrática.<br />
. Las centralidades y la cohesión de la ciudad multidimensional es,<br />
seguramente, el reto más novedoso. Los centros constituyen el lugar de<br />
socialización ciudadana por excelencia, de identidad cultural y de relación<br />
multicultural, de integración social y de concienciación de que se<br />
forma parte de una comunidad de convivencia. En la ciudad metropolitana<br />
actual existe una pluralidad de centros y una diversidad de<br />
pautas culturales de comportamiento colectivo y relacional. La multiplicación<br />
de centros en el ámbito de la ciudad-región, la articulación<br />
CIVISMO: LAS CLAVES DE LA CONVIVENCIA
48<br />
entre estos centros, conseguir que sean accesibles, dotarlos de calidad<br />
y de diversidad en sus ofertas, es, en la actualidad, una condición del<br />
civismo, como también lo es aceptar la diversidad de culturas (por<br />
ejemplo, las mezquitas), puesto que no hay civismo sin tolerancia y sin<br />
respetar al otro, al que es diferente. El reto del urbanismo es doble:<br />
renovar y ampliar los centros ya existentes en el territorio de la ciudadregión<br />
y generar nuevas centralidades aprovechando las oportunidades<br />
de los grandes proyectos urbanos o de las actuaciones integrales de<br />
renovación o reconversión. Por último, la calidad integradora de los<br />
centros definirá en gran parte la calidad del civismo colectivo.<br />
No es difícil deducir de este panorama, expuesto desde un punto de<br />
vista optimista, que de lo que se trata es de responder al urbanismo del<br />
mercado, del miedo y de la ostentación con otro tipo de urbanismo, el<br />
de la iniciativa pública democrática, el de la integración social y de la<br />
participación ciudadana.<br />
RETORNO A LA ARQUITECTURA<br />
El director de urbanismo de la City de Londres decía que el equipamiento<br />
más importante de una ciudad era el café o el bar, el lugar en<br />
el que la gente se encuentra y charla, intercambia informaciones y<br />
comenta cotilleos, el lugar en el que pueden convivir personas de<br />
todo tipo.<br />
LOS MONOGRÁFICOS DE B.MM NÚMERO 6<br />
Carlos Bosch<br />
En otras palabras, necesitamos muchos lugares de encuentro y de relación,<br />
ya que la relación con la ciudad y entre los ciudadanos es una relación<br />
de contacto, oral y sensorial, de hablarse y de verse, de escucharse<br />
y de tocarse, de olerse y de observarse; y, como ya hemos comentado,<br />
las arquitecturas urbanas pueden ser ciudadanas o urbanicidas.<br />
Los grandes equipamientos, las infraestructuras de comunicaciones,<br />
los nuevos proyectos urbanos, que todavía en la actualidad están regidos<br />
por el mercantilismo, el miedo, la ostentación y las modas o se<br />
realizan en nombre de la rentabilidad y los prejuicios sobre la demanda,<br />
fracturan el tejido urbano y segregan poblaciones y actividades,<br />
imponen comportamientos de usuarios o clientes y favorecen el anonimato<br />
y la anomia sociales.<br />
Se promueven operaciones de vivienda que, en algunos casos en<br />
nombre del mercado y de la maximización de los beneficios, y en<br />
otros, en nombre del interés social por maximizar la producción a<br />
bajo coste, generan espacios fragmentados, barrios cerrados y bloques<br />
discontinuos, por lo que no existe un espacio público real, espacios de<br />
socialización, de intercambio o de significación.<br />
Un ejemplo de esto lo constituye el falso debate sobre los rascacielos.<br />
La cuestión no es la altura, sino la calidad del espacio que generan a<br />
su alrededor. Puede ser que una avenida o un barrio con muchos rascacielos<br />
generen un ambiente urbano rico y variado (como el área<br />
central de Manhattan). Todo depende de la disposición de los edificios,<br />
de la relación con el espacio vacío, de la contención de la circulación,<br />
de la diversidad de usos y de la animación de los locales de sus<br />
plantas bajas. Éste no es el caso de los bloques aislados que a menudo<br />
nos proponen los promotores, que no crean espacio colectivos sino<br />
vacíos para aparcamientos o zonas privadas, que no construyen tejido<br />
ciudadano, sino rupturas o discontinuidades, que no facilitan la<br />
vida social, sino el anonimato, que no hacen que la ciudad sea más<br />
amable, sino que esté más congestionada.<br />
Una prueba decisiva de la buena relación entre el espacio construido<br />
y el espacio público es lo que podemos llamar “espacios de transición”.<br />
Nuestra cultura urbanística aún es heredera de viejas dicotomías:<br />
construido-no construido, privado-público, equipamiento-vivienda,<br />
circulación-verde, etc. Pero la calidad de la vida urbana a menudo se<br />
decide, al menos en parte, en los espacios de transición. Podemos dar<br />
algunos ejemplos, tanto positivos como negativos. Un buen ejemplo<br />
sería el Centro Pompidou o el Parc de la Villette en París. Apenas hay<br />
solución de continuidad entre el entorno, la explanada delante del<br />
Pompidou, las zonas verdes y la avenida y el canal alrededor de la<br />
Villette y los equipamientos culturales de alta calidad. Cualquier persona<br />
puede transitar fácilmente por estos espacios de transición y<br />
acceder sin problemas a los bajos de los edificios. En la misma ciudad,<br />
sin embargo, encontramos el caso opuesto: la Grande Bibliothèque,<br />
que crea un espacio a su alrededor totalmente inhóspito. En Barcelona<br />
“Una prueba decisiva de la buena relación entre el espacio construido y el<br />
espacio público es lo que podemos llamar ‘espacios de transición’. Un<br />
ejemplo positivo lo encontramos en el Macba y el CCCB. Todo parece<br />
indicar que, por ahora, el ejemplo negativo lo constituirá la zona Fórum”.
encontramos un ejemplo positivo de espacios de transición que permiten<br />
acceder con cierta facilidad a los imponentes edificios de<br />
equipamientos, como los que rodean al Macba y al CCCB. Todo<br />
parece indicar que, por ahora, el ejemplo negativo lo constituirá la<br />
zona Fórum.<br />
Los espacios de transición también se pueden generar en torno a los<br />
complejos de edificios de servicios o de oficinas, a zonas industriales<br />
reconvertidas, a equipamientos educativos u hospitalarios o a grandes<br />
edificios públicos. ¿Por qué razón los equipamientos culturales deben<br />
transmitir una imagen de fortaleza? ¿Por qué no pueden los edificios<br />
públicos, de gobiernos o administraciones, dar ejemplo y convertir<br />
sus plantas bajas en espacios de cultura o de ocio, en galerías o en<br />
cafés? Si la Bicocca (Milán) o Lingotto (Turín) nos muestran la reconversión<br />
de una zona industrial tradicional en una área urbana animada,<br />
como también se ha hecho en viejas zonas portuarias, ¿por qué<br />
razón la gestión urbanística pública no evita las operaciones especulativas<br />
y la creación de zonas segregadas por doquier, como los pro-<br />
49<br />
yectos Barça2000 o camelos como los “parques tecnológicos”, que inicialmente<br />
habían sido aprobados en Cataluña? ¿Por qué tenemos que<br />
admitir que los complejos de oficinas o los grandes centros comerciales<br />
den la espalda al espacio público (véase el horrible centro Diagonal<br />
Mar o la catedral kitsch en el desierto que es el centro La Maquinista)<br />
cuando existen experiencias en el mundo que muestran la viabilidad<br />
económica y la eficacia urbanística de centros integrados en el paisaje<br />
y la vida ciudadana (sin ir más lejos, L’Illa)?<br />
Incluso en el caso de conjuntos de viviendas es posible y deseable<br />
construir espacios de transición. Un ejemplo interesante de arquitectura<br />
urbana es la Villa Olímpica, donde es fácil percibir el esfuerzo<br />
que se ha hecho por establecer una graduación entre espacios abiertos<br />
públicos, semipúblicos, colectivos privados y privados particulares;<br />
y otro ejemplo está constituido por los barrios regenerados,<br />
como el de Sant Cosme, en los que se ha conseguido aumentar la<br />
calidad y el mantenimiento de los espacios colectivos cuando han<br />
pasado a ser gestionados por la comunidad de propietarios.<br />
Carlos Bosch<br />
Invertir en la calidad del espacio público no<br />
habría de considerarse un lujo, sino justicia<br />
democrática. En la página anterior, el nuevo<br />
mercado de Santa Caterina. Junto a estas<br />
líneas, el edificio Fòrum.<br />
Página siguiente: línea de nuevos edificios en<br />
Diagonal Mar. La cuestión a debatir relativa a<br />
los rascacielos no debería ser la altura, sino la<br />
calidad del espacio que generan a su alrededor.<br />
CIVISMO: LAS CLAVES DE LA CONVIVENCIA
50<br />
Actualmente, se han experimentado formas urbanas con éxito, como<br />
la manzana abierta, que facilitan la creación de los espacios de transición,<br />
unos espacios que pueden convertirse en escuela de civismo.<br />
NOTA FINAL: SOBRE LOS ESPACIOS DE ESPERANZA 13<br />
Harvey, en su reciente libro, defiende los espacios de esperanza que se<br />
pueden encontrar en las confrontaciones sociales, políticas y culturales<br />
en el ámbito del territorio o de la ciudad. El propio Harvey, al igual que<br />
Neil Smith, Michael Cohen, Tom Angotti, Saskia Sassen y Michael Dear,<br />
todos ellos intelectuales reputados, de orientaciones diversas y de procedencia<br />
norteamericana, se mostraron más bien pesimistas en el diálogo<br />
sobre “La ciudad del siglo XXI”, celebrado en el marco del Forum de las<br />
Culturas 2004. Los diálogos que siguieron confirmaron las justificadas<br />
preocupaciones del primer día: “Los urbanistas y el poder”, “Las arquitecturas<br />
contra la ciudad”, “El miedo en la ciudad actual” y “Las ciudades<br />
frente a la globalización”. Los títulos son suficientemente significativos<br />
y a menudo las presentaciones problemáticas predominaron con<br />
respecto a las propuestas optimistas.<br />
Pero la semana siguiente, los diálogos “De la marginación a la ciudadanía”,<br />
protagonizados por dirigentes de movimientos populares urbanos<br />
de todo el mundo, aportaron una respuesta más positiva: la afirmación<br />
del “derecho a la ciudad” y de la necesaria confrontación de valores y de<br />
concepciones sobre la ciudad. Contra la ciudad del miedo, del mercantilismo<br />
y de la ostentación, la ciudad de la ciudadanía o del civismo, sin<br />
moralina, con objetivos urbanos políticamente fuertes, culturalmente<br />
sofisticados y socialmente igualitarios.<br />
LOS MONOGRÁFICOS DE B.MM NÚMERO 6<br />
Carlos Bosch<br />
Notas<br />
1 El autor se excusa: este artículo está escrito con una reprimida, aunque no del todo, irritación.<br />
Me irrita el poder que pretende educar a los ciudadanos con buenos consejos, admoniciones<br />
o regaños. Lo que debe hacer el poder son las políticas públicas reales, es decir, determinar<br />
cómo se ordena y se mantiene la ciudad, cómo se promueve la buena arquitectura y cómo se<br />
facilita el uso del espacio colectivo. Los manuales de “civismo” me recuerdan al “tratado de<br />
urbanidad” que, en los años cincuenta, cuando yo era adolescente fue la causa de que me<br />
expulsaran de la escuela. Querían que me lo aprendiera de memoria para castigarme por el<br />
poco caso que hacía a una disciplina absurda, la otra cara de una enseñanza retrógrada. Se lo<br />
tiré a la cabeza y todavía siento cierta rabia. No me gusta la palabra “civismo” pero sí me gusta<br />
el concepto de “ciudadanía”.<br />
2 Véase El País 10/09/04.<br />
3 Véanse los mecanismos de gestión urbana para las ciudades de Barcelona, Bilbao, Madrid y<br />
Valencia en Borja, J.; Muxí, Z., eds. (2004). Urbanismo en el siglo XXI, Barcelona: Edicions UPC.<br />
4 Concepto engendrado por Francesc Muñoz que da nombre a su tesis doctoral presentada<br />
en junio de 2004: Urbanalització: la producció residencial de baixa densitat a la província de<br />
Barcelona, 1985-2001.<br />
5 Véase Borja, J.; Muxí, Z., eds. (op. cit.).<br />
6 Véase Borja, J. (2005). “La ciutat futura és avui” en Fira i ciutat, abril 2004 y “Barcelona<br />
Ecologia” (2002) en Barcelona, ciutat mediterrània, compacta i complexa. Una visió de futur més<br />
sostenible. Barcelona: Agenda21-Ayuntamiento de Barcelona.<br />
7 Véase Bohigas, O. (2004). Contra la incontinència urbana. Reconsideració moral de l’arquitectura<br />
i la ciutat. Barcelona: Diputación de Barcelona.<br />
8 Véase Ingersoll, R. (1996). Tres tesis sobre la ciudad. Madrid: Revista de Occidente nº 185.<br />
9 Véase Martinotti, G. (1993). Metrópoli. La nuova morfología sociale della città. Milán: II Mulino.<br />
10 Véase Augé, M. (1994). Los no lugares. Espacios del anonimato. Una antropología de la<br />
modernidad. Barcelona: Ed. Gedisa.<br />
11 Véase Florida, R. (2002). The rise of the creative class, Nueva York: Basic Books.<br />
12 Véase Borja, J.; Muxí, Z. (2001). L’espai públic: ciutat i ciutadania, Barcelona: Diputación de<br />
Barcelona.<br />
13 Hacemos referencia al título del libro de David Harvey, Espacios de Esperanza. Ediciones<br />
Akal, 2003.