12.07.2015 Views

5 semanas en globo - Biblioteca Virtual Battaletras

5 semanas en globo - Biblioteca Virtual Battaletras

5 semanas en globo - Biblioteca Virtual Battaletras

SHOW MORE
SHOW LESS
  • No tags were found...

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

-La atmósfera terrestre –respondió el doctor– ti<strong>en</strong>e una altura de seis mil toesas. Con un <strong>globo</strong> muygrande, iríamos lejos. Eso es lo que hicieron los señores Brioschi y Gay–Lussac, pero empezó a manarlessangre de la boca y los oídos. Les faltaba aire respirable. Hace unos años, dos audaces franceses, losseñores Barral y Bixio, se lanzaron también a las altas regiones, pero su <strong>globo</strong> se rasgó...-¿Y cayeron? –preguntó al mom<strong>en</strong>to K<strong>en</strong>nedy.-Sin duda, pero como deb<strong>en</strong> caer los sabios, sin hacerse ningún daño.-¡Pues bi<strong>en</strong>, señores –dijo Joe–, son ustedes libres de caer cuantas veces lo dese<strong>en</strong>! Pero yo, que nosoy más que un ignorante, prefiero permanecer <strong>en</strong> un justo término medio, ni demasiado alto, ni demasiadobajo. No hay que ser ambicioso.A seis mil pies, la d<strong>en</strong>sidad del aire ha disminuido ya s<strong>en</strong>siblem<strong>en</strong>te; el sonido se mueve con dificultad yla voz se oye mucho m<strong>en</strong>os. Los objetos se v<strong>en</strong> confusam<strong>en</strong>te. La mirada no percibe más que grandesmoles bastante indeterminadas; los hombres y los animales se vuelv<strong>en</strong> absolutam<strong>en</strong>te invisibles; loscaminos parec<strong>en</strong> cintas, y los lagos, estanques.El doctor y sus compañeros– se s<strong>en</strong>tían <strong>en</strong> un estado anormal; una corri<strong>en</strong>te atmosférica de granvelocidad los arrastraba más allá de las montañas áridas, cuyas cimas coronadas de nieve deslumbraban; suaspecto convulsionado demostraba algún trabajo neptuniano de los primeros días del mundo.El sol brillaba <strong>en</strong> su c<strong>en</strong>it, y los rayos caían a plomo sobre aquellas desiertas cimas. El doctor hizo undibujo exacto de las montañas, formadas por cuatro cumbres situadas casi <strong>en</strong> línea recta, de las cuales lamás sept<strong>en</strong>trional es la más alargada.El Victoria no tardó <strong>en</strong> desc<strong>en</strong>der por la verti<strong>en</strong>te opuesta del Rubeho, costeando una llanura poblada deárboles de un verde muy sombrío. A esta llanura sucedieron crestas y barrancos colocados <strong>en</strong> una especiede desierto que precedía al país de Ugogo. Más abajo se pres<strong>en</strong>taban llanuras amarill<strong>en</strong>tas, tostadas,agrietadas, salpicadas a trechos de plantas salinas y de matorrales espinosos.Algunos bosquecillos, que más adelante se convirtieron <strong>en</strong> verdaderas selvas, embellecieron el horizonte.El doctor se aproximó a tierra, echaron las anclas, y una de ellas quedó agarrada a las ramas de uncorpul<strong>en</strong>to sicomoro.Joe, deslizándose rápidam<strong>en</strong>te, sujetó el ancla con precaución; el doctor dejó el soplete funcionando paraconservar <strong>en</strong> el aeróstato cierta fuerza asc<strong>en</strong>sional que lo mantuvo <strong>en</strong> el aire. El vi<strong>en</strong>to había calmado casisúbitam<strong>en</strong>te.-Ahora, amigo Dick –dijo Fergusson–, coge dos escopetas, una para ti y otra para Joe, y procurad<strong>en</strong>tre los dos traer unos bu<strong>en</strong>os filetes de antilope para la comida de hoy.-¡De caza! –exclamó K<strong>en</strong>nedy.Echó la escala y bajó. Joe fue brincando de una a otra rama y aguardó, desperezándose, a K<strong>en</strong>nedy. Eldoctor, aliviado del peso de sus dos compañeros–, pudo apagar el soplete.-No eche a volar, señor –exclamó Joe.-Tranquilo, muchacho, estoy sólidam<strong>en</strong>te anclado. Voy a poner <strong>en</strong> ord<strong>en</strong> mis apuntes. Cazad bi<strong>en</strong>y sed prud<strong>en</strong>tes. Yo, desde aquí, observaré el terr<strong>en</strong>o y a la m<strong>en</strong>or sospecha que conciba dispararé lacarabina. El tiro será la señal de reunión.-De acuerdo –respondió el cazador.XIVEl bosque de gomeros. - El antílope azul - La señal de reunión. - Un asalto inesperado. - ElKanyemé. – Una noche <strong>en</strong> el aire. - El Mabunguru. -Jihoue-la-Mkoa. - Provisión de agua. -Llegada a KazebEl país, árido, seco, formado de una tierra arcillosa que el calor agrietaba, parecía desierto. De vez <strong>en</strong>cuando se <strong>en</strong>contraban algunos vestigios de caravanas, osam<strong>en</strong>tas blanquecinas de hombres y animales,medio roídas y mezcladas con el polvo.Dick y Joe, después de una media hora de marcha, se internaron <strong>en</strong> un bosque de gomeros, al acecho ycon el dedo <strong>en</strong> el gatillo de la escopeta. No sabían con quién t<strong>en</strong>drían que habérselas. Joe, sin ser un tiradorde primera, manejaba bi<strong>en</strong> un arma de fuego.-Caminar si<strong>en</strong>ta bi<strong>en</strong>, señor Dick, aunque el terr<strong>en</strong>o que pisamos no es muy cómodo –dijo Joe,tropezando con los fragm<strong>en</strong>tos de cuarzo de que estaba sembrado el suelo.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!